Mike decidió ignorar los ruidos que venían de más abajo y concentrarse en colocar las piezas y arreglar la luz del faro en el que estaban encerrados. Aquel mortal edificio salvador era a su vez la solución a su situación y el posible fin de sus vidas. Se afanó en hacer su tarea con cuidado, llevando las piezas con suavidad y colocándolas poco a poco. Unió cables, hizo conexiones, encajó elementos metálicos... y todo parecía en su sitio.
Respiró aliviado, dejando que el estrés saliera de su cuerpo y sintiéndose mejor. Antes de darle a encender a la luz, creyó oír a su compañero Frederick subiendo hacia su posición. Pensó en bajar y ayudarlo, pero primero tenía que accionar el interruptor que les guiaría hacia su salvación. Así lo hizo, y esperó brevemente a ver el resultado de sus acciones antes de descender a la oscuridad...
Había sido complicado pero, por suerte, tanto ella como Ingemar habían conseguido llegar a la cocina, y dejar atrás, momentáneamente, a aquellas horribles criaturas.
- Si salimos de ésta... - Jazzlyn hablaba despacio, cogiendo aire cada poco tiempo - ... estaré encantada de enseñarte mis pinturas, pero te aviso de que puede que no llegue a entender en qué consisten tus investigaciones... - Otra pausa para poder respirar - ... no soy tan inteligente, pero dejaré que me lo expliques todas las veces que sea necesario. Si tu quieres, claro - La artista sonrió levemente. Le dolían el hombro y el pecho, estaba cansada, y tenía ganas de echarse a llorar. Sólo la fuerza demostrada por la bióloga impidió que lo hiciese.
- Movamos la alacena, para ponerla delante la puerta que da acceso al pasillo - siguió diciendo, tras ver que la mesa atrancaba la que permitía salir al exterior - Luego veremos con qué bloqueamos la del estudio -
Guardián, ¿hay algún otro mueble grande en la cocina, o alguna otra cosa con la que poder bloquear la puerta que da al estudio?
La vida y la muerte son dos caras de la misma moneda. Una moneda de oro, un oro tan antiguo como el mismo universo.
El destino había dejado sobre el filo de esa moneda a aquellos náufragos, cuyo accidente los había llevado a conocer de primera mano un horror que aun ahora eran incapaces de concebir. Un horror antinatural que, irónicamente, se movía por la misma codicia que solía mover todos los horrores de la humanidad.
Aunque no era difícil adivinar que había algo más que lo meramente material en dicho interés, como no era difícil adivinar que aquello que habían enfrentado en estas lúgubres horas, era solo la punta de un iceberg de oscuro, de poderes inimaginables.
El océano no era territorio de los hombres, y la tierra, ahora parecía un lugar menos seguro, quizás solo fuera un aviso de lo frágil que es nuestro lugar en el mundo, sometidos al capricho de la naturaleza y ahora también de lo antinatural.
Mike había conseguido al fin arreglar el faro, cuando hizo la última maniobra una luz cegadora bañó toda la cúpula del faro, poco a poco fue aumentando su candor hasta convertirse en el rayo de luz y esperanza que debía ser., desde la radio podían escucharse entrecortadas las voces de los guardacostas asegurando que no tardarían en llegar.
Frederik no había terminado de alcanzar la trampilla cuando el fogonazo de luz se produjo y pudo ver a escasos metros como el monstruo que le perseguía se detenía, parecía escuchar algo, algo inaudible para él, ladeaba su cabeza, como atendiendo una señal, lanzó un extraño alarido gorgoteante y salió corriendo hacia abajo.
Ingemar y Jazzlyn podían escuchar claramente como los otros dejaban de golpear la puerta y como las pisadas de los tres salían huyendo de la casa por distintas ventanas.
Quizás solo fuera una ilusión, pero todos creyeron oír como multitud de criaturas corrían hacía la orilla desde la espesura y se lanzaban al mar.
Aquellos seres llevaban oculto dios sabe cuánto tiempo entre nosotros, y probablemente, así seguiría siendo, el oro siempre estaría allí en alguna parte, y ellos, siempre podrían regresar.
Guardián, ¿hay algún otro mueble grande en la cocina, o alguna otra cosa con la que poder bloquear la puerta que da al estudio?
Tranquila, ya puedes respirar.
Casi terminanos...ahora cada uno un post de cierre de la situación actual, un poco como esperáis hasta que llegue la ayuda, ya sin abandonar el faro. Solo eso, después habrá un epílogo posterior al rescate.
En un par de horas llegarán, mientras tanto , no habrá más señales de los Jaramugos.
Felicidades, habéis sobrevivido ;)
- Oh dios mío... OH DIOS MÍO...- Frederik no creía en dios desde una discusión con el párroco de su congregación cuando tenía 14 años, peor en aquel momento creyó ver la gloria de un ente misericordioso bañando sus ajados rasgos, proveniente de la lámpara del faro.
Vio cómo las criaturas huían despavoridas ante aquel milagro y se paró a respirar medio segundo, tumbado en los escalones como buenamente podía, antes de volver a levantarse, con una sonrisa socarrona pero cansada en su rostro mientras caminaba lentamente hacia la puerta de la cocina, en la que llamó con sus doloridos nudillos antes de anunciar, como si de un coro de ángeles beatíficos se tratase, que la buena nueva, en forma de espada de luz divina, había tenido a bien bendecirlos.
- Señorita Strand, señorita Brooks. Lo ha conseguido. MIKE LO HA CONSEGUIDO, nos ha salvado la vida. Ya vienen a rescatarnos. Pueden salir, las bestias han huido.
Por sus mejillas corrían lágrimas de felicidad, ya se veía muerto, como el pobre Cassidy, pero aparentemente podría vivir un día más, en el que bebería todo lo que pudiese pagar, con la esperanza de olvidar todo aquello al menos por unos minutos.
Cassidy... En algún momento tendría que contarles al resto por qué había terminado en aquella isla. Pero no era el momento.
Sí, beberé una por ti, viejo cuatrero mugriento. Siento que hayas terminado aquí... Y así.
Antes de que las chicas saliesen desandó su caminó y se asomó al hueco de las escaleras para gritar a la peculiar divinidad del día.
- Bien hecho, Mike... No sé cómo te iría la vida de polizonte ahí fuera, peor hoy has demostrado que puedes ganarte las habas entre cacharros eléctricos. Que sepas que si cambias de oficio, serás un electricista muy borracho, porque yo pagaré todas tus bebidas.
Terminaba su frase justo cuando llegaba a la lámpara del faro, mirándola en su eterno orbitar sin miedo al daño que esta pudiese hacer a su vista. Había visto el rostro de dios asomándose a un desgarro hecho en las paredes del infierno, y esta también calentaba, pero con la calidez del regazo de una madre...
-Claro que sí, Jazz... -sonrió, un poco a la fuerza, para darle ánimos, mientras revisaba cada puerta, cuando notaron que los seres se iban.
-Se van... se van... estamos vivas, ¿qué está ocurriendo? -pensaba sin darse cuenta de que no estaba hablando, tal era el cansancio que sentía en el cuerpo y en el alma.
-¿Se están yendo? -dijo, ahora en voz alta.
Entonces recordó la fiambrera. La muestra de ese ser, ese monstruo... el horror le pisaba los talones como una sombra, pero la obsesión que nacía de aquel horror y el odio a aquellos seres que a punto estuvieron de arrancar cuatro vidas, la suya y la de sus amigos, podían más.
-Debo recuperar la fiambrera, Jazz. El mundo debe saber sobre esto.
Y aunque estaba cansada, se decidió a recuperar la bendita muestra.
Antes de salir de la cocina, miró a Jazzlyn. La sonrisa de ahora no era forzada.
-Ey, ¡estamos vivas!, ánimos.
Si la ve, si hace a tiempo, si sigue existiendo, Ingemar se lleva la fiambrera con la muestra del monstruo. Es el primer paso en un largo camino de la infame bióloga que, tras aprender a defenderse e investigar sobre lo oculto, anda en busca de "criaturas aún no registradas en la taxonomía oficial".
Michael encendió el interruptor y en ese momento la luz bañó la sala con su irradiante pureza. El agente del FBI no pudo contener las lágrimas de emoción al ver que probablemente se habían salvado. Si ya lo decía su padre, electricista de profesión, que lo importante en esta vida era saber cambiar un enchufe y pelar un cable. No pagues a nadie para que lo haga por ti si puedes hacerlo tú solo. Oyó a sus compañeros gritar de júbilo más abajo y se dirigió hacia ellos tras secarse las lágrimas. Ahora hay que parecer entero, no pueden verme débil las damas. Se colocó un poco y descendió con aires de grandeza.
El agente abrazó al anticuario, que parecía ser el primero en acudir a ver qué estaba pasando. Se lo encontró en las escaleras con rostro feliz y aspecto cansado.
- Aceptaré con gusto esas copas, Frederick -contestó colocándose el sombrero y dándole una palmada en la espalda a su nuevo amigo-. Bajemos a ver cómo están las chicas, y de paso, busquemos un sitio donde nos puedan recoger a los cuatro y salir de este infierno en el mar.
Aunque se encontraba feliz por haberse salvado, un pequeño temor seguía dentro de él: el mar y sus criaturas. Era como una espina clavada en su alma de la que nunca se podría librar. Pletórico se encontraba, pero Mike deseaba irse de allí y dejarlo todo atrás.
Jazzlyn tardó en procesar lo ocurrido. Centrada en encontrar más muebles con los que poder atrancar puertas y ventanas, unido al cansancio físico y mental que sentía, no se percató de que aquellos monstruos habían dejado de arañar la madera y de que, por suerte, ya no habla peligro, hasta que el anticuario llamó e Ingemar se lo dijo.
- No me puedo creer que hayamos sobrevivido - dijo, sonriendo ampliamente y sin poder contener las lágrimas finalmente. Hubiese corrido para abrazar a la mujer de pelo cobrizo si no fuese porque las heridas le dolían demasiado. - Salgamos a ver qué tal están los chicos -
Una vez fuera, miró a ambos hombres, y volvió a sonreír.
- ¿Que forma es esta de presentarse ante dos bellas damas? ¡Tienen ustedes un aspecto lamentable, caballeros! - dijo, bromeando. Habia vuelto a tener ganas de hacerlo. - ¿Y qué es eso de hablar de ir a tomar una copas sin invitarnos? ¡Desde luego, sus modales dejan mucho que desear! -
La guarda costera les encontró pocas horas después, aunque no eran muy conscientes del tiempo en ese momento, la adrenalina invadía sus mentes y el agotamiento, sumado al hambre y el alcohol, les mantenía en un estado de confusión post traumática.
Todos sus esfuerzos por resaltar lo ocurrido o señalar los cuerpos, allá arriba en el faro, fueron infructuosos, los pocos marineros que habían pisado tierra para ayudarlos a salir de allí ignoraban deliberadamente sus avisos, los trataban como delirios de náufragos, y en cierto modo, eso es lo que parecían.
Aún así Ingemar sostenía entre sus brazos la fiambrera que probaría a la ciencia la existencia de una especie desconocida.
…
Pero el destino seguía jugando sus cartas, la travesía en el barco de rescate terminaba al amanecer llegando por fin a Rockport, cuando les despertaron, apenas quedaba nadie en el barco, solo un hombre que les atendió y ayudó a bajar y le acercaría al servicio médico del puerto para atender sus heridas.
Ese hombre no había llegado en el barco con ellos, de hecho, no vieron de nuevo a ninguno de los marineros que les habían rescatado, como tampoco estaban la fiambrera con la muestra, ni ninguna de las monedas de oro que Frederik guardaba. Nada que pudiera probar lo que había ocurrido en aquel islote.
Las noticias de los días siguientes hablaban del rescate y del arreglo del faro, pero no hubo ni una sola mención a los fareros muertos y desaparecidos, ni a los extraños seres, alguien había borrado de algún modo la verdad.
Jazzlyn tendría material para toda una vida, aunque desde el primer momento comprobará que todo lo que cree con su arte, relacionado con los seres o lo ocurrido en la isla, será rechazado por la comunidad artística y el público en general de una forma extrañamente visceral, como si todo lo que surgiese de aquello provocase un miedo atávico en los demás.
Mike averiguó que su compañero seguía desaparecido, sin rastro de él. Al igual que Cassidy o el tercer hombre, el tal John Smith.
Así, nuestros náufragos tendrían que enfrentar la verdad por el resto de sus días sin que nadie más que ellos pudieran comprender el horror que habían conocido.
Desde la premisa de que toda evidencia de la verdad ha desaparecido, un último post de vuestro cierre.
Te sigues riendo ahí arriba... O ahí abajo, ¿Eh, Cassidy? No hay pruebas, no hay cuerpo, pero tampoco hay una pequeña hectárea, en un camposanto, donde pueda derramar un poco de este whisky para ti. Fuimos unos desgraciados y nadie nos recordará ¿Te acuerdas tú algún día de mí, Ava? No creo... Y cuando yo muera nadie se acordará de ti, Cassidy.
El anticuario se aguantaba a duras peas de pie, frente a la pensión en la que su difunto amigo dormía los días cuando le conoció, siempre en espera de una nueva juerga, con la esperanza de que esta durase para toda la eternidad.
Sol, nunca más. !NUNCA MÁS, SOL!
Esa era una de sus máximas cuando veía que los primeros rayos del astro rey asomaban tras el grisáceo y grasiento skyine londinense.
La eternidad...
No, Frederik ya no añoraba una eternidad nocturna, ni mucho menos. Había visto los dientes y ojos de la oscuridad y había vuelto para contarlo, pero nadie le creía. ¿Quién iba a creer a un raído coleccionista de cacharros rotos y polvorientos mascullando sobre hombres pez homicidas y monedas mostrando una realidad que nunca nadie había imaginado?
Estiró el brazo y movió su muñeca, dejando la botella en una posición inclinada que facilitase su vaciado, soltando un chorro de alcohol que tiñó de dorado el hueco entre los adoquines de la calzada.
¡¡¡DIABLOS!!!
Le tocó subirse a la acera cuando un vehículo casi lo arrolló sin tan siquiera hacer sonar su bocina o aminorar su velocidad.
Puede que ellos no lo sepan, pero yo lo sé, y no quiero dormir. No quiero dormir todavía. No contigo.
- Te parecerá bonito, Fred. ¡Que ya tienes una edad!- Escuchó a alguien riendo a sus espaldas.
¿Podía ser...? ¿En serio...?
Ava...
- Madremía, ¿Me va a tocar volver a echarte los calzones a lavar, fauno decrépito? Venga, ven conmigo. No vivo lejos, sabía que tarde o temprano volverías por el barrio y tenemos mucho de lo que hablar, pero no mientras tengas ese veneno nublándote el juicio.
La elegante señorita tomó a Frederik del brazo, inmortalizando una peculiar estampa, como si de una cómica representación moderna de la caridad se tratase. Las dos figuras se alejaron renqueando, adaptando sus andares a las temblorosas eses que la vertical del anticuario se emperraba en practicar.
Iban a ser unas semanas muy duras para Frederik, pero la suerte había querido depositar un segundo ángel en su camino, y no estaba en condiciones de decirle que no.
Ingemar pasó un tiempo en una casita bastante aislada en la región central, lejos del mar. No estaba lista para volver a California, ni tampoco dispuesta a quedarse en la Costa Este mucho tiempo. Ni bien sus heridas le permitieron trasladarse, hizo los arreglos y partió.
Tuvo que postergar la visita a ver las pinturas de Jazzlyn. Pasada la euforia, algo en lo profundo de su ser no quería verlas, y tampoco quería ver a las personas que le recordaban aquel suceso.
Estuvo descansando, pero también estuvo escribiendo. Escribió mucho, más que un artículo, podría haber sido un libro, pequeño pero respetable. Había huecos... huecos que se proponía completar. Pero todo a su tiempo.
Cuando en el diario le pareció ver una pintura de Jazzlyn (¿cómo fue que lo sospechó, si jamás había visto su arte?), recién entonces se percató del tiempo transcurrido. Consiguió la dirección postal de la artista y le envió una carta bastante extensa. Era, en verdad, un fárrago de frases inconexas, superficiales, excepto por el último párrafo:
Será pronto, espero, que el camino nos vuelva a encontrar, lejos del mar y cerca de lo verdadero. Aquí donde estoy, el sol brilla de día y las estrellas de noche, y el agua se mantiene en el cauce de los ríos, y los peces no salen de él, y las ranas no croan nada fuerte, no podría soportarlo. Deberías conocer este sitio, visitarme. Y yo debería salir nuevamente al mundo... recordar no es fácil, pero es imperioso, para sanar el mundo roto que tenemos dentro y que es parte del mundo roto que habitamos. Me urge conseguir algunos volúmenes de ciencia, bastante pesados, difíciles, por lo que estoy planeando una visita a una de las Universidades del Este. Te avisaré, tengo por seguro. Espero que tu respuesta llegue pronto, amiga mía.
Se tocó la herida y apretó el gesto. Hay cosas que no se olvidan porque han quedado marcadas en el cuerpo y en el alma.
Lo primero que Jazzlyn hizo, tras recibir el alta médica, fue ir a visitar a Marta a los viñedos que ésta poseía. Necesitaba la compañía de un ser querido. Necesitaba volver a sentir la agradable sensación de estar charlando hasta la madrugada, acompañada de la suave calidez de una copa de vino, y necesitaba, ante todo, descansar. Dejar que su mente olvidase lo vivido en el faro, si es que eso era posible, pues las cicatrices que su cuerpo mostraba se encargaban constantemente de hacer que lo recordase. Por suerte, su amiga, haciendo gala de una enorme discreción, no le había preguntado sobre lo ocurrido.
Tras dicha visita, regresó a New York, a su estudio del Upper East Side, y comenzó a pintar de nuevo, plasmando en sus obras, de forma obsesiva, a aquellos seres salidos de las profundidades del mar. Necesitaba que el mundo conociese su existencia. Por desgracia, todas las veces que intentó exponer sus obras en las galerías de arte de la ciudad, siempre se había encontrado con el rechazo y el escepticismo.
Frustrada, volvió a viajar. Esta vez a el Bosque Nacional de la Montaña Blanca. Necesitaba encontrar una nueva inspiración, encontrándola en los animales y paisajes de aquel lugar.
Fue cuando regresó nuevamente a su casa que recibió una carta cuyo remitente le era conocido. Tras leerla, se preparó una copa, mientras una tonta sonrisa le bailaba en los labios, y, tras tomar papel y boli, comenzó a escribir.
Mi muy querida amiga, Ingemar...
Mike no se extrañó para nada cuando todas las pruebas de aquel extraño suceso desaparecieron sin dejar rastro. Eso era lo normal en un trabajo como el suyo, lo raro habría sido que el mundo supiera de la existencia de aquellos seres anfibios y de las atrocidades que cometieron en aquella isla olvidada en medio del oscuro mar. Aquel faro maldito e inexpugnable se le aparecía en sueños donde recordaba amargamente la carnicería que habían cometido esos malditos peces hombre. Y pensar que bromearon sobre patos gigantes, ¡santa madre de Dios!
La vuelta al servicio no fue fácil: muchos interrogatorios, informes psicológicos y preguntas y sesiones de evaluación incómodas. Los jefes decidieron al final que Michael Clarkston era un buen agente y el Tío Sam iba a necesitar de sus servicios más adelante. Sin embargo, estaba hastiado por cómo se habían resuelto los acontecimientos y decidió aceptar casos de misteriosa índole, a fin de acallar su conciencia y expulsar a sus malos espíritus. Algunos días pensaba con melancolía, mientras fumaba para relajarse, en sus compañeros de tragedias y desventuras: ¿qué sería de ellos? Para un tipo como él, no le costaría mucho encontrarlos de nuevo.
Tiró la colilla al suelo y la apagó de un pisotón. Sí, tal vez deba usar mis contactos. Frederick me debe un whiskey on the rocks...
Si esto fuera una película de los años 20, Michael se alejaría caminando solitario por un parque mientras se acomoda su abrigo largo, se coloca el sombrero y comienza a alejarse la cámara, mostrando un hermoso y melancólico atardecer. Una canción de blues sonaría de fondo y se vería el esplendor de la civilización americana bañada por el sol brillante, dando una idea de esperanza al mundo. El inconveniente es que la imagen se vería en tonos grisáceos, como dando un sabor amargo y tristón, de tiempos peores y mejores, y seguiríamos viendo al agente del FBI caminando solo por la calle, cada vez más pequeño, hasta que saliera un lacónico "THE END?"
Y así termina el relato de lo sucedido en la Isla Faro, a aquellos cuatro inesperados protagonistas. Dos hombre y dos mujeres valientes que resistieron a la amenaza de lo desconocido, heridos, pero no del todo rotos.
Y así termina, el único relatado verdadero y fidedigno de lo que ocurrió, el relato que todas las mentiras del mundo no podrán callar, no al menos mientras me quede a mí un último aliento.
Se preguntarán ahora, nuestros queridos lectores, cómo ha podido sobrevivir esta verdad, cómo pudo alguien conocer lo que allí ocurrió si sus protagonistas desistieron por su propio bien de convencer al mundo de semejante amenaza, pues bien, queridos lectores, han de saber, que yo también estaba allí, oculto en aquella espesura durante días.
Yo, John Smith, autor de las acuarelas también desaparecidas, y de aquellos bocetos, testigo de la locura febril que invadió a Cassidy cuando descubrió la primera moneda, testigo de los horrores acuáticos que son, al parecer, únicos dueños verdaderos de ese oro. Testigo de las andanzas de los cuatro protagonistas, y de su rescate.
Yo, John Smith, el que huyó de la isla cuando todos se habían largado en el bote amarillo que estaba amarrado en el embarcadero Sur, y el único que sabe el paradero del desaparecido compañero de Mike.
El que termina aquí este relato, dejando constancia al mundo de aquello que el mismo mundo tanto insiste en negar, ciego en su ignorancia antropocéntrica.
Sé que pongo en riesgo mi vida revelando los hechos, pero tendrán que venir en mi búsqueda, y yo les estaré esperando, aquí, en el desierto.
--__FIN__--