Partida Rol por web

El joven alumno tampoco se atrevió a romper el pesado silencio. Como novicio en la agencia habría supuesto un desagravio al recuerdo de la señorita Hemingway, y de no serlo habría mantenido aun así el mudo velatorio, acompañados únicamente por el traqueteo del coche y su -en aquel caso- sedante ronroneo

Así eran las cosas. Así era 'Tras el telón', y ahora más que nunca tras haber comprobado in situ la veracidad de lo oculto, se comprometía firmemente con la agencia. Pondría su talento, inteligencia y perseverancia al servicio de quienes no podían combatir la oscuridad, y arrojaría luz sobre todos aquellos casos que pudiera dando lo mejor de sí. Por su venerado profesor, por el detective gruñón, por la reputada actriz... y por la fallecida periodista. Llevaría un diario de todo lo acontecido, y tarde o temprano lo publicaría. Pues quizás el mundo aún no estaba preparado, pero si todos morían el conocimiento no debía perderse

Ahora tocaba enterrar un ataúd vacío, y mantener vivo un recuerdo. Pues esa noche que terminaba no era sino el comienzo de muchas otras, y tras todas ellas nacía de nuevo la luz

Tenía la vista fija en el horizonte mientras el vehículo avanzaba por la carretera. Visto desde fuera, cualquiera diría que la misión había sido un éxito. Habíamos completado el ritual y desterrado a aquella cosa fuera de nuestra dimensión. Sin embargo, yo no lo veía así y a juzgar por el silencio reinante en el vehículo no era el único. Después de todo lo vivido, de todo lo que habíamos visto. Los escritos, los cánticos, los muertos alzados, solo una imagen volvía una y otra vez a mi. La del cuerpo de Rachel siendo consumido por aquel ser.

El coche dio un pequeño salto al coger un bache en aquella carretera lo que me hizo apretar más lo que tenía en la mano y que no quería perder. No era más que un saquito de cuero pequeño que cabía sin problemas en la palma de la mano y en cuyo interior podía encontrarse lo que había sobrado de aquel polvo que habían usado en el ritual. No quería soltarlo, no podía. Pues ahora, pasado ya todo el terror, otra imagen volvía a mi mente, la de un texto que había leído aquel mismo día en un diario:

"...Marion lanzó sobre él ese maldito Polvo de Ibn-Ghazi, como lo llama, y pudimos verlo con claridad...".

Y pudieron verlo con claridad. Justo lo que hubiéramos necesitado para sacar a Rachel de aquel trance. Lo que nos hubiera permitido salvarla. El dolor atenazó mi corazón al recordarlo, las lágrimas se agolpaban en mis párpados pero las contuve como pude. No me merecía esas lágrimas. Había tenido en mis manos la capacidad de salvar a la mujer… y en el momento de mayor necesidad, la había olvidado.

Por supuesto, me guardé estos pensamientos para mi pues no deseaba que nadie más se sintiera culpable. Al fin y al cabo, yo era el experto en esto, yo tenía el polvo, era mi responsabilidad. El vehículo cogió un nuevo bache y sentí como todo mi cuerpo dolía por todo lo vivido aquella noche, no solo la tensión, sino la lucha contra aquel ser. Iba a necesitar unos días para recuperarme.

Seguí con la mirada perdida en los grises nubarrones que ahora cubrían el cielo del amanecer mientras pensaba en la idea que había tenido antes de embarcarnos en esta última aventura. La idea de jubilarme, de retirarme a mis libros y a la paz para disfrutar de mis últimos años de vida. Pero ¿Qué vida podía esperarme después de lo que había pasado hoy? ¿Cómo fingir que no había horrores más allá de nuestra comprensión buscando devorar nuestro mundo? ¿Cómo querer ser feliz cuando lo había ganado con la sangre de inocentes?

Cerré el puño sobre el saquito y lo apreté con fuerza, entonces me lo guardé y tomé una decisión. No había vuelta atrás, no habría paz hasta que le llegase la hora. Por todos, por Rachel, sobre aquellos polvos, símbolo de su fracaso por no estar centrado, hice un juramento.

- Seguiré la lucha… hasta el final –

No me di cuenta de que esto lo había dicho en voz alta. El cuerpo dolía, pero mi alma ya no lloraba sino que se preparaba para enmendar este error buscando y enfrentando al horror, hasta que el destino decidiera que había sido suficiente.

Escuché al bueno de Artie murmurar unas palabras. Me aproximé a él y puse mi mano sobre su hombro.

- No lo dudes amigo. Lucharemos –

Lancé una última mirada a todos, sin duda, sin vacilación y volví a recostarme en el asiento mientras mi cuerpo volvía a quejarse. Y por fin, dejé de tener miedo.