Partida Rol por web

No quiero ni imaginarme en lo que me estoy metiendo! Espero que se demuestre que estábamos drogados o algo porque que se me antoja imposible creer que nosotros pudiéramos ser capaces de hacer algo tan monstruoso. Espero que la fortuna nos sea propicia y se demuestre que había un culpable (o varios, Culpex y el otro no me inspiran ninguna confianza) y que todo ha sido una trampa destinada a nosotros. Con qué malévolo fin? Eso aún ha de verse...

Ee Estoy lista - musito con un hilo de voz sin mucha convicción y devuelvo la mirada de preocupación de Lucio, como queriendo decir "ya que estamos aquí, vamos hasta el final-.

Sólo espero que el final no sea en la arena como castigo ejemplar para la plebe u obligada a suicidarme... ¿El emperador sería tran benévolo de concedernos el destierro?

Servio Ostorio dijo:

Cita:

Si las contadas antorchas ancladas en las estructuras de los jardines apenas iluminan unos metros más allá, la oscuridad tras el imponente ciprés casi resulta plena. La luna llena apenas es perceptible pues se encuentra semioculta tras las nubes. La noche es silenciosa, extrañamente silenciosa, pues apenas conseguís escuchar el murmullo nocturno de grillos o búhos. Algunos pretorianos hacen la ronda por los alrededores del laberinto, y parecen ir en parejas, a juzgar por el débil tintineo del acero de sus corazas. Los rostros de Aulo Phersu y Cúlpex apenas son visibles, pero podéis apreciar en ellos una sonrisa sarcástica y cierta ironía en su voz.

- No os preocupéis por eso ahora. - dice Culpex regalando sus palabras al mismo tiempo que ambos retroceden hasta bordear el estanque y casi llegar a la entrada del laberinto.

A pesar de lo cálida de la noche, una suave brisa parece emerger de ninguna parte y os atraviesa el cuerpo haciéndoos temblar repentinamente. Las ramas del gran ciprés se estremecen al son de la brisa y durante un segundo creéis haber enloquecido definitivamente pues las ramas, largas y anchas, parecen alargarse hacia vosotros sinuosamente como si se trataran de auténticas garras de presa. Entonces, una voz femenina siniestra y misteriosa que parece provenir del mismo ciprés os revela un hecho anunciado.

Vosotros... vosotros seréis mis sacrificios !!

¡¡¡Por todos los dioses lares, la tríada capitolina y todo el panteón!!!!!!

¿Me he vuelto loca o el ciprés ha hablado?

Busco con la mirada a los dos que nos han llevado al matadero y veo como se alejan - Malditos! que su castigo en el Tártaro sea más cruel que el de Prometeo! - después mi mirada se posa en las antorchas y se me ocurre una idea.

Mientras retrocedo hacia una de ellas, la más cercana, increpo a la mujer que dice somos sus sacrificios: ¿Quién eres?

Pe...pe..pero se habían vuelto locos ? No pensaba ser el sacrificio de nadie, y menos aun de esos locos.- pensó para si.

Estaba oscuro, y conocía el sitio. recorrió mentalmente el sitio para hacerse una didea de por donde debería huir.

Esperó su oportunidad, sabía que debía esperar el momento oportuno, cuando se distrajeran un segundo, asi conseguiría algo de ventaja. 

Al ver como esos dos se alejaban, me entró ganas de claverles el puñal que llevaba debajo de mi toga, pero de repente el cipres parece hablar, mi cuerpo se queda helado y me empieza a invadir el terror, no sabía como reaccionar, observé a Gaia que preguntaba a esa voz, al parecer ella estaba más entera que yo, resoplé he intenté calmarme, tenía que hacer algo, pero que? me pregunté.

Me acerqué lentamente hacia el laberitno, podía ser una trampa, pero parecía la mejor manera para huir de allí.

Finalmente las ramas se alargan hacia vosotros con fuerza levantando en el aire un palpable ambiente de maldad. Gaia intenta escabullirse hacia las antorchas lejanas con una idea muy clara en la cabeza, y llega hasta ellas con dificultad mientras las gruesas ramas la golpean intentando agarrarla.

Lucio Cilnio apenas da crédito a lo que ven sus ojos, pero algo en su interior le dice que está más involucrado en ello de lo que en un principio pensaba. Sinuosamente intenta evadirse hacia la entrada del laberinto, por donde los miembros de esa especie de secta de Telestis habían huido instantes antes, pero las gruesas ramas del poseido ciprés acechan por doquier. A pesar de la oscuridad consigue evadir que lo agarren, aunque no le permiten llegar hasta el laberinto.

Por su parte, Silvano Vero permanece alerta hasta que observa horrorizado las gigantescas ramas acechándole. Intentan agarrarle, pero el misterioso hombre hace gala de ser un gran atleta y apenas pestañea para evadirlas.

Servio Ostorio está paralizado por el terrible espectáculo, y no es capaz de desasirse de la fuerza con la que las gruesas y malditas ramas le rodean el cuerpo y lo alzan a varios metros del suelo, soltándolo después y cayendo de nuevo con un golpe brutal.

El jaleo llama la atención de los pretorianos circundantes, que comienzan a aproximarse hasta el lugar con cierto recelo.

Sorteando las ramas, aún no sé como y a qué dios o diosa le debo agradecérselo, consigo alcanzar una de las antorchas que iluminaban levemente el camino. La agarro fuertemente y me giro al ciprés.

La rabia que siento de todo lo que he pasado hace que me olvide que estoy atacando a un supuesto ciprés poseído por el supuesto espíritu de telestis que se supone que debería estar muerta hace cientos de años. Pero la encerrona que me han preparado, perfectamente organizada, puesto que me niego a creer que yo o mis amigos seamos los culpables de la muerte de esos jóvenes, me enfurece.

En cualquier otra circunstancia esto hubiera significado una oportunidad única de comunicarme con los espíritus, de preguntarles sobre el pasado, presente y futuro, de conocer más lo que está oculto más allá de la vida.

Pero ahora mismo sólo veo un maldito criprés que intenta matarnos a mis amigos y a mí.

Sacríficate a tí misma!!!

Y rama que veo rama que le acerco el fuego para que la madera prenda.

Me había escapado por poco, pero no había podido huir por el laberinto, no lejos de mi estaba Gaia emprendiendola con una antorcha hacía el cipres, pensé un momento en como podia actuar, la mejor manera era atacar el tronco, desde allí no creo que sus ramas me puedan atacar, en eso que vi que Servio estaba atrapado por las ramas, como podía ser que un cipres estuviera haciendo eso, lo primero que se me vino a la cabeza fue que el efecto de las drogas era aun duradero.

Fui corriendo hacía donde estaba Gaia, para coger una antorcha y ayudarla en su cometido, pero mi idea era atacar directamente al tronco.

No podía creer lo que me estaba sucediendo. Los dioses se reían de nuevo de nosotros. Mi percepción parecía haberse visto alterada, sin embargo el fuerte balanceo y posterior golpe contra el suelo me hacían pensar lo contrario. Arrastrándome a cuatro patas por el suelo cuando volvía a caer al mismo, intentando huir y correr lejos del lugar, con la cara desencajada ante el horror, no pudo más que gritar: Apartad eso de mí!!..Plutón aléjate de mí!!...Auxilio!!

Sólo pataleos e intentos de huir del lugar, no era capaz de nada más.

Silvano no desaprovecho la ocasión, debía alejarse de esos locos, asi que cuando se presento la ocasión no se lo pensó dos veces. esquivó las ramas y demás obstaculos que se interponian en su camino.

Mientras huía se dio cuenta de que el único que tambien estaba huyendo era Servio, el cual parecía presa del panico, cosa que no le extrañaba lo mas minimo, estaba seguro de que cuando se detuviera a pensar en todo esto, la locura se adueñaria de el.

Su carrera le estaba alejando de alli, pero sabía que debería volver a ayudar a sus compañeros, aunque ahora mismo no podía dejar de correr.

En el momento en que Gaia Níger se hacía con una de las antorchas más cercanas a la posición del gran ciprés, una patrulla de unos cuatro pretorianos hace acto de presencia en el lugar entre exclamaciones y rostros incrédulos y ojos desorbitados.

- Por los dioses !

Varias de las mortíferas y gigantescas ramas comienzan a obviaros dirigiéndose fugazmente hasta los recién llegados, levantándolos varios metros al aire y dejándolos caer con un golpe final brutal. Huesos rotos, charcos de sangre y gritos agonizantes resuenan entre el gemido del misterioso viento proveniente del ciprés, incluso una risa malévola es perceptible en apenas susurros.

Gaia aprovecha el crucial momento para blandir de alguna manera el fuego de la antorcha sobre las ramas del ciprés y comprobáis cómo se extiende rápidamente hasta convertirse en un amasijo llameante. La malévola risa se convierte en gritos agónicos e infernales que auguran un terrible final.