Partida Rol por web

No pudo hacer más que reírse de la arpía fracasada. Hasta ahí llegaban sus ansias. Se matan entre ellas. Aprovechando su distracción, le asestó un fuerte golpe. Ahora sí, se la quitó de en medio y pudo ver lo que había detrás. Estaban allí las que quedaban.

La situación la acabó solventando el enano con una carcajada mientras acababa con la arpía.

Entre cortes y magulladuras las que quedaban eran fácilmente distinguibles. Cinco arpías yacían en cubierta y cuatro seguían vivas. Sin embargo, el furor inicial de sus ataques se vio postergado por la caída de mas de la mitad del grupo. Parecía que las "aves" ya no tenían ganas de continuar con la pelea, prefiriendo elegir la vida ante un rival que si bien comenzó como una presa, se convirtió en el cazador.

Las arpías alzaron el vuelo perdiendose entre la niebla. Pronto tan solo quedó el silencio de después de la batalla.

 Con el hierro guardado y libre del estorbo del escudo, Kurt se dejó caer pesadamente sobre la cubierta manchada de sangre, detalle que poco importó en esos momentos al exhausto soldado. Con un largo suspiro dejó escapar toda la tensión generada por el encuentro y sintió como los músculos se relajaban.

- Ha faltado poco… y solo acabamos de llegar a esta roca maldita. La historia del viejo ha resultado ser cierta, demasiado cierta. Espero que la parte del tesoro resulte tan tangible como las bestias -

Kurt dirigió una larga mirada a los compañeros. - La pierna de Ándor tiene mal aspecto, no se si podré hacer algo por él. Y Hårr sangra mucho, hay que cortar esa hemorragia… - un pinchazo en la zona dorsal le recordó sus propias heridas.

 Tras concederse unos breves minutos de descanso, Kurt se incorporó sobre una rodilla y se quitó la mochila en la que rebuscó hasta sacar un frasco y una pequeña cajita. - No soy ningún barbero pero puedo intentar hacer algo con esas heridas. - se dirigió al grupo.

Hårr  "el velloso" yacía rendido, respirando hondo y aguantando el escozor de las heridas. Por poco se queda sin vello de tanto sufrimiento. Ahora sabe cuál es su bestia alada que más odia y no dudaría en mencionarlo cada dos por tres. Las situó solo un eslabón por debajo de los sucios goblins, nada era peor que esos mocos.

—Malditas arpías... sucias arpías... odio a las arpías... —giró a sus lados, todos parecían seguir con vida—. Ándor necesitará de su navaja, me temo. Espero que no sea muy grave. Yo lo veo bien, he visto peores... muñones de pescadores chorreando rojo. Con una buena cerveza se le pasará... ¡Oh sí... mi cerveza...! —con cada bocanada tomaba aire como si fuese gloria, ¡uuuh, aaaah!

Ahora que habían sobrevivido y por supuesto ya había una cita para celebrarlo, faltaba lo mejor: el tesoro. ¿Dónde estará? Su preciado oro, plata, joyas, reliquias. Ni en la mina más caliente. ¿Dónde? 

Las arpías se retiran y nos dejan ahí, solos en medio de la niebla y con más heridas de las que nos gustaría. Mi respiración agitada libera un notorio vaho por el frío y la humedad ambiente. Cierro los ojos mientras intento mantenerme en pie con el cansancio y el dolor de mis heridas.

Veo las luces que invoqué y hago que sigan acercándose pues temo que si la ilusión se disipa, las arpías decidan volver a atacar.

"Y no estamos en condiciones de recibir otro ataque."

Escucho lo que dicen mis compañeros y le contesto a Kurt:

 - "Yo creo que todos necesitaremos de tus atenciones pues no hay ninguno que haya salido ileso de esta."

Miro al anciano Gustav, que parece ser el único sin heridas y que también sabe (o eso espero) lo que debemos hacer ahora a continuación si queremos llevarnos el premio y no volver con las manos vacías y solo heridas nuevas.

Al marcharse las arpías, la tensión bajó de nivel lo que provocó que las heridas empezaran a notarse en el cuerpo. La pierna me dolía muchísimo y me dejé caer en el primer sitio que encontré para mirarla. No me importó en ese momento como estaba el suelo de sangre ni nada más. Sólo esperaba que esa herida tan fea no acabara poniéndose negra y tuviera que prescindir de mi pierna.

Haz lo que puedas, Kurt. La herida es fea de cojones.

Miraba hacia el cielo para comprobar que no volvieran las arpías y alternativamente al barco y al viejo. Aquella misión había comenzado de la peor manera posible y sin saber, además, qué podrían encontrarse en aquella isla del demonio.

Espero que no haya más sorpresas, viejo. Casi no lo contamos esta vez. ¿Qué coño necesitas de ese barco ahora? Ve y búscalo mientras nos curan.

-Eso es lo que pienso hacer, señor Ándor. Coger lo que vine a buscar.- Y de nuevo, con una agilidad impropia de un patapalo, Gustav se llevó una antorcha y comenzó a apalancar con el cuchillo la placa del Gruschmitz.

El viejo tardó un rato en volver con su botín. Kurt hacía lo que podía con las heridas de cada uno y lo que había visto hacer al matasanos de su regimiento, lo cual no era mucho.

El viejo lobo de mar volvió a soltar el barco y el agua acarició la superficie de madera una vez mas. Fue mientras Kurt apretaba el último vendaje, que el viejo os llamó señalando con el dedo al frente.

Allí, entre la espesa bruma se alzaba una mole oscura, inmensa, con forma de torre en medio del océano. Las leyendas no la hacían justicia ninguna, pues aunque se quisiera atormentar y meter miedo con su descripción, la sensación de que el mal allí moraba no podía describirse con palabras. 

El vello se os puso de punta al ver las almenas semiderruidas de donde sobresalian cuchillas afiladas con los esqueletos de gente allí sacrificada, por diversión o por alguna ofrenda a sus oscuros dioses.

En algunas de las rocas que conformaban la estructura podia verse, talladas en la roca viva, las ocho flechas del caos que dañaban la vista, imbuyendo de pesadillas la mente del hombre común. Os preguntabais si esa noche tendriais pesadillas al haberlas visto, o si llegariais a la noche.

Un hueco irregular en la base rocosa del torreón parecía ser la entrada al mismo, con anillas de hierro oxidadas donde anclar las barcas de aquellos barcos malignos que antaño traian tesoros, maldad y rehenes para sus perversos propósitos.

Miré en la dirección que apuntaba el viejo y vi la figura imponente del torreón que dominaba la isla. Aterraba ver aún las figuras de gente clavada en aquellos ganchos en forma de flecha y no entraba en mis planes acercarme lo más mínimo a aquel lugar.

¿No pretenderás que entremos allí? Seguramente esas arpías tengan sus nidos en la cima del torreón. Ya has visto como nos han dejado y que matáramos unas cuantas no quiere decir que arriba no se hayan quedado más de ellas.

Me froté la pierna de dolor. Seguramente estaría con cojera hasta que sanara y no sabía si sería lo suficientemente ágil como para soportar otro ataque de las bestias.

Ya tienes lo que querías, ¿no? Pues larguémonos de aquí.

Mientras Kurt revisa nuestras heridas, Gustav se encarama en las maderas hasta obtener su trofeo. Luego de unos minutos, continuamos nuestro viaje hasta llegar al infame torreón. Los signos del Caos en él dejan completamente claro de que los dioses oscuros han sido los líderes indiscutidos de estos parajes. Me estremezco de tan solo imaginar los ritos que aquí se llevaron a cabo.

"El más primordial de los males en su estado puro."

Ese es nuestro destino pues en ningún otro lado más que en su interior se pueden esconder los tesoros a los que aspiramos. Pero de pronto escucho a Ándor y enarco una ceja:

 - "Sé que no estamos en condiciones de sortear otra batalla pero si nos rendimos ahora y nos vamos, será con las manos vacías. Renunciaremos a cualquier tesoro que ahí dentro se oculte."

Aunque también es cierto que los muertos no pueden disfrutar de ningún premio. Me debato entre la idea de sobrevivir otro día más retirándonos o continuar buscando nuestros premios. No me molesta mucho la idea de no ganar algo de dinero pero el tema es que, si los mitos son ciertos, es demasiado el dinero que obtendríamos. No solo suficiente para vivir toda una vida de comodidades, sino para correr con todos los gastos de mi educación arcana.

"Vale la pena arriesgarse a morir por ello."

 Mientras se limpiaba la sangre de las manos, Kurt se acercó a la barandilla de proa mirando hacia donde señalaba el viejo marino. Un nudo atenazó las tripas del joven cuando vio la inmensa mole de piedra surgir de la niebla. Los ojos le escocían y lagrimeaban al recorrer la estructura incapaces de detenerse en los macabros detalles y unas imágenes horribles colmaron su mente. 

Eran visiones muy breves de dolor y mutilación, como si la torre le mostrase los horribles sacrificios allí realizados. Kurt cerró los ojos con fuerza en un intento de alejar las imágenes pero fue la voz de Ándor lo que le ayudó a centrarse. 

 El joven escuchó a sus compañeros y antes de hablar se aclaró la garganta, que de repente estaba tremendamente reseca.

 - Sé que lo que voy a decir os va a parecer una locura pero… pero ahora que sabemos que este lugar es real, no solo una vieja historia de taberna… deberíamos de hacer algo. Deberíamos derruir la torre. - el soldado hizo una pausa y miró hacia la distancia, como intentando traspasar la espesa niebla, antes de volver a hablar.

- Yo ya había visto ese símbolo. Lo portaban en sus estándares los bárbaros norse que asolaron la costa el año pasado. Si lo que nos dijo el viejo es cierto, y no tenemos razones para dudar de ello - miró hacia los esqueletos - quizás esos salvajes hacen aquí sus ofrendas a sus dioses oscuros. No podemos permitir que este lugar siga en pie. - el joven dejó caer los hombros perdiendo todo el aplomo que acaba de demostrar.

-Si os negáis, lo entenderé. ¡Ya dije que es una locura! - sonrió intentó mostrarse animado - Pero hagamos lo que hagamos, lo prudente sería esperar a la mañana. Con las heridas tan recientes, corremos el riesgo de que vuelvan a abrirse y conocemos el barco, será más fácil defenderse. - 

La insondable malicia del torreón hacía que hasta el mas grande de los barcos pareciera minúsculo. Gustav guió a "La Roca Maldita" hasta la base de la misma roca que mas arriba se tornaba en torreón.

La entrada, antinatural y oscura, se os antojaba como la boca de un lobo hambriento esperando a devoraros en cuanto entrárais. 

Al mirar hacia arriba descartasteis la opción de escalar, pues las afiladas rocas parecían haber sido deformadas para ser mas peligrosas que las que sujetaban los esqueletos en la almena.

-Hasta aqui llego yo.- Dijo el viejo lobo de mar escupiendo y haciendo la señal de Sigmar para alejar los males. -Ni por todo el oro del mundo entraria ahí. Pero os he traído a donde dije que os traería.-

Gustav utilizó uno de los ganchos para arrimar el barco a la roca, pero sin llegar a tocarla. Sacó una larga pasarela de dos tablas y con un golpe sordo la dejó caer entre la borda del barco y la piedra del suelo.