Partida Rol por web

Con la antorcha en alto, seguí al enano por las escaleras dejando a Kurt el último para que defendiera la retaguardia mientras avanzábamos. La luz abarcaría al grupo e iluminaría sin necesidad del bastón de Leopold.

El objetivo era la puerta e identificar del todo el símbolo grabado en él para comprobar si sería seguro o no abrirla. Lo que ocultaba aquella puerta debía ser o importante o peligroso si se había grabado algún tipo de sello mágico en él. O quizás, si teníamos suerte, sería simplemente un dibujo sin más.

Iba pisando con seguridad en los escalones que amenazaban con derrumbarse con cada paso que dábamos.

 Mientras los demás se afanaban en destruir aquel símbolo del mal, Kurt dedicó unos minutos a buscar alguna cosa de utilidad. A excepción de unos viejos y oxidados braseros no logró encontrar nada. Reunió todo el carbón que pudo e intentó encender dos de los braseros; el negro combustible llevaba ahí decadas y Kurt no las tenía todas consigo de que fuera a arder, así que lo rocío con aceite y uso su yesquero para encender el fuego. 

 Una trémula llama prendió y confirió a la estancia un aspecto aún más lúgubre; las sombras se hicieron más profundas y la imaginación de Kurt las pobló con formas huidizas… ¿O no era su imaginación?

 Con movimientos lentos retrocedió hasta situarse en un punto desde el que podía controlar la entrada a la cámara y las escaleras. Ahí esperó a que los demás terminarán. 

 Con el ojo de piedra ya roto los aventureros iniciaron la inevitable ascensión por las escaleras hacia la puerta que tenía grabado otro extraño símbolo. Hårr avanzó el primero, seguido de Ándor, Leopold y Kurt cerrando la marcha. 

  - ¿Echamos un vistazo rápido a esas celdas antes de aventurarnos con la puerta? - propuso el joven soldado, que tuvo que tragar saliva varías veces antes de poder hablar. La sensación de que eran vigilados iba en aumento y era como una garra que le retorcía las tripas.

 Como presagio funesto una rafaga de aire se coló por la entrada de la cámara y agitó las llamas de los braseros provocando una lluvia de pavesas; las exiguas llamas se convirtieron en brasas y cuando Kurt miró hacia abajo tuvo la impresión de estar mirando a un pozo lleno de sangre coagulada.

El joven apretó el paso en pos del hechicero mientras elevaba una plegaria silenciosa a Ulric, Sigmar y Ranald.

Subió el primero y detrás de él se hacían comentarios interesantes. El enano no era muy inteligente, pero si había celdas para prisioneros, significaba que en algún lugar habría por lo menos un cadáver hecho polvo. Quién sabe si esa alma desgraciada portase algún objeto de valor que les ayudase a enfrentar la puerta del infierno. Medicinas, un trabuco con balas venenosas, el tesoro mismo. Quién podría saberlo.

—Puede ser buena idea inspeccionar primero las celdas. Si hay alguien vivo, no se escuchan sus lamentos.

Comenzáis la ascensión de las escaleras avanzando hacia el rellano. Desde ahí podéis acceder a la ancha repisa que daba la vuelta a toda la circunvalación del torreón, y con ello a las celdas. Comentasteis la posibilidad de registrarlas, pensando en algún objeto maravilloso, oro o incluso joyas que se les hubieran escapado en el registro a los carceleros, cuando un chasquido interrumpió súbitamente la conversación.

Perdisteis pie de repente resbalando hacia abajo en una amalgama de botas, armas y gritos cuando un golpe seco os frenó, y el fresco olor a sangre inundó vuestras fosas nasales. 

Un gemido, parecido a un lamento salió de la boca de Kurt cuando se dio cuenta del motivo real por el que aquella pared con puntas de lanza estaba colocada al pie de la escalera. Podía pasar perfectamente por otro instrumento cualquiera de tortura, incluso era posible que lo hubieran utilizado también para eso, pero su verdadera función era ensartar al incauto que cayera en la trampa. Y al ser el último en la fila, Kurt había probado su eficacia.

Una serie de chasquidos hicieron que volvierais la vista hacia arriba a tiempo de ver como los escalones de piedra, ahora convertidos en rampa, volvían a su posición original mientras el chirrido de los engranajes, ocultos a la vista, volvía a cargar la trampa.

No obstante Kurt tuvo suerte, o había sido bendecido por Sigmar. Solo una de las cuchillas se había adentrado en la carne unos centímetros, aunque fue más el dolor de cuando la pared de cuchillas retrocedió, volviendo a su posición original, lo que sacó un grito de dolor al joven de Nordland.

 - jajajaja, bonito final habríamos tenido, aquí espetados… ughh…y como despensa de esas pajarracas. -  rio y bromeó el nordlandes muy consciente de la suerte que habían tenido, sobre todo el, de no haber acabado ensartados en esa insidiosa trampa. 

 El joven se sentó con la espalda apoyada en la pared y examinó la herida, que no era muy profunda y más molesta que dolorosa. La limpió con un poco de agua y como se había quedado sin vendajes se desprendió el peto de cuero para poder arrancar la manga de la camisa e improvisar uno. 

 Una vez remendado se volvió a poner la armadura y recogió el arcabuz, que había soltado durante la caída. Abrió el cubrecazoleta y comprobó que no se había perdido pólvora; sacó la baqueta de su sujeción bajo el cañón y atacó la carga de ignición y la bala para que quedaran bien compactadas. 

 - Puedo ayudar cavando una trinchera o montando un parapeto pero nada sé de trampas y menos aún de ingenios mecánicos. Solo ensartarme en ellos -  se miró la pierna herida.

Cayeron por la metedura de pata del enano. Todo era tan corrompido por las fuerzas del caos que no prestó atención a las señales de peligro en frente suyo. Ahora ni siquiera sabía dónde pisar para no caer en la misma trampa de nuevo. Fueron un tobogán inesperado lleno de adrenalina, pero con un final no tan bueno para el joven Kurt.

—¡UGH! Disculpa mi peso, creo que me hice la pierna un lío. Iré segundo o tercero, o último. Al menos en estas escaleras. Si caemos de nuevo, me haré daño yo.

Aquella estúpida trampa no solo retrasó nuestro avance sino que también le causó heridas adicionales al bueno de Kurt. Como si necesitásemos que el único de los presentes capaz de sanar heridas muera por un mecanismo de mierda. Al ver que sigue entre nosotros, me adelanto un poco.

 - "Creo tener buena vista. Si me lo permiten, iré primero para asegurarme de que no volvamos a activar la maldita. La encontraré y les diré donde no pisar."

Le hago al enano un gesto para que me permita hacerlo y avanzo, con mucho cuidado, buscando en que peldaño está la placa móvil que activa el mecanismo para demarcarla para así poder continuar con relativa seguridad.

 -No son necesarias las disculpas, mi buen Señor Enano. Digamos que me va con el oficio lo de terminar herido - Kurt apoyó una mano sobre el robusto hombro del atribulado Hårr    - Además, quedará una buena cicatriz y a las muchachas les gustan las cicatrices con una buena historia detrás. - luego miró a Leopold. - Y vos, amigo mío, id con cuidado - 

 Leopold subió la escalera bajo la mirada expectante de sus compañeros. Kurt dejó escapar un suspiro de alivio cuando el hechicero encontró el mecanismo que activaba la trampa y ascendió con los demás.

 La Torre debería de esperar un poco más antes de reclamar sus vidas.

Con la trampa localizada subís los dos tramos de escaleras hasta llegar a la puerta. Una puerta de metal que no estaba oxidada por el tiempo ni el salitre.

Tras revisarla no encontrais trampa alguna, al menos a ese lado de la puerta, ni tampoco cerradura en ella. Tan solo el extraño símbolo que acapara casi toda su superficie parecido a una gran X unida en sus extremos inferiores y con dos brazos mas en el medio.

La que parecía una pesada puerta se deslizó sin apenas esfuerzo al abrirla, revelando una sala, no muy grande, rectangular y sin ningún tipo de ventana. 

La puerta por la que accedeis está situada en el medio de su extremo largo. Justo enfrente, un altar de negra piedra manchada con la sangre de incontables víctimas presidía una sala donde cada palmo de pared estaba adornado con hileras de calaveras apiladas una encima de otra, como si de columnas se trataran.

Velas rojizas se repartían por la estancia, adheridas a los cráneos mediante su propia cera derretida, cubiertas de polvo. Restos de sangre se repartían aquí y allí sin patron definido, manchandolo todo, incluso el brillante metal del que estaba fabricado aquél símbolo, que habiais visto en la puerta, y ahora se encontraba sobre el altar, en posición vertical, asentado sobre un mango de madera y cuero negro tachonado.

Aquél símbolo no era exactamente lo que parecía, ya que los extremos habian sido afilados, y con el mango mas parecia la cabeza de una hacha que una objeto de arte.

A la derecha de la estancia, en la pared de enfrente, un arco daba paso a escaleras ascendentes por donde entraba aire del exterior.

No me atrevía a moverme mucho por la sala. Ya habíamos comprobado en las escaleras que era posible que hubiera alguna trampa más allí dentro. Aunque si era un lugar de sacrificio y culto, no debería haber ninguna, pero visto lo visto, toda precaución era poca.

Me acerqué con paso lento y comprobando bien donde pisaba, no fuera que hubiera algún símbolo extraño en el suelo. Quería ver de cerca aquel artilugio de metal colocado sobre el altar. Tenía la sospecha que algo pasaría si lo quitaba de su posición.

La puerta maldita se abrió y lo que vieron dentro era la antesala de un perverso maniático. Gruñó, aquello no le gustó ni un pelo de su cuerpo. Tenía las barbas afiladas y con electricidad estática, respondiendo a sus sentidos instintivos. Se atrevieron a dar unos cuantos pasos procurando no tocar ni una sola de las calaveras sonrientes. Podría robarles unos cuantos dientes para sustituir los que le faltaban, pero esperaba que eso no fuese el tesoro que les aguardaba.

La cruz decorativa consumió su curiosidad, pues parecía un arma para moverse con sutiles danzas, algo que él sustituiría por hoscos golpes igual de efectivos.

—Afilado igual clavar —afirmó. Era lo que entendía en su lógica—. ¿Si afilado hacia arriba, clavar algo que asoma en su techo? —ya no sabía ni hablar bien.

Miró por las escaleras de donde sintió la brisa exterior. Por ahí no parecía que estuviese el tesoro. ¿Dónde si no?

La puerta reveló una habitación aún más macabra que la planta de abajo. Un horror de estancia con las paredes cubiertas de cráneos, cuyas vacías órbitas parecían mirar a Kurt, y sangre, sangre por todas partes.

  Pero fue el negro altar que dominaba el centro de la estancia lo que capturó su atención. El altar y el pavoroso arma que allí había; sin duda alguna ese era el instrumento con el que se llevaban a cabo los sacrificios a los oscuros dioses que eran amos de este maldito lugar. 

 El joven soldado permaneció cerca de Ándor e intrigado por las extrañas palabras de Hårr miró hacia el techo de la habitación. Luego volvió su atención al sicario.

- ¿Qué opináis, Ándor? ¿El altar puede ser algún tipo de sarcófago? Iluminarme aquí, por favor. -  le pidió a Ándor que acercase la antorcha mientras que él se agachaba en busca de alguna juntura. En todo momento se cuidó de no tocar la piedra. 

Al acercaros podeis ver que en el centro del altar un agujero aloja el mango de la extraña arma manteniendola erguida.

Kurt se agacha usando la antorcha de Ándor y descubre que, como había pensado, el altar también podía ser un ataud y contener dentro fabulosas riquezas. Tan solo habría que levantar la piedra...

Entrar en aquella cámara despierta muchos temores en mi mente. Me queda claro, sin conocer los símbolos ni las marcas que decoran la zona, que debe ser una suerte de sanctasanctorum para los agentes impíos que operaban en este lugar. Sé que si intentara asomar mi vista al Inmaterium, me volvería loco o directamente moriría.

"Lo que se ha hecho aquí no es para mentes mortales."

Veo la salida superior por la que entra aire y le respondo al resto lo que probablemente ya saben:

 - "Debe ser el camino a la parte superior del torreón. El tesoro debería estar aquí dentro."

Entonces miran el altar y encuentran que en el interior parece haber cosas interesantes. Pero no puede ser tan fácil, no cuando incluso para entrar a la habitación había trampas.

 - "Esto de seguro debe tener trampas o peligros. No puede ser tan fácil."

Comienzo a buscar algún mecanismo o algo que vuelva peligroso intentar abrir ese altar, pues no creo que estemos para correr riesgos innecesarios. Si pudiera simplemente sacar los objetos valiosos sin abrirlo sería genial, aunque probablemente es mucho pedir.

El extraño símbolo X era todo un misterio para Hårr, que se imaginaba a un loco con alguna obsesión sanguinaria y no muy a favor de la alianza. Aquél torreón estaba vacío y las celdas hacía tiempo que dejaron de albergar prisioneros, pero la sangre de esta sala era reciente y estaba esparcida por muchos lados. Se agachó un poco a observar la figura con más detenimiento, que parecía hincarse dentro del altar. No entendía nada.

—¿Y esto? ¿Cómo se abre? ¿Debemos arrastrar la cosa de encima?

Dejó a Leopold examinar el altar, antes de que el patoso enano activase otra trampa por accidente. Mientras tanto, observó la sala con una mirada más analítica, pensando el por qué de las cosas.

—¿Saben escalar? —preguntó, por si debiera utilizar su cinturón atado en algún momento a modo de huida.

Un fulgor rojizo emanó de las cuencas vacías y sin vida de las cientos de calaveras que se repartían por la habitación. Enseguida os pusisteis en guardia, esperando lo peor.

Pero lo peor había llegado. 

Hârr miraba el extraño símbolo sin pestañear, con los ojos en blanco. Su mano se aferró a la extraña arma y la alzó sacándola del agujero donde se encontraba.

Sus ojos estaban en blanco y una feroz expresión apareció en el rostro del enano, vuestro compañero, un ansia de sangre inusitada que le impulsaba a combatir y derramar sangre sin cesar. 

De repente os atacó.

Gracias a Sigmar, el aviso de Leopold y los reflejos del joven Kurt fueron suficientes como para que un ataque a un blanco tan facil resultara fallido, golpeando con violencia una esquina del altar, y resquebrajando la piedra.

Un brillo dorado surgió de entre la grieta. El oro era tan nuevo y pulido que reflejaba la luz del bastón de Leopold. El tesoro estaba a descubierto, pero también su guardián.

Sin duda vuestro compañero estaba siendo controlado, pero sus ansias de sangre eran reales.

No hemos tocado nada, ¿verdad?

Grité al ver el resplandor rojizo que apareció de repente en las calaveras de los cadáveres amontonados por la torre. Éramos cuatro contra varias decenas de ellos. Aquello nos venía definitivamente muy grande lo mirara por donde lo mirara.

Creo que deberíamos sacar esa hacha del sarcófago. Nos podría venir bien tener un arma así para combatir esas cosas si se levantaran. O subimos las escaleras y abrimos esa puerta de arriba.

Moví la antorcha a derecha e izquierda iluminando la estancia buscando movimiento en los esqueletos.