Partida Rol por web

Golpeaste al tentáculo con fuerza, acuchillándole sin cuartel y éste no pudo hacer nada por zafarse:

Daño: 11 (sin protección): 11 puntos de daño.

Acto seguido, sangrante él en rojo igual que cualquier hombre, se lanzó contra tí, pero de una forma tan penosa poco precisa que no tuvo nada que hacer.
 

¡¡Señor Felipe!! ¡¡Mate a esa cosa por Dios!! -gritaba el soldado mientras clavaba la pala en el limo y el agua para avanzar-.

Iniciativas (van a ser, al igual que antes, todas así para agilizar).

Felipe: 20 -->
Tentáculo: 20 --> Golpear con tentáculo y esquivar.

Pensando que cuanto acabe con el tentaculo antes podremos alejarnos de la criatura pongo todo mi empeño en cercenarlo de cuajo descuidando mi guardia.

Ataco dos veces

Ataque 1 ---> Exito --> Daño 2+1+3 = 6
Ataque 2 ---> Exito --> Daño 2+1+1 = 5

Nada pudo hacer Felipe cuando intentó otorgarle dos mandoblazos a la bestia del mar, ese demonio de tentáculos resbaladizos: éstos consiguieron esquivar los dos ataques del infanzón. Mala suerte tuvo la criatura cuando intentó, sin éxito azotar a su atacante. Mientras tanto, el soldado remaba y remaba, hasta que de repente la bestia se alzó, elevándose sobre el agua. Su aspecto era temible: una larga cabeza abombada hacia atrás, que se perdía en el fondo de mar era el soporte a dos grandes ojos redondos y negros, tan, anchos como la base de un molino.

No te habías dado cuenta, pero el limo estaba comenzando a desaparecer, y el avance tan lineal que llevaba el soldado tornábase en zarandeo de olas, ahora sí, como las típicas del mar. Mientras seguíais a espadazo limpio, sin saber cuánto retrasaría aquesto la vuestra muerte, oísteis dos estruendos importantes, no muy lejos de vuestra posición. Al girar la cabeza, dos grandes naves estaba aproximándose a vosotros y hacia la criatura.

Hartos puestos los cuantiosos suyos cañones en ristre, lanzados por babor y directos a la bestia, el estruendo no paraba. Pronto una carrera de cañones descargó en vez un disparo sólo, y a ésta que el tentáculo dejó de aprisionaros a los del bote, y se fue quedando atrás. Otra ráfaga de santos disparos, esta vez con metralla incluida hizo vuestros oídos sufrieses colapso por momentos, fruto de la potencia de la pólvora. Por ende la bestia, para tu sorpresa y el del compañero remero tuyo (que había dejado de remar para observar tan cruento espectáculo) confirmásteis lo que vuestro corazón quería: que esa bestia se hundiese en huida fondo abajo. Et así que fue... En breves instantes, el demonio de los mares desapareció en un burbujeante descenso, y el sargazo y las algas con él, como si hasta ahora no hubiera estado allí nunca.

Las dos naos se aproximaban: llevaban en sus velas los símbolos de la corona de Portugal. Eran dos de las naos de la expedición a las Azores.

Alavado sea el santisimo Señor!! Estamos salvados!!! Por fin el Señor ha escuchado nuestras plegarias. Bendito sea, bendito sea. Grito mientras hago aspavientos para llamar la atencion de los del barco sin pensar mucho lo que hacia pues a buen seguro que ya nos habian visto mas que de sobra. Me abrazo al soldado, la alegria me embarga pues hasta hace un momento estaba seguro de que este era nuestro final. Ahora teniamos una esperanza de salvarnos nosotros y la noble familia que custodiaba en la nao

La primera nao llegó y casi sin detenerse os echó una escala. Era la nave capitaneada por Tristão Vaz Teixeira, otro de los tres navegantes que comandaba la expedición (uno de ellos era tu señor Joao). Et que dejásteis el bote zarandeándose y subísteis por ella, primero tú y luego el soldado. Aquel buque parecía en buen estado (no como había quedado el vuestro, al que, por cierto, no había ni rastro de él).

Una vez arriba pisásteis la cubierta, e innumerables marinos se apostaban alrededor de vosotros, incluyendo al capitán Teixeira. A su lado, tu joven señor, caminó hacia tí.

¡¡Estáis vivo, amigo!! -dijo, como queriendo abrazarte y tu acabando el suyo gesto, con evidentes muestras de cansancio-. Mala idea fue capitanear un bote y echaros a la mar... -resopló-. ¡Clamo al cielo de gracias! Y... ¿qué habia en esa coca? Tras avistarla y luego ya no verla -se refería tras haberse hundido- desde la lejanía, un mal pensamiento invadió mi corazón. Et ahora vos encuentro... ¡al fín!

¡¡Felipee!! -Aleixa, la hija del capitán, corrió entre la multitud de marinos y te abrazó-.

Por mucho que uno navegue por los mares siempre habrá secretos y seres misteriosos que habitan las profundidades. Un ser gigantesco mi capitán. Lo mejor sere ponermos cuanto antes en camino y llegar a tierra firme. Allí podremos dejar este mar de peligro, al menos durante un tiempo- Comento mientras recibo con efusión el tierno abrazo de Alexa. -Tranquila pequeña, tranquila. Todo esto no ha sido mas que una mala pesadilla

En no habiendo dado (quizá de momento, quizá nunca) detalle lguno sobre lo que pasó en la coca (la pérdida de tus acompañantes y el diario del último capitán a bordo). Llegáteis finalmente a Madeira tras una semana de navegación. Aquella gran isla era vírgen, pues hacía un año la habían descubierto los mismos exploradores que capitaneaban las naos de la expedición (incluyendo el tuyo señor).

Los tres capitanes-donatarios ofrecieron a sus respectivas familias y siervos (entre los que estabas tú) la espectaculas visión del nuevo descubrimiento. Tras poner pie en tierra, para obtener las condiciones mínimas para el desarrollo de la agricultura, tuvieron que cortar una parte de los densos bosques de laurisilva y construir un gran número de canales de agua (llamados levadas), ya que en una parte de la isla había agua en exceso y en la otra escaseaba. En los primeros días, el pescado era vuestro principal medio de subsistencia, así como los productos horto-frutícolas.

Habiendo tomado buena nota del potencial de las islas, así como de la importancia estratégica de éstas, comenzó alrededor de 1425 la colonización en masa, que fue una iniciativa del Infante Don Henrique. A partir de 1440 se estableció el régimen de la capitanía, con el nombramiento de Tristán Vaz Teixeira como capitán de la capitanía de Machico. Seis años más tarde, Perestrelo se convierte en capitán-donatario de Porto Santo y, en 1450, tu señor don Joao fue investido capitán-donatario de la capitanía de Funchal, siendo tú su más digno servidor.

FIN