Partida Rol por web

¿Un templo? ¿Existe más allá del Mayorazgo una civilización suficientemente desarrollada como para adorar a una divinidad y construirle templos? ¿O se trata tal vez de un vestigio de época anterior? Observo un instante al profesor, mordiéndome la lengua para no lanzarle una caterva de preguntas. Pero ha dicho que no sabe más, y en teoría con eso me ha de valer.

Me pongo en pie y asiento.

-Entendido, señor. Nos haremos con lo que guarda el templo y lo pondremos a disposición del Mayor.

Perfecto. Salid e id al patio cinco, allí se os darán armas y se os presentará al resto del grupo. Tara, serás la sargento Tara en esta misión y la vida de estos dos y las de otros cinco soldados estarán bajo tu protección, dos de ellos primogénitos. Tened cuidado -os dijo el maestro, despidiéndose -tras recoger el equipo os reuniréis con los exploradores y comenzaréis la misión. Mucha suerte.

Salís al patio donde varios primogénitos entrenan el combate sin armas. Un instructor os guía hasta los almacenes militares donde cogéis algunas armas y municiones para el viaje, aunque estas últimas son bastante escasas dado su valor.

A continuación salís y otro instructor os indica que vuestro grupo os espera fuera de la Academia, listos para partir.

Camino en silencio con el gesto serio, pero no quito ojo de encima a la soldado y el Asoriano. Ella parece impaciente y visceral, pero al fin y al cabo eso es lo que se esperaría de cualquier soldado. Él, sin embargo... Parece demasiado satisfecho consigo mismo y con su rebeldía. Intuyo que va a ser un quebradero de cabeza constante. Sólo espero que no nos impida llevar a cabo la misión y regresar con lo que quiera que guarda ese templo.

Me equipo con un par de armas sencillas en los almacenes y continúo el paseo en silencio.

-Gracias -me despido del instructor antes de mirar a mis dos compañeros-. ¿Listos? -hago un gesto hacia las puertas de salida de la Academia. Tengo muchas ganas de ponerme en marcha.

Curtis salió al patio siguiendo los pasos de las dos mujeres, la pechugona musculada y la del ceño constantemente fruncido que lo ojeaba constantemente con un ojo clavado en él¨Me recuerda a un buitre que me ronda¨ pensó para sí mientras le dedicaba a la mujer una sonrisa amable, de esas que tienden a desagradar a quien mira por su simpatía.

El instructor les dió alcance en el patio, donde un grupito de chicos entrenaban lo que un día el mismo aprendió.-Que de recuerdos.-Dijo poniendo ambas manos cruzadas tras la nuca y caminando despreocupado tras el instructor que les daría una serie de juguetes de guerra con los que mantenerse con vida durante su misión.-Puedo?.-Preguntó cuando las puertas del polvorín se abrieron ante él.-Jijiji.-Rió por lo bajo cuando comenzó a caminar entre las armas y sus dedos se agitaban nerviosos como tentáculos de la excitación al pensar que podría coger algunas de aquellas armas.-Esta la quiero.-Dijo agarrando una daga, alargada y con uno de sus extremos dentados que permanecía embutida en una funda de lustroso cuero.-Y...esta.-Se paró frente a una estantería de armas de fuego y con un gesto rápido se hizo con el arma que metió en su bolsa y haciendo gala de sus hábiles manos agarró con la otra casi como un destello de movimiento un par de cargadores que introdujo también en la bolsa.-Tooodo listo, gracias.-Le dijo al Instructor sonriendo y mostrando las manos vacías.

Salió siguiendo los pasos de las dos mujeres pensando con optimismo que esta vez además de ir armado, cosa que antes no había tenido la suerte de tener iría acompañado por dos mujeres, con encanto en cierta forma cada una, Seria e intransigente la primera y violenta y segura la otra...Curtis se lo pasaría muy bien en esta excursión.-Claro, jefa.-Ladeó la cabeza afirmativamente y con las manos en los bolsillos siguió a las mujeres.

Tara permaneció impertérrita todo el camino hasta la sala de armas. Sus compañeros se dejaron llevar algo más, ella simplemente puso cara de póker.

Llegaron a la sala de armas. Allí Tara se sentía bastante cómoda y deseosa de coger todo. Le encantaban las armas y, aún más, usarlas. Le gustaban los combates cuerpo a cuerpo, pero un arma era mortal, era algo que decantaba cualquier combate.

Miró con precaución las armas a escoger y cogió una pistola de cierto calibre. Intentó que fuese un arma sin demasiado retroceso, pero se decantó por un calibre superior: una bala, un muerto. Se guardó unos cuantos cargadores - los que les dejasen - y se acercó a sus compañeros.

- Nací preparada - dijo con una media sonrisa.