Partida Rol por web

Tras observar como la prima de Isaac se marcha, y tras despedirme de aquellos de mis amigos que han decidido no acompañarnos en nuestra pequeña excursión nocturna, cojo mi lámpara de queroseno, y salgo al exterior.

- Sí, será mejor que nos pongamos en marcha, antes de que vuelvan a interrumpirnos. -digo, escupiendo cada una de las palabras a causa de la rábia que recorre mi interior.

Ahora que todos mis compañeros se habían ido de excursión o al menos me habían dejado solo, decidí dirigirme hacia la habitación del desayuno. Allí estaba aquella hermosura sureña, esperaba encontrarla tomando algo, así podría tener alguna excusa con la que empezar a hablarla.

Cuando entras en la habitación, ésta se encuentra totalmente vacía y a oscuras, sin rastro de ninguna persona, aunque el final de la misma, puedes distinguir una puerta.

Me quedo extrañado pues pensaba que estaba allí la señorita. Mi corazón se acelera al pensar en la mujer y en su figura escondida tras aquella puerta. Quizá se estuviera quitando la ropa y sin querer la podría pillar en una situación comprometida. El corazón iba tan rápido como un jinete a galope y el calentamiento que empezaba a sentir en la entrepierna estaba haciendo que me olvidase de cual era la intención real de estar en aquel lugar.

Atrapado por la imagen sensual de la prima, saltas a través de todos tus conceptos de moral y de las reglas de urbanidad, tratando de aprovechar una situación que en tu mente es ya una realidad absoluta.

Con avidez giras el pomo de la puerta, pero tu desilusión es tan inmensa como el universo. Donde tu esperabas encontrar a una mujer ligera de ropa, sólo encuentras un amplio y cálido invernadero, atestado de plantas y flores que la débil luz de la luna apenas si alcanza a iluminar a traves de los mugrientos cristales que lo forman.

Allí plantado, te sientes totalmente decepcionado, mientras recapacitas sobre el siguiente paso a dar.

Busco algunas flores que estén algo escondidas por el invernadero, las que se encuentren más atrás entre las matas y las que no se vean bien ni llamen la atención. Tomo una de las tijeras que seguro que hay por ahí y podo algunas con la intención de que nadie se de cuenta de mis actos. Segundos después me voy tras la puerta del invernadero. Algo me dice que la diosa a la que estaba siguiendo había salido tras la puerta, busco algo que haya por ahí para cubrirme la cabeza pues he dejado mi sombrero y mi paquete de tabaco en la chaqueta.

El no encontrar a Alexandra lo único que sirve es para inflamar aún más tu pasión. Aprovechando que has salido al invernadero, tomas unas flores para ofrecerle y ver si ayuda a que se rinda a tus encantos.

Tras realizar esta operación lo más rápido posible, sales al exterior. Una noche cerrada, debilmente iluminada por la luna te recibe, pero por desgracia no está ella a la vista.

Aunque debilmente, logras distinguir las pisadas que deja Alexandra, ayudado porque ahora mismo parece que sigue un sendero que no sabes a donde puede llevar

Aunque estás totalmente obsesionado con Alexandra, tus instintos de investigador pueden más que tu líbido y gracias a tu buena visión periférica, es decir por el rabillo del ojo, puedes detectar a unas formas en la oscuridad que se acercan por tu izquierda y que a juzgar por las voces que oyes son tus los que salieron a dar una vuelta.