Partida Rol por web

Zacariah aprovecha que Richard está pendiente de Alexandra para herirle con su garra. Por suerte, el daño no es muy profundo.

Dado que lo tiene prácticamente encima, Richard va a tratar de disparar al monstruo.

La pareja reemprende el combate, como si el monstruo no fuera de verdad, como si fuera un chiquillo disfrazado y sus pistolas fueran de juguete. Me encuentro mareado. Esto no debe de estar ocurriendo de verdad…

La cabeza de Alexandra explota, mi gabardina se mancha de sangre y cerebro… Hace pocos minutos estaba persiguiendo sus caderas por las habitaciones de la Mansion Butler…

Esto es enfermizo… ya no puedo más. Tropezando y dándome de bruces con los ataúdes, salgo del mausoleo como alma que lleva el Diablo.

Antes de que Nathan tenga tiempo de huir, Richard efectua su disparo, que falla estrepitosamente, a pesar de la cercanía del monstruo

Antes de que Sheila pueda apartar a Richar, Zacariah lanza un zarpazo brutal al investigador privado que le destroza la arteria carótica y que hace que aunque no está muerto, lo estará en breves segundos, no hay forma de que un médico pueda curarlo, aun suponiendo que hubiese uno presente...

Ver la muerte de su compañero y amigo a manos de ese monstruo alzado de la tumba es demasiado para Sheila, que incapaz de asumirla, huye despavoridamente del mausoleo, sumándose a la carrera emprendida por Nathan el parapsicólogo, dejando allí todos los cadáveres...

Cuando apenas había hecho unos pocos metros huyendo del mausoleo, oigo un escalofriante grito de Sheila. Unos segundos después la detective sale tambaleante por la puerta, con su tez absolutamente blanca y sin orientación alguna.

¡Sheila! – grito en medio de la oscuridad. En un segundo vuelvo tras mis pasos, y agarrándola de la mano tiro de ella para reemprender juntos la huida.

Sin saber muy bien por donde está la mansión, continuo gritando.

¡Emily! ¡Mike! ¡Dónde estáis!

Tomo una dirección casi al azar y sin soltar a Sheila empiezo a alejarme corriendo. La lluvia impide ver nada, el maldito sombrero que se ha quedado allá dentro, los pies se vuelven a encharcar en medio del cenagal y el barro adherido a los zapatos hace de cualquier paso una pequeña gesta.

¡Dónde estáis!

Tras un rato corriendo prácticamente a ciegas y tirando de una Sheila incapaz de reaccionar ante horror vivido, llegais a la orilla de un pantano.

Hacéis una breve pausa para tomar aliento y podéis reconocer que... ¡estáis corriendo en dirección contraria a la mansión!*. Por suerte, no habéis tenido ningún tropiezo hasta ahora...
 

Bufff, no tengo ni idea de dónde estamos. –el parapsicólogo respira hondo y mira con pena a la mujer- “de Richard no se sabe nada, pero por la reacción de Sheila no es muy difícil deducir lo que le pasó”.

Nathan no recordaba haber pasado al lado de ningún pantano cuando entró a la Mansión Butler, así que decidió deshacer sus pasos y alejarse de allí.