Partida Rol por web

Billie lanzó las granadas bastante bien y pensó que habría destruido aquellas bestias infernales, pero cuando vio que la criatura herida seguía en pie y otra venía a por él, empezó a correr como un loco tirando su fusil en el suelo y quitándose de un tirón la mascara.

Corrió unos metros, corrió mas que en su vida había corrido.

Se giró para ver que tan lejos estaba pero solo pudo atisbar como una de esas garras se cernía sobre él.

Con el dolor de su corazón, El Viejo tuvo que soltar el cuerpo del muchacho para esquivar una nueva zarpa de otra criatura. En ese momento vio cómo sus órdenes fueron desobedecidas por el Matasanos y una condena para el resto de sus hombres. Eran su responsabilidad y estaban sufriendo lo indecible.

—¡Billie!— gritó al ver que Doggy era empalado por una de esas enormes garras, sintiéndose no sólo impotente, sino culpable.

Buscó a J.J. para ver cómo el muchacho también era atacado por otro de aquellos monstruos y se arrastró hasta donde estaba. No podían regresar, no les iban a permitir volver, tendrían que dar media vuelta si querían una oportunidad.

No podía hacer nada por la herida de J.J. pero quizá podía hacerle de bastón hasta llegar a la trinchera alemana, o eso intentó. Rodeó el torso del soldado por la espalda con un brazo, pasando el brazo izquierdo de J.J. por encima de sus hombros —Vamos muchacho, no te rindas— si caían, caerían juntos.

Billie había muerto sin que nadie pudiera hacer nada por él, de los cinco que habíais salido en mitad de aquel campo lleno de muertos solo quedabais dos J.J. y el Sargento Palmer. Palmer cogió a su soldado, al único que le quedaba allí, J.J., y lo ayudó a llegar a las trincheras alemanas.

En la puerta de las trincheras encontró al Matasanos en estado catatónico, miraba al frente con la mirada perdida, no andaba, no hablaba, simplemente estaba. 

Al entrar en las trincheras enemigas, en esta ocasión, a diferencia de la primera vez que estuvisteis allí, hace apenas unos minutos, veis que hay varios soldados alemanes muertos, sus cadáveres están por todos lados. Escondido en un rincón, encontráis a un joven que está devorando un cadáver mientras llora.

Veis que hay algunos supervivientes más, podéis llegar a contar hasta diez, están enloquecidos, aterrorizados y paranoicos, en cuanto entráis se lanzan contra vosotros con intención de atacaros

Se había resignado a morir en esa trinchera, pero el sargento lo ayudo a levantarse y apoyo para poder caminar, solo para que al momento de entrar en la trinchera alemana viera el verdadero horror que solo la niebla roja podía mostrar, el soldado empezó a reír, veía cerca el final, su padre le había dicho en una ocasión que cuando se enlistara terminaría con una bala alemana en su cabeza, era irónico que su vida fuere a terminar en una trinchera del enemigo siendo asediado por criaturas salidas de algún cuento de horror, para al final ser devorado por alemanes que claramente habían perdido la razón.

Saco su navaja y se preparo para intentar mantenerse vivo unos minutos más.

El Viejo se negó a abandonar a J.J., logrando llegar a la trinchera alemana para intentar poner a salvo lo que quedaba de su equipo. 

—¿Bradford?— preguntó titubeante el sargento, dejando que J.J. se apoyara en la pared para acercarse al médico, aunque se detuvo al ver con horror los cadáveres alemanes que la niebla, al parecer, había hecho "visibles". 

—Joder...— masculló El Viejo, sacando su Colt con mano temblorosa, respirando de forma acelerada. Miró con ojos desorbitados a J.J. —Ha sido un honor... Cabo— dijo, tragando saliva mientras se preparaba para defenderse. 

Billie "Doggy", Artie "El Niño", "Matasanos"... el sargento susurró los nombres de sus hombres para sí mientras martilleaba el revólver.

-Al menos nos ganaremos una merecidas vacaciones- dice tratando como costumbre intentar disminuir la gravedad de la situación con su intento de humor.

El sargento Palmer vio que su fin estaba cerca, y así se lo hizo saber a su cabo, solo quedaban ellos dos, tenían dos opciones o salir y enfrentarse a aquellos seres alados, o enfrentarse a los alemanes. Con su revolver disparó al más cercano, lo hirió de gravedad, pero no lo suficiente para matarlo, aunque sí para evitar que él le disparase. Los otros soldados, cuatro de ellos, dispararon sus fusiles contra el Sargento Palmer, la suerte se le había acabado al sargento cuando una ráfaga de disparos acabó con él.

J.J. sintió como las manos le temblaban, no era capaz de mantener la navaja quieta, incluso tuvo que cogerla al vuelo pues casi se le cae al suelo, en ese momento escuchó los sonidos, los disparos, vio caer a su sargento, fue lo último que vio antes de que los disparos acabasen con su vida.