Partida Rol por web

Rick lo vio claro, el símbolo que Keith tenía en la mano derecha y el que había en el mando estaban relacionados. Así que sólo una mano que tuviera ese símbolo podría manipularlo... y estaba claro que la situación no era la más propicia para hacerse tatuajes de Henna.

- ¡John! Sujétale el brazo derecho a Keith sobre esa mesa. Si no se pone colaborador vamos a tener que tomar prestada su mano para darle a los botones del mando. -

Y acercándose amenazadoramente a Keith le dice mostrándole el hacha: - Ya que tanto te gusta hacer que las cosas del cine y la televisión se hagan realidad, creo que podemos repetir la última escena de Four Rooms. -

me arrojo sin pensarlo a cogerle la mano que nos indica Rick y le hago un presa con cara de concentracion mientras regueros de sudor gotean por mi frente por la tension.

Al oir las amenazas de los jóvenes al amo Keith aprovecho que todos parecen haberse olvidado de mi para lanzarme sobre el chico del hacha.
¡No, no permitiré que destruyáis el aparato de control!.

No, mierda. Me libero a duras penas de la presa. Estos locos quieren cortarme la mano, pero no lo conseguirán. Jaja. Mis creaciones se ocuparán de ellos.

¡Matadlos!. ¡Matadlos a todos de una vez!.

Proteger a Keith. Eliminar amenazas.

Agarro a la pelirroja y la lanzo contra el que intentaba sujetar a Keith. Eso debería neutralizarlos a ambos.

Me coge como quien no quiere la cosa y me intento revolver dandola una patada en la cara ademas de que intento esquivar lo que sea, se que no puedo pero...Klaatu verata Nikto mro a los demas Tenia que intentarlo

Mientras forcejea con Kirk para quitárselo de encima Rick grita:

- Ya has oído al capitán, John. ¡Destruye el aparato de control! -

Las terminator levanta a Erika del suelo sin la menor señal de esfuerzo y la lanza contra John, que es el único a la vista que está en pie. El impacto es muy duro y doloroso, dejandolos a los dos en el suelo, un poco aturdidos pero aún no están fuera de combate.

Mientras tanto Rick sigue forcejeando con el capitán Kirk sin poder librarse de él. Por lo que parece el capitán está, por el momento, más interesado en impedir que se mueva que en hacerle daño de verdad.

Las intenciones de la chica-terminator, por el contrario, se centran en hacer daño, y seguramente, en matar a los que amenazan a su amo, así que, sin prisa pero sin pausa, se dirije a donde han caido Erika y John para terminar el trabajo.

A pesar de la dureza del golpe, John consigue conservar el mando a distancia y, antes de que la terminator le alcance para terminar el trabajo, el propio John termina con el mando de un fuerte golpe contra el suelo.

Tan pronto como el mando a distancia se rompe el capitán Kirk y la chica-terminator desparecen de donde están, como si nunca hubiesen existido (aunque vuestro huesos doloridos dan fe de que existieron). Sin embargo, lo realmente extraño es que el propio Keith, que no era un personaje de ficción, tambien desaparece del mismo modo.

Antes de que podáis asimilar lo que ha ocurrido, una de las televisiones se enciende (a pesar de no tener electricidad, lo que os habéis asegurado) y podéis ver a Keith en ella. Se diría que puede veros através del televisor y lo golpéa desde el interior de la pantalla, intentado salir.

Están en el decorado del popular programa La Ruleta de la fortuna. El presentador está detrás de él, con una amplia sonrisa.

Lo siento, Keith, dice el presentador con su típica falsa sonrisa. Hoy no hay gran premio para ti. Sin embargo, tenemos un maravillos regalo de despedida.

Mientras Keith solloza aterrorizado, una asistente femenina con un vestido de escándalo abre una cortina revelando el premio de consolación: un ardiente pozo en algún infierno, donde se mueve entre las sombras una figura enorme. ¡No!, grita Keith, y se vuelve hacia vosotros. ¡Ayudadme! Suplica. Antes de podáis hacer nada (¿qué podríais hacer de todas formas?) una enorme mano ardiente le alcanza y se lo lleva. Keith desaparece chillando en el pozo de llamas.

Eso es todo, amigos. Dice el presentador. Nos volveremos a ver muy pronto. Sus ojos se iluminan con una antinatural sombra roja durante un momento y entonces la televisión explota. Antes de que los pedazos de la pantalla hallan llegado al suelo, empiezan a explotar los otros televisores, en secuencia. Por suerte, el juego pirotécnico es más espectacular que dañino y nadie resulta herido. Al menos no más de lo que ya lo está. Los matones, aunque desmayados por la emoción, están sanos y salvos. Y Peter, aunque permanece inconsciente y está claro que gravemente herido, sobrevivirá. Aunque nunca más se vuelve a ver a Keith Dicks.