Partida Rol por web

El tiempo pasaba con demasiada lentitud. En el limbo no había noción de tiempo, no había noche y día, pero a sus habitantes tampoco era algo que les interesara. Simplemente sobrevivían, creaban caos, viajaban entre dimensiones... Cada uno tenía sus propias movidas.

Scatha, por su parte, vivía en su mansión. Pero una vez te acostumbrabas a la buena vida buscabas algo más que hacer. Resultaba repetitivo estar todos los días haciendo lo mismo, lo que una quería, viendo cómo su hermana recogía nuevas mascotas de un sitio y de otro...

Y ahí estaba la diablesa, esperando una llamada que parecía que nunca llegaría. ¿Acaso Eru se había olvidado de ella? No era posible... ¿o sí? Casi habría jurado que esa humana se había quedado prendada de ella, sin embargo... ya llevaba un año entero sin tener noticias suyas. Tampoco había muerto, sino lo sabría.

 -¿Te pasa algo, hermana mayor? ¡Ven a jugar conmigo! Tengo juguetes nuevos, ¿quieres verlos?- el ensimismamiento de Scatha se vio roto con la aparición de su hermanita en la sala, quien comenzó a tirar del brazo de su hermana mayor para llevarla consigo.

Sin embargo, antes de poder decidir qué hacer o darle siquiera una respuesta, alguien tocó con suavidad pero con firmeza a la puerta.

 -Disculpen, señoritas- Sebastian, como siempre tan servicial, apareció con una bandeja llena de dulces para mantener a la pequeña entretenida. -Está a punto de cumplir la mayoría de edad de los demonios, señorita Scatha. No querría importunarla pero, ¿cómo lleva la elección de su futura pareja?

Era un "día" como cualquiera. Sin nada que hacer. Su pequeño y humano entretenimiento no daba señales de vida. Pero seguía viva, eso estaba claro. Podía notarlo. De hecho, la notaba más viva que nunca. Probablemente estaba bastante activa, fortaleciéndose cada día un poco más. Una idea que le resultaba muy atractiva. Sus pensamientos se vieron interrumpidos por su hermana Lilim... Quien si no. Estaba a punto de darle un fuerte capón para que le dejara en paz, cuando interrumpió el bueno de Sebastian.

Automáticamente, Lilim le soltó el brazo y se lanzo a por la bandeja de dulces. Con movimientos propios de un ninja se apropió de ellos y empezó a devorarlos con ansia. Scatha frunció el ceño. Ese era un tema que no le gustaba. -Te recomiendo no tocar el tema. Podrías acabar tu servicio prematuramente- Amenazó. Se levantó y comenzó a andar por la sala. -No me interesa este mundo vacío... Muerto y decadente. No pienso hacer nada que me ancle más a el- Soniró. -Lo que necesito es saber como entrar al mundo humano a voluntad. Esta lleno de pateticas almas dispuestas a venderse a cambio de nimiedades- Se relamió. -Es como un bufet libre. ¿Sabes como puedo hacerlo?-

Sebastian dejó la bandeja en una mesa alejada donde la pequeña se estaba dando un buen atracón.

El mayordomo, por toda respuesta ante la rabia de Scatha, asintió lentamente con la cabeza sin perder la sonrisa. Llevaba demasiados años cuidando de las dos jóvenes, por lo que no le era bien desconocido su temperamento.

-Comprendo-. Una simple palabra que podía significar mucho. En sus ancianos ojos se podía ver una profunda sabiduría y... algo más. -Lamento comunicarle que no está en mi mano informarle sobre ello, señorita Scatha. Cuando esté preparada lo sabrá- dijo simplemente, volviendo a esbozar su característica sonrisa. Sebastian había estado trabajando con la familia desde antes que la mayor de las hermanas naciera, por lo que también conocía las ansias de poder que moraban dentro de ella. -Sin embargo- añadió tras una larga pausa -me veo en la obligación de recordarle que nuestro mundo depende de aquel. Debemos guardar cierto equilibrio para evitar la destrucción de ambos mundos.

Frunció el ceño, mirando con odio a Sebastian, respondiendo en primer lugar con un chasquido de lengua tras su respuesta. -Se supone que estás aquí para servirme- Siseó. -Ya se que hay que guardar el equilibrio y todo eso...- Dijo a regañadientes. -No creo que por darme un festín de vez en cuando se vaya a acabar el mundo. Seguro que los grandes señores consumen más almas al día de las que yo devoraría en un año...- Con su tono intentaba restarle importancia, incluso quitársela totalmente al asunto.

Fue hasta donde Lilim, comiéndose uno de sus dulces. -De cualquier forma, ¿como puedo empezar?- Se sostuvo una mirada fría, decidida.

Acostumbrado a sus afiladas palabras y al comportamiento general de Scatha, Sebastian solo guardó silencio, con breves asentimientos de cabeza.

-Sé que la teoría se la sabe, siempre ha sido usted muy inteligente. Pero en la práctica todo cambia.

Sin embargo, mis servicios son limitados para con usted. Soy un siervo muy antiguo de su familia y sabe que si alguno de ellos con un rango superior al suyo me manda debo obedecer respetando la jerarquía.

Guardó silencio mientras observaba cómo la diablesa se acercaba a los dulces, haciendo que su hermana le soltase un profundo gruñido, aunque le dejó hacer.

Debe saber que pronto se celebrará un examen. De él dependerá que decidan darle la clave para acceder al conocimiento que desea con respecto al portal que conecta con el otro mundo.

La cara de la diablesa cambió radicalmente. Se dirigió hasta su mayordomo con celeridad. -¿Que prueba?¿Donde?¿Cuando?¿Que hay que hacer?- Preguntó sin dejar contestar al anciano entre pregunta y pregunta. -¡Vamos! Contesta de una vez- La chica estaba impaciente

Sebastian se quedó mirando a la diablesa con su tranquila sonrisa y los ojos cerrados, como si estuviera evaluando si debía decirle lo que sabía. Aun ante las exigencias de la joven esperó unos largos segundos hasta que decidió hablar.

-No esperaba menos de usted- sacó una carta del bolsillo de su pecho y se la entregó a Scatha. La carta estaba bordada de hilos dorados y polvo de ónice, una muestra de que se trataba de algo realmente importante, algo que unía ambos mundos: el dorado representaba el mundo de los mortales, la mayoría del tiempo bañado por el resplandeciente Sol, mientras que el ónice representaba la continua oscuridad que reinaba en el Limbo.

Candidata Scatha,

Se le informa que dentro de 6 lunas llenas se llevará a cabo un examen para elegir a los próximos Sucessores, quienes podrán transportarse libremente entre mundos con el fin de guardar el equilibrio necesario.

Para convertirse en Sucessor será preciso pasar una serie de pruebas impuestas a los candidatos. Dichas pruebas se irán encontrando a lo largo del tiempo previsto, teniendo la última prueba la noche de la 6ª luna llena.

Además de estas pruebas, se deberán cumplir con dos reglas vitales:

1. Nadie más que el destinatario de la carta y quien se la ha dado pueden saber que eres candidato.

2. No está permitido hacer preguntas. Las respuestas a las dudas debes encontrarlas por ti mismo.

El incumplimiento de estas reglas será castigado con la muerte.

Firmado, el Consejo de Ancianos.

 

Scatha, prácticamente le arrancó la carta de las manos a Sebastian. La leyó detenidamente, con total atención. Frunció el ceño y chasqueó la lengua. -¿Que es esto?- Preguntó al aire. -No pone nada- La arrugó y la guardó. -Cuéntame lo que puedas- La carta decía "Nada de preguntas", pero no "nada de ordenes". Consciente de que su no tan fiel mayordomo solo contestaría a lo que estuviera autorizado, escogió sus palabras con cuidado. "Lo que puedas" sabía que no le contaría mas de eso, así que para evitarse decepciones eligió dichas palabras.

El mayordomo asintió una única vez con un movimiento seco. Aunque mantenía su semblante imperturbable se podía ver algo de preocupación en su casi imperceptible boca fruncida. Sabía que Scatha era inteligente, pero le sorprendió la rapidez con la que supo cómo actuar ante una de las normas vitales.

-Sé que son varias pruebas y que dichas pruebas se llevarán a cabo durante los meses que transcurrirán hasta la sexta luna llena. ¿Cuántas son?- sacudió la cabeza con ligereza. -Cada generación las cambian. He visto pasar estas pruebas a varios amos, pero esta vez parecen algo más serios... Quizás tenga que ver con la enfermedad del Supremo- guardó silencio unos momentos. Scatha le había dado una orden que debía cumplir: decir TODO lo que sabía. -No sé si conoce las noticias que recorren estas tierras, pero el supremo del Consejo de Ancianos se contagió con alguna enfermedad de uno de los mundos que suelen visitar. Sé que estuvo muy débil, pero confiaba en que hubiese mejorado...

Sin embargo, al ver el llamamiento para buscar a los Sucessores... Puede que haya empeorado.

Lo que te interesa saber es que no sabrás cuándo termina y cuándo empieza una prueba. Los únicos que lo conocen son quienes te evalúan, por lo que le aconsejaría entrenar y estar preparada para cualquier cosa. Generalmente la última prueba la realizan con los participantes que quedan en la noche de la sexta luna llena.

Una malvada sonrisa de dibujó en su cara. La noticia de que el supremo estaba enfermo presentaba una gran oportunidad. Además de poder convertirse en Sucessor, salvarle la vida podría traer mucho prestigio. O bien podría aprovechar su debilidad y matarlo, para así convertirse en suprema. Sin duda el examen se plantaba interesante. -Gracias, Sebastian- Una siniestra felicidad le embriagaba. -Seguiré tus consejos- Levantó el brazo derecho hasta estar completamente horizontal, con actitud autoritaria. La puerta de la estancia se abrió de par en par y volando, la atravesaron las distintas piezas de la armadura de Scatha, que se fueron colocando solas en su sitio* En último lugar, y con gran fuerza, entró el hacha, parando muy cerca de Sebastian, quien no se inmutó. La única pieza que no llegó fue el yelmo. A la diablesa no le gustaba. A parte de molesto, le parecía una cobardía ocultar su rostro.

Equipada, marchó al bosque fuera de la mansión. Llevaba un largo tiempo sin actividad, tenía que empezar a ponerse a punto.

Con toda la decisión del mundo, armada y protegida por tu armadura, pusiste rumbo hacia lo más profundo del bosque. Durante el trayecto te encontraste algunos pequeños monstruos y lobos rabiosos que trataron de atacarte en el camino, pero no duraron más de una descarga con tu poderosa hacha.

Así, poco a poco, fuiste abriéndote camino haca la profundidad del bosque, donde la proximidad de los oscuros árboles hacían que la visibilidad fuera todavía más decadente. Pero sabías que allí se encontraban algunos de los monstruos más fuertes del lugar, algo idóneo para el entrenamiento.

Un movimiento a tu derecha, apenas un movimiento en el espeso ambiente, te indicaba que se acercaba algo. Al levantar la vista te encontraste con un ser de tres cabezas, casi igual de grande que los árboles más altos. Era un ejemplar de hidralux especialmente grande. Gracias a tus conocimientos al luchar con algunas crías de esas criaturas sabías que, además de sus tentáculos inferiores capaces de atrapar y estrangular a su víctima, cada una de las cabezas lanzaban algo diferente a su presa: una veneno, otra ácido y la última congelaba. Y en ese momento, tú eras la presa.

La primera cabeza, la del centro, lanzó una potente ráfaga azul que no llegó a dar en el blanco. Esa era la que congelaba.

Scatha avanzaba por el bosque sin ningún tipo de problema. Casi empezaba a lamentar la decisión, pues no había nada que le supusiera un desafío. Fue así hasta que, en la parte mas profunda del bosque, de entre las sombras, apareció una imponente hidralux adulta. Había peleado contra crías, pero nunca contra una de ese tamaño. La situación pintaba interesante. Sabía bien como funcionaba: 3 cabezas, cada una con lo suyo. Y unos potentes tentáculos para machacar a quien se acercara. 

Según había escuchado a algunos de sus camaradas demoníacos, algunas de las demonios de la lujuria y el deseo habían conseguido domar algunas de estas criaturas con el fin de darse el placer de vez en cuando. Scatha apreciaba no ser uno de esos, pues no es que fuerzan muy agraciados. Scatha era un demonio de la soberbia y el poder. Disfrutaría despedazando semejante bestia.

La hidralux lanzó un chorro azul desde la cabeza central. La diablesa lo esquivó sin mayor problema que dar un para de pasos a un lado. Al ver sus efectos, concluyó que esa era la congeladora. 

Claramente no tenía pensado acercarse y tener que preocuparse de los tentáculos, por lo que empezó el combate usando la técnica "lanzamiento de hacha"

Tras el lanzamiento del hacha esperaste a ver lo que ocurría. Tenías un gran control sobre ellas, y sabías hacer un efecto boomerang que venía muy bien en momentos como estos. Así, en el primer lanzamiento no le diste a nada, el hacha se fue dando vueltas, desapareciendo en la lejanía. La hidralux trató de alcanzarte con sus tentáculos primero, que esquivaste por los pelos (la armadura era demasiado pesada para moverse con más rapidez), y después lanzó una dentellada.

Justo cuando iba a alcanzarte estiraste la mano para atraer a tu hacha, que volvió con todavía más fuerza que antes, arrancándole algunos de los dientes a la criatura y haciendo que retrocediera con un rugido ensordecedor. Esos chillidos los producían también las crías, pero nunca habías oído uno tan estridente, haciendo que perdieras por un momento el sentido de la orientación, cosa que aprovechó para alcanzarte con uno de sus tentáculos, el cual te lanzó con un fuerte latigazo hacia un árbol cercano.

El gritó le pilló desprevenida. No se imaginaba que pudiera ser tan estridente. Su sorpresa fue cuando, antes de darse cuenta, se estampó contra un árbol. Le costó percatarse, pero fue la criatura quien la lanzó de un fuerte golpe. Se limpió la negra sangre que le brotaba de la boca. Sonrió. Una gélida furia brotaba de ella. -Vas a morir- Siseó. Cogiendo el hacha con fuerza fue hacia la hidralux. Si los tentáculos eran su defensa a corta distancia, solo había que rebanarlos.

Se acercó lo justo, hasta tener el nacimiento de los apéndices a su alcance. Con gran velocidad, dio tres tajos, tratando de cercenar cuanto más mejor