Prólogo
- No lo han contado todo.- dijo el almirante Arkham.
- No.- contestó lacónicamente el teniente Nomad- Pero están en su derecho ¿no? Después de todo tampoco le hemos contado todo a ellos.
El teniente observaba como la unidad recién llegada se disgregaba entre el resto de las tropas tras dar un escueto informe. ¿Qué habían encontrado en el bastión Alpha-1? No habían mencionado el laboratorio. Se limitaron a hablar del enorme edificio de madera inexpugnable como si fuera algo normal. Ni siquiera Jenna, la ingeniero, mencionó el panel de control que cerraba aquel lugar. Pero el teniente había estado en la unidad del Ojo que trataba con los tecnólogos. No se le había escapado el detalle en el brazo de la mujer. Llevaba una venda que ocultaba parcialmente la quemadura de su muñeca... y el conector biotécnico prohibido por la Iglesia que le permitía conectarse a unidades tecnológicas. A Nomad no le costaba sumar dos y dos.
- Intentó forzar la entrada al laboratorio.- informó a su interlocutor - Y probablemente lo consiguió. De lo contrario habrían mencionado algo.-
- Estoy de acuerdo.- dijo el capitán Arkham - Nomad: dígame la verdad esta vez. ¿Qué puñetas había en aquel laboratorio aparte de tecnología de la 2ª República? ¿Y que coño pinta la Iglesia colaborando con los Ingenieros?
- Es información confidencial.
El teniente entró nuevamente en el pabellón. Aquella tienda de campaña era ahora la sala de Inteligencia de la Unidad Horus, adscrita al Ojo Imperial. Estaban más allá de la zona segura y aunque les rodeaba un campamento militar con más de cien unidades de combate no podía sentirse seguro. Miró a su interlocutor y sopesó la necesidad de compartir su carga. Decidió hacerlo. No porque creyese que el capitán Arkham fuera merecedor de dicha información, sino porque temía que si él mismo moría el secreto quedase enterrado en medio de la selva. Arkham era un superviviente nato: un soldado a la vieja usanza. Se decía que él y el capitán Tanhauser habían sobrevivido al asedio de una horda simbionte durante tres noches hasta que llegaron los refuerzos. Dos hombres contra una horda. ¿Sería leyenda?
- Escuche bien... lo que le voy a decir está clasificado con Código Negro.- vio como Arkham prestaba toda su atención - Hace dos estaciones un noble Decados fue infectado por los simbiontes. En realidad murió durante la infección. Normalmente las normas son quemar el cuerpo de forma inmediata pero este joven pertencía a una familia principal de la Casa. Se dio permiso para velar su cuerpo antes del ritual de purificación. Para asegurarse de que no había riesgo de contagio se hizo un análisis rutinario... y se descubrió que aunque el cuerpo estaba muerto su cerebro seguía funcionando. Inicialmente se pensó en un coma pero pronto descubrieron que las células estaban pereciendo. Era un caso extraño... y la cosa se complicó cuando un psíquico detectó algún tipo de señal desde el cuerpo muerto.
Nomad sonrió ante la sorpresa de Arkham. Incluso en Estigma, donde los psíquicos habían demostrado su utilidad, el uso de poderes mentales seguía siendo un tabú.
- No se escandalice. Tenemos psíquicos en este mismo regimiento. Son muy útiles contra los simbiontes. El caso es que nuestro Decados no-muerto emitía una señal y a su vez recibía una respuesta. Así fue como descubrimos el edificio de la Segunda República. Aquella era la fuente del eco. A todo esto el cuerpo llevaba varios días sin dar muestras de ir a mayor descomposición... algunos Ingenieros con conocimientos de medicina solicitaron hacer pruebas y descubrieron que las células seguían deteriorándose pero a una velocidad tremendamente baja, casi como si estuvieran congeladas.
- ¡Estaba infectado!- interrumpió el escandalizado Arkham - ¡No se necesitan conocimientos médicos para eso! La fisiología simbionte hace que...
Nomad levantó una mano para recuperar el control de la conversación:
- Sabemos bastante más de la fisiología simbionte de lo que ustedes creen... se han hecho ciertos experimentos.- nuevamente la reacción de Arkham divirtió al teniente - Oh, venga. Es un secreto a voces. En la Base Gulliver había un laboratorio bien repleto de material simbionte... maldita sea, esa explosión nos privó de años de avances. El caso es que el cuerpo no estaba infectado. Al menos no de una forma que nosotros pudiésemos identificar. Simplemente se mantenía muerto pero conservado, con el cerebro activo. Activo y emitiendo señales. Evidentemente el descubrimiento del laboratorio de la 2ª República revolucionó aún más el asunto. Había ordenadores e incluso una IA activa. Y el material psico-conector necesario para poder analizar las señales cerebrales del Decados. ¿Casualidad? No lo sé. Simplemente la mente del Decados parecía en sintonía con aquel lugar.
Tomó un trago de agua intentando recordar como había sido el traslado: un veradadero caos. Los Ingenieros se habían esforzado en mantener en secreto el asunto pero pronto llegó a oídos de la Iglesia. Por suerte llegó antes a oídos del Ojo Imperial y se pudo llegar a un tenso acuerdo para que los avestitas no se enteraran de nada y prendieran fuego a todo el complejo, con el cuerpo incluído.
- Se montó un destacamento allí, alrededor de aquello. El bastión Alpha-1. A efectos militares un simple puesto avanzado de vigilancia. Para el Imperio un punto de investigación Psi de máxima importancia. Sabemos que a los simbiontes les afectan los poderes mentales... de hecho parece ser el arma más efectiva. Y aquel cuerpo incorrupto parecía tener un cerebro privilegiado en sintonía con un laboratorio operativo. Demasiada suerte. Estábamos teniendo demasiada suerte.
- ¿Qué pintaba la Iglesia en todo esto? ¿Cómo se avinieron al juego?
- Porque no les quedaron más cojones ¿qué iban a hacer? Teníamos una bula papal gracias a la intervención directa del Emperador Alexus. La fe es importante, pero parar a los simbiontes mucho más. Se avinieron al trato siempre y cuando se permitiesen observadores eclesiásticos.
- ¿Y qué se sacó en limpio de todo esto?
- Mucho. Tenemos dossiers completos de técnicas psi que esperamos puedan usarse en el campo de batalla. Y un análisis pormenorizado de las ondas mentales del Decados. Porque lo crea o no aquel lugar funcionaba en gran parte con la energía emitida por aquel individuo.
- No lo entiendo... el Decados fue infectado por un simbionte... ¿cómo es posible que eso desencadenase el descubrimiento de un arma contra ellos?
- No lo entiende ni usted ni nadie. Era lo que queríamos averiguar. La Iglesia llegó a argumentar una especie de profecía diciendo que aquel joven era algo así como un mesías que podría resucitar para acabar con la amenaza alienígena. Realizaron rituales en los laboratorios. ¿Puede imaginárselo? Superchería y la tecnología más moderna a que hemos tenido acceso desde la época de Tormenta Azul.
- ¿Tormenta Azul?
- Oh, olvídelo... esa es otra historia clasificada. Y no tiene importancia en el momento actual.
- Y luego sucedió la contraofensiva simbionte.
- En efecto... Sucedió y perdimos el contacto con Alpha-1 antes de poder enviar un destacamento de refuerzos. Tras eso no nos quedaban más opciones que mandar a un grupo de reconocimiento para ver si había algo que recuperar.
- Pero ¿por qué no se les informó de todo esto?
- Arkham: le cuento todo esto por si yo caigo en batalla. Y si yo muero usted debe buscar a alguien de confianza a quien contárselo. Pero no debe saberlo más gente. No se lo dijimos a la unidad porque queríamos saber que sucedía allí. Mandar un destacamento de alto rango despertaría todas las sospechas del resto del mando. Un grupo de soldados de base no llamaría la atención de nadie.
- ¿Y de qué ha valido si ese grupo no ha informado de la situación?
- Oh... sí que lo ha hecho. Sabemos que han encontrado la base y que el cuerpo ha 'resucitado'. El indígena que los acompañaba se fue con él. También sabemos que ese cuerpo es ahora una entidad conectada con los simbiontes de alguna manera... y que no todos los simbiontes quieren la guerra. De hecho no son meros animales como nos han intentado hacer creer hasta ahora. Los simbiontes contra los que luchamos son simples soldados de a pie, pero tal y como sospechábamos tiene que haber criaturas de esta raza con alto poder de raciocinio.
- Pero... esa gente no nos ha contado nada. Simplemente han dicho que no había supervivientes y que el indígena murió cuando les atacó una horda de zánganos.
El teniente Nomad miró a Arkham con una sonrisa de medio lado en el rostro.
- Por el Pancreator... Espero que espabile de una vez. ¿No me ha oído decir que tenemos a los mejores psíquicos de la galaxia aquí para defendernos de los simbiontes? Leer la mente es una rara habilidad pero bien desarrollada permite que los interrogatorios sean innecesarios.
Ahora fue el turno de Arkham para sonreír mientras señalaba con su dedo a Nomad.
- Sí.- confesó Nomad - Ya tenía un potencial enorme cuando entré a servir en el Ojo Imperial... pero gracias a los materiales que conseguimos en Alpha-1 creo que puedo presumir de ser uno de los mejores telépatas de la galaxia. Al menos de los mejor entrenados. Sólo nos queda saber que ha sido del cuerpo, a dónde ha ido y que intenciones tiene. Por lo que sabemos su tejido celular se está regenerando y que su mente se ha enlazado con algo que llaman Red Vital. No sabemos si esto es bueno o malo... pero me temo que lo descubriremos pronto.
Este primer capítulo se jugó en mesa en la VIII KDD Nacional de Umbría
El teniente Matheus 'Dosveces' Maldon se detuvo en el avance. Levanto su mano y susurró en medio de la noche:
- Unidad detención. Unidad detención.
Se adelantó unos pasos para ascender por un monticulo cercano que sobresalía entre la densa selva. La unidad que dirigía se detuvo mientras el teniente ascendía arrastrándose por el suelo. Los habían enviado tras la línea defensiva para intentar averiguar si había actividad simbionte en la zona. Era un destacamento variado formado por diez soldados, entre los que se incluía un médico y un piloto por lo que pudieran encontrarse. Hace unas semanas esto era territorio humano y a un par de kilómetros debía haber una aldea de pescadores nativos - gente nacida en Estigma - pero ahora todo era incierto.
Tras lo que pareció una eternidad el teniente regresó ordenando a la unidad que se reuniera a su alrededor para dar nuevas órdenes.
- Maldita sea, maldita sea. Creo que nos hemos desviado del camino original... no se ve una mierda, una mierda. Quiero volver antes del amanecer así que nos dividiremos. Kris: usted tiene el rango más alto después de mí. Se llevará a Sammaia, Nova, y Sun. Seguirán esta ruta, la seguirán. El resto del pelotón iremos por esta otra. Tome este intercomunicador. El primer grupo que encuentre la aldea informa al otro, lo informa. No se arriesguen: si no lo tienen claro o hay síntomas de actividad simbionte no queremos enfrentarnos... queremos sólo determinar posiciones para informar al alto mando. No somos jodidos héroes, quiero que volvamos todos de una pieza, enteros, de una pieza. Informen en cuanto encuentren algo si no lo hacemos nosotros primero, primero. Suerte, suerte.
El teniente hizo un gesto al resto de la unidad, que se adentró en la oscuridad. Tras un momento reagrupándose Kris hizo un gesto similar a los suyos y continuaron avanzando a través de la selva.
Capítulo 2. Cuidados intensivos.
El doctor Greener volvió a repasar las lecturas.
- No lo entiendo.
El teniente Nomad no contestó. Parecía ignorar el desconcierto del médico mientras miraba por la ventana. Aquella mañana había reparado el aire acondicionado y aunque el hospital era enorme se estaba bien. Era un pequeño lujo para los que trabajaban al borde del infierno. Estaba seguro de que ninguno de los soldados que se asaban bajo el abrasador sol los envidiaba. Estar en Karnak, justo en la frontera simbionte, ya era malo de por sí. Pero trabajar en el Área Médica Zero era mucho peor. El resto de la tropa le llamaba el Hades. Y no estaban tan desencaminados: allí iban a parar las almas en pena que debían pasar cuarentena por posibilidad de infección... y morir si se declaraba actividad simbionte. O al menos esa era la versión oficial.
- No lo entiendo.- repitió nuevamente Greener - Ese hombre estaba infectado. ¿Y de repente...
- Y de repente no lo está. Sorprendente ¿verdad? - Nomad se giró hacia su compañero de habitación.
- No. Sorprendente es que alguien sobreviva a un cáncer terminal.- dijo mientras dejaba el informe sobre la mesa - Sorprendente es que una lluvia de balas caiga sobre ti y no te lleguen a rozar. Sorprendente es que un hombre caiga de un aerotransportador y sólo se parta una pierna. Eso todo es sorprendente. Que tu ADN sea mutado por un alienígena y luego, por arte del Pancreator, vuelva a ser ADN humanos es imposible.
- Vivimos tiempos extraños doctor Greener.
- No sea condescendiente conmigo Nomad. He oído muchas cosas sobre usted. El misterioso teniente Nomad, enviado personalmente por el Emperador para llevar a cabo las misiones más delicadas. Ex agente del Ojo, ex contrabandista, ex cualquier cosa que no sea ni medianamente fiable... ¿De dónde vino esa misteriosa cura? No pienso aceptar 'milagros' en mi hospital y...
- Déjese de tonterías Greener. Sabe que mi fama también me tacha de hereje y de estar en el punto de mira de la Inquisición. ¿Cree que hago brujería? No sea estúpido. Es usted un científico. Hay una cura y posiblemente haya una posibilidad de sintetizarla. Yo sólo he conseguido una prueba de que es posible... pero no tengo la fuente.
- ¿Entonces?
- Entonces tenemos que buscar esa fuente. Pero el que trajo la prueba ha accedido a guiarnos.
- ¿Y quién es nuestro misterioso benefactor?
- Un nativo. Pero él es sólo un mensajero. Una especie de heraldo.
- ¿Y puedo conocerlo? ¿Saber cómo han hecho para...
- A su debido tiempo. En estos momentos va con un equipo de nuestros hombres en dirección a Praksa. Allí, según él, podrán encontrar una solución para la infección simbionte. Tengo tantas ganas como usted de que analice las pruebas pero, sinceramente, no es usted un soldado. Primero quiero que aseguren la zona.
- ¿Praksa? ¿No fue allí donde...
- Sí.- Nomad cortó bruscamente la conversación- Debo irme dr. Greener. Siga realizando pruebas sobre el sujeto para asegurarse de que nuestro 'milagro' no es una farsa. Si las cosas salen como deben quizás estemos a punto de apuntarnos un tanto decisivo en esta guerra.
Cercanías de Praksa. 12km dentro de los límites simbiontes. Mediodía.
El viejo camión militar no era un vehículo rápido ni elegante pero no se le podía negar que era resistente. Hasta los jeeps más duros habrían cedido en los enormes socavones del camino que desfila en medio de la selva. Antiguamente este mismo camino se usaba para comunicar la ciudad de Praksa con la carretera principal. Al igual que Karma, Praksa era una próspera ciudad mercantil... o al menos todo lo próspera que podía ser una ciudad de Estigma. Edificios de piedra de tres alturas e incluso un castillo en la colina regentado por una familia Hazat. Hospital, sala de hololinterna, tabernas, mercado... en sus mejores momentos llegaba a tener más de 20.000 habitantes.
Una mañana se recibió la noticia de que Praksa quedaba al otro lado del límite simbionte. Nadie habló de la batalla de Praska. Nadie se encontró con ningún refugiado. La cosa coincidió con la explosión de Karma así que realmente las tropas no se preguntaron demasiado sobre lo que había sucedido.
Pero ahora el equipo que se dirigía hacia la ciudad fantasma tenía motivos para pensar un poco más en el asunto. ¿Qué paso en Praksa? ¿Por qué una ciudad próspera había sido abandonada al otro lado de la línea sin ofrecer batalla? ¿Y por qué ahora mandaban un equipo de sólo tres soldados y un civil, un nativo para más inri, al otro lado de la frontera para ir a explorarla?
Las instrucciones eran simples: debían realizar una exploración preliminar y evaluar si había simbiontes en la zona. Llegar al viejo aeropuerto y asegurar la zona sería un éxito total para la misión. Si las fuerzas enemigas eran demasiadas bastaba con regresar para informar.
Eso sí: el nativo debía ser escoltado hasta una zona concreta de la ciudad para recuperar un elemento de importancia estratégica. No se les había notificado qué era ese elemento ni por qué un nativo era el encargado de recuperarlo.
Como todas las misiones en Estigma aquello olía mal, muy mal.
Al girar la última curva los restos de la ciudad se alzaron entre las palmeras. Una ciudad fantasma: sin vida, sin actividad, pero en perfecto estado. Tan sólo había pasado un mes desde que fue perdida por lo que la junga ni siquiera se había adentrado en sus calles.
Según los planos el aeropuerto estaba al otro lado de la ciudad, en una altiplanicie. El castillo Hazat se encontraba hacia el oeste y había varios edificios militares en la zona este.
Fue en ese momento cuando el eje del camión hizo un ruído brutal y el conductor notó que perdía el control, aunque tuvo la pericia suficiente como para no estrellarse contra ningún árbol. Sin embargo el camión se detuvo como un elefante herido.
No era un buen augurio empezar caminando por una ciudad abandonada tras la línea simbionte...
Sopa Orlop iba tan callado como los demás. Aunque el resto lo miraba suspicazmente él sabía muy poco sobre lo que le esperaba en la ciudad. Desde que había abandonado a los humanos siguiendo a aquel hombre renacido todo se había vuelto confuso, muy confuso.
Descubrió que los simbiontes no eran monstruos desalmados sin cerebro, sino simplemente una vida evolucionada a partir de la humanidad. El Renacido, que era como se autodenominaba el hombre que habían encontrado en las viejas instalaciones, le explicó muchas cosas pero cada cosa que le contaba abría más interrogantes de los que cerraba. Sopa había esperado encontrarse con la 'colmena' a la que se refería una y otra vez su misterioso acompañante pero hasta el momento los únicos simbiontes verdaderos que viera fueron simples zánganos guerreros.
Pero algo había comprendido: la batalla que se libraba en Estigma no era simplemente por un planeta. Atendía al equilibrio de la galaxia, a la Red Vital, ya que todo estaba conectado estre sí. Los simbiontes, simplemente, podían ver los hilos. Los humanos no, y en su torpeza los estaban rompiendo.
De las palabras del Renacido supo otra cosa: había más de una raza simbionte. Y una de ellas, por desgracia la menos poderosa, quería contactar con los humanos para ayudarles a buscar un entendimiento. Pero para llegar a ese entendimiento era necesaria una muestra de paz. El primer mensaje fue enviado en persona por el Renacido, pero para esta segunda misión la colmena, a través del Renacido, había pedido la ayuda de Sopa. Y éste, llevado por su curiosidad, había aceptado.
Sopa debía llegar al lugar donde se encontraba la vieja Iglesia del Pancreator y descender a su sótano principal. Allí, según el Renacido, había una caja negra cerrada con un sello. Era muy importante que recuperaran esa caja y se la llevasen al teniente Nomad. Y sobre todo que permaneciese cerrada. Toda una ciudad había perecido para cerrarla y abrirla nuevamente sería una locura.
Unidad Angelus, en algún lugar tras la línea simbionte
Dos vehículos blindados avanzaban por la jungla destrozándolo todo a su paso. Cada una de aquellas tanquetas tenía espacio para una veintena de personas sin contar a los dos pilotos ni al artillero. Normalmente se utilizaban para formaciones de ataque, situados en la vanguardia, cargados de marines dispuestos a todo. Sin embargo esta era una misión distinta. La Unidad Angelus contaba con un nutrido grupo de marines que efectuaban una labor de escolta para el grupo más reducido de componentes que, sin embargo, la lideraban.
El comandante de la misión era el Padre Aronius, de la Casa Hazat. Un hombre entrado en años cuyo aspecto casaba mejor con una biblioteca y no con una jungla plagada de simbiontes. Su guardia personal la formaban los Hermanos de Batalla Berian y Olav, dos enormes soldados del Pancreator tan silenciosos como afable era su señor. Con ellos viajaban siempre media docena de cardenales de la Iglesia seleccionados por un exigente curriculum que mezclaba habilidades de supervivencia y conocimientos teológicos. Ellos eran los que seleccionaban las acciones que la Unidad Angelus llevaba a cabo y que normalmente trataban de recuperación de artefactos o investigación de sucesos que tuvieran algo que ver con la fe... o la herejía.
En medio de todos ellos un hombre que nada tiene que ver con los militares. Lucas Sailor se agarra a su silla con cada salto que da la tanqueta en la que va. Se dirigen hacia Pico Halcón. Hace mucho que Sailor no viaja hacia esa zona, desde que quedó más allá de la Línea. Pero ahora se ha unido por petición expresa de la comandancia - como si tuviera elección - porque es de los pocos que ha tratado con los Carroñeros que operaban en esa zona. Si la comunidad ha logrado mantener a raya a los simbiontes entonces Sailor puede ser una baza para atravesar sus tierras con un mínimo de combate.
Alice Sun está encargada de la parte médica de la misión. La unidad Angelus reza al Pancreator pero también lleva una unidad móvil de emergencia para operaciones y sanamiento. Después de todo la ciencia es mala pero sigue siendo útil si se puede usar para la causa.
De entre los soldados asignados hay tres que ya han estado en misiones de este tipo. Haidyn, Sheppard y Morneus han sido recomendados para esta misión porque han demostrado que saben guardar silencio si algo raro sucede. Y cuando la unidad Angelus actúa es que algo raro hay por el medio...
Capítulo 4. Matar al mensajero.
En la sala había cuatro hombres reunidos alrededor de una mesa circular con el emblema del Emperador grabado. Los cuatro hojeaban varios informes y en todos los rostros se veía preocupación.
El Padre Aronius pensaba en todas las consecuencias que aquello tenía para su fe. Lo que para los científicos era una dimensión desconocida para él no era más que el Infierno proclamado en las Escrituras del Pancreator. El capitán Sterling, convenientemente afeitado y uniformado, conocía aquel lugar de primera mano. Sus hombres continuaban allí y tenía pensado rescatarlos. Con ayuda del Alto Mando o sin ella. El teniente Nomad todavía intentaba encajar todas las piezas de aquel puzzle y el doctor Greener guardaba silencio pensando en las posibilidades de las piedras negras como remedio para la infección simbionte.
- ¿Estamos totalmente seguros de esto? - preguntó el teniente Nomad dejando los papeles sobre la mesa - Los simbiontes... ¿son inteligentes?
- Sí. No me cabe duda. No entendemos su inteligencia porque es alienígena pero no son animales. Pensábamos que eran como insectos gigantes y seguimos apostando a que existe una especie de mente colmena central, pero hay algo más. Tienen objetivos y... una cultura. Esas piedras lo demuestran.- afirmó el doctor Greener.
- Temen a las piedras.- intervino Sterling - No se acercan a ellas porque les hacen algo. Esas piedras abren un portal o algo parecido. Fue lo que nos arrastró a nosotros al otro lado. Y es un sitio desagradable.
- Sí, pero también eliminan la infección simbionte.- dijo el médico - Lo hemos comprobado. Por eso las rehuyen: hay algo en ellas que los daña.
El padre Aronius se sirvió una copa de agua. Sus manos temblaban:
- Los daña el Infierno. Lo que Sterling nos ha descrito es el Infierno, el Lado Oscuro. Es un milagro que haya sobrevivido a ello, pero si no destruimos las piedras... el portal se puede abrir y dejar entrar a esos demonios aquí. ¡La oscuridad de los soles puede que sea debida a la existencia de esas piedras!
- ¡Pero pueden significar también el final de esta guerra! ¡Podemos usarlas para erradicar a los simbiontes y su contagio! - Greener parecía emocionado - Por lo que hemos visto para activar el portal se necesita una gran cantidad de energía. Es cuestión de conseguir las piedras y mantenerlas separadas, una en cada guarnición. ¡Nos protegerían de los simbiontes y podríamos utilizarlas para curar a los infectados!
- No sabemos como funcionan. ¡Estamos tentando la ira del Pancreator! ¡Debemos destruirlas!
- ¡No podemos destruirlas! ¡Mis hombres siguen al otro lado! ¡Necesito abrir el Portal de nuevo para...
- ¡Señores! ¡Señores! - intervino el teniente Nomad dando un fuerte golpe en la mesa - ¡Cálmense! No podemos precipitarnos. Una de esas piedras está en camino hacia Bizantium. ¡Hacia el centro del Imperio! Está en manos de los traidores de la Iniciativa Caronte y no sabemos cual es su poder. Puede que incluso ellos lo desconozcan. He contactado con el Ojo Imperial para advertirlos y en esa comunicación me han informado de que enviarán a alguien para que se haga cargo de la situación. El Sumo Inquisidor Icarus.
Todos callaron. El Sumo Inquisidor Icarus era un héroe de guerra, uno de los mejores Hermanos de Batalla que se conocían, con tantas leyendas a su espalda que casi resultaba imposible creer en su existencia real.
- Estará aquí en una semana. Mientras tanto nuestras órdenes son custodiar la otra piedra que está aquí y que el capitán Sterling complete su informe.
- ¿Mi informe? - el soldado estalló levantándose de su silla y tirando papeles a su alrededor - ¡Mis hombres están en ese infierno y usted me pide que cubra papeleo! Debemos buscar una manera de abrir el portal.
- Relájese capitán.- intervino Greener - Por lo que nos ha contado el tiempo aquí y allí discurre distinto. Lo que para nosotros es un año para ellos será un mes. No podemos precipitarnos. Ni siquiera sabemos como se abre el portal, y dudo que los Carroñeros colaboren. Los que hemos capturado son soldados... no tenemos a ninguno de sus chamanes. Se han internado en la selva para ocultar las otras piedras. Hasta que los capturemos me temo que estamos atados, así que toda la información que pueda darnos será vital para cuando sí podamos actuar.
Un golpeteo en la puerta hizo que el teniente Nomad tuviera que acercarse a abrirla. Tras intercambiar unas palabras con su ayudante volvió a la mesa:
- Tenemos noticias. Hay rumores de que Svenson Decados intentará salir del planeta a través de Karma, probablemente robando alguna lanzadera o con ayuda de algún contrabandista.
- ¿Ese traidor? ¿No pertenece a la Iniciativa Caronte? - dijo Greener - Es nuestra oportunidad de conseguir información de primera mano.
- ¿Qué es la Iniciativa Caronte? - pregunto Sterling.
- Lo que sabemos está en los informes.- el teniente Nomad recogió algunas de las hojas que había tirado el capitán en su furia - Los Decados habían trazado algún tipo de actuación con material simbionte. Al principio pensábamos que era algún intento de desarrollar armamento biológico o incluso retocar con genética controlada a sus hombres. Supersoldados. El proyecto tenía el nombre clave de Iniciativa Caronte y lo habían enmascarado como si fuera una operación Imperial. Al ser descubiertos se dieron a la fuga. La primera piedra negra que encontramos la tienen ellos, se la llevaron de Estigma. A la vista de los descubrimientos recientes empezamos a temer que haya algo más. Quizás, al igual que los Carroñeros, sabían algo más sobre los simbiontes. Quizás incluso hayan contactado con ellos. Sea lo que sea Svenson tiene un rango alto en la estructura, si lo capturamos con vida podremos averiguar muchas más cosas.
- Yo me encargaré de eso.- se ofreció Sterling.
- Imposible. Necesitamos toda la información de primera mano que podamos obtener del sitio en el que ha estado capitán. No entrará en misiones activas hasta nueva orden.
- Los que rescataron al capitán...- dijo el padre Aronius - Parecen gente competente.
- Sí. Tengo varios nombres apuntados.- el teniente Norad ordenó los papeles - Será un equipo pequeño. No queremos que Svenson huya de nuevo a la selva si se da cuenta de que lo esperamos.
Los cuatro hombres asintieron. De alguna manera sentían que en Estigma, en aquel planeta olvidado al límite del universo, se estaba jugando una partida crucial para la supervivencia de la humanidad.
Capítulo 5. Extraños aliados
El Capitán Sterling miró a su equipo. No eran sus viejos Lobos pero tendrían que valer. Sólo seis personas para una misión de la que dependía, quizás, el futuro de todos los Mundos Conocidos. Su misión era tan secreta que sólo los Altos Mandos la conocían. La vieja nave traqueteó un poco. El piloto les informó:
- Estamos llegando al punto de despliegue. Los dejo y me largo. Si la información es correcta el Nido está a menos de dos kilómetros a través de la cañada.
Sterling asintió. No eran los Lobos pero tendrían que valer. Sólo esperaba no volver a pasar otra década en una dimensión desconocida. Hay cosas peores que la muerte...
Capítulo 6. Operación Ira del Pancreator
Sala de mando de la Operación Ira del Pancreator
Era el mayor teatro de operaciones jamás desplegado en Estigma. En la sala central de mando, en el cuartel general provisional al norte de Karma, la comandante en jefe Hera Hawkwood contemplaba el despliegue realizado sobre un mapa a escala de la zona norte de la línea. Aquello era una locura de figuras, posiciones y movimientos. Alrededor de aquel mapa más de una docena de técnicos de comunicación se encargaban de mantener la información actualizada y trasladar las órdenes de la comandante. Ella desde allí coordinaba el ataque pero confiaba la labor de campo a los distintos generales que ahora se estaban jugando la vida y la de sus unidades en la mayor ofensiva conocida de la humanidad contra los simbiontes. Hera no quería - no podía - siquiera plantearse las posibilidades de una derrota.
El objetivo era el Nido Simbionte que habían denominado Oscuridad. La elección del objetivo era la parte que más nerviosa ponía a la comandante porque se había basado en la colaboración con los propios simbiontes rebeldes. Por supuesto sólo el alto mando y aquellos que se habían encargado de la unidad Horus sabían aquello. ¿En qué se diferenciaban ahora de la Iniciativa Caronte? Por toda la galaxia se estaba despojando a los Decados de sus títulos por colaborar con los simbiontes y ellos... No podía permitirse pensar en eso ahora. En estos momentos no se contemplaba otra opción más que destruir el Nido Oscuridad. Luego que el Emperador impartiese justicia.
- La unidad Yelmo ya ha entrado en contacto con fuerzas hostiles.- informó uno de los operarios.
Hera asintió. Yelmo iba en la vanguardia y tenía la desagradable misión de servir de cebo inicial para los simbiontes. El teniente Nomad había insistido en dirigir esa unidad. Gran parte de toda esta operación había sido diseñada por él.
- Escudo entra en contacto.
- Daga entra en contaco.
- Martillo entra en contacto.
Las fichas sobre la mesa se iban moviendo, reflejando los avances.
- Espada... Lucero... Puñal... Contacto... Guantalete... Hacha... contacto... contacto...
Una una a una las unidades preliminares estaban ya enfrentándose a sus enemigos.
- Aullido ha alcanzado su posición... Ira en su sitio... Venganza preparado... Terror en lugar... Furia en posición...
La segunda oleada, que sería la encargada de ayudar a los primeros en cuanto flaqueasen las fuerzas, estaban en su sitio.
- Yelmo está cediendo. Se han atisbado refuerzos de aguijones por parte de los simbiontes.
- Desplegad a Fénix y Valkyria, que cubran a Yelmo.- ordenó Hera.
Era el momento de poner en marcha las unidades aéreas.
- Atención: Profeta nos confirma que tenemos el pasillo abierto.
Era la señal que todos esperaban. Hera tomó aire. El todo por el todo. Decenas de ojos se clavaron en ella. Aquella orden, si era dada en el momento erróneo podría hacer fracasar aquella misión y que miles de vidas se perdieran para nada. Peor que eso: Estigma quedaría a merced de los simbiontes ya que la humanidad no tenía un plan B para aquel problema. ¿Y si todo había sido una elaborada trampa? No había momento para dudas.
- Señora, Profeta confirma que tenemos el pasillo abierto.- insistió el operador visiblemente nervioso - ¿Qué debo...
- Den luz verde a unidad Pancreator. Asegúrense que Gulliver la cubre. - dijo la mujer sin que nada denotase su tensión - Y esperemos que Tanhauser haga honor a su fama.
Algunos operadores sonrieron. El capitán Tanhauser estaba de vuelta en el campo de batalla. Muchos habían crecido escuchando las legendarias historias de aquel héroe de guerra. Hera también. Y en estos momentos deseaba, con todo su corazón, que el viejo capitán hiciera honor a su nombre.
Capítulo 7. Hombres de palabra
Viendo aquella sencilla sala de reuniones nadie podría pensar que en ella se encontraba el hombre más poderoso de los Mundos Conocidos. El Emperador Alexius de la Casa Hawkwood se sentaba en un sillón cómodo pero no excesivamente lujoso, del mismo material sintético que estaban hecho los otros seis asientos que rodeaban la mesa redonda, sin emblemas, único mobiliario de aquel lugar.
Al otro lado se sentaba Ignatius. Ni siquiera el Emperador tenía claro a que casa había servido en el pasado Ignatius. Desde hacía décadas todo su potencial lo había dedicado al Ojo Imperial. Había sido la pieza móvil de aquel engranaje capaz de derrocar Casas Menores o conquistar de forma silenciosa planetas para el Imperio. Había vigilado cada peligro, cada secreto, cada momento de duda. Si los Caballeros de la Búsqueda eran el Gran Salón el Imperio para que la gente de bien viera su maginificencia el Ojo Imperial era la celda del subsuelo donde se mantenían los secretos más siniestros para temor de la gente malvada.
¿Qué edad tenía Ignatius? Era difícil saberlo. Aparentaba un anciano achacoso pero luego sus movimientos eran terriblemente rápidos. Su pelo canoso y sus pobladas cejas le daban el aspecto de un Ingeniero decadente, pero era bien sabido que manejaba cualquier arma de los Mundos Conocidos con una destreza impecable. Y el arma que mejor manejaba era, sin duda, su intelecto. La cantidad de información que manejaba era, simplemente, abrumadora. Y parecía recordar cada dato, cada casa, cada personaje, cada lugar como si fuera una especie de demiurgo omnisciente, listo para dar el golpe en el lugar correcto.
Hasta el momento las Casas Mayores tenían un respeto lógico al Ojo Imperial. El respeto que una pantera tiene ante una serpiente. Pero nunca se había llegado a un punto como el que había hecho necesaria esa reunión. El propio Emperador había sido puesto al día de todo lo sucedido en Estigma de forma directa. Para aquel movimiento no se podía confiar en intermediarios: menos de una veintena de personas en todo el Universo estaban al tanto de lo que sucedía —sin contar, por supuesto, a los traidores— y menos de una docena estarían al tanto del operativo que en ese momento se estaba poniendo en marcha. El operativo llamado Hombres de Palabra. El operativo que haría caer a una de las Casas Mayores. Algo que, hasta el momento, había resultado impensable.
El Emperador repasó mentalmente toda la información recibida. Empezaba a notar el cansancio de sostener un imperio sobre sus hombros. Era difícil tomar ciertas decisiones sobre las vidas de miles de sus súbditos. Incluso aunque fueran traidores. Revisó de nuevo varios de los informes y documentos antes de hablar:
—Tenemos pruebas irrefutables de que la Casa Decados estaba trabajando en el desarrollo de supersoldados a partir de material genético simbionte... ¿para qué necesitamos más? Podríamos incluso delegar este tema en la Iglesia y dejar que ellos fueran los que empujaran la bola inicialmente. Las demás Casas estarán ansiosas por lanzarse a la yugular de los Decados y la Casa Imperial quedaría al margen de todo.
—Si la Iglesia derroca a los Decados estaremos sentando un peligroso precedente. Nada impedirá que luego, por su cuenta, vayan a por otra Casa Mayor. O a por la Casa Imperial. La Iglesia ya tiene demasiado poder en estos momentos, no podemos permitirnos el lujo de darles más. No. Tiene que ser el Imperio. Además tenemos pruebas irrefutables de que miembros de la Casa Decados han estado haciendo cosas según ellos siguiendo las directrices de la casa matriz.— se encargó de recalcar Ignatius —Cuando asestemos el golpe debemos asegurarnos de que tenemos las pruebas irrefutable de que los cabezas de familia de la Casa Decados estaban implicados. Para eso necesitamos los datos, los lugares, las personas, la red completa. Saber quienes nos son leales y quienes están corrompidos. Ubicar donde están los laboratorios donde se procesa el material simbionte. Mostrárselo a las demás Casas antes de que puedan ser destruidos. Sólo con eso, con una muestra del material simbionte extraído de Estigma y procesado en unas instalaciones que podamos demostrar que pertenecen a los Decados... eso es una traición directa a la humanidad. La mera posibilidad de que hayan traido esa infección a los Mundos Conocidos hará que incluso el pueblo llano pida la cabeza de cada Decados. Pero estoy seguro de que en cuanto se abra la caja de Pandora empezarán a suceder accidentes, unos tras otros, y desaparecerán personas e instalaciones, comunidades completas incluso. No puedo ni siquiera imaginar que hayan concebido un plan tan ambicioso sin asegurarse de tener una contramedida que haga desaparecer las pruebas. Han logrado lo impensable: mantenerlo oculto hasta el punto de que si no llegase a suceder el evento de Base Gulliver quizás se habrían salido con la suya.
—¿Cómo se puede mantener en secreto una conspiración a nivel interplanetario sin que el Ojo haya podido ver nada?— el tono de Alexius no era de reproche. No era el momento de reproches: era el momento de analizar todos los errores y enmendarlos. Ya vendría luego la fase de depuración de responsabilidades.
—Sólo se me ocurre una manera: tienen su propio Ojo señor. Y nos han infectado con maniobras de contraespionaje. Pero eso delimita nuestra problema. Si hay una red de contraespionaje de los Decados sólo puede haber alguien que esté al tanto de todo: Seraya Decados.
—Seraya...
Seraya Decados pertencía a la rama más antigua de la Casa. Una mujer de caracter formidable, que ahora vislumbraba el ocaso de su vida pero estaba lejos de ver apagada su llama. Tenaz, taimada y muy paciente. Algunos de sus enemigos le llamaban, no sin razón, la Araña. Capaz de tejer telas que durante años fueran atrapando a la presa hasta asestar el golpe definitivo. Sí. De existir una conspiración de ese nivel sólo Seraya podría estar a la cabeza de la misma.
—Detengámosla.— concluyó Alexius —Decapitemos la cabeza y todo lo demás...
—No es tan fácil señor. Nuevamente estamos seguros de que Seraya habrá preparado planes de contigencia. Y que todas sus barreras están levantadas en estos momentos, después de la noticia de la expulsión de los Decados en Estigma. Ha sido una lástima que las cosas se precipitasen antes de que pudiéramos establecer nuestra propia red de contramedidas.
—De acuerdo. ¿Cómo conseguiremos esos datos?
—Hemos logrado averiguar que Seraya tiene un archivo secreto ubicado en su Mansión Hogar, aquí mismo en Bizantium Secundus. Los datos tienen que estar ahí. Probablemente estarán cifrados así que necesitaremos también atrapar a la propia Seraya y reternerla.
—Es una de las Patronas de la Casa Decados. No podemos simplemente irrumpir en su mansión y llevárnosla como si fuera una vulgar ladrona.
—Efectivamente. Por eso he desplegado un grupo muy reducido de hombres que van a realizar dicha misión. Entrarán en la Mansión Hogar, encontrarán el Archivo y se llevarán a Seraya sin que se vea implicado el Imperio.
—¿Y cómo lo lograrán?
Ignatius se encogió de hombros.
—Esa parte me temo que ni yo siquiera la sé. Son gente muy capaz. Estoy seguro de que encontrará la manera de hacerlo.
—¿Y si fracasan?
—Negarán toda relación con nosotros. Podrán disfrazarlo como un intento de robo, un ataque de venganza de otra Casa o lo que sea.
—¿Cuántas personas están al tanto de este operativo?
—Sólo siete Excelencia. Los cinco miembros del operativo y nosotros dos. El resto de la gente que está al tanto de lo sucedido en Estigma todavía piensa que el destino del universo se juega sólo en aquel planeta.
—¿Podemos confiar en ese operativo?
—No podemos confiar en nadie, Excelencia, pero son los mejores para el trabajo encomendado.
Ignatius le tendió al Emperador un nuevo dossier con la información de cada uno de esos hombres. Alexius lo abrió y contempló aquellos rostros. El destino del Imperio estaba ahora en sus manos.
Capítulo 8. Saltando al vacío
El teniente Nomad se reunió con la comandante Hera en lo alto del baluarte. Desde allí podían contemplar una extensa llanura donde el colosal ejército humano se preparaba para otra gran ofensiva.
—Estamos ganando.— dijo la comandante Hera.
—¿Y por qué noto en su voz malestar?— contestó el teniente Norad mientras encendía uno de los puros que había logrado birlarle al viejo cascarrabia de Tanhauser —¿No es lo que llevábamos décadas deseando?
—Sabe muy bien el origen de mi tono. No habríamos logrado esto sin la ayuda de esa simbionte a la que llaman Madre y sus juegos con ¿cómo lo han llamado ustedes? ¿el Vacío?
Nomad sonrió. Como agente del Ojo había aprendido que cualquier ayuda era buena y que los enemigos de tus enemigos son tus aliados. Pero los miltares tenían una mentalidad demasiado simple. Se encogió de hombros:
—Madre ha cumplido todas sus promesas.
—Sigo sin fiarme.
—Y hace bien. Pero dentro de poco tendremos la información necesaria sobre el Caudillo, el Vacío y averiguaremos si todo lo que nos ha contado es cierto.
—¿Cómo?— la sorpresa de la mujer se convirtió en enfado —Siempre con un as en la manga, con sus juegos de espejos. Empiezo a pensar que debería preocuparme más por usted que por Madre.
—El Ojo Imperial asestó el golpe definitivo a los Decados hace dos semanas en Bizantium Secundus. Tenemos los datos de las investigaciones de la Operación Caronte. Ellos trataban directamente con el Caudillo y sabían como usar las Piedras del Vacío. Ahora su conocimiento nos pertenece.
—La Casa Decados está siendo cazada y excomulgada en todos los Mundos Conocidos por ese conocimiento ¿y ahora nosotros lo vamos a usar para nuestros fines?
—No es el conocimiento lo que los llevó a la caída. Fue su intención de usarlo para sus propios fines. Nosotros vamos a servir al Imperio. Y vamos a acabar con la Guerra.
—Retuerce los hechos para amoldarlos a sus necesidades.
—¿Acaso no lo hacemos todos? Después de todo la Casa Imperial es la suya, comandante Hera. Yo ni siquiera tengo un título.
—Cuando se trata del Emperador todo vale ¿no es así? Por compartir sangre con Alexus no apruebo todos sus métodos.
—El fin es lo importante. El caso es que ahora mismo una unidad de cuatro hombres se dirige hacia uno de los laboratorios para recuperar la información que los Decados tenían en su poder. Si logran regresar con vida la información que traigan nos permitirá corroborar lo que Madre ha dicho y acelerar la victoria.
—¿Por qué no se me ha informado de esa operación?— preguntó la mujer aunque sabía de antemano la respuesta.
—Le estoy informando ahora. La orden venía directamente del Emperador. No hay tiempo que perder. Si quedan unidades Decados en el planeta intentarán volar por los aires los laboratorios. Cualquier filtración podría ser fatal.
Hera se volvió enfurecida para encararse al teniente:
—¿Acaso desconfía de mí?
—Usted desconfía de los simbontes liderados por Madre. Yo desconfío de todo el mundo comandante. Ese es mi trabajo. Y lo hago bastante bien.
Capítulo 9. El grito de la oscuridad
Las naves que orbitaban Estigma podían ver las columnas de humo desde el cielo. Kilómetros y kilómetros de selva ardían ferozmente mientras en la superficie del planeta se desarrollaba la operación que el Alto Mando había llamado Caída del Caudillo.
Dos aerotransportes clase A aterrizaban ahora en la zona conocida como 'Marjal de Selder'. Era una zona cercana al frente donde ahora mismo tenía lugar una cruenta batalla entre las brigadas Angelus y Gulliver contra las fuerzas simbiones de la criatura llamada Caudillo. Pocos sabían que Angelus y Gulliver estaban siendo apoyadas por ejércitos simbiontes que actuaban en la periferia para debilitar a los otros alienígenas.
La gran compuerta de una de las naves se abrió y los soldados asignados a aquel pelotón especial con nombre clave Shiva comenzaron a desplegarse en aquel húmedo marjal. Por delante de ellos, a escasos cuatro kilómetros, la selva se elevaba como un muro verde repleto de peligros.
Y luego que confiar en que el Pancreator estuviese de su parte...