El campanario de la iglesia se alza como una estaca que atraviesa el moribundo cuerpo del edificio de la iglesia, apuntando acusador con su aguja a las negras nubes.
A pesar de, por el tipo de arquitectura, no parecer un edificio muy viejo, la humedad del sitio y las inclemencias del cercano pantano han conservado mal la cubierta del templo.
Curiosamente, al llegar a la puerta os dais cuenta de que no hay ningún símbolo visible que muestre reverencia a ningún dios que conozcáis.
El salvaje, con extremo cuidado y atento a todo dentro de sus capacidades se dedicó a adentrarse lentamente dentro de aquel lugar y a buscar el origen del hedor. Allí tenía que haber algún cadáver y dada la situación tal vez no se estuviese quieto.
Sólo esperaba que no fuese Gyriam.
Motivo: Investigación
Habilidad: Normal (+1) (1)
Dificultad: Mediocre (0) (0)
Tirada: [1] [-1] [1] [-1] = 0
Resultado final: Normal (+1) (1), Éxito
Motivo: Sigilo
Habilidad: Competente (+2) (2)
Dificultad: Mediocre (0) (0)
Tirada: [1] [1] [0] [0] = +2
Resultado final: Grande (+4) (4), Éxito
Motivo: Alerta
Habilidad: Mediocre (0) (0)
Dificultad: Mediocre (0) (0)
Tirada: [0] [1] [0] [-1] = 0
Resultado final: Mediocre (0) (0), Éxito
Que extraño dijo Krom. El hecho de que la iglesia no tuviese ningun tipo de simbolo oscureció temporalmente las revelaciones de Lady Margaret acerca del cadaver que solo sus ojos habian visto.
Entremos dentro para saciar al menos nuestra curiosidad. el sacerdote avanzó hacia la puerta de la iglesia. La idea de pasar un tiempo en la aldea y dormir en una confortable cama en lugar de hacerlo al raso, habia ido perdiendo fuerza en su escala de prioridades empujada sin duda por la sensaciond e que algo extraño se estaba cociendo en este pueblo perdido.
Asiento a lo que dice Margaret:- Yo también lo vería así, sino fuera porque volveríamos al pantano y sin ninguna indicación nos perderíamos irremediablemente en sus profundidades.- Al ver la iglesia tan deprimente como el resto del pueblo le comento al padre Krom:- No me extraña que hasta los dioses se hayan olvidado de este lugar... Hablemos con el párroco del lugar, aunque si alguno fuera al cementerio a sacar información al enterrador, no estaría demás.- Con cierto rintintin al ver como nos siguen tras nuestros pasos, el padre Krom y su sirviente a pesar de haber indicado nuestra división antes...
Sea lo que sea que provocó el hedor, fue retirado por la noche sin dejar un rastro que conduzca fuera de este callejón ni despojo que pueda ser la fuente de tamaña pestilencia.
- ¿Y realmente nos podemos fiar de lo que nos digan? -se pregunta la joven en voz alta- No sé, milord. Creo que estaríamos más seguros en ese pantano que en esta ciudad - añade, lanzando una mirada desconfiada a su alrededor, como si hasta los adoquines fueran mentirosos. -Cómo, ¿ir al cementerio? ¿Aquí? ¡Toda esta maldita ciudad es un cementerio.
La idea de que uno solo fuera a ver al enterrador la horrorizaba. En lo que a ella respectaba, nadie era de fiar.
El imponente portón de la iglesia bajo un arco apuntado está entreabierto, dando paso a un pie de la nave tan sobrio como el exterior del edificio. Diríase que la hechura general es bastante nueva, copiada de estilos más antiguos pero con un toque moderno aunque con cierto aire decadente y gastado. Colgadas en la pared hay varias notas puestas descuidadamente en las que se informan de varios funerales (algunas con nombre, otras sin él) y todas parecen recientes.
Asiento a lo que dice Margaret, se que no podemos fiarnos de nada de esta aldea, pero:- Habrá que sacar la verdad entre las mentiras, y lo del cementerio era para informarnos de las muertes del lugar, una buena bebida o el sonido de unas monedas, siempre abren la boca de los hombres hoscos.- Tras eso, observo los papeles, cuando he terminado de leerlos llamo a la gran puerta.
Mientras observáis las hojas, y antes de que podáis llamar, de una de las puertas laterales del atrio emerge la figura encorvada del sacerdote que visteis en el funeral. Viste su sotana negra con alzacuellos y por su expresión parece tan sorprendido por vuestra aparición como vosotros de la suya.
De sus enjutas manos cuelga una cesta de mimbre con dos aperturas laterales que sostiene delante de sí.
Margaret observa al sacerdote con desconfianza.
- Buenos días -saluda sin entusiasmo- ¿Iba a alguna parte? -su voz suena casi agresiva. Desliza los ojos por las necrológicas-. Parece que para ser un pueblo tan pequeño tienes mucho trabajo, sacerdote... -deja la frase en el aire, mordaz.
La busqueda había sido infructuosa. Fuera lo que fuese ya no estaba allí. Algo realmente malo había pasado con Gyriam. El callejón no tenía salida. Murok volvió sobre sus pasos, prestando especial atención para no ser sorprendido al abandonar el callejón.
¿Podría la bruja o el shaman adivinar lo que había pasado allí? No cabía duda de que sus capacidades serían grandes. Tal vez pudiesen, con las capacidades de la magia, encontrar el sitio a donde se habían llevado a su compañero. No pensaba desistir.
Tenía intención de ir a la casa del alcalde, recordaba que habían dicho que irían hacia allí.
Sus nudillos se amarillean al aferrarse al asa de la cesta. Os escruta de uno en uno antes de pensarse el saludo:
-A los buenos días, viajeros. Yo...-duda ante la pregunta de Margaret-, voy a hacer un recado. Si lo desean el templo está abierto.
El padre se muestra aún más violento por vuestro silencio de lo que se encontraba por vuestra presencia, así que se alisa la casulla, se pega la cesta al cuerpo y cruza frente a vosotros saliendo por el pórtico de la iglesia hacia la plaza.
- ¡Un momento! -exige Margaret yendo detrás de él. Con dos largas zancadas se le planta delante y le apunta con un dedo acusador-. No estás hablando con cualquiera, sacerdote, así que vigila tus modales -le espeta malhumorada. No está acostumbrada a que la traten así y su cota de paciencia se está agotando-. Queremos información, y nos la proporcionarás. ¡Eckart! - le llama, porque es él quien se entera de todo ese asunto de la ruta-. ¿Qué es lo que tienes que preguntarle? -vuelve a centrar la mirada en el sacerdote, indignada- ¿Y qué diablos ha sido todo ese... eso... lo de enterrar a ese hombre vivo, ayer?
Tan sumido he quedado con mis pensamientos que cuando veo desplazarse al cura, no he podido ni pararle, gracias a que la voz imperativa de Margaret me saca de mi ensoñación y le digo al padre:- Yo no hubiese sido tan directo como la señorita, pero me gustaría saber si es normal que los usuarios de ataudes en el lugar se muevan tanto mientras los están enterrando.- Le sonrio mientras le digo:- Y no nos diga que no son nuestros asuntos, mientras permanezcamos aqui, son nuestros asuntos.-
Ante la presión, el sacerdote se encorva en un gesto que no adivináis si se trata de alivio o de resignación ante la impotencia.
- En fin, supongo que tienen derecho a tener conciencia de los hechos acaecidos -susurra con palabras resbalosas que salen de sus agrietados labios-. Todo... todo comenzó... -y titubea unos instantes-, con Hogarth, sí. Hace tres semanas. Parecía fuerte y saludable, pero cayó súbitamente fulminado.
Se detienen unos instantes para dejar la cesta en en suelo y prosigue frotándose las palmas de las manos.
-Sólo unos minutos más tarde de caer al suelo, Hogarth se alzó como una burla al señor de la muerte, una caricatura macabra de lo que fue en vida -sus ojos parecen vidriarse tras un telo de lágrimas-. Desde entonces... ya son varios los que han sufrido la misma suerte, de ahí el sellado de los féretros.