Vio la vergüenza en sus ojos y eso hizo que no la mandara a paseo en el acto. Quizá aquella historia merecía la pena ser escuchada. En muy pocas ocasiones aquel arte era necesario, la mitad de las veces solo se reclamaba por dolor, por duelo y por egoismo.
- ¿Cómo te puedo llamar? - Le preguntó Nanashi , esperó su respuesta para preguntar a continuación: - ¿Y quien es esa alma? ¿Por que no debería seguir su ciclo natural y pasar a su siguiente vida?
Arisu - se presenta la miko - Azur me lo ha pedido porque... no está listo aún para pasar a su siguiente vida... pero está malherido y yo ya no puedo hacer nada por él. Hemos hecho un descubrimiento... algo importante... y hay gente importante que quiere matarnos por eso. Ven conmigo te lo suplico...
Nanashi miró a su cuenco y miró a la cría y miró al cuenco y suspiró. Puso el pago de su consumición sobre el carro levantándose y recogiendo su macuto.
- Con su amabilidad no dudaré en volver por aquí - Dijo Nanashi al dependiente. - La gracia de buda os acompañe. - Dijo recitando un mantra que debía atraer la buena fortuna y los días de paz a quien se la dedicaban.
- Vamos Arisu, guíame, quiero saber en que estáis metidos. Pero podemos hablar y caminar al mismo tiempo ¿Verdad? - Dijo el monje.
La treta funciona y el ataque que realiza era más que esperado así que lo consigo parar sin demasiada dificultad. Podía ver como mi rival era de los que disfrutaba de la emoción del combate y probablemente de los que perdía la cabeza en ello. Sin embargo una voz lo detiene.- Otro perro con cadenas...
Sea como sea el espectáculo había acabado así que limpio de sangre mi arma con un golpe seco y la envaino mientras le hago un gesto al que había entrado en el combate para que vaya a lamer a su amo. Por suerte no hay ningún problema extra y hasta atienden mis heridas, lo esperado después de la interferencia y como era de esperar termino por ser llamado por el amo del samurái.
- Sasaki.- me presento escuetamente mientras lo observo. El chico al menos no tenía las tendencias de su perro en destacar.- Primero conocer la oferta, luego confirmar que solo es un contrato comercial y no de servidumbre y ya por último un precio adecuado. Si no puedes cumplir las dos primeras, no se preocupe. Se donde está la salida.- digo sin más haciendo gesto de levantarme.
Respiro algo más tranquila en cuanto estoy lo suficientemente lejos. Al menos esos pesados no parecen haberme visto aún. Sigo recorriendo las calles, intentando ocultarme entre la gente hasta que empiezo a oír pelea. No serán Dogu y Masao, ¿verdad? Con cuidado me asomo para verla, aunque me sorprende ver que es otra gente y no pelean mal... Pero Mimi debería irse.
Me giro para seguir mi camino cuando les escucho hablar. Hay muchas cosas que no entiendo pero hay algo que me llama la atención, mucho: Jahga. Si Mimi pudiera llegar allí, entonces seguro que sería libre... Trago saliva, sin tener claro qué hacer. No les conozco pero tampoco parecen de aquí... Y si no ese señor se morirá y no sabré cómo llegar a Jahga y... Cierro los ojos con fuerza aún sin poder decidirme y finalmente salgo de la esquina de donde estaba escondida.
- ¡Yo os ayudaré! - les grito, abriendo los ojos otra vez. Algo sonrojada, bajo la mirada y me acerco unos pasos - Q-quiero decir que yo... ¡M-Mimi también necesita ir a Jahga! Así que si ayudáis a Mimi a encontrar el camino hasta allí, Mimi puede ayudaros con lo que... sea que os haga falta... - voy bajando la voz poco a poco, cada vez más nerviosa. ¡No, esto no ha sido buena idea! ¡N-ni siquiera sé si les puedo ayudar! Por si acaso, les sigo echando miradas de reojo, esperando su reacción - Además si encontramos a alguien que le cure, es posible que el señor sobreviva... - digo en voz baja, mirando al monje.
Una tierna risa brota entre los labios de la mujer cuando la pequeña se avalanza contra ella, acariciando por un momento el fino y delicado cabello de su hija. Tras eso se arrodilló ante el estanque y esperó que la niña la imitara, sin responder hasta que lo hiciera.
Todo debia hacerse calmado, sin prisas ni urgencias.
- El maestro de clan me lo ha entregado para llevar a cabo una nueva misión - tomó una de las manitas de Akiko y le retiró parte del vendaje solo para valorar el estado de las lesiones
- Bien. Veo que has estado entrenando duro. Eso me enorgullece - y se nota en la entonación que realmente es así, aunque no quiera reconocer que en lo más hondo de su ser le escueza no poder evitarle el dolor a su pequeña. En un pequeño ataque de debilidad, tira de su bracito para subirla hasta su regazo y envolverla entre sus brazos y así poder apoyar la mejilla sobre su cabeza
- Intentaré volver lo más pronto posible -