Bueno, aquí te dejo la primera parte del relato, aunque mas bien podríamos decir, que se trata de una serie de mini relatos que están conectados entre si como si de escenas de una película se tratasen. La idea es narrar los echos sucedidos desde justo antes de la muerte de los padres de Liam, hasta el momento en el que empieza la introducción de la partida. Como e dicho estos son la primera parte, la siguiente te la pasare cuando estén mas terminadas por que no e tenido mucho tiempo para acabarlas. Ademas el escrito viene acompañado por banda sonora ^^. Y sin mas dilación os dejo con el relato. Espero que os guste mi Dama.
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Nueva York, la ciudad que nunca duerme. Eres la promesa de la esperanza, del futuro, de la libertad... Centro económico y político del mundo, donde reinan los corruptos y el dinero. Donde las bandas campan a sus anchas, las prostitutas se venden en las puertas de las escuelas y los yonkies atracan a la buena gente, para poder conseguir su próximo chute. Donde no es nada sorprendente encontrarte el cadáver de un bebe tirado en la basura. Donde los indigentes mueren de frió en las calles y los túneles, por que no son extrañados por nadie. Donde la gente que de verdad te importa, es asesinada ante tus ojos sin que puedas hacer nada por impedirlo. Nueva York, grande y mentirosa, eres la ciudad que nunca duerme...
Caía la tarde y Joshua Knightsby estaba estresado.
Aquella jornada en el bar había sido movida. Carla, su mujer, se encontraba enferma por lo que no podía ayudarle en los fogones, y cocinar algo que estuviese mas allá de la típica parrillada en el patio de casa, no era algo que a él se le diese especialmente bien. Por suerte para los comensales, la mayoría de los platos de la carta no revestían de una especial complejidad culinaria... o al menos ninguna que no pudiese solventar. Situado en el 24 de Ditmars Bulevard de Queens, el Winking Lizard, era un bar pequeño y familiar, con un cálido y ligero aire a pub irlandés. Su aforo era bastante limitado, apenas unas cuantas mesas y los taburetes de la barra, que solían llenarse de los habituales borrachines de siempre y las familias que vivían en el barrio. La calidez del local solía atraer a bastante gente, sobretodo los fines de semana que era cuando mas trabajo tenían. Sin embargo, Joshua nunca había querido contratar a un camarero que les ayudase, por que consideraba que entre el y su mujer ya se las apañaban. El problema venia cuando uno de los dos enfermaba...
Por suerte o por desgracia, hoy no había venido mucha gente, y el ambiente había sido mas distendido que de costumbre, lo que le había dado un respiro de vez en cuando. En esos precisos momentos, en el local únicamente había una parejita de jóvenes que tonteaban en una de las mesas del fondo y los tres viejos borrachines, conocidos de siempre que discutían sobre sus respectivos equipos de béisbol, lanzándose amigables pullas.
Joshua acababa de servir una cerveza, y estaba secando una jarra vacía detrás de la barra cuando la puerta volvió ha abrirse. Su hermano Haiden y su esposa Lissa, entraron saludándole y sentándose en una de las mesas cercanas a la entrada.
Haiden era un reaccionario, un "trabajador social" dedicado supuestamente a popularizar el aspecto positivo de la cultura joven y a sacar de las bandas, a los niños de la calle, integrándolos en la sociedad como ciudadanos modelo. Todas aquellas tonterías no eran un trabajo que Johsua pudiese considerar como tal. Tal vez se debiese a sus años de vida militar, pero él tenia un carácter mas conservador y por lo tanto creía que todo aquello era mas propio de un idealista, un bohemio o tal vez un hippie. Estaba claro que sus personalidades eran totalmente opuestas, pero sin embargo era su hermano y como tal lo quería. Por suerte estaba Lissa, que trabajaba como dependienta en una tienda, y que era una señora con los pies en el suelo. Ella era la que llevaba realmente los pantalones en casa, y no dejaba que su señor marido volase tan alto como para que se quemase con el sol. Algo que Joshua agradecía todos los días.
Saliendo de detrás de la barra, se coloco por encima del hombro el trapo con el que se había estado secando las manos, y con una sonrisa torcida se acerco a la mesa.
- Que, Haiden, ¿Ya has salvado el mundo?¿O esos vándalos te han quemado el chiringuito?- Preguntó socarrón a sabiendas de que bromear sobre su "trabajo" exaltaba a su alocado hermano.
Rápido en pensamiento y labia, su Haiden le observo con una de sus sonrisas maliciosas.
- ¡Vaya Joshi! para ser un atrabiliario, no sabia que aun te quedase algo de esa vena tan jovial.- Le correspondió con un tono cargado de ironía.
Josh frunció el ceño y se limito a responder a su pulla con un chasquido de lengua. Haiden sabia lo mucho que odiaba aquel mote desde que era pequeño. Saco la libretita y el bolígrafo para apuntar el pedido.
- Bueno, ¿Que va a ser?- Pregunto a la defensiva.
Viendo sus ánimos Haiden decidió ser mas conciliador, se dejo de sus exasperantes bromitas y respondió como si no reparase en su enfado.
- Liam debe de estar a punto de llegar, así que sean tres hamburguesas con ración de patatas, y unas Coca Colas-
Josh asintió con un gruñido mientras apuntaba en la libreta.
- ¿Hoy no esta Carla?- Pregunto Lissa con la voz amable y comedida de siempre.
- Se encuentra enferma...- Se limito a responder conciso, aun molesto por lo del mote.
- Que dios nos coja confesados.- Bromeo su hermano con otra de sus picaras sonrisas dibujadas en la cara.
- En serio, no se como te aguanto...- Afirmo él con vehemencia mientras ponía los ojos en blanco.
Pasando detrás de la barra, empujo la puerta batiente y entro en la cocina, que contaba con una ventana alargada desde donde se podía vigilar todo el local, y por donde los días normales, Carla le pasaba los platos para que los sirviera.
Silbando una tonada cogió unas hamburguesas y las coloco sobre la parrilla de la cocina, metió las patatas dentro de la freidora que comenzó a chisporrotear con animosidad.
La puerta del bar se abrió. Joshua levanto la vista esperando ver a su sobrino, pero se encontró con que entraba un cliente que no había visto nunca por ahí. Se trataba de un chico joven vestido a un estilo que los niñatos de hoy en día definirían como... ¿rapero? pantalones amplios y medio caídos una chaqueta a juego, con una gorra calada y unas gafas de sol. Lo miro fijamente entrecerrando los ojos, había algo en su forma de moverse que no le gusto un pelo. Tal vez fuese por que caminaba con la cabeza baja y semi oculta bajo la gorra. Avanzando por el local, se planto en frente de la mesa donde Haiden y Lissa charlaban animadamente.
- ¿Haiden Knightby? tengo un mensaje para usted.- Se limito ha decir el sujeto.
Su hermano levanto la vista con una sonrisa, y la mirada entre sorprendida e interrogante.
Josh sintió la amenaza antes de ver el reflejo del arma en las manos del tipo, pero aun así no acertó a reaccionar a tiempo. Los hechos que acontecían ante sus ojos transcurrían sosegadamente, como si estuviese en una película a cámara lenta y él fuese poco mas que otro espectador sorprendido por el momento. Un grito de advertencia pugno por salir de su garganta pero se quedo en apenas un graznido ahogado. De todas maneras aquello no habría supuesto ninguna diferencia. Los disparos resonaron en el bar y la sonrisa perfecta de Haiden desapareció en una explosión de sangre. Su cabeza se arqueo hacia atrás con un crujido horrible mientras dos proyectiles mas, le impactaron el el pecho, instantes antes de que se desplomase en el suelo como un muñeco de trapo. Lissa grito entonces, tal vez fuese por el terror, aunque mas probablemente fuese por la sorpresa, nadie tendría la oportunidad de descubrir la razón, por que en ese instante fue acallada para siempre con un certero disparo en la frente.
Fue en ese momento cuando todo pareció recuperar la velocidad. Josh salio rápidamente de la cocina decidido a coger la escopeta corredera que tenia debajo de la barra, pero una mansalva de disparos le obligo a tirarse de cuerpo a tierra. Escucho el grito de Walter, uno de los viejos borrachines al recibir una de las balas, y varias botellas del mostrador estallaron en mil pedazo que cayeron sobre él, embriagándolo con el penetrante olor del alcohol. Con un horrible escozor en los ojos que practicamente no le dejaba ni ver, se arrastro por encima de los cristales, palpando bajo la barra hasta que localizo el arma. Cogiéndola con destreza la cargo con un sonoroso "Clack clack" y surgió de golpe dispuesto a reventar a ese hijo de perra. Pero solo se encontró con la puerta de entrada que se cerraba empujada por el viento.
El tipo había huido...
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Liam Knightsby era un chico feliz.
Volviendo del colegio había tenido la genial idea de pasar por la tienda de comics. No habían muchas novedades aquella semana, pero una pequeña joya había caído en sus manos. Se trataba de una edición especial de la película de Watchmen, uno de sus comics de superhéroes favoritos.
- ¡Comic no!- Se reprendió en pensamientos.- Es una novela gráfica.-
Aquel termino tan especial era reservado solo para las obras magnas del mundo de los comics. Solo los mejores llegaban a adquirir tal denominador, ¡¡¡y no era para menos!!! ¡Con ese guión, ese drama humano que trascendía la religión, la raza y mismísimo pensamiento humano ¡ Y por supuesto Rorschach! Dios, que grande era ese personaje, la lectura ya valía la pena ni que fuese solo por él... bueno, también por el Doctor Manhattan y lo buena que estaba la segunda Espectro de Seda.
Tan abstraído estaba en sus elucubraciones, que casi no hizo caso al sonido de petardos que escucho en la lejanía. Se pregunto vagamente por la razón de que alguien estuviese lanzándolos en un día, en el que no había celebración alguna, pero pronto sus pensamientos volvieron a la creación de Alan Moore y Dave Gibbons. Dudaba mucho que sus padres, le dejasen quedarse hasta tarde viendo una película para la que de entrada, no tenia supuestamente suficiente edad para poder visionar. La verdad es que sus padres eran unos plastas, pero con el tiempo se había echo todo un experto en hacer todo tipo de cosas ha escondidas de ellos.
El ruido de alguien a la carrera le izo levantar la mirada. Un hombre se acercaba corriendo frenéticamente en su dirección como si le persiguiese el mismísimo diablo. Sorprendido, Liam se aparto en el ultimo momento, dejando pasar al hombre que aun así, en su alocada carrera le empujo ligeramente en el hombro, de una manera que casi le tira la mochila al suelo.
- Heyyy.- Fue lo único que pudo articular sorprendido.
Se quedo mirando al tipo durante unos instantes, mientras este desaparecía rápidamente detrás de la esquina de la calle. Desde luego, ya fuese en coche o ha pie, la gente iba por la ciudad como si fueran unos maniacos. Encogiendose de hombros siguió su camino tranquilamente desconocedor de lo que realmente había acontecido a pocas manzanas de alli. Acelerando el paso, prosiguió su camino por Hazen Street hacia el bar de su tío Josh. Sus padres ya Debian de haber llegado, y no quería que sospechasen nada.
Volviéndose a sumir en sus pensamientos comenzó a rememorar las escenas de la novela gráfica de Watchmen. Unos amigos le habían explicado que la película era muy fiel al original, esperaba que así fuese... Casi sin darse cuenta choco de frente con una señora que estaba parada en medio de la calle.
- Perdón...-
Musito avergonzado a modo de disculpa, pero la mujer casi ni se entero de su presencia. Sorprendido se dio cuenta que estaba a pocos metros del bar de su tío, en cuya puerta se agolpaba un nutrido grupo de gente que miraba por las ventanas de manera poco discreta. Preguntándose que demonios habría pasado, Liam comenzó a preocuparse. Podía ser que ha su tío Josh le hubiese dado un ataque al corazón o algo. Era relativamente joven, pero ese sobrepeso no era bueno para la salud, o al menos eso le había escuchado decir a su padre un millón de veces. Sin pensárselo dos veces se adelanto y comenzó ha abrirse paso apartando como podía las personas ahí presentes.
- Disculpen, déjeme pasar, perdón, gracias...-
Cuando llego a la entrada abrió la puerta y lo primero que vieron sus ojos fue la sangre. Las lágrimas de su tío y la sangre de sus padres. Sangre roja y brillante por todas partes.
Permaneció totalmente inmóvil en el sitio, algo le decía, que después de todo, aquella noche no vería ninguna película.
FINAL DE LA PRIMERA PARTE