Partida Rol por web

Chuma no había parado de maldecir a los chupasangres ni un solo segundo, su mantra de odio era lo que le mantenía en guardia a pesar del dolor de su herida. Al menos volarle la cabeza a aquel chupóptero le había supuesto una remota satisfacción, tenía que acordarse de añadir una nueva cruz a su escopeta, como recordatorio de aquella pequeña victoria sobre la no-vida... Pero algo había tirado su única fuente de luz al suelo, dejándolos a oscuras para marcarse un nuevo pasodoble con el enemigo.

Por suerte estaba cerca de Pietro y sus ojos se adaptaban rápido a la oscuridad, pudiendo reconocer la zona de la que provenía la voz de Liza, apañándoselas para alcanzar al Pietro y lanzarlo en aquella dirección, antes de que los vampiros le echasen mano... 

- Liz... Entrega especial... Salva el culo, hada, y haz que valga la pena.- Berreó, volviendo a cargar su arma mientras esperaba que le cayesen por cualquier lado... Esperaba que su compañera pudiese sacarles de allí, pero alcanzarlos antes de su partida ya era otra historia.

La mesa se volcó y la única fuente de luz se hizo pedazos. Pietro, que intentaba huir hacia la salida, se vio envuelto en oscuridad y trastabilló. Las luces de Pietro se habían apagado también, así que lo único que se podía ver era la calavera ardiente de Liza, flotando ominosamente en medio de la negrura más absoluta. Parecía una escena sacada de una pesadilla.

Pensando que los vampiros acudirían hacia Liza, Pietro se apartó, buscando a tientas en la oscuridad. Pero su sentido de la orientación le falló: llegó hasta un muro pero allí no había ninguna puerta. Había tomado la dirección equivocada.

A pesar de su herida, Chuma había decidido no retirarse, para cubrir la retirada de Pietro (quien se lo hubiera dicho hace unos años...). Ahora, no tenía ni idea de dónde estaba el hada.

Entonces empezaron a escuchar los pasos silenciosos de los vampiros, ya recuperados y moviéndose como gatos en la oscuridad, en busca de su presa.

—¿¡Pero quién ha roto la luz?! ¡No importa! ¡No necesito verlos para devolverlos al cementerio!¡Vengan, vampiltrafas!— gritó la corrompida. Ella no se sentía tan segura, pero si tenía la certeza de que era la que mejor saldría parada peleando en estas condiciones.

Liza trató de rebuscar en aquella parte más violenta de su ser, tratando de que la furia la ayudara a arder con más fuerza, y con más aires de poder.

Necesitaba la luz, es cierto, pero también sabía que los vampiros solían sentir aversión por los fuegos grandes. Sin embargo, por mucho que quiso, su "cabellera" no se avivó. Al menos tenía la seguridad de que Chuma no le dispararía por error, pues era ella era el único punto de referencia visible en la habitación.

Aguzando el oído y aprovechando la poca luz que ella misma emitía, se preparó para esquivar las inminentes acometidas de los vampiros y, con algo de suerte, lanzar sus propios golpes.

 El temor se apoderaría de momento de mi corazón, ese día estaba saliendo todo mal y mi propia esencia me indicaba que era una presa débil entre un montón de depredadores, pese a la ayuda de mis compañeros, el sentir una pared en lugar de la ruta de escape vista antes, no hacía mas que traer una porción de desesperación autentica.

 Pietro permaneció en silencio y busco tomar la piedra que colgaba de su cuello y, en si mismo, la necesidad de confundir a sus perseguidores, temiendo que por ser creaturas de la noche, pudieran sondear la oscuridad y encontrarle, recurrió a su habilidad para cambiar de forma en algo mas sencillo, mucho mas pequeño y ágil de lo que el era realmente, y por sobre todo, poder orientarse bien en la oscuridad. Una pequeña rata que bien podría escurrirse por la primer abertura que encontrase, pero ante todo, su instinto de supervivencia mas claro le indicaba que necesitaba ocultarse y tener la seguridad de que no estaba en el radar de sus predadores, dejando en el lugar donde inicio su transformación, solamente su ropa, quedándose quieto dentro de esta esperando confundir a los vampiros. Y en la "dulce" espera, asegurarse de un detalle, de romper la cuerda de su collar con sus dientes y así poder llevarse aquella piedra entre estos, no sería algo difícil de lograr, pero que si pondría en alerta a aquel que gobernaba en la corte a la que pertenecía. Había roto su regalo, aunque tuviera un buen motivo para hacerlo, eso seguro no le agradaría a Lord Spriggan cuando se enterase, y llevarse la piedra consigo, era la única forma de que lo que tuviera que hacer luego para pagar esa ofensa, no fuera tan severo.

Las llamas del "pelo" de Liza se avivaron hasta adquirir la potencia y luminosidad de una hoguera de campamento. Alrededor de ella, se formó un círculo que convertía varios metros de oscuridad en penumbras, lo que sirvió para que viera a los dos vampiros con dagas, que se habían estado acercando a ella sigilosamente. Con la nueva explosión de luz y calor, sisearon de forma desagradable y titubearon unos instantes, cubriéndose los ojos.

En otro extremo de la nave, Pietro la rata intentaba ocultarse entre sus ropas de humano. A pesar de que él no podía verlos, los dos vampiros restantes se acercaban con cautela. El único que vio lo que sucedía era Grigor. El espectro vio como uno de los vampiros señalaba a un lado, y su compañero siguió sus indicaciones para coger un saco de lona abandonado en la nave. Después todo pasó en un instante. Moviéndose a una velocidad sobrehumana, los vampiros dieron caza a la rata antes de que esta supiera qué pasaba. Uno de ellos la metió en el saco, manteniéndolo cerrado mientras el otro lo aseguraba con una de las cadenas de hierro frío.

Con la presa en su poder, uno de los vampiros gritó en un idioma que parecía hebreo, y los dos que habían estado cercando a Liza se dieron la vuelta para unirse a ellos.

Poco más podía ver que el espectáculo de luz (Su cráneo en llamas) y sonido (Sus bravatas con voz cavernosa con tintes del averno) desplegado por Liz, la Jem del infierno, en medio de aquella confusión de sombras, dentudos, magos de tres al cuarto y, si no me fallaba el oído, hasta un fantasma con el que había compartido chupitos. Se daba cuenta de que, entre toda la parafernalia que solía pedir a su arregaldora, una simple linterna habría sido de más ayuda que una cadena de hierro frío con la que Rasputín se había limpiado la hucha después de un bañito en el Volga, peor ahora la suerte estaba echada.
Otra cosa era lo que acababa de oír, puede que no supiese hebreo, peor si que era capaz de reconocer el brío e ilusión, aun durante la tensión, en la voz o la respiración de un depredador que se ha hecho con su presa...
- Liz... Creo que se van... Posiblemente con nuestro amiguito, peor no soy capaz de ver una der'mo en esta discoteca, si obviamos tu brillante cabeza.- Gritó tratando de hacerse una idea de cuáles eran su mejores opciones... Esperaba que ella reaccionase y también tratase de ir tras ellos, mientras trataba de echar mano de su instinto para intuir en qué zona estaban, hacia dónde iban.

-¡Nadie se va a ningún lado!- bramó Liza mientras salía corr8endo y agitando la cadena en la dirección en la que creía haber escuchado a los vampiros hablar.

Esta vez, el pesado gancho al final de la cadena no buscaba clavarse en la carne, sino encontrar un miembro en torno al cual enroscarse. Liza sintió la cadena dar dos vueltas al rededor de algo, antes de dar un fuerte tirón con la intención de estampar al desgraciado contra el suelo.

Chuma, sin pensárselo dos veces disparó en la dirección en que creía que estaban los chupópteros pero la confusión general hizo que disparase a ciegas, definitivamente aquello había mermado su sexto sentido para la caza...

Cuando empezaron a sonar disparos, Grigor se echó a un lado. Había poco en este mundo que pudiera dañarle pero sabía que el armamento del señor Morozov estaba diseñado para la caza no habitual. En una ocasión, le había visto destrozar a un bunyip de una perdigonada. 

Eso le recordó que en los últimos tiempos, le resultaba conveniente frecuentar la compañía del cazador. En lo que iba de año, otros nueve fantasmas habían desaparecido sin dejar rastro y los depredadores naturales del mundo espectral escaseaban normalmente. Mejor estar preparado. 

-No te vuelvas, "Chuma", soy yo, "mortaja".

Los dos vampiros que la acosaban se dieron la vuelta para retirarse, pero Liza no pensaba dejarlos marchar tan fácilmente. Antes de que el más cercano hubiera podido recorrer unos metros, la cadena al rojo se enganchó de forma salvaje en su cuello. Liza tiró con fuerza, y se oyó un ‘crack’ reconfortante que habría significado la muerte de cualquier otro ser que sí hubiera necesitado una tráquea. El vampiro fue derribado y arrastrado varios metros hacia atrás.

Completamente a oscuras, pero temiéndose lo peor al ver la retirada, Chuma volvió a cargar a Iskra y apuntó a ciegas a la zona donde suponía que estaban los secuestradores de Pietro. Grigor se apresuró a apartarse del paso, colocándose a la espalda del cazador para evitar las balas sagradas.

Sin poder ver nada, Chuma se limitó a disparar como un loco, una salva tras otra, a ver si oía un grito de dolor confirmando que había acertado. Por desgracia, había calculado mal la distancia. Los vampiros estaban más lejos de lo que pensaba, fuera de su alcance, y ahora no le quedaba nada de munición. Cero.

Grigor fue el único que pudo ver como los tres vampiros restantes saltaban más de siete metros en vertical hasta una galería superior, y de ahí, a través de una ventana, salían a la noche con el saco a cuestas.

La mano helada de Grigor apretó el hombro del cazador. 

-Tienen una furgoneta ahí detrás. Se lo llevarán a la Casa Blagration. Si vamos por la puerta de atrás todavía podemos alcanzarles...

Se dio cuenta de que no podían ver su dedo señalando la puerta oculta en las sombras. 

-Seguid el sonido de mis pasos. Y baja ese cañón. 

—¿¡Pero qué te ha poseído, loco?!— exclamó Liza, agachando la cabeza al ver que Chuma se ponía a disparar como un condenado. Las palabras del fantasma parecieron el remate de un chiste.

—¿Padre, es usted? Que susto. Gracias por la información— dijo, a punto de echarse a correr hacia la puerta cuando el peso atado a la cadena le frenó en seco.

—Ah, si. Estás de suerte, no tengo tiempo para esto— con un ágil movimiento de muñeca, la cadena en torno al cuello de la sanguijuela se aflojó— Allí tienes a uno de tus compis moribundo. Si es por mí, cómetelo— Liza miró al vampiro al que le hablaba para cerciorarse de que estaba consciente— Escúchame bien. 555-6429. Si no recibo un mensaje tuyo en la siguiente hora diciéndome dónde contactarte cuando lo necesite, volveré a buscarte y te arrastraré hasta el centro de la Skver Devich'yego polya* a pleno mediodía.

La corrompida ni se molestó en esperar una respuesta. En lo que a ella respectaba, acababa de hacer una muy generosa oferta de negocios: perdonaba una vida (a fin de cuentas, ella no quería ser una sanguinaria), ofrecía su información de contacto y obtenía lo mismo a cambio. Algo le decía que iba a necesitar tratar con la facción de la Noche en los siguientes días y ese vampiro, por muy bajo que estuviera en el escalafón, iba a serle útil. 

—¡No te me quedes mirando!¡Tú también espabila!— acicateó a chuma, apurándose para ir a la salida.

Iskra no cantaría más esta noche, lo que dejaba a Chuma bastante limitado, ya que era la única arma que tenía capaz de joder a aquellos no muertos. 
- Yebanoye der'mo.- Escupió a un lado justo antes de reconocer la voz de Grigor. Entonces sí que se encontraba allí. - ¿qué diablos haces aquí? ¿Venías con ellos?- Le increpó mientras seguía el sonido de sus pasos hacia aquella supuesta furgoneta de la que había hablado.
Miró con enfado a Liz cuando le increpó, a fin de cuentas le habría encantado echarle la culpa a su espectáculo snuff por lo mal que lo había hecho, pero sabía, muy profundamente, que si alguien tenía la culpa de cómo estaba yendo la cosa era él, porque un cazador debe de seguir siempre la primera regla del oficio, y esta es PLANIFICACIÓN, pero aquella cita improvisada en el ombligo industrial de ninguna parte no le había permitido más que cargar con lo que ya llevaba encima. Acarició la cadena que llevaba a modo de cinturón, dando gracias de tener algún recurso más, y se aseguró de que su ballesta no hubiese caído durante su forcejeo con los vampiros, pero maldijo a Iskra entre dientes por no haber sabido frenar sus versos de pólvora sagrada hasta que hubiesen terminado con aquella tropa.
- Dita sea, para una vez en que una puñetera hada me debe un favor, no voy a poder aprovechar su mierda de glamour.- Ya daba a Prieto por perdido, pero en el fondo le gustaba pensar que tal vez Prieto tuviese razón al azuzarlos para tratar de cazar al canijo de acento esmeralda.

Una puerta de emergencia mugrienta se abrió con un crujido. Afuera caía una llovizna fría y desagradable. 

-Por aquí, deprisa... -dijo una voz-Maldición, oigo el motor en marcha.

Como casi siempre en Moscú, la llovizna era prácticamente aguanieve, y los dejó calados en apenas unos instantes. Grigor incluso pensó en volver a su forma incorpórea para ahorrarse las molestias.

Al otro lado de la calle, una furgoneta negra con el motor en marcha esperaba a que los vampiros acabaran de meter el saco en la parte de atrás y subieran. El conductor los vio salir de la nave, y giró la cabeza para gritar a los vampiros que se apresuraran.

La furoneta de Chuma quedaba algo más lejos, así que echar mano de ella podía suponer el que perdiesen el rastro de sus presas, tocaba volver a confiar en su estúpida mala suerte como cazador para emplear su otra única arma de proyectiles, Slyuna, su arco*. Con mano firme y movimientos raudos se plantó en el suelo mojado, dejando que la tela de sus pantalones se calase, como se calaba el sudario sobre su migo muerto.

- Venga, preciosa, muestra a esos hombres malos cómo nos las gastamos en mi barrio.- Oró mientras disparaba a los neumáticos del vehículo.

Las llamas que envolvían el cráneo de Liza casi se apagaron por completo al salir a la calle.

La lluvia como un literal baldazo de agua fría, sumada a la desalentadora visión de la camioneta lejana y ya en marcha hicieron que le temblara la determinación, y con ella, las emociones arremolinadas y violentas que la mantenían conectada a su poder infernal.

Pietro ya le parecía perdido para siempre y eso la descorazonaba, el hada era útil, el hada tenía las claves que había reunido en busca de su libertad, el hada era capaz de incriminarla, pero además, después de unas cuantas penurias, empezaba a pensar en el hada como una amistad, o al menos como un aliado.

Liza sintió el poder escurrírsele entre los dedos, pero en el último instante se aferró a él y lo retuvo para sí. Así como no podía dejar ir al hada, no podía dejar ir su poder. A fin de cuentas, aunque en un comienzo fuera prestado, tras tanto tiempo ¿No era ya parte de ella? ¿No era suyo? ¡Si, y estos parásitos se van a enterar! La llama de la calavera estalló con furia renovada, y la cadena en sus manos volvió a avivarse, siseando contra el agua fría.

La piel de Liza, hasta ahora con el aspecto del asfalto, se descascaraba y deshacía con el agua fría, haciendo que manchas negras fueran creciendo desde debajo de su ropa. Ahora su cuerpo simplemente parecía carne quemada, pues una parte de su transformación se le había escapado, pero lo que había logrado retener era suficiente para hacer lo que necesitaba.

¡BROOOOMMM! Un motor rugió tras el almacén. Aquella motocicleta era una extensión de la propia corrompida, tal como lo era su poder, y respondería al llamado de su dueña. Aún sin piloto, el vehículo encontraría el camino hacia ella en unos instantes.

—¡Chuma! Amarrada a mi moto está mi escopeta. Súbete, tómala, agárrate fuerte,  y por el amor de Dios afina la puntería— dijo sin haber notado por su ensimismamiento, que el cazador había sacado un puto arco y ya estaba disparándolo contra la furgoneta.