Las amenazas de Liza parecían no hacer mella en el sacerdote, que aguantaba estoicamente el sermón con ojos vidriosos y desenfocados. Para sorpresa de Liza, aquel lechuguino contestó alzando el crucifijo que llevaba colgado y enfrentándolo delante de Liza.
- ¡Vade retro!- pronunció, con una fuerza en la voz que Liza hubiera dicho imposible en aquel tipo tan insulso.- Dile a tu amo que aquí no tiene poder sobre mí.
Aún mayor fue su sorpresa cuando Liza empezó a notar que el suelo bajo sus pies ardía como si estuviera caminando sobre una olla de hierro calentada por unas brasas. Miró incrédula a su alrededor. Todo el suelo alrededor de la iglesia estaba consagrado, y aquel meapilas que parecía un simple párroco de barrio tenía realmente Fe Verdadera.
Liza y Grigor huyeron rápidamente, poniendo tierra de por medio entre ellos y el suelo consagrado. Liza miró de reojo al sacerdote antes de despedirse entre dientes.
- Muy bien, que así sea. Seguro que volvemos a encontrarnos pronto...
Aquello rajó, escupió, vomitó, cosió, quemó y se rio dentro de lo que antaño habían sido las entrañas del cazador. Si hay quien dice que el cuerpo es un templo, era imposible tan siquiera comenzar a enumerar de cuántas formas se habían mancillado, roto, pervertido y tergiversado los principios lógicos que regían al ente conocido como Chuma, tanto los biológicos como, los de las ciencias comunes o los dones espirituales, si se creyese en ellos. Aquel cirujano sin rostro, que operaba desde el otro lado del espejo, terminó de obrar sobre aquellos restos, aprovechando el momento en el que su paciente perdía la respiración y toda sensibilidad por unos segundos para firmar su magna opus derritiendo algo sobre su frente, antes de reptar de vuelta hasta la superficie del espejo, rompiéndolo en mil esquirlas tras cruzarla de nuevo.
- Sssssssssssssssssssssssssssstamos en pax.- Dijo una voz que se perdía en los ecos de la distancia al tiempo que Chuma recuperaba la respiración y os latidos de un corazón que ni sabría decir si era el suyo, pero todavía no había recobrado la consciencia.
Al lado de la cama se levantó el niño del color equivocado restante, tomando con sus pequeñas zarpas el extremo de la sábana ensangrentada que caía de la cama. Miraba al cazador sin saber qué había pasado exactamente, como si con la partida del demonio y la rotura del espejo hubiese perdido todo recuerdo.
Vladimir posó una mano sobre su cabeza, como si tratase de tranquilizarlo, de decirle que sabía lo confuso que estaba.
- Estamos en paz.
Pero al notar su tacto, el infante comenzó a chillar, mientras se derretía sobre la cama por aquel mero contacto. Con un SPLOSH desagradable, el niño pasó a ser una mancha más, como de alquitrán, en el camastro.
En ese momento, los ojos de Chuma se abrieron de par en par.