Partida Rol por web

El sonido de la madera era inconfundible. Ahí estaba Freddy. Charles suspiró y echó un vistazo rápido al cielo para comprobar cómo había cambiado esa formación en el tiempo que les llevó excavar. 

Richard, el que me estés ayudando en una tarea tan ingrata es algo que nunca olvidaré - le dijo antes de abrir el ataúd. 

La sensación al aspirar olor que desprendía Freddy era algo que nunca había sentido, pero Charles hizo de tripas corazón y ni se inmutó. Se arrodilló apoyándose sobre el ataúd con las rodillas y acarició el rostro podrido de su tío. 

Lo siento Freddy. Esto es lo último que hubiese querido hacer... Espero que puedas perdonarme. - le dijo mientras levantaba cuidadosamente su americana buscando el amuleto. 

Robert, sujeta fuertemente al prisionero postrado de rodillas junto a la tumba de Fredy. - Callate!! maldito asesino ¿acaso no pretendíais hacer lo mismo ? ¿acaso no se lo hicisteis a Freddy? Increpa Robert al sectario mientras escucha cavar a sus compañeros.

Los movimientos eran pausados, casi ceremoniales. Charles comenzó por corregir la postura de su tío, el rigor mortis ha desaparecido por lo que no tiene mucha dificultad a la hora de mover sus brazos para que no le dificulten la tarea que está a punto de hacer.

A continuación pasó a desabrochar los botones de la chaqueta, tras abrirla desvelando nuevas manchas rojizas sobre la camisa blanca pasó a desabrochar esta última prenda.

Un metro más atrás su amigo y compañero Richard observaba la operación al tiempo que alumbraba aquello con ayuda de una linterna que le acababan de proporcionar. Se encontraba a caballo entre la obligación de asistir a su compañero y el escaso deseo de ver lo que estaba por hacer.

Al abrir la camisa, el su pecho desnudo desveló una sorprendente visión, algo inesperado en un hombre de avanzada edad. El pecho del tío Freddy se encontraba decorado con un gran tatuaje, un tatuaje familiar de aspecto realista: una monstruosa mujer con colmillos de elefante y unos grandes y estrellados ojos, su cabeza se encontraba coronada por una diadema. Aquella horrorosa faz la habían visto hacía apenas unos minutos.

Numerosas quemaduras se encontraban diseminadas aleatoriamente por todo aquel torso tatuado, destacando dos en donde se supone que estaban los ojos de la monstruosa mujer.

Un suspiro, un movimiento de la mano aferrando la fría empuñadura de la daga ceremonial que tomó unos instantes atrás. Aquel tacto lleno de engarces no le consolaba…

Una lágrima se deslizó por el rostro de Charles. Dejó la daga de lado y acarició el rostro deforme de su tío. Intentaba ver mentalmente su rostro cuando estaba vivo, cuando estaba sano. Pero su mirada se iba inevitablemente hacia el tatuaje de su tío. Tatuaje del que no tenía idea alguna. La lágrima que se deslizaba por su cara cayó sobre el pecho del cadáver. 

Freddy.... perdóname por esto que voy a hacer. ¿Me estoy equivocando? ¿Te he malinterpretado? - la mano se tiznaba de una mezcla de verde y rojo con los restos que desprendían su rostro - Espero ser capaz de terminar esto...

Uaaaagh - una arcada inevitable acudió a la garganta de Charles. Volvió a coger la daga y la clavó en el estómago de su tío con la intención de abrírselo en dos. 

Al abrir el torso de su tío, lo primero que se revelaron fueron los órganos mayores: el hígado, lo que parecían los pulmones, el corazón, estómago e intestinos. Todo se encontraba manchado de sangre y el primer vistazo parecía el de una masa informe de vísceras, no tardó el profesor Diehl en localizar el estómago. Lo cortó y lo abrió encontrando en su interior el amuleto.

Tras limpiarlo con un paño, éste se mostró como un pequeño objeto triangular con sus esquinas redondeadas, en una de ellas había un agujero por donde debía pasar la cadena. El tamaño del amuleto no era muy grande, apenas de una pulgada. El material parecía ser el de una piedra negra extrañamente opalescente, frío al tacto.  Esculpido en su superficie se distinguían tres tentáculos, los cuales apuntan a las esquinas del amuleto, y en centro había un horrible ojo.

El tacto de las vísceras de Freddy no es tan desagradable para Charles como el hecho de estar profanando no ya su tumba sino su cuerpo. Las lágrimas seguía cayendo una a una, lentamente, sobre el cuerpo de Freddy mientras él seguía rasgando su pecho. 

Lo siento, lo siento - no paraba de repetir entre dientes. 

Cuando encontró el estómago rápidamente lo palpó y notó el tacto de algo duro en su interior. Lo abrió con la daga y la poca luz que había en el ambiente se reflejó en su superficie extrañamente oscura y brillante a la vez. 

- Sí, sí. Estaba aquí. ¡Si! - les gritó a sus compañeros según lo sacaba del estómago. Lo extrajo y lo limpió contra la americana de su tío.

Charles sintió alegría por no haberse equivocado. Su tío se lo había tragado para evitar que los sectarios lo encontrasen y ahora podría por fin terminar su ritual. Estaba alegre, contento, con lágrimas cayendo por su rostro, con las manos manchadas por las vísceras de su tío, arrodillado sobre su cadáver. 
¿Por qué sonrío? - pensó. Un escalofrío recorrió su columna. Un escalofrío como no había sentido nunca. Sintió como si la temperatura de su cuerpo bajase 2 grados centígrados de golpe. Las manos le empezaron a sudar y el amuleto volvió a caer sobre las tripas de Freddy. 

- No, mierda... - dijo pensando que lo perdería dentro de su cuerpo de nuevo. Pero el amuleto ni se manchó, cayó boca arriba sobre el pecho de Freddy. Lo recogió rápidamente y se lo acercó a la cara. Frente a él asomaban los tentáculos y el horrible ojo parecía mirar en dirección a sus ojos, pero atravesando su craneo para hacer contacto directo con la espiral que se formaba sobre sus cabezas. 

Charles enmudeció con el amuleto de nuevo en sus manos. 

Richard ilumina con mano temblorosa el trabajo de Charles, echando de vez en cuando miradas a la piltrafa en la que Saidh se ha convertido. El cuerpo de su amigo tiembla mientras trabaja con esfuerzo en el cuerpo de Freddy. Mira por encima del hombro de Charles, pero al ver el espectaculo del pobre señor Short con las entrañas desparramadas aparta la vista al instante. Las arcadas le sobrevienen, pero por fortuna (o desgracia) no mantiene nada dentro del estomago. Oye a Charles sollozar y murmurar para sí, con una desagradable melodia humeda de fondo. De pronto, los sonidos se detienen y su amigo aguanta la respiración.