Partida Rol por web

Año 1117, Otoño, Shiro Matsu

La ancestral fortaleza, edificada en el lugar donde Matsu se encontró por primera vez con Akodo, era un castillo inmenso, de más de treinta metros de altura con patios extensos, puertas fortificadas, campos de entrenamiento, dojos y herrerías. Sus muros fueron construidos por ingenieros Kaiu del clan del Cangrejo y un acantilado obligaba a todos los que se acercaban a pasar por un pequeño paso conocido como los Dientes del León. Nunca había sido tomado por ninguna fuerza enemiga y podía albergar en sus inmediaciones a cien mil guerreros León dispuestos a lanzarse a la batalla.

Shiro Matsu podría describirse en el mejor de los casos como austero y la mayoría de los samuráis de otros clanes aquí destinados lo consideraban un castigo terrible pues solo podían esperar las comodidades más básicas a la par que se veían despertados todos los días al amanecer por miles de gargantas León entrenándose en los vastos patios de armas.

Y es aquí que uno de esos extraños miembros del clan Dragón, uno de esos monjes tatuados que se dice portan la sangre del Togashi original en forma de místicos tatuajes, aparecío a las puertas de Shiro Matsu. Con apenas lo puesto, el torso desnudo y un daisho ceñido a su cintura solicitó el honor de poner a prueba al mejor estudiante de la familia Matsu en un duelo de Iaijutsu. Pronto se corrió la voz por los muros de la fortaleza, había llegado Togashi Tetsuo, un joven estudiante de la familia Togashi que buscaba la iluminación a través del camino de la espada desafiando a duelo a los mejores alumnos de todo dojo con el que se encontrara en su peregrinación. Su fama le había precedido y todos los discípulos de Matsu se presentaban voluntarios pare ser escogidos y poder batirse con el famoso Dragón pero los senseis lo tenían claro, sería Matsu Keiji, el más prometedor discípulo de todo Shiro Matsu el que tendría tal honor.

Al monje se le asignaron unas habitaciones, iguales a las de cualquier samurái de la fortaleza para que se preparara pues el duelo tendría lugar al día siguiente, justo al amanecer, en el momento en que Amateratsu con su radiante gloria vence a las tinieblas de Onnotangu.

Caminaba por el interior de la fortaleza, admirando su construcción y predisposición. Admirando la sabiduría que había en su construcción, aunque se encontraban en la llanura habían encontrado un espacio perfecto para posicionar la fortaleza.

Pensé nuevamente, había sabiduría en este lugar y era eso precisamente lo que venía a buscar. El resultado del duelo no tenía mas relevancia para mi, lo  que importaba lo encontraría en los ojos de mi contendiente. 

Agradecí la habitación, un poco mas lujosa de lo que acostumbraba, por lo que decidí dirigirme al patio de entrenamientos para observar el despliegue de las tropas de entrenamiento. Sentado en posición de loto en el patio, acariciando el cesped con los pies y las manos, mientras el Daisho descansaba cruzado sobre mis piernas, me sentí afortunado de escuchar el rugido del León. El Dragón podrá ser el señor de los cielos, pero en la tierra... sin duda el León es quien se impone.

Pasaría el día recorriendo la fortaleza, observando y aprendiendo de la Feroz familia Matsu y sus prácticas. Esperando al próximo día en que se disputaria el duelo.

Keiji fue de los primeros en ofrecerse a batirse con el discípulo del clan Dragón, y se sintió honrado de que sus senseis creyeran que era el adecuado para ello.

En cuanto le dieron la noticia, el León partió hacia el patio de armas, deseoso de prepararse para el siguiente amanecer; donde entrenó incluso con más ímpetu del habitual, sin darse cuenta de que el invitado había llegado al mismo lugar hasta terminar las maniobras del día.

Una vez finalizado el entrenamiento, Keiji se percató del Togashi, al cual observó desde lejos, fijando su mirada en su postura y su figura, con ojos expectantes.

-Parece que pese a recluirse en las montañas, el Dragón no ha dejado de lado lo marcial. Mañana podré experimentar un estilo desconocido, tengo que agradecer a Bishamon el brindarme ésta oportunidad.

Tras observar a Tetsuo, Keiji no trataría de entablar conversación con el invitado, puesto que primero quería comprobar sus habilidades. Debido a eso, siguió su rutina habitual, asearse tras entrenar, comer, honrar a sus ancestros y a Bishamon, cuidar de sus armas e irse a dormir pronto.

Amanecer en Shiro Matsu

Apenas asomaba el sol por el horizonte cuando la fortaleza Matsu se estremeció con el ruido de unos tambores golpeados con precisión por un grupo de samuráis León vestidos solo con el hakama y una cinta blanca en la cabeza con el único fin de alertar a todo el mundo de que iba a comenzar en breve el duelo.

Los dos samuráis fueron conducidos al estrecho paso que daba acceso al bastión, el Colmillo del León. En las murallas que dominaban el paso y que a todas luces era el sitio más privilegiado para atender al duelo estaban posicionados los senseis Matsu con la notable excepción de la Daimyo Matsu que se encontraba fuera en estos momentos. Las otras murallas estaban cubiertas por diferentes oficiales y personalidades  mientras que el grueso de samuráis estaban colocados en la enorme explanada que había fuera de las murallas, al otro lado del desfiladero.

El Dragón se colocó en el sitio designado, mirando hacia a la fortaleza y el León en el lugar contrario, enfrentado a él. Ambos dieron dos pasos al frente y se posicionaron a la distancia requerida. De repente los tambores se detuvieron y todo el lugar quedó dominado por un denso silencio...

Keiji mantenía una posición estándar de duelo de Iaijutsu, la cuál no era demasiado habitual de ver en Shiro Matsu; donde se solían aceptar duelos de Kenjutsu para resolver disputas entre los discípulos.

Su mirada ferviente parecía que se había quedado reducida en gran medida, puesto que el joven samurái había pasado a centrarse únicamente en el oponente que tenía delante, tratando de analizar la tensión de sus músculos, reflejo de la habilidad con la espada del extraño Dragón.

Caminó hacia el lugar al que le fué indicado y ante la aparición de su contrincante, recordó que lo había visto el día anterior entrenando. Sabía también que el León lo había notado. Hizo entonces una profunda reverencia ante su contrincante y a su vez, a todos los que también estaban frente a el.

-Domo arigató por recibirme, honorables Matsu. He de recordar lo aprendido aqui, puesto todo el Imperio tiene mucho que aprender de su sabiduria Marcial.- Sus palabras eran verdaderamente sinceras, en su camino de iluminación... sospechaba que algunos clanes iban a sorprenderlo, pero el sol crece mientras uno mas se acerca. -Por lo tanto, Matsu Keiji-sama, siento que seria deshonroso de mi parte no dar todo de mi en este enfrentamiento. Mi admiración y respeto por usted me demandan a que así sea y así será.-

Tetsuo asumió entonces la posición de duelo, sus pies suavemente se fueron deslizando hacia la posición. Respiró entonces tranquilamente, y por un momento... el aire mismo pareció dejar de entrar en su espacio personal y cuando abrió los ojos... la nada misma estaba en ellos, se sentía casi como mirar directo hacia el vacío.

Observó la posición de su oponente y el agarre con el que tomaba la Katana... Observó y esperó.

Ambos samuráis se concentran en su oponente, todo deja de existir, nada importa, todo importa. Pasan segundos, ¿o minutos?, ¿horas tal vez?. El tiempo se torna elástico, ninguno es capaz de saber cuánto tiempo ha pasado mientras sondean la postura del rival, su respiración, la tensión de sus músculos, su mirada, esa gota de sudor que cae, perezosa, desde su sien derecha, ese grillo que ajeno al dramático momento que ocurre a su alrededor, cruza el espacio que separa a los dos bushi sumido en sus propios quehaceres.

Matsu Keiji mantenía la misma postura, completamente concentrado en su rival, sin decir palabra; si bien en su mente había llegado a la iluminación, prediciendo el resultado del duelo.

-Parece que los Kami quieren brindarme ésta oportunidad para aprender. Que así sea.

Aún a sabiendas de que se enfrentaba a un oponente que consideraba tan hábil o más que él en ése duelo, el Matsu no se echó atrás, puesto que no entraba en su código de conducta el retroceder en combate; además de que no sería cortés hacia el discípulo del Dragón que había visitado Shiro Matsu por ése propósito.

Llegado a ése punto, Keiji dejó la mente en blanco y se dejó llevar por su Katana.

Cerró los ojos y se unió al espacio que lo rodeaba, sintiendo el momento... buscando el latido del León. Auque Shiro Matsu estuviera en silencio, se podían escuchar los tambores de guerra y el Kiai de esta casta de guerreros. Dentro de aquel barullo, el Monje comenzó a distinguir un tambor que resonaba a un ritmo determinado y aun mas fuerte que el resto.

Había encontrado a su contrincante y ahora sentía tambien su respiración.

Abrió los ojos....

De repente, los dos bushis se arrojaron uno hacia el otro mientras sus manos buscaban las empuñaduras de sus katanas para desenvainarlas con la velocidad del rayo buscando la carne del enemigo.

Todo Matsu Shiro contuvo la respiración por un segundo...

Se lanzó, y su dedo encontró la tsuba de su Katana la cuál con la fluides del agua se abrió camino hacia afuera. Una vez que esto sucedió, aquello que el había visualizado momentos antes... acabó por cumplirse. Pudo sentir el choque de su arma en el oponente, mientras se erguía nuevamente a un posición mas relajada.

Agitó la Katana para limpiarla y la misma volvió saya. Hizo una reverencia hacia su oponente -Oss...-

Keiji notó el corte de la Katana y desvió el suyo evitando golpear a su oponente, puesto que había perdido el duelo.

Sin tener en cuenta sus heridas, envainó su espada y contestó a la reverencia de su oponente con otra, añadiendo en voz lo suficientemente alta para que todos los espectadores pudiesen oírle:

-Matsu Keiji agradece a Togashi Tetsuo ésta oportunidad de aprendizaje.

En su mirada se podía discernir algo de frustración, pero también respeto por el discípulo del clan Dragón que le había mostrado a Keiji que Rokugan no era tan pequeño como pensaba.

Tras admitir públicamente su derrota, el León se dió cuenta de que solo había recibido rasguños, lo cual mejoró la opinión sobre el control de la espada de su oponente.

-No estoy seguro de que yo hubiese podido controlar tan bien el mío... Debo entrenar más.

Acto seguido, el Matsu procedió a abandonar la arena, para seguir con su rutina de entrenamiento tras tratarse el corte. A la espera de que sus senseis le llamaran si lo consideraban oportuno.

Escena finalizada