Aunque el lugar por el que habían entrado seguía ahí, disponible para poder salir, Willow ni se lo planteó. Sabía que si salían correrían la misma suerte que Matthew y Orsolya, y en el supuesto de que sobreviviesen... nada podrían hacer allí. El edificio en el que se encontraban era el único que parecía ser seguro en aquel lugar.
- Si el agua nos traga, igual nos lleva hasta Agnes... - habló con voz temblorosa, mientras agarraba aún con más fuerza la mano de Asterope, con miedo. No se le daba muy bien nadar, y que el agua le cubriese por completo sin tener escapatoria, le daba pánico, pero era la única opción que les quedaba, ¿verdad? Quería creer que aquello era una solución y no su final. Aunque quizás ella fuese demasiado fantasiosa y realmente con aquel acto lo que hacían era rendirse ante la muerte.
Sí, Willow, el agua os tragará, pero no es gracias a eso que seréis transportadas, sino por los cuadros. Los mismos cinco cuadros a los que ahora el agua alcanzaba y que vibraban. Los cinco cuadros sin rostro que al tocar el agua comenzaban a dibujarse, mostrando la faz de las cinco niñas que aún no habían sido inmortalizadas.
Mientras los cuadros vacíos se desenganchaban, el nivel seguía subiendo, elevando a las niñas, haciéndolas flotar y acercándolas poco a poco al techo.
Los cinco cuadros giraban como anteriormente hiciera aquel que más tarde mostraría la cara de Maxwell. Giraban y giraban, moviéndose al centro de la estancia y zambulléndose hasta llegar al círculo del estanque original. Se colaron por él y siguieron descendiendo.
Apenas les quedaba un palmo de espacio para respirar, mientras las pequeñas seguían tratando de mantenerse a flote, cuando apareció la polvareda mágica. Las luces envolvieron a las dos crías y las pequeñas desaparecieron de La Ciudad.