Partida Rol por web

Intento estirar de Indiana mientras me meto en el hueco de la pared:

-¡Indy, aquí dentro, son animales y no quiero que les hagamos daño! ¡Seguro que si nos escondemos se irán!

le grito mientras me escondo. Difícilmente podrían entrar en ese hueco...

¡Tu también eres un animal! -dijo Indy tapándose con sus brazos el rostro mientras sopesaba ir él a por la pistola-¡entiéndeme! -rió un poco-, ¡Un animal mamífero, me refiero! ¡Y ellos no lo tienen en cuenta ahora mismo!

Indiana Jones cambió en el último instante de parecer al verte correr hacia el hueco rocoso y te siguió.

Tienes el tiempo justo de meterte en la pequeña cavidad antes que pase el cóndor. ¡Fuera, Indy corre haia tí por conservar la vida!
—¡Indy!—gritas—. ¡Deprisa!
Pero tú sabes que la situación es desesperada. No hay capacidad suficiente para ambos en la cueva. Tu grito ha sorprendido al cóndor que suelta su presa. Indy, finalmente y contra todo pronóstico, cae y rueda por el suelo antes de levantarse, empuñando ya su pistola. Dispara dos veces al aire. Las detonaciones hacen alejarse a los plumíferos monstruos... momentáneamente.
—¿Por qué no los has matado? —preguntas.
—Porque son unos animales magníficos. Y recuerda... los intrusos somos nosotros. Ellos viven aquí.
Con la vista fija en el cielo, ambos montáis en las llamas, espoleándolas por el sendero que baja de la montaña.
—Estoy seguro en cierto modo que si pudiéramos subir por la montaña, encontraríamos a Sir Reginald y el Colgante—dices tú.
—Bien. Pero ¿cómo subimos? —pregunta Indy.
—¡De ese modo! —exclamas tú de pronto señalando al frente.
Allá arriba, parcialmente encubierto por un saliente rocoso, hay un sendero oculto. Conduce a la montaña en la dirección opuesta al primer camino que tomasteis. Lo seguís animadamente, hasta llegar a una gigantesca arcada abierta en la montaña.
—Huellas de pisadas —dice Indy observando el suelo—. ¡Y sangre!—añade amartillando la pistola—. ¡Sangre fresca!
Las gotas de sangre siguen un camino ascendente. Indy desmonta y las sigue, con la pistola preparada, dejándoos atrás a ti y a las llamas. Después desaparece en una cueva oscura. ¡Mientras esperas allí, suenan disparos procedentes de la caverna! ¡Parece que Indy tiene problemas! ¿Deberás quedarte aquí, sujetando a las asustadas llamas o correr en ayuda de Indy? No serías muy útil sin una pistola.

Allí me encontraba cruzado de brazos mientras miraba el camino que ya habíamos recorrido hasta que...

-¿Eso han sido disparos? ¿otra vez las bestias plumíferas? -hablaba conmigo- ¿INDY?

Sin pensarlo dos veces suelto las llamas y cojo una piedra para encaminarme hacia donde está Indiana:

-¡YA VOY INDY, AGUANTA! -grité mientras corría-

Desarmado, pero ansioso por ayudar, penetras por la amplia boca de la cueva. Dentro se está desarrollando un duro drama. Ahora la caverna se amplía, y puede verse una antigua y enorme catedral como excavada en piedra. Indy está allí, iluminado por una antorcha. Al menos lo rodean cien fieles cubiertos de pies a cabeza con plumas de cóndor blancas y negras. ¡Indy se ha quedado sin municiones! ¿Qué van a hacer con él?

Al fondo, desde lo alto del gran altar de piedra te llega un gruñido. ¡Harapiento y maniatado a la pared está Sir Reginald Brooksbank! Cerca de él, forcejeando dentro de una jaula de bambú de unos diez metros de altura, se encuentra el cóndor más grande que jamás hayas visto. Tiene el pico abierto y los ojos encendidos. ¡Estos diabólicos fanáticos le mantienen hambriento! Y entonces te das cuenta de cuál va a ser la próxima comida del ave: ¡Los dos arqueólogos!

—¡No! —gritas echando a correr hacia ellos. Tomas una antorcha de la pared y la lanzas contra el primer bárbaro. ¡Sus plumas de cóndor se encienden! Antes que los otros puedan reaccionar, has arrojado dos antorchas más a su pecho. Ahora son tres los hombres—pájaro que se propinan a sí mismos manotazos para apagar las llamas.

Los hombres restantes buscan protección. ¡Tú le arrojas otra antorcha a cada uno! Entretanto, Indy se coloca de un salto sobre el altar y libera a Sir Reginald. Mientras los tres salís de la caverna, algunos de los adoradores de los pájaros quedan libres y se lanzan hacia vosotros.
—¡La cuerda chico! —grita Indy señalando por encima de tu cabeza. Tú levantas la vista. Y ves una larga cuerda que se anuda a la gigantesca jaula de bambú. Está atada al cierre de la puerta de la jaula. ¡Tiras de ella con todas tus fuerzas! ¡Luego huyes, mientras oyes detrás de ti el brutal aleteo de los cóndores! Pero no puedes mirar hacia atrás. Sigues corriendo hasta que alcanzas a Indy y Sir Reginald en el camino de abajo.

-¡Indy, Indy, corre que la he liado mucho! -le dije en cuanto loa alcancé a toda carrera- He soltado al pájaro y no se si se va a comer a todos los indios o nos vana perseguir.

Me apoyo en su hombro:

-Por lo menos hemos liberado a Sir Reginald, jajaja, corre corre.

No tenía claro hacia donde íbamos pero mejor que quedarnos seguro que era.

Oíais el aleteo de los cóndores, y sobre todo del gigante, al igual que el picoteo de la carne de todo los fanáticos indígenas que allía había. Sir Reginald, Indiana Jones y tú ya estábais camino abajo, escondiéndonos de entre la maleza.

No te preocupes, chico -te dijo Indy-, era una situación límite. Has actuado bien: improvisando y deprisa. Ahora, ¡sigamos!, parece que les hemos despistado, pero no podemos confiarnos.

Seguísteis entonces descendiendo.

—¿Qué ha sucedido con el Colgante de los Incas? —pregunta Indy a Sir Reginald.
—Enterrado y a salvo, con los otros objetos, en el lodo... cerca del lago Titicaca... —responde el hombre con voz débil—. Justamente antes... que esa... Legión de la Muerte... matase al piloto... y me capturase a mí.
—Tranquilícese —dice Indy—. Ahora todo se arreglará.
—Lo cual es más de lo que yo puedo decir de ellos —añades extendiendo tu pulgar hacia atrás.
—¿Q... qué les ha sucedido?—pregunta Sir Reginald, muy nervioso—. ¿Siguen persiguiéndonos?
—No. Seguramente han decidido quedarse a cenar.
Detrás de vosotros, desde la caverna se elevan espirales de humo negro.
—Me pregunto si a los cóndores les gustarán los bárbaros medio crudos o muy asados —comenta Indy.
—Mejor será que no nos quedemos a averiguarlo —respondes tú, contento de que esta aventura haya concluido satisfactoriamente-.

FIN

Como siempre ha sido todo un placer.