Te levantaste. Era tarde, casi las dos del mediodía. Tu estómago rugia recordándote la hora de la comida. El olor de lo que fuera que habia preparado Loli para comer se te colaba en la nariz. Y lo agradecías pues compensaba los desagradables recuerdos que sobre la noche, poco a poco, volvían a tu mente.
Los primeros en llegar fueron los Guardias Civiles. Eran los que estaban más cerca y los que más rápido podían prestarte ayuda. Cuando llegaron les pusiste al corriente de lo que sabias y ellos te liberaron de la tensión de ser el único que vigilaba al sospechoso.
Una hora más tarde empezaron a llegar los de la científica y aquello se convirtió en un hervidero. Además del forense traían las órdenes de registro que necesitabais. Jaime seguía sin soltar prenda, así que lo detuvieron y se lo llevaron al cuartel de la guardia civil. Desde allí llamarían a su abogado.
Aunque tus compañeros querían dejar los registros para el día siguiente, insististe tanto que terminasteis por hacerlos. 3 coches de la policía entrando en la casa del veterinario a las 11 de la noche no es algo que se vea todos los días y, en menos de 10 minutos ya teníais a todo el pueblo en la puerta preguntando qué ocurría.
En casa de Jaime encontrasteis todas las pruebas de que conocía los planes de fracking y todo lo referente a la reparcelación. Tanto su ordenador como los documentos en su mesa eran pruebas claras. Seguramente estaba tan convencido de la imposibilidad de que supiesen que era él, que no había tomado ni una precaución. En la clínica veterinaria todo parecía estar en orden. Pero tú sabías que faltaba algo, algo que no estaba allí.
El coche de Jaime es el coche que necesita un veterinario rural. Un 4x4. Pero este, además, tenía un navegador. Y el navegador tenía un historial. Revisaste el mismo hasta encontrar las coordenadas que, aparentemente, Jaime visitaba todos los días. Le pediste a un compañero que te acompañase y fuisteis hasta alli.
A unos 15 km del pueblo encontrasteis un cobertizo. Al abrirlo e iluminar con la linterna descubriste lo que buscabas. En el suelo tumbado, con aspecto aburrido, un perro negro anormalmente grande te miraba con mirada triste. Era enorme. No creíais haber visto jamás uno tan grande. No parecía peligroso pero, por si acaso, llamasteis a los encargados de la perrera.
Para cuando volvisteis al pueblo era casi la una de la madrugada y la mayor parte de la gente, aburrida, se había ido a dormir. Antes de las dos tus compañeros habían recogido todo y tú estabas de vuelta en la casa rural. Pero no te acostaste, abriste el portátil y redactaste tu informe tan completo como fuiste capaz y luego se lo enviaste al Director Adjunto, ese hombre que con una corazonada, te había hecho ir hasta un pueblo perdido a investigar algo que, en apariencia, no era ni un delito.
Te acostaste sobre las tres.
Bajaste a comer y a despedirte de Loli. Te esperaban, "cuando llegases" habían dicho, sin precisar la hora, en la Comisaría General. Antes de bajar habías comprobado tu email y habías estado leyendo la copia de la confesión de Jaime que te habían enviado. En el fondo, sólo era un cobarde más y, en cuanto su abogado le recomendó confesar para reducir la pena, a la vista de las pruebas, lo hizo.
Había conocido a una de las funcionarias que habían ido a hablarles de la reparcelación. Era una mujer triste y solitaria y pensó que si la seducía obtendría alguna información interesante. Resultó que no sólo sabía de la reparcelación. Además estaba al tanto de un proceso de fracking del que, en ese momento, no sabía casi nadie. Y estaba muy sola y encantada de saber de algo que interesaba a alguien como Jaime. Le dió toda la información que pudo, incluso la que legalmente no debería haberle dado.
Jaime empezó a hacer ofertas por tierras que, aparentemente, no tenían relación unas con otras y que no valían demasiado. Algunos aceptaron otros no. Pero, mientras, la gente se fue informando más y, aunque seguían sin tener claro el valor de lo que poseían, empezaron a negarse más en firme. Las tierras "futuras" de Juan y Raúl quedaban en medio del terreno que necesitaba Jaime, pero ellos se negaban a venderselas.
No hacía mucho, en un negocio ilegal de perros de pelea en el que estaba Jaime, le habían dado a cuidar un animal desproporcionadamente grande. También querían que hiciera algo con su agresividad, que parecía no existir. Lo llevó a un cobertizo lejos del pueblo ya que en la consulta hubiese llamado la atención.
Entonces Jaime recordó haber oido hablar de El Urco a Juan alguna vez. Pensó en asustarle con la muerte inminente. Eso le haría valorar el poco tiempo que le quedaba y venderle las tierras para obtener dinero rápido y disfrutar de la vida. Con un engaño falso le atrajo, en la noche, a una de sus tierras más apartadas. Pero, una vez allí todo se complicó. El perro se escapó y Jaime acabó discutiendo con Juan y empujándolo al pozo. No podía ayudarle a salir o le contaría a todo el pueblo lo que había pasado y la gente ataría cabos. Así que le dejó allí y fue a buscar el perro. Laura debió verle mientras lo subía al 4x4 para llevarlo al cobertizo. Pero Jaime no se dió cuenta y lo descubrió después.
La mujer de Juan le vendió la tierra sin pensarlo. Estaba afectada y no le importaba nada en ese momento.
Pero Raúl seguía negándose. Y coincidió que ahí fue cuando Laura apareció empezando a preguntar si el perro que ella vió era el que "se llevó" al fallecido. Jaime se dió cuenta que Laura no era ninguna tonta como decía la gente. Ahora sí que empezaba a ser un problema. Para ganar tiempo le explicó su plan mientras pensaba qué hacer con ella. Laura parecía horrorizada con lo que había hecho pero decidió sacar provecho y le chantajeo pidiendo parte de los beneficios que iba a sacar. Jaime le dijo que se los daría a cambio de su silencio y la dejó en su casa con la promesa de llamarla en unos días.
Y la llamó y quedó con ella en su casa. Fue hasta allí con el perro en el 4x4 para que ella lo viese y se confiara. Luego le dijo que la recogería, al anochecer, en las afueras del pueblo para darle el dinero, pero que tenía que acompañarla a dejar el perro primero. La llevó hasta el cobertizo y allí, en un momento de distracción de Laura, de varios golpes en la cabeza, la mató. Luego llevó su cuerpo hasta otra tierra y lo enterró. Había cubierto sus pasos lo mejor que pudo pero, para su sorpresa, nadie investigó demasiado. Laura se había granjeado el odio de mucha gente y el cuento de Claudio sobre el Urco, diluyó aún más la historia.
Jaime seguía insistiendo. Solo le faltaba la tierra de Raúl, pero no conseguía nada. Aunque sí se le veía muy impresionado con lo que le había pasado a su amigo y las últimas murmuraciones sobre El Urco. Así que Jaime intentó algo menos arriesgado que la vez anterior. Fue hasta casa de Raúl después de haber estado toda la tarde metiendo imágenes de leyenda en su cabeza. Cuando vió que la luz de su cuarto se apagaba, Jaime que estaba escondido fuera, lanzo una piedrecita a la ventana. Había dejado el perro en un lugar perfectamente visible para asegurarse que Raúl lo vería. Y así fue. Lo vió. Y lo oyó, aunque para ello Jaime tuvo que apedrear también al perro que era tan manso que ni solía ladrar. Cuando vió por la ventana que la familia entraba y estaba pendiente del viejo, se escabulló arrastrando el perro consigo.
Loli estaba abajo y, en cuanto llegaste, te indicó tu mesa y te sirvió comida como para un regimiento. Luego se sentó contigo y estuvo casi toda la comida dándote las gracias por lo que habías hecho.
Cuando intentaste pagar, antes de salir camino de Madrid, ella se negó. Dijo que tenían mucho que agradecer y que esa era su manera de hacerlo.
Una vez llegaron los colegas de la Guardia Civil me pude relajar un poco. Jaime no había estado muy hablador y, la verdad sea dicha, posiblemente ha sido lo mejor. No sé si no hubiera hecho algo de lo que más tarde me habría arrepentido. Aún queda mucho por hacer y tengo la intención de asistir cada uno de los pasos personalmente. Acompañó el trabajo de campo de los científicos, asisto al registro de la casa y la clínica, ato cabos y descubro el paradero del Urco, un perrazo enorme y negro como la noche pero tranquilo y parado como un funcionario cercano a la jubilación. Por fin doy por acabado mi trabajo esa noche y me voy a descansar, aunque aún encuentro tiempo para redactar un informe y mandárselo al Director Adjunto.
Cuando me levanto por la mañana me siento de todo menos descansado. He terminado mi trabajo aquí. He conseguido atrapar a un asesino que había conseguido burlar a la ley. He descubierto la verdad y de esta forma hecho justicia, sobre todo para las familias de las víctimas. Todo esto me debería hacer feliz, pero al mismo tiempo hace mi infelicidad personal si quiera más patente. Hecho de menos a mi mujer, con la que estaría ahora comentando los detalles del caso mientras su mano acaricia mi pelo, mi cabeza apoyada en su regazo, y disfrutamos de una copa de vino. Tanto parece ser mi anhelo, que precisamente esas imágenes han poblado mis sueños esta noche. Ella estaba ahí. Podía sentir su tacto, oler su perfume y, cuando se agachó para posar sus labios en los míos para darme de nuevo un tan deseado beso, sentí tierra en mi boca. Abrí los ojos inmediatamente y me encontré con el rostro muerto de Laura mirándome fijamente y sonriendo. La cara gris y llena de cortes por las piedras que la habían enterrado, el cabello sucio y con restos de tierra aún colgando de él. Me desperté al instante con una enorme sensación de angustia y no pude volverme a dormir hasta casi la madrugada; las imágenes de Laura demasiado vivas en mi inconsciente, la idea de que quería mandarme un mensaje demasiado presente. Para cuando me quiero despertar ya es tarde y vuelvo a recordar el sueño. ¿A querido Laura agradecerme desde el más allá lo que he hecho por ella? ¿O me ha querido decir que lo mío con Julia esta muerto y que debo rehacer mi vida? No lo sé, pero mis tripas y el olor de la comida que ha preparado Loli me devuelven a una realidad más mundana.
Bajo al comedor y compruebo que mi olfato no me ha engañado. Loli es una santa católica y apostólica. Que mano tiene la mujer para la comida, Dios mío. Esta eufórica y no para de derretirse en elogios para con mi trabajo de los últimos dos días y el favor que le he hecho al pueblo. Supongo que en parte esta orgullosa de haber sido mi anfitriona y poder contar a los que quieran escucharla, que no serán pocos, todos los detalles sobre la estancia de ese policía de ciudad que un día se plantó en Currelos a investigar una leyenda.
Me niego en redondo a no pagar por las noches pasadas en su posada. El estado paga mis dietas y no tiene sentido que Loli no se vea recompensada por sus servicios. Ella insiste y la hago una propuesta. La pido que por favor me avise cuando se sepa la fecha del entierro de Laura. Me tomare dos días libres para asistir a su última despedida y no se me ocurre mejor local para descansar y comer que Benaxo. Loli acepta contenta de poder hacerme un favor y, como dice ella, devolverme un poco de lo que he hecho por el pueblo.
Como disfrutando de la comida bien hecha pero con cierta prisa, quiero volver hoy mismo a casa y se esta haciendo tarde. Así que, en cuanto acabo, le doy las gracias a Loli y subo a mi habitación a terminar de hacer las maletas desechando la invitación a tomar un café. No tardó mucho en acabar con esta tarea y cargo mi escaso equipaje en el maletero del coche de alquiler. Vuelvo a recepción, pago a Loli la cuenta y me despido de ella dándola dos besos en la mejilla y recordándola nuestro trato. No lo hubiera creído, pero le he cogido cierto cariño al pueblo y sus habitantes y, antes de entrar en el coche, me giro a mirar a mi alrededor las calles y las casas de la pequeña localidad que me ha acogido estos dos días y despidiendo me así mentalmente de ella.
Adiós Currelos. Vine a disgusto en busca de una supuesta leyenda y me marcho con pena después de haberla descubierto.
Cuándo llegas a Madrid ya es casi de noche. Estás tentado de irte directamente a casa si no fuera porque te habían dado órdenes expresas. Así que fuiste a la Comisaría General y pediste hablar con el Director Adjunto. Para tu sorpresa seguía allí, no se había ido a casa y no tardaron ni un minuto en hacerte pasar a su despacho.
El hombre estaba con la vista metida de lleno en la pantalla del ordenador y a la vez que tecleaba furiosamente. Pero cuando levanto la mirada y te vió, dejo inmediatamente lo que hacía y se puso en pie para estrecharte la mano.
-Bienvenido. Le agradezco mucho que haya pasado por aquí antes de ir a casa. Seguro que está muy cansado. Siéntese, por favor- te pidió, indicándote la silla enfrente de su mesa. Después él volvió a su sitio para continuar
-No sabe cuánto le agradezco lo que ha hecho. No es sólo el hecho en sí de haber descubierto lo que le habíamos pedido, es que con el resultado que usted ha obtenido abre la vía para que yo pueda hacer esto más veces. ¿Sabe? aparentemente no tiene mucho sentido que los recursos de la Policía Nacional se gasten en investigar cosas pequeñas, sin importancia, en pueblos perdidos de la mano de Dios. Pero yo creo que sí, que es importante. Entiendo que la escasez de recursos que tenemos hace que no podamos destinar una patrulla o una brigada a algo como esto pero, si de vez en cuando, tengo la posibilidad de enviar a un compañero como usted para investigarlo ya será un avance. Ahora nadie podrá decirme que no lo haga porque usted ha dejado claro que hay cosas que hay que mirar con mucha más profundidad. A ver, no siempre serán necesarias estas actuaciones. Estas cosas tan extraordinarias pasan muy de cuando en cuando, pero es importante que cuando suceden no queden impunes. Su trabajo ha sido concienzudo y está bien documentado, nos permitirá encerrar a ese desgraciado durante una buena temporada y conseguir resarcir económicamente a las víctimas, aunque eso no sea gran cosa.-
Levantándose fue hacia ti -No quiero robarle más tiempo. Sólo quería agradecerle lo que he hecho antes de que usted vuelva mañana a sus tareas habituales- Te estrechó la mano de nuevo con firmeza y seriedad y dejo que fueras a descansar a tu casa, en tu ciudad, donde la mayor parte de la gente es anónima y nadie explica nada con leyendas.