Tras comprobar que Carlo se encontraba ileso, sonreí feliz, abrazándole con fuerza en un impulso descontrolado que me salió del corazón; dicho arrebato hablaba de que mis sentimientos estaban a flor de piel. Me separé, tras unos segundos interminables, un tanto nerviosa, mordisqueando mis uñas mientras unas lágrimas involuntarias discurrían por mi rostro. Pero, rápidamente, me froté los ojos con disimulo para que no se me notara ese momento de debilidad que, como todo el mundo, podía tener una después de experimentar alguna vivencia impactante. Hasta echaba de menos a mis padres... Ni la persona más fuerte era de piedra, eso estaba claro.
Rebusqué en mi bolso el paquete de tabaco, comprobando con una mueca de fastidio que en su interior solo quedaba un cigarro. Me lo encendí sin demora, dando una profunda calada que me supo a jodida gloria. La imagen del interior de la mansión en la que el silencio era la mejor de las noticias, me permitió relajar la postura corporal. Fuera, en el exterior, la situación también era distinta. La tormenta había amainado y, en unas horas, volveríamos a ver brillar el sol. Yo, por mi parte, si ya tenía clarísimo que abandonaría el pueblo en cuanto terminase el instituto, después de esta noche no me quedaba ninguna duda de que así sería. Cuanto más me alejase de aquí, menos recordaría este lugar maldito que se encriptaría en mi memoria, amenazando mis sueños y alterando mi descanso. Era el precio a pagar por habernos inmiscuido en este sitio cuya leyenda resultó ser cierta. "No volveré a juzgar a nada ni a nadie del mismo modo."
Miré con detenimiento a cada uno de los que habíamos vivido esta aventura macabra. Nunca había mantenido contacto real con ninguno de ellos en clase, y si lo había hecho había sido de una forma superficial o despectiva. Pero, tras esto, los veía con otros ojos; quizá hasta fuésemos amigos en el futuro. Por lo menos, tenía la certeza de que nos veríamos y reconoceríamos a alguien que ayudó al otro mutuamente a salvar la vida. Me permití incluso el lujo de reír de forma alegre por el chascarrillo de Rob, negando con la cabeza. Cediendo el cigarrillo con los dedos corazón e índice por si alguien quería saborearlo, suspiré, soltando el humo en el proceso.
—Vaya nochecita, eh... Larguémonos antes de que venga la bofia.
En el fondo, me daba igual si aparecía ahora mismo por la puerta la policía o un grupo de exorcistas a bendecir la mansión. Habíamos conseguido burlar a la muerte y viviríamos un día más para contarlo. El futuro estaba en nuestras manos y debíamos aprovechar esta oportunidad. Yo lo intentaría, desde luego.
Miro como van saliendo todos y al bueno de Igni sentado en silencio a mi lado. Con un largo suspiro me levanto y me sacudo el polvo y la suciedad de lo que queda de mi ridículo disfraz.
-Venga Igni, aún no hemos acabado.. Vamos a buscar un teléfono. La policía recibirá una llamada anónima diciendo que un chico disfrazado de arlequín se ha colado en la casa. Cuando vengan a buscarlo encontrarán sus restos, y los del pobre que viste en el armario. Con suerte tiraran esta casa abajo para siempre-
Le tiendo la mano para ayudarle a ponerse en pie, esa pierna tiene que doler. -Después vamos a mi casa, nos tomamos un café y habrá que limpiar bien ese corte-
- A raíz de una llamada anónima hecha la madrugada de ayer, en la noche de Halloween, la policía entró en la vieja mansión de la familia Hudson.
>> La escasa información que nos has dado las autoridades habla de dos cadáveres, pertenecientes a personas desaparecidas hace tiempo. No descartan que se trate de los actos de un maniaco homicida y piden a los ciudadanos que extremen las precauciones y que si ven algo sospechoso, les avisen sin demora.
>> Debido a la frágil estructura de la mansión, pues su ático se ha derrumbado, y a la exhaustiva labor de la policía científica recomiendan que nos mantengamos alejados de la escena del crimen. Cualquier intromisión podría influir en la resolución del caso.
>> Les mantendremos informados.
- Fin -