Eleazar vio cómo su amigo se revolvía contra aquel asesino, asestándole mortal puñalada, y dejándolo tendido en el suelo. Y ya lo daba por muerto el judío, pero se afanó en vendar sus heridas tomás, y entonces comprendió que estaba vivo aquel, pues aún respiraba. Pensó que no tendrían otra como esa, y que mejor harían en aprovecharla.
- Espera Tomás, que no sabemos dónde buscar a Ramón, tan solo que muerto está su señor. - señaló al soldado - Y que a buen seguro fueren este y su amigo los que lo mataron. Despabilémosle, y preguntémosle qué sabe. Aunque antes...
Sacó de nuevo el frasquito Eleazar con la misma pasta que untara en el incensario, que aún sostenía (y que apoyó momentáneamente en la mesa), y le untó aquella en la frente al soldado. Pronunció unas breves palabras cabalísticas, a lo cual miró a Tomás y le dijo.
- El delirio habrá de acudir a este hombre en cuanto despierte. Ocultémonos, y hagámosle temblar de terror para que nos cuente cuanto sepa.
Entonces tapó como pudo las velas, apartó la espada del soldado, y le atizó un par de bofetadas al soltado para que despertara. Sostenía aún la gumía, pero prefirió valerse del engaño, y habló con voz grave, entonando con convicción.
- ¡Pecador! - dijo - ¡Has cometido graves ofensas esta noche! ¡Habla y confiésalas todas, o condena para siempre tu alma!
Motivo: Falsas visiones - Suerte
Tirada: 1d100
Dificultad: 43-
Resultado: 76 (Fracaso) [76]
Motivo: Elocuencia + Suerte
Tirada: 1d100
Dificultad: 85-
Resultado: 80 (Exito) [80]
Gasto 33 puntos de Suerte para activar con éxito las falsas visiones, esta vez untando directamente en la frente del soldado. Después le espabilo, y uso Elocuencia para hacerle creer que le llegan voces del altísimo o algo por el estilo. A ver si así le saco algo :).
Otro puntito de Suerte para la elocuencia (34 en total). Me lo anoto todo en la ficha.
Tomás tenía prisa por salir de allí. Y no era para menos: con un tipo muerto a las puertas de la catedral, otro yaciente en aquella sala y un tercero desmayado en su interior, junto a vosotros (por no hablar del desaparecido alfarero). El ladrón se acordó de Tomás mientras rasgaba unas tiras de la propia ropa del agresor y las utilizaba para incorporarle (no sin echar mucha fuerza) y atarle (boca incluida). Sin embargo, parecía que Eleazar tenía algo más que hacer.
Tras untarle la frente con aquel ungüento y recitar una leve letanía, comenzó a golpear sus carrillos. El tipo no despertó hasta pasados diez minutos, y ya casi creísteis que había muerto. Cuando lo hizo le retirásteis la tela de la boca y os apartásteis. A la voz de "pecador" producida por el judío, el tipo despertó y se quedó unos instantes mirando al frente, a la fría pared de la sala embarrotada, mientras estaba recostado y sangrante. Entonces comenzó a gritar.
¡¡Aaah!! ¡Nooo! ¡Páter! ¡Piedad! ¡Ese hombre es el mal! -gritaba, fuera de sí-. ¡El demonio ha venido a él! ¡Tened Piedad, Páter Toleti! -decía- ¡Ese villano lleva la semilla del mal, sus manos rasgan la piedra! ¡Y la carne!, ¡No hay beneficio mayor que cumplir vuestros deseos! ¡Piedad! ¡¡Aaggh!!
El tipo había recitado una sarta de incongruencias, entendiendo la voz de Eleazar como la de algún tipo de superior que le pedía explicaciones. Cuando hubo hecho ésto, volvió a desmayarse. Entre las heridas y la potencia del hechizo del judío, había contado una serie de explicaciones un tanto extrañas.
Aún era plena noche, pero instantes después comenzásteis a escuchar gritos allá afuera, allá abajo. Por la ventana de la habitación, en plena torre de la catedral, notábais los sollozos de alguien gritando. Enseguida reconocísteis unas palabras: "¡Un muerto! ¡A las puertas de la catedral!"
Entendísteis enseguida que alguien había hallado el cadáver de aquel noble al que no pudísteis asistirle en vida.
Pero no pudo comprender lo que aquel hombre había dicho, de hecho se quedó aun más confundido. Hasta que comenzaron a llegar los gritos desde abajo, ya habían encontrado muerto al que había sido el señor de Ramón.-Eleazar, tan solo nos queda irnos por ese pasadizo, ya que no vamos a poder explicar ni tu sangre en la ropa, ni nuestra presencia en este lugar.-
Y como el no veía más salidas a la situación, comenzó a bajar por aquel pasadizo hasta el que llegaba el reguero de sangre. Habría que ir con mucho cuidado, y cerrarlo tras ellos, para que tuviesen tiempo de alejarse de aquel lugar.
Eleazar había confiado en sus saberes alquímicos, pero en verdad aquel ungüento podía ser impredecible, y las palabras del soldado no le sirvieron para entender nada más de lo que ya entendía, que era más bien poco. Dijo Tomás entonces que cogiesen el pasadizo, y no pudo estar el judío más de acuerdo en tal afirmación.
- Vayamos prestos, sí. - temblábale la voz con nerviosismo - Avísame si oyes a alguien, y aguanta el aire si enciendo esto.
Y cogió el incensario, de nuevo, sosteniéndolo con el brazo enmuñonado, y guardando la gumía para llevar una vela en su única mano. Luz, y quién sabe, quizá su única suerte de escape.
Motivo: Pater Toleti? Leyendas/Teología
Tirada: 1d100
Dificultad: 20-
Resultado: 100 (Fracaso) [100]
Si percibimos voces en las inmediaciones, encenderé el incensario tratando de dejar el humo detrás mío (camino de espaldas un poco si hace falta), para que si alguien nos sigue, lo respire. Que la oscuridad y los ruidos de fondo hagan el resto.
Aquella situación surrealista, macabra y peligrosa estaba delante de vosotros. Habíais sido partícipes forzosos, y estaba claro que allí había algún tipo de oscura obsesión, trato, evento o como se quiera llamar. No habíais sido cabeza pensante de ello, pero por desgracia estábais envueltos. Enseguida Tomás propuso salir por el pasadizo de la capilla de abajo, por donde un filo hilo de sangre estaba dibujado hasta su entrada. Con el incensario en la mano restante, Eleazar asintió a la propuesta de su compañero y ambos salísteis de allí. El tipo de la espada, aún maniatado, torció la cabeza, y a buen seguro se desmayó de nuevo, o tal vez se dejó dormir fruto de las heridas provocadas en su pecho, fieras de parte de Tomás.
Con el cuerpo del criado en el fondo, bajo la ventana de la habitación embarrotada, salísteis de allí como alma que llevaba el diablo. Tomásteis los primeros peldaños y los bajásteis como pudísteis, lo más rápido posible. Enseguida el último peldaño aventuró la puerta de la capilla de la Piedad, y no dudásteis en aventuraros en ella. En esos momentos seguísteis escuchando, ahora algo más cerca, voces fuera, muy cerca (tal vez tras la puerta de los Apóstoles). ¿Habrían encontrado ya el cuerpo del noble recostado en dicha puerta?
Instantes después accedísteis por la losa. Había escalones muy antiguos, de piedra, excavados en ella. Eran muy vertigionosos, inclinados y estrechos, y habrían sido labrados cuánto tiempo hacía, ni se sabía. Con extremo cuidado hubísteis de bajar, y era totalmente oscuro aquello. Suerte que había candiles en aquella gran catedral-fortaleza, y al menos fuísteis con uno de ellos alumbrando pocos pasos más adelante.
Enseguida supísteis que bajo tal losa había un pasillo y tal vez algún tipo de red en el subsuelo. Pasadizos y aquí y allá, no era la primera vez que habíais oído hablar de ellos. Algunos palacios de Toledo, algunos castillos o algunas aljamas, según se decía, ya contaban con tan sinuosas redes internas. Enseguida el camino se bifurcaba, pero una de las opciones se había venido abajo y era imposible cruzarlo por los cascotes.
Mirando al suelo, seguísteis el rastro de sangre, que no era firme, sino que finalmente acaba en gotitas pequeñas. Tras unos veinte minutos avanzando (no porque fuera largo el estrecho hueco, sino por la indecisión, miedo e incertidumbre de su paso y extremo final), llegásteis hasta un espacio diáfano y más ancho. Seguía siendo un espacio de roca, allí había unas escaleras que subían, como en caracol o muy parecidas, hasta una abertura. Mirando arriba parecía el acceso de un pozo, o algo así, y no dudásteis en subir y salir de aquel "infierno" nocturno. El frío os helaba los huesos.
Debísteis ahora estar muy lejos de la ciudad, o al menos, de la catedral. Tras empujar un portón de madera que estaba medio abierto (cosa que os extrañó), salísteis a un paraje campestre donde se escuchaba un leve rumor. Era el río Adaja, al oeste de la ciudad y fuera de sus murallas (el cual ya habíais cruzado unas cuantas horas antes con la comitiva del arzobispo).
Podría decirse, que, en mitad del campo, érais hombres libres (libres de toda culpa). Al volver a mirar el acceso comprobásteis que estaba lleno de zarzas y que estaba bien oculto. Sin duda aquel pasadizo habría vivido muchas huídas en tiempos anteriores (o tal vez no tanto).
Eso sí, hubo una cosa que os desconcertó: no muy lejos de dichas zarzas yacía el alfarero, Pero, a quien antes habíais ido a buscar a su humilde hogar. Estaba desnudo por completo, con algún girón de ropa entre sus piernas, y estaba tumbado boca abajo, sobre la hierba y junto unos arbustos. El frío y gélido viento congelaba su piel, y en un costado pudísteis ver por la luz de los candiles que tenía varias cuchilladas... ¿tal vez propiciadas por el criado del mayordomo Fernando? ¿Por qué?
Ahora estaba claro que el hilo de sangre del pasadizo era suyo, y había tratado de huir por alguna razón (la cual no llegábais a comprender). Yacía inerte.
Haced un último post de partida, que sea en ese mismo paraje (a las afueras de la ciudad, junto al río Adaja) y también con vuestras intenciones para con vuestros señores (volver a la ciudad, no volver, etc., digamos vuestras intenciones generales para poder componer yo un post epílogo final, a su vez explicativo de todos los misterios).
Cuando al fin salieron al exterior, Eleazar tomó aire y respiró tranquilo. Aún hubo de pensar que quizá les seguirían, pues el rastro bien podía conducir a aquel pasaje, pero no pareció que tal cosa ocurriere de inmediato. Y, en verdad, aquello era lo mejor para ellos. El judío se acercó al río, lavándose las manos y el rostro con el agua helada, quitándose de encima cuanta sangre se pudo quitar, contento de estar vivo y de haber escapado de su mala suerte, al menos, quizá, por ahora. Aún temblaba de frío y miedo, y más lo hizo al mojarse con aquel agua gélida que le calaba hasta los huesos. Miró al pobre alfarero, al que habían ido a buscar a su hogar solo para llevarlo a la muerte, y sintió pena por él, y temor por todo cuanto habían visto aquella velada maligna. Recordó de repente el encargo de su señor de averiguar quien deseaba perjudicarle, y sus sospechas sobre el señor de Ramón, al que habían hallado muerto. Quizá aquello fuere suficiente, y quedare así satisfecho Fernando. No podía saberlo, pero desaparecer en aquella oscurecida quizás fuere peor que volver a la villa, o quizá no. Sus ropas estaban manchadas de sangre, y su desaparición en la noche quizá no hubiere pasado desapercibida. No satisfaría a don Fernando un relato sobre lo ocurrido, pensó Eleazar, quien se agachó junto a Pero solo para comprobar si llevaba una bolsa con maravedíes que le pudiese servir para resistir algún tiempo.
- Creo, buen Tomás, que nos hemos salvado, pero que con esto quedamos también condenados, pues nada podremos explicar de cuanto hemos visto, y bien sabe Dios - mentó al Dios cristiano - que de esta un judío con mal pasado no puede escapar sin acabar en el cadalso. No te quiero yo decir lo que has de hacer, pero yo no puedo volver con mi señor así, manchado de sangre y empapado, después de la noche que hemos visto, y esperar que la suerte torne en mi favor. Es por ello que habré de partir, y pienso que quizá tú debieras hacer lo mismo. Pero tal cosa queda en tus manos decidirla.
No sabían del destino de Ramón, pero temía Eleazar que su suerte debía de haber sido aciaga en aquella noche, y no tenía redaños para volver a la villa y comprobarlo. Aunque quizá pudiese intentar una última cosa, cuando se hubieren escondido bien y tuviesen ya donde dormir sin morir de frío. Y no era otra que buscar, con la ayuda de sus arcanos, una visión del lugar en que descansaría Ramón junto a su señor, si no estuviere este muerto.
- Quizá algo pueda saber de nuestro amigo más adelante, pero no ahora. - le dijo, y añadió - ¿Vendrás conmigo, Tomás?
Motivo: Clarividencia (Suerte)
Tirada: 1d100
Dificultad: 43-
Resultado: 37 (Exito) [37]
Pues nada, salvados, contra todo pronóstico :D. Eleazar habrá de convertirse en paria, me temo. Me dejo una tirada para activar mi Clarividencia y tratar de buscar allí donde dormiría Ramón, y saber así si por fortuna pudo salvarse o no. Se me olvidó añadir el bonus a la tirada por buscar a un amigo, aunque no me ha hecho falta igualmente.
Interesante partida, tengo curiosidad por saber un poco más qué nos hemos dejado en el tintero ^^.
Tomás había llegado a pensar que no saldrían nunca de aquellos pasadizos, y en verdad que en más de una ocasión estuvieron a punto de no lograrlo. Pero al final, lograron encontrar una salida, y el aire aunque helado del exterior le supo de maravilla. Pronto quedó claro que aquel reguero de sangre que habían ido siguiendo, y que tan buen servicio les había hecho, ya que sin el, seguro que se habrían perdido. Era la sangre de Pero, el alfarero, que allí mismo yacía, agotada su vida a unos pasos de la salida.
Estando cercanos al río, una vez comprobado que el alfarero muerto estaba, por tremendas puñaladas que en un costado le dieron, se lavaron, el menos. Pero Eleazar tenía para rato, con el peligro de que tras las abluciones y el tratar de sacar la sangre de sus prendas, pudiera quedar helado.
-Muchas son las cosas que nos han pasado esta aciaga noche, y poco o nada sabemos de ellas. Pero una vez limpios, yo no creo que tenga ningún problema en regresar con mi señor. Le habré fallado, al no poder decirle el nombre de ninguno de los implicados, y poca cosa podrá sacar de mi relato de los hechos. Pero nada malo hemos hecho. Me apena escuchar lo que planteas amigo, piensa que una vez limpio, en cuanto nos sequemos podrías ir a ver a tu señor. No se como es tu relación con el, pero nada malo has hecho para tener que huir como un proscrito.-
Trató de entrar en calor, y ayudo a Eleazar. Tras la limpieza el judío estaba calado, y con aquel frío no podría ir muy lejos. Miro a la cercana muralla, y luego a su amigo y le dijo:-Amigo, volvamos a Ávila y busquemos una buena fonda donde poder desayunar y te puedas secar cerca de un buen fuego. Y de paso, habrá que tratar de encontrar a Ramón. Mucho me preocupa nuestro amigo, espero que no haya corrido igual suerte que su señor. Y estate tranquilo, una vez limpio y seco, ningún problema deberías tener.-
Tenía frío y hambre, pero lo más acuciante era la urgente necesidad de conocer el paradero de Ramón. Y aunque pocas, tenía esperanzas de que vivo pudiese encontrarle.
-Vamos amigo, busquemos un buen fuego antes de que nos quedemos helados.-
No dudaron los dos en acercarse a la orilla del río Adaja, incluinarse a ras del agua y lavarse lo mejor que podían. El frío les helaba las manos, pero era mejor hacer de tripas corazón. Instantes después Eleazar se agachó junto a Pero para tratar de encontrar algún tipo de dineros de los que valerse, pero allí no había nada que aprovechar. Mientras que el judío andábase convencido de salir de allí cuano antes (pues habían sido ya distintas muertes las ocurridas y vuestra presencia junto a ellas había sido formal) Tomás Arizmendi confiaba en el buen hacer del señor de su compañero y de la justicia misma. Él volvería a Ávila, muralla adentro.
Sin embargo, antes de que Eleazar partiera, se llevó el anillo que tenía a su frente y lo tocó con ella. Entonces Tomás vio cómo los ojos de éste se tornaban en blanco y entraba en una especie de trance (si no había sido suficiente ya con lo visto, Tomás ahora presenciaba otra extrañeza añadida). A los pocos instantes el judió vino en sí...
No pudistes sino pensar en la posada que había en la plaza de la ciudad, único lugar visitado en su interior, así como el barrio a extramuros donde habíais ido a recoger a Pero. Sin embargo no viste a Ramón en ningún lugar (pues no se encontraba en tales lugares en aquellos momentos*)
Según el manual, el hechizo de clarividencia no "busca" a una persona, sino que el ejecutante "comprueba" un lugar puntual donde haya estado. Por ello, la efectividad del hechizo queda reducida a la posada donde apareció Fernando y el barrio humilde donde vivía Pero (pues en la catedral sabéis que no está).
Y aquí vuestros caminos se separaron. Tomás regresó al este, internándose por los zarzales de la zona para regresar a Ávila del Rey. Pudo lograr atravesar de nuevo la puerta por la que antes habíais cruzado para buscar al alfarero, pues el guardia, pese a lo extrañado de volver a ver a Tomás, le dejó pasar al nombrar éste a "Su Ilustrísima el arzobispo de Toledo". Si bien su buen señor se hallaba ubicado en uno de los palacios de la ciudad, no se atrevió el ladrón asomarse por la plaza de la catedral, la cual, en esos momentos, ya estaba atestada de alguaciles y algunas otras gentes a causa del cuerpo bajo la puerta de los Apóstoles de la gran fortaleza religiosa.
Y por último, Eleazar el Manco hubo de huir al sur, tratando de cruzar el Adaja por un vado, avanzar junto a su orilla durante un trecho para no perderse en la noche y regresar camino de Toledo para tratar de esconderse allí (o tal vez recoger sus pertenencias de aquella ciudad y huir a otro lugar donde pudiera no ser reconocido). Su vida de proscrito temporal (aunque no momentánea) comenzaba en aquel momento...
EPÍLOGO.
Tres muertos (un criado de la comitiva, un hombre con una espada aún no identificado y Sancho de Berceo, quien era hijo del conde Gonzalo de Berceo) se encontraron en la catedral de la ciudad (dos en el interior, y el noble postrado en una de las puertas laterales del templo), y se sumaban a ellos, por desgarcia, otros dos que encontraron en un callejón de la ciudad, muerto por graves heridas de filo (Ramón, otro siervo de la comitiva del arzobispo) y un alfarero a las afueras de la ciudad, junto al río Adaja, que se decía escultor (encontrado por unos campesinos que marchaban por la zona del río al día siguiente).
Y tal que así, la mañana del 3 de junio en Ávila del Rey se tornó oscura, negra, vacilante y muy preocupante. ¿Quienes podrían haber terminado con la vida de aquellos hombres? Sin duda quien lo hiciera ya estaría siendo perseguido, pero ninguna pista se tenía sobre aquello. El arzobispo de Toledo y los eclesiásticos de la catedral advirtieron el pasadizo, la sangre, los cuerpos y el busto, ya terminado, pero éste último fue guardado con gran celo por Fernando y el arzobispo, pues para algo había mandado evocar el rostro de un hombre (un rey) en tal busto.
Aunque parezca sorprendente, aquella jornada no estuvo demasiado tiempo dedicada a las muertes (pese a la gran conmoción que causó en el concejo de la ciudad), sino que su Ilustrísima don Alonso Carrillo de Acuña estuvo reunido con las personalidades de la ciudad, como era menester y motivo aparente del viaje. Por contra, los alguaciles de Ávila del Rey tomaron a unos cuantos cabezas de turco por lo ocurrido, sin vacilación ninguna ni tampoco pruebas de nada, para fingir un efectivo control de la situación. Y poco más en ese día.
Al día siguiente, día 5 de junio en la ciudad de Ávila del Rey, aún con los graves acontecimientos de la jornada anterior en su mente y hasta ahora siempre fiel a sus actuales majestades, contempló en su totalidad un espectáculo asombroso (que supondría un punto de inflexión para todos los que los presentes).
Por la puerta del Alcázar salió recompuesta y ordenada la mesnada y comitiva del arzobispo de Toledo don Alonso, dispuesta
para volver a su ciudad. Pero antes hubo de reunirse a mediodía, a modo de despedida, en un llano que se extendía enfrente de la muralla. Un tablado de grandes dimensiones estaba estratégicamente dispuesto en el llano, y sobre éste estaban reunidos los conjurados contra el Rey Enrique, ahora sin ocultar sus intenciones. Y eran: Su Ilustrísima Alonso, Juan Pacheco (Marqués de Villena), Álvaro de Zúñiga (Obispo de Plasencia) y Rodrigo Alonso Pimentel (Conde de Benavente) junto con otros cuantiosos caballeros de la nobleza.
El busto creado por el alfarero Pero representaba en efigie al rey Enrique IV, el de Castilla, apodado el Impotente, y fue enseguida colocado por Fernando y algunos colaboradores sobre el cadalso de madera, acompañado de enseñas reales como una espada, vestiduras apropiadas, una corona y un bastón de mando; y sobre éstas enseñas comenzaron las acusaciones de maldades y vilezas sobre el Impotente, a través de un pregonero.
El pueblo llano allí concentrado ahora y el infante Alfonso (el futuro y fugaz rey), hermano menor del Rey Enrique, vislumbraban el grotesco y despiadado espectáculo. Finalmente el busto, tras las calamidades vertidas sobre su figura, fue derribado del cadalso sin titubeo. De esta manera se destronaba al Rey en Ávila.
***
Algún tiempo más tarde en la Plaza de Zocodover de la Imperial Toledo (y fuera de todo este asunto), el Mayordomo Fernando de Alarcón, más conocido par algunos por alquimista que por mayordomo o consejero, pagó los delitos de otra confabulación en la que se vio inmerso, esta vez contra el reconocimiento de los Reyes Católicos. Fue degollado públicamente al confesar que había movido algunos hilos y hacer severos escándalos en el reino.
¿QUE PASÓ REALMENTE?
Por extraño que pueda parecer, las confabulaciones ocurridas en la noche de los hechos en la ciudad no eran internas, sino que había acudido desde más allá de las murallas. Se cuenta que la Fraternitas de la Vera Lucis, una extraña y peligrosa hermandad que velaba por el mantenimiento de la paz y la erradicación de la magia en los reinos, acudió a la ciudad de Ávila al saber de la existencia de una vil criatura oculta entre sus habitantes. Buscaban a un lobishome, un ser de apariencia humana excepto en algunos momentos, en cuyo cuerpo crecía el bello, los colmillos en su boca y las garras sobre sus dedos. Y no quedaba más remedio a la Fraternitas que exterminarlo y acallar el sólo rumor de su existencia.
Aquella presencia inhumana no era sino un pobre alfarero, villano de la ciudad, que sufría tal maldición; y quiso la mala fortuna que los caminos de esta organización y dicho alfarero se cruzaran en los de vuestras intenciones (que no eran sino prenderlo para llevarlo a la catedral). Los dos miembros de la fraternitas (uno de ellos armado y acorazado), ya vigilaba vuestros pasos cuando fuísteis a recogerle a su humilde hogar.
También anduvo por la ciudad y en su periplo de investigación se encontró con Ramón, a quien dieron vil muerte (pues, aunque no es sabido, los miembros de la Fraternitas no mantienen piedad alguna por testigos de su presencia o del conocimiento de la realidad paralela y mágica, sino que los hacen desaparecer de la peor forma). Su también joven señor (el hijo del conde de Berceo), en busca de algunas mujeres que habíanse de ofrecer en la noche, encontró también la muerte a manos de éstos, hasta que Eleazar lo encontró y lo llevó como pudo a las puertas de la catedral, lugar donde murió por las heridas.
Y en el momento en que Tomás bajó a comprobar qué pasaba fuera de los muros de la catedral, Pero pudo transformarse en lobishome mientras acaba el busco y atacar al joven criado de Fernando de Alarcón (quien pudo defenderse con algunas cuchilladas que logró endosarle en el costado). Sin embargo, dos dentelladas arrancaron las manos al criado y tras morir desangrado, la criatura huyó malherido escaleras abajo, internándose en una losa recién abierta de una de las capillas del templo.
Así cruzó por los pasadizos que había bajo la catedral, y el resto es ya historia: el buen Tomás y Eleazar (sobre todo por la fiereza del primero) logró endosar una grave cuchillada que acabó con la vida del ejecutor de Ramón, y éste y el judío cruzaron las redes ocultas del subsuelo hasta salir por el otro extremo del pasadizo y llegar fuera de la ciudad. Pero, entonces, una vez desnudo y yaciente allí afuera, había tornado en su forma humana original. Las heridas acaecidas antes acabaron por terminar con su vida.
Pero... ¿quién levantó la losa? ¿quién sabía que estaba ahí? Aquel pasadizo fue abierto por alguien que estaba allí, pero de desconocida identidad. El otro miembro de la fraternitas, a buen seguro, conocía la ciudad (y sólo Dios sabía si era algún miembro del cabildo religioso o del concejo de la ciudad). El caso es que debió de tratar de huir por allí tras acudir a la catedral, para tal vez no ser visto. El caso es que la Fraternitas aún busca erradicar la presencia de todo ser o bestia inhumana, y no se detendrán ante que cumpla su divina misión. Y con todo ello, pese a la malicia del arzobispo don Alonso y la personalidad oculta y mágica de Fernando su mayordomo (cuya historia es otra y menester es en contar en otra ocasión), nada tuvieron que ver con los terribles hechos (sin contar con la farsa de destronamiento de su actual Majestad).
FIN