Demonfly había visto muchas cosas increíbles a lo largo de su vida. En realidad, la mayoría de ellas eran comunes para los habitantes de Sharn, y solo a una muchacha de provincias podía sorprender: la altura de las torres, las aerocalesas, esa gárgola que adornaba una de las torres del noreste, y que vomitaba inexplicablemente agua durante los días de lluvia... Pero mención especial se merecían los reflejos de Powaqqatsi. Daisy Sue guardó la maza y aplaudió.
Ooooooh...
Plas, plas, plas, plas...
Se disponía a registrar la mochila de Sable cuando Ariete empezó a arrastrar el cuerpo, mochila incluída. Demonfly torció el gesto. Los dos forjados estuvieron bastante insufribles a lo largo de toda la expedición. Solo faltaba que quisiesen dar sepultura a Sable para terminar de fastidiar el día. Sin embargo, Ariete había acabado prácticamente él solo con los perros, y Powaqqatsi había cogido la esfera voladora al vuelo. Se habían ganado algo de respeto, y eso incluía que la cazarrecompensas respetase el luto de sus compañeros. Si querían llevarse a Sable, adelante. El aparejo de poleas que se trajo podría izarlo sin problemas por la tubería.
Hizo una seña a Mug para que agarrara una pierna de Sable, y ella levantó la otra. Tardarían menos en salir de allí si en vez de dejar que Ariete lo arrastrase todo el camino, lo llevaban entre tres.
Cansados y doloridos iniciáis el regreso a la superficie. Cada uno anda sumido en sus propios sentimientos e ideas. Envolvéis el cuerpo de Sable y arrastráis de él. Cuando escaláis de nuevo el pozo que conectaba las alcantarillas con las ruinas vuestro cansancio se hace evidente. Con la ayuda de Daisy y sus inventos con las cuerdas conseguís subir su cuerpo en un par de horas. Pero aún así estáis absolutamente fatigados.Os movéis despacio y casi en silencio.
El baño en las aguas del alcantarillado es, a estas alturas, otro desafío más en la medida que tenéis que avanzar contra la corriente. El agua sucia escuece en vuestras heridas. Aunque el propio cansancio hace que ni os acordabais de los cortes, magulladuras y abrasiones que recorren vuestra piel.
El mercado de las ratas, antes un hervidero de actividad, está ahora desierto. Tan sólo encontráis , de vez en cuando, algún bulto dormido debajo de un jergón. Alguna mirada bajo unos escombros o un postigo cerrándose en alguna pared es todo cuanto os sucede. Un trasgo tuerto y cojo se esconde entre las sombras de un pasillo. Diríais que tenía una bolsa de la que sacaba monedas de oro para contarlas. Al parecer la vida continua bajo las torres de Sharn.
Llegáis al pasillo del ascensor de la torre Dorasharn. Tenéis que esperar casi durante una hora para ver aparecer la plataforma , muy arriba por el pozo. Parece que este viaje no termine nunca. Cuando lo pensáis detenidamente este ha sido un viaje exclusivamente vertical.
Finalmente aparece el ascensor.Como de costumbre viene vacío. Subís en él. Cuando se pone en marcha sentís un gran alivio al veros transportados hacia la superficie. El aire viciado de las profundidades se convierte en una regeneradora brisa. Enseguida notáis como el aire se vuelve más frío...Y de repente, aparecéis junto a la torre Dorasharn.
Es de noche. De hecho es una noche muy clara. Las gigantescas torres se recortan iluminadas contra el cielo estrellado.Hace frío pero el aire es tan fresco que no os importa. Las pasarelas, puentes e interiores se hallan casi vacíos. No tenéis ni idea de que hora debe ser. Ni tampoco las ganas de averiguarlo. Aunque no tenéis que esperar mucho.A medida que ascendéis por la vertical de la torre ganáis visión hacia el horizonte. Lejos al este, una cálida luz empieza a teñir de rojos, naranjas y amarillos allí donde el cielo toca con Eberron. Está amaneciendo...
Hizo oidos sordos a las palabras del druida, no iba a discutir con un trozo de metal envuelto en "vida" al que se le ha programado de cierta manera, si Powaqqatsi no era capaz de entender que sable no estaba programado como él, Alfrik no iba a perder el tiempo explicandoselo, simplemente se encogió de hombros y guardo sus armas.
Por otra parte se sorprendió de la extraordinaria agilidad del druida al atrapar aquella condenada bola dorada. -Mmmmm- exclamó, para despues agacharse a recojer un trozo del pecho de sable, de adamtina que estaba desperdigados por todas partes, a modo de trofeo.
-Muy bien amigos, aqui hemos acabado, volvamos. -Y sin decir nada mas, con el cansancio acumulado, volvimos a la superficie.
Primera perta superada ;)