Unos pasos se acercaron entonces fuera, por el pasillo. En breves empujaron la puerta de los camarotes. Era el capitán Irizar, vestido de blanco para dormir, con un par de marinos detrás, como escolta.
Algunos marineros han oído golpes... procedían de aquí -al entrar, el capitán de la Herrumbrosa esbozó una cara de estupefacción al ver a ocho muchachos allí dispuestos y armados, y al ver a Xandinho, el maestro veedor, con un herida en la sien e inconsciente, tirado en el suelo-. ¡Qué diantres! Os miró uno a uno de vosotros, y luego abrió los ojos con fuerza cuando se percato de lo que allí ocurría. ¡Avisad al resto, aprisa! ¡Despertad a toda la tripulación! ¡¡VAMOS!! -ordenó a la pareja de séquito que enseguida marchó por el pasillo-.
Ese capitán es el mal… las palabras de Xandinho resuenan en mi mente. Una misteriosa nave que surca los mares, cargada hasta los topes, invulnerable; imposible de ser alcanzada por bala de cañón alguna ni naufragar… interesante, muy interesante: Hurgo en mi mente en busca de alguna historia que ilumine ese misterio mientras cavilo la necesidad de internarme en el camarote de Irizar en búsqueda de una explicación al enigma: Un talismán, un grimorio, algo que aclare el motivo de lo que los marineros relatan.
A partir de este momento me mantengo en un discreto segundo plano, intentando aprovechar la confusión imperante para ver si tengo ocasión de meterme en el camarote de Irizar.
Tirada oculta
Motivo: Leyendas
Tirada: 1d100
Dificultad: 20-
Resultado: 67 (Fracaso)
Hago tirada oculta de Leyendas: A ver si hasta el Naredo llegó alguna historia relativa a un extraño barco invencible!
Como anticipé, estoy al loro, a ver si en algún momento puedo despistarme al camarote de Irizar.
Me mantengo expectante, en discreto segundo plano, oculta tras el feroz Arrieta y pendiente de lo que sea que vaya a ocurrir en la nave y, especialmente, con los marineros amotinados: Los van a ajusticiar… Mon Dieu!!!
El único capitán aquí es el que suelta la plata. ─Espetó el grandullón. ─Bien dicho, Arrieta. ─sonreí. Era la cosa más cabal que le había oído decir desde que navegábamos en aquel cascarón de nombre La Herrumbrosa.
Y que luego miré al "capitán", al controvertido Irizar. ─Capitán, habéis por aquí una chispa que apunto está de prender la llama del motín ─dije con parsimonia ─qué cuéntase que non sodes trigo limpio en lo que a la cristiandad atañe. Que palabras veladas refiérence a goecias, milagros et vaya usted a saber si pactos demoníacos para salvaguardar la herrumbrosa de cañones et plomadas. Empero, sabed, que a mi lo único que impórtame es llegar a puerto de una pieza et con premura, et también dícese que tal cosa vuesencia sabe fazerla bien.
Entonces le miré, fijamente, no sin desafío: ─Fablad pues, ¿habéis de dar réplica al respecto?.
Al vasco sólo le importaba bajarse y pisar tierra firme. Aquello todo le parecía un juego de niños, peligroso, pero juego al fin y al cabo. Con el peso confortable de la maza en la mano, utilizó la otra para apartar con la suavidad con la que se trata a un cachorro, a la asturiana.
Después dio un paso al frente y se giró, para dejar las cosas claras y su lugar en aquel asunto, colocándose al lado del Capitán. El de verdad. El Irizar.
¿A quién le importaba si seguía a Dios o a su madre? Lo importante era que supiese dominar bien la cáscara de nuez en la que se encontraban.
Mientras los marinos explicaban las extrañas situaciones den las que se habia visto envuelto el navio, me apoyé contra la pared de madera. Ese maldito barco se inclinaba de un lado a otro y no me permitia mantenerme de pie. Un buen cristiano no deberia odiar, pero odiaba los barcos. Ciertamente parecia milagroso que atravesase una zona de fuego sin un rasguño.
Luego el capitán apareció y desesperado quiso correr a despertar a todo el mundo. - Esperad capitán. No es necesario organizar un espectaculo de esto. Tan solo sed discreto y encerrad a este hombre. Y una vez en tierra ya lo juzgareis. Por si no lo recordais, queremos llegar a Brest cuanto antes. - Le recoerdé. Además el instigador estaba insconsiente, por lo que probablemente ya no peligraba su vida.
A Magdalena no le convencieron los gritos del capitán, no le quedó muy claro si sabía quién había organizado el motín. Quizá viesen en ellos, que resultaban extraños a ojos de los marineros, a los verdaderos culpables de todo ello. Esperaba y confiaba en que no fuera así, y que en caso de sospecha al menos les dejasen explicarse.
Además, por lo que había comentado los marineros, que seguramente fuera cierto, el capitán jugaba con temas de lo oscuro, siendo capaz de hacer magia poderosa, hasta tal punto de proteger todo el barco. Para ella era una gran aliado, y si había llegado a ser capitán de un barco y una tripulación, seguramente fuera por su control, su poder y sobre todo por su temeridad.
Magdalenta continuó espectante a lo que sucedía, aún no tenía muy claro por dónde podría saltar aquel encuentro.
El capitán Irizar miró a su "homónimo", Ramiro, una vez éste se dirigió a él, y sus ojos se encendieron nada más oir una simple palabra "motín". Mas lo que pareció dolerle (pues su cara de incredulidad e ira así lo mostraban) es que lo tacharan de, dicho de una u otra forma, "hereje".
¿¡Trigo limpio!? -grito a pleno pulmón- ¿¡QUIÉN DICE TAL!? ¿¡QUIÉN SE ATREVE!? -entonces observó el cuerpo inconsciente de su veedor y esos cuantos marineros ya presentes una vez llegó al camarote-. ¡¡CONQUE AMOTINARSE ERA EL PLAN!! ¡Lo pagarán! -se referia a los nombrados, no a vosotros-. ¡¡Delito grave no es sino amotinarse, el delito más sucio en alta mar!!
En esos momentos llegaron a borbotones el resto de la tripulación. Entraron algunos, mas el resto se quedó por el estrechísimo pasillo. Ahora el capitán de la Herrumbrosa estaba cubierto por el resto de hombres, y una vez escuchó las sabias palabras de Constantí, asentía una y otra vez, pensando que era mejor pasar las pocas horasa que quedaban en alta mar lo más tranquilamente posible; pues el pensamiento cambia, se enfría y se agudiza en la tierra...
Marineros, ¡¡encerrad a éste hombre!! -con fiera voz dio la órden a los propios marineros amotinados, que sin dar crédito a lo que oía (pues parecía estar restándole culpa en detrimento total de Xandinho), tomaron por los brazos al maestro y lleváronselo arrastrado a los cuartos más profundos de la Herrumbrosa. ¡Encadenadlo, atadlo y desnudadlo! -añadió- ¡Mañana tendrá mucho que explicar...!
Aquellos marineros, una vez cumplieron con su encargo, se dispersaron, hasta que os quedásteis en el vuestro camarote con el capitán.
¡Habráse visto! -dijo un indignadísimo Irizar-. ¿No os lo dije? ¡No os lo dije! -inquiría el hombre, especialmente, a Constantí-. Sabía que algo iba a pasar... ¡os avisé! ¡Y ocurrió! -se llevaba las manos a la cabeza, andando por el camarote de un lado para otro, perdiendo ahora la mirada y como si no estuvíerais allí. Luego volvió un poco en sí. ¿Quién diantres le golpeó? -os miró uno a uno-.
Nada te suena de lo que en tu mente pensaste, Viana. Tal vez porque nada oyeras o tal vez porque lo que supones no sea tal.
¿Quién diantres le golpeó?
En la seguridad de la penumbra reinante en el rincón en que me resguardo soslayo al feroz Arrieta: Aunque probablemente Irizar quiera recompensarlo no seré yo quien lo delate. Non señor, nun lo voi faer!
En mi fuero interno sigo perpleja: Un misteriosu barcu que derruempe les agües arrenegáu, ensin poder ser enxamás abatíu! Mon Dieu!!!
Traducción del asturiano:
No señor, no lo haré!
Un misterioso barco que surca las aguas maldecido, sin poder ser jamás abatido! Dios mío!
Arrieta, al lado del capitán, gruñó algo. Casi entre dientes y sin darse importancia dijo:
- Yo fui.
No explicó nada más. No era necesario.
Al final parecia que haria de esto un espectaculo el capitán pero por lo menos lo guardaria para despues de llegar a puerto.
- Si, lo avisó y ocurrió. Y por suerte lo paramos antes de que se produjera. - Comenté al capitán. Parecia hasta molesto de que hubiese ocurrido todo eso. Traté de poner un rostro duro y amenazante para que se lo pensase dos veces antes de provocarnos problemas pero me puse algo verde por le movimiento del barco y me volví a mi cama a sentarme, aunque no sirviese de mucho. Allí tenia un cubo y no llegaria a tiempo a la borda.
Solo Dios Todopoderoso sabia cuanto me desagradaba el mar. Y el sentimiento era mutuo.
Y yo, aquella noche, venga a gastar la sesera en todo ese guisado, que de pronto me fijé por primera vez en la figura y carnes de la tal Viana. ¡Madre de Dios! me había olvidado casi por completo del intento de motín y de las bravatas que soltaba el Irizar por la boca mirando aquellas curvas deliciosas.
Que hacía tiempo que no yacía con una mujer de verdad. Una hembra de las buenas y no una de esas hembras africanas a las que no le hacían ascos los españoles ni los portugueses, ni tener a menos arrebujarse con ellas. Y que luego estaban las prisioneras de guerra, que nos era de gran gusto embarbetarnos con ellas, y encamarlas y llevarlas y traerlas y preñarlas, por más que también avasalláramos y matáramos a su gente y, si venía al caso, a ellas mismas. Pero aun así, y aunque andaba ahora tan de capa caída en tales temas, tuve que volver a centrarme en lo que acontecía y dejar de mirar la trasera de la Viana. Qué ya parecía que blandía yo tres armas; bracamante, puñal moro y un tercer mástil con vida propia y más peligroso que los dos anteriores...
Me mantuve entonces espectante, en silencio, y prestando atención (dentro de lo posible), a la respuesta que daría el Irizar al Arrieta y cual sería su conclusión de todo aquello.
Motivo: Templanza
Tirada: 1d100
Dificultad: 50-
Resultado: 36 (Exito)
Ensimismada en lo que ocurre con Irizar y el resto de componentes del navío ignoro, en absoluto, la penetrante mirada del rudo hombre del turbante...
Pierdo, por lo tanto, una espléndida ocasión de encandilarlo para ponerlo de mi lado!
Motivo: Empatía
Tirada: 1d100
Dificultad: 15-
Resultado: 94 (Fracaso)
Magdalena suspiró aliviada al comprobar que todo aquello pronto se solucionaría. Al menos no los habían acusado a ellos de ser cómplices en el motín. Había pensado que quizá por estar allí, les acusasen de aquello. Se quedó escuchando lo que decían, y no diría nada hasta que el culpable abriese la boca, o en caso de que se callase, tampoco la abriría.
Finalmente, Arrieta dio la cara, ahora tan solo quedaba esperar qué es lo que pasaría a continuación.
Bien hecho -dijo el capitán Irizar asintiendo muy rápidamente y muchas veces, con la mirada perdida en el fondo del camarote, como si ya pensara en otra cosa-. Luego os devolvió una mirada más clara. Descansad, señores y damas -os dijo cortésmente-. Mañana llegaremos a Brest y aquello ya es tierra hostil, lleno de guerra. Menos mal que un servidor únicamente bajará para ajusticiar al infame que ha querido el mal para todos nos. Quizá con dejarle sin "paga" en territorio extranjero será suficiente... -ya estaba barruntando en vuestra presencia el mejor castigo, aunque lo que había dicho, seguramente, distaba sobremanera en lo que pensaba hacer-. Dormid como digo. Mañana después del amanecer veremos la costa francesa.
Acto seguido, Irizar dedicó una mirada a Constantí, doblándole el envite que el catalán mismo había tenido que soltar para desligarse, al menos en presencia y con respecto a todos, de cualquier relación con el intento de motín. Luego, salió del camarote, perdiéndose en los fríos pasillos de la Herrumbrosa.
A la mañana siguiente, habiendo dormido y casi algo parecido (pues teníais el recelo de cualqueir contratiempo aún en vuestra mente), oísteis movimiento fuera del camarote. Numerosos pasos iban y venían y al despertar supísteis que los marineros del barco de Irizar estaban ya en pie. No tardásteis mucho en vestiros (primero los hombres, et luego las damas, una vez solas en el cuarto) y salir a la cubierta. En plena cubierta se encontraba el capitán observando la costa francesa, toda ella de niebla, que no se encontraba ni a una legua de distancia. El olor ya era diferente, y la estancia en tierra extranjera os hacía sentir, si cabe, aún más inseguros ¿Habríais de aguantar las guerras de los reyes más allá de la Península? ¿es que acaso no había bastante en las campañas de Aragón contra Castilla? Lo cierto era que comenzábais a ver las primeras aldeas de la costa de Francia, algunas fortificaciones y algunos puertos pesqueros muy rudimentarios y de pequeño tamaño. Muchas de estas construcciones parecían arruinadas, et la gente vivia en o cerca de ellos: la guerra, en mayor o menor crudeza, había comenzado a devastar el oeste francés. Quién sabe si no habíais huido de la cárcel para meteros en el infierno.
Pronto la Herrumbrosa se internó en una bahía mucho más amplia, la cual estaba formada por dos montes a un lado y al otro, pero que la enorme cala se configuraba en planice, una planicie edificada: Brest. Habíais llegado, finalmente, al destino. Los marineros que entonces quedaban, se maravillaron de la ciudad portuaria, pues era un importante punto de comercia, importación y exportación. Varios navios franceses de gran calado y pronunciadas dimensiones se hallaban anclado en el improvisado astillero, mientras detrás la ciudad intentaba hacer vida normal.
FIN DEL PRÓLOGO