- Ejem... toso con demasiada fuerza tras escuchar el nombre de mi colega literario.
- No puedo evitar intervenir tras escuchar el nombre de otro "literato"... comento con ironía... o quizás debería llamarle "el moscón verde" que es como gustaba ser llamado por las chicas del local. Un tipo peculiar, qué duda cabe, un burgués aficionado a la escritura pero sin la chispa adecuada para ser un auténtico escritor. Un francés, sin más.
Tras despacharme a gusto contra el personaje retomé el hilo.
- Al menos sus vicios nos sirvieron para que sin mucho insistir nos llevara hasta ese fumadero de opio infecto, donde nos darían señas de esa exquisita dama.
Holmes 3
Rostand 3
Remington 3
Warden 3
Wellesley 2
Poe 1
Suelto una suave risotada.
- Nunca entenderé ese odio que te produce el pobre señor Verne. Aunque quizás te valdría recordad que, pese a lo mucho que me molesta, soy francés. Uno no es dueño de la nación que tiene por cuna. Sino, deberíamos recordar al filósofo Descartes. Tuvo que marcharse a un lugar donde su filosofía no fuera coartada ni sus libros censurados. También, caballeros, debo mencionar a Sócrates, que murió porque creía en las leyes de la polis donde vivía, y creía que un verdadero ciudadano es el que está de acuerdo con las leyes de su ciudad y no se las salta a conveniencia.
Tomo aire, exaltado por lo que acababa de decir.
-Volviendo al tema que nos atañe, aunque considero que el opio, en su justa medida, es una buena herramienta para operaciones, si no se tiene cuidado, la adicción puede ser fatal. Si se mezcla con mujeres de baja estofa y hombres "amigos de lo ajeno", sin duda se haría un buen retrato de lo que fue en su época. Por lo que tengo entendido, ardió hasta los cimientos hace algunos años, junto a otras casas vecinas. El señor Verne nos informó que su "querida" vivía a pocas calles de aquel lugar. Pero no nos acompañó (posiblemente porque detestaba la compañía del señor Poe tanto como usted detestaba la suya).
-Sin embargo, cuando llegamos era tarde. La chica se encontraba muerta en el suelo, degollada como un cordero en la víspera de Navidad. Pobre muchacha. Sólo pude certificar su muerte. Casi podía escuchar su alma clamar por venganza. Y en su habitación, revuelta y desordenada, encontramos pistas que nos conducirían hasta su asesino, aunque en ese momento, no estábamos seguros de que así fuera. ¿Quién podría imaginar que el respetable senador William Hightower, un Tory de los que ya no quedan en estos tiempo modernos, estaría implicado de una manera tan escandalosa?
Holmes 3
Rostand 2
Remington 3
Warden 3
Wellesley 2
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