Aelar saca un trozo de lona embreada de su mochila y envuelve cuidadosamente el arco y las cuerdas, para que no se mojen. Después, se cruza de brazos y espera que los demás acaben con su preparativos.
- ¿Revisamos el molino de nuevo ahora que tenemos más información?
Sureya se desprende de su armadura a la orilla del río, igual que de todo elemento no imprescindible y lo empaca cuidadosamente en dos bultos, uno para las cosas que más pesen y otro para el resto.
- No quiero renunciar a nada si no es necesario, pero no quiero acabar ahogada en esta turbia agua por no poder soltar un poco de lastre.
Preparada.
-
Cita:
¡No me jodas!, responde con brusquedad innecesaria Aelar. Necesito pegarme con alguien, y rapidito, a ver si se me pasan las náuseas que me provocan entre el molinero y el burgomaestre.
Luego mira a su compañero y, reflexionando, le dice en un tono más calmado: perdona, no quería contestarte así.
Boran se ríe.
- Entonces mejor revisar el molino mientras te calmas, no queremos entrar en el reino del pueblo feérico y que inicies una guerra...
Cita:
Aelar sonríe, y asiente con la cabeza, dando un par de palmadas amistosas en el hombro del guerrero. Después le mira de arriba abajo malévolamente, suspira y dice: ¡Ay, porque no tenemos tiempo, que si no te enseñaba una forma de calmarme que suele dar muy buen resultado!
Tras no encontrar nada en el molino os zambullís al agua, comenzáis a bucear con gran fuerza hasta que distinguís algo en el fondo. ¡Parece una piedra de moler! Tratáis de acercaros a ella a nado y en el momento que estáis a punto de tocarla, dejáis de verla y salís a la superficie como si esta estuviera al fondo del lago.
En otra escena continúo.