Estaba distraído cuando Muñoz le habló pero al poco rato se volvió a mirarlo con aire solemne y asintió, no quería que se notara el cansancio en él al darle una nueva instrucción cuando creía ya haberla dado. Respiró profundo, deseaba un plato de algo caliente, una cama mullida y una buena mujer o una mala, daba igual y mejor si era ésta última. Luego la voz llegó hasta él por fin, el desbloqueó general y la vista de aquel preguntándole su nombre. Tan petiso y tan insulso pero tan poderoso o al menos todo lo que se podía y con ese acento extraño que a García le causaba tanta gracia porque siempre había pensado que tenían la boca llena de mierda cuando hablaban. No entendía lo que le decía pero se lo imaginaba y aventuró a responder.
-Capitán García, señor.
La mirada fija en algún punto detrás del hombre para no incomodar, a saber dónde lo había aprendido y luego, pensando que si le hacía más preguntas, tendría que recurrir a El Navarro para no quedar muy mal o no cagarse de risa en al cara del enano. Suspiró, estaba cansado de verdad pero por desgracia aquello era necesario y él lo sabía perfectamente.
Tirada: 7d54
Motivo: *
Resultados: 38, 48, 8, 47, 26, 4, 29
DM: dos aciertos normales.
Edit:
Lo siento, ahí lo arreglé, creo...
Te recuerdo que tienes delante al Petit Cabrón, preguntándote cómo te llamas.
El estar presentable tampoco me había costado tanto trabajo, pues si confiaba en alguna de mis aptitudes era en el que era capaz de tener una apariencia impoluta, a lo que ayudaba mi cara deno haber roto un plato en la vida, aunque cuando tuve que salir corriendo de mi hogar no me sirviera de mucho.
- Aish... si alguien de los que supiera lo que pasó me viera ahora en el ejército... - Sonreí para mí mismo pensando que no podía estar mejor acompañado que ahora, y miré a toda la gente que había por allí, imaginando demasiadas cosas, pero al menos, así tranquilizaba mis nervios.
- Esto es simplemente como posar con mi rifle... es fácil..
Tirada: 9d54
Motivo: Posando en la pasarela!
Resultados: 19, 46, 4, 30, 29, 25, 8, 36, 1
DM: un acierto crítico
El sargento Ortega llevaba unas fachas difíciles de arreglar. Todavía tenía la cara tiznada de polvora del disparo a bocajarro de aquel pisaverde ruski. Agujeros aquí y alla, polvo, barro, sangre. Etcétera. A ver como pensaba el Petit Cabrón arreglar todo eso en un rato. Pero como en ningun caso se podia llevar la contraria al enano, Ortega -con paciencia franciscana- hizo todo lo posible por darse lustre; se esforzó de verdad, ya que parecía el ultimo esfuerzo de todo este disparate. Y estaba contento y orgulloso. Estaba vivo, él y todos sus compañeros.
Tirada: 6d54
Motivo: Pasar revista
Resultados: 14, 35, 35, 41, 32, 11
Tirada: 1d54
Motivo: Repito el 35
Resultado: 34
Y perdón por el retraso, que estoy sin ordenador :(
DM: un acierto normal
-A ver, Labraguette. Acérqueme una de esas legiones de honor que tengo reservadas para los
valientes.
Sonaron redobles de tambores y un par de toques de corneta, a ver esas condecoraciones que son para hoy, pero las susodichas no aparecían por ninguna parte. El Enano despachó a Labraguette a hacer averiguaciones, y lo visteis regresar al cabo, más corrido que una mona, deshaciéndose en excusas. Las lelegiones de honor se habían pe-perdido en el campo de batalla de Sbodonovo, Sire. Una caja entera, nu-nuevecitas, en el fondo del río. Imperdonable descuido y de-demás.
El Petit fruncía el imperial ceño.
-No importa. Déme la suya.
-¿Perdón?
-Su legión de honor. Démela para este bravo capitán. A usted ya le buscaré otra cuando volvamos a París -el Petit miró la ciudad desierta a su alrededor y pareció estremecerse bajo el capote gris marengo-... Si volvemos.
Labraguette y los mariscales rieron aquello como si fuera una gracia, jé, jé, Sire, muy bueno el chiste. Siempre tan agudo. Pero el Enano miraba a los ojos del capitán García, y este nunca estuvo muy seguro de si aquella vez, en la plaza del Kremlin, el Enano hablaba en broma o hablaba en serio. El caso es que después de colgarle al cuello la cruz, el Petit pasó entre nuestras filas estrechando algunas manos, bien hecho, muchachos, estoy orgulloso de vosotros. Os vi desde la colina. Algo magnífico. Francia os lo agradece y todo eso.
-¿De dónde eres, hijo?
-De Lepe, Zire.
Después hubo unos trompetazos más, redoble de tambores, y el Ilustre se retiró a ocuparse de sus cosas, no sin antes volverse a su Estado Mayor, tome nota, Labraguette, paga doble para el 326, déjenlos saquear un rato la ciudad con el resto de la tropa, y esta noche los quiero de guardia de honor en el Kremlin. Viva Francia y rompan filas. Ar.
Esa noche montasteis guardia en las murallas exteriores del recinto sagrado, en el corazón del imperio ruso, lo que a tales alturas del asunto os impresionaba un carajo de la vela, mi capitán, para impresión la de los cañones ruskis dándoos cera en Sbodonovo, o los dos escuadrones cosacos cargándoos por las bravas en la calle principal. Después de eso, tanto os daba estar en el
Kremlin o en el Vaticano. El caso es que, impresionados o no, cumplisteis el honor que os dispensaba el Ilustre asomados a las murallas, escuchando los cantos y la juerga de los franchutes que iban con antorchas de un lado para otro por la ciudad desierta. De vez en cuando llegaban hasta vosotros ruido de tiros aislados, carcajadas o el grito de una mujer.
Negué con la cabeza desde allí arriba, mientras trataba de ver algo de lo que sucedía por ahí abajo, pero todo lo que había cerca de la muralla estaba bastante oscuro y de entretenido tenía más bien poco.
- No sé vosotros, pero si sé que todos se van a divertir menos nosotros...
En aquel momento deseaba estar abajo disfrutando con los demás, ya fuera hablando en francés, en inglés o teniendo que imitar el acento de alguien de una de esas aldeas gallegas en las que más acento no podían tener.
Lo que llegó a mis oídos en aquel momento fue el grito de una mujer y suspiré...
- Creo que si me dejaran suelto en estos momentos me serviría tanto una mujer, como un hombre... quizás hasta una oveja...
Por suerte aquello no lo dije en alto, sino que lo pensaba para mí mismo, pero es que ya no me acordaba de la última vez que me lo había pasado bien.
- Tan rodeado de hombres y tan sólo...
Negué con la cabeza sin decir nada y suspiré para luego seguir con aquella guardia. En la que el sueño seguro que no me entraba porque estaba a rabiar por tener que estar ahí encima como un pasmarote.
Emilio miró a Minguez y sonrío.
- "No tiene porque ser así... ¿O acaso no has aprovechado la tarde?"
De debajo de su guerrera sacó una botella en vodka, o eso se adivinaba sin saber leer los caracteres cirílicos. Con la bayoneta la descorchó de un certero golpe que se llevó un trozo del cristal pero dejo suficiente de la boca para poder beber por ella sin peligro. Tras darle un buen trago se la pasó a su compañero.
Viendo en principio su cara de reproche se defendió de la silenciosa mirada inculpatoria:
- "Sé que va contra el reglamento, pero solo si te pillan... Además desertar está peor visto."
Se giró al capitán que miraba al horizonte sumido en sus pensamientos (o dormitando, era difícil saberlo en aquella oscuridad...).
- "Hablando del tema. ¿Qué nos detiene ahora de huir en busca de mejores pastos, señor?"
Napoleón en persona. No puedo evitar mirarlo con cierta admiración. No es el hombre más fiel del mundo, ha invadido lo que ha podido y más, y a veces tengo al impresión de que corre hacia el desastre. Pero sigue siendo un gran hombre y un buen general. Para mi sorpresa, es más alto de lo que yo pensaba.
«Al final va a ser verdad eso de que lo de su estatura era cosa de los ingleses. Desde que no están bajo el ala de nuestra Iglesia no han vuelto a ser los mismos... los pobres» pienso mientras me acerco a felicitar al Capitán.
—Bueno Capitán, parece que tendrá algo que enseñarle a sus hijos, o algo que empeñar a los usureros— bromeo mientras le doy unas palmaditas en la espalda.
Mientras mis compañeros saquean, me dirijo a terreno sagrado para dar gracias por seguir con vida. Ha sido duro, pero casi todos hemos superado esta prueba enviada de la mano de Dios.
—Gracias Señor... porque en la cruel tormenta, me haces escuchar el suave susurro de tu voz. Gracias Señor...pues envías rayos de luz que iluminan mi camino en medio de las adversidades. Gracias Señor... por cada instante y cada problema que me recuerda mi necesidad de Ti. Gracias Señor... porque hasta en lo alto del cielo y en la profundidad del océano Tus oídos están siempre atentos a escuchar mi clamor. Gracias Señor... porque a pesar de los errores de la gente, Sigues enviando sol y lluvia sobre todos sin distinción. Por todo esto y lo que me sería imposible de contabilizar... Gracias Señor. Amen— susurro al fin. Mis palabras resuenan en una tosca capilla.
Cuando termino, recorro la sacristía buscando algo de comer. No duda que tendrán buenas viandas y nos vendrán bien para pasar la noche.
—Veo esa botella y añado una baraja de cartas, añado una bolla de pan, pescado en salazón y una especie de chorizo ruso... no sé que es, pero tenía buena pinta y olía bien— digo con una sonrisa.
«Si, ya sé, no robarás... pero es un triste chorizo. No creo que matemos a nadie de hambre, para eso tenemos armas» pienso con un suspiro irritado.
Bendigo los alimentos antes de empezar y después dejo vía libre a los chicos.
—Señor, bendice estos alimentos que recibimos de tu generosidad. Te lo pedimos por Cristo Nuestro Señor. Amén—
El idioma nunca fue un problema cuando hay voluntad por entenderse y nada expresa mejor un sentimiento que 5 palmos de navaja al cuello. Нет, а не из жалости я богат gemia el gordo mercader vestido con pieles .Pedro el cordobes no entendia ni una palabra de toda su palabreria pero si comprendia que las pieles que llevaba valian dinero y que debajo de ellas seguro que habria cosas igual o aun mas valor.Habla , lo que quieras gordo pero suelta la bolsa y lo que lleves.susurro deslizando la navaja por el cuello hasta provocar un hilillo de sangre.El ruso cayo desmayado al suelo y en poco tiempo un charco comenzo a fundir la nieve bajo su cuerpo.Sera puerco el tio y ahora como me pongo yo estas pieles.
El ruido de pasos que se acercaban obligaron a Pedro a arramblar con lo que pudo sin detenerse a registrar al ruso en profundidad.Bueno , menos da una piedra y ademas hace daño.
A eso de la medianoche, el capitán García estaba apoyado en las almenas que daban a la ciudad vieja, encendiendo una tagarnina que había encontrado el día anterior en los bolsillos de un oficial de cosacos muerto. Sonaba en la oscuridad la guitarra de Pedro el Cordobés, y alguien, uno de los centinelas inmóviles como sombras negras, tarareaba entre dientes una copla. Algo de una niña que espera y un hombre que está lejos, huido a la sierra. En esto García oyó unos pasos y, cuando se disponía a preguntar alto quién vive, santo y seña y toda esa jerga que suele barajarse antes de descerrajar un tiro, apareció el Enano en persona. Iba envuelto en su capote gris, inconfundible a pesar de la oscuridad. No había nadie tan bajito ni con un sombrero tan enorme en toda la Grande Armée.
-Buenas noches, capitán.
-A sus órdenes, Sire -García, cortadísimo, se cuadraba con un taconazo-. Sin novedad en la guardia.
-Ya veo -el Ilustre se apoyó en la muralla, a su lado-. Descanse. Y puede seguir fumando.
-Gracias, Sire.
Estuvieron un rato inmóviles los dos, el uno junto al otro, escuchando la guitarra del
cordobés y la copla del centinela. García, que no las tenía todas consigo, observaba de reojo el perfil del Ilustre, iluminado apenas desde abajo por una hoguera que ardía al pie de la muralla. A quien le digan, pensaba, que estoy a dos palmos del fulano que tiene en el bolsillo a media Europa y acojonada a la otra media. Instintivamente rozó la culata de la pistola que llevaba al cinto, imaginando lo que ocurriría si le soltaba un tiro al Petit Cabrón así, por las buenas. ¿Qué dirían los libros de Historia?...
Napoleón Bonaparte, nacido en Córcega, muerto en las murallas del Kremlin por un capitán español. Véase Capitán García... Y en la letra G: García, Roque. Capitán de infantería. Mató a Napoleón de un pistoletazo en las murallas del Kremlin. Eso aceleró la liberación de España, pero García no estaba allí para disfrutar del asunto. Juzgado sumariamente por un tribunal militar francés, fue fusilado al amanecer...
Con un suspiro, el capitán apartó la mano de la culata. Figurar en los libros de Historia no era la pasión de su vida.
-¿Por qué lo hicieron, capitán?
Sobresaltado, García tragó saliva.
-¿Por qué hicimos qué, Sire?
-Aquello de Sbodonovo, ya sabe -el Enano hizo una pausa y al capitán le pareció que reía
quedamente, en la penumbra-. Avanzar así hacia el enemigo.
García estaba mudo, mirando en su interior y recordando todas las cosas que seguramente le traerían pesadillas si es que eso acababa pronto pero poco le importaba, se había acostumbrado a vivir con ello y no era hombre que se rajara moralmente, al contrario, los tenía muy bien puestos.
-Habrá que sacarlos a todos de aquí...
Pero no lo dijo en voz alta, asintió cuando una pregunta se refirió a eso pero no dijo más, volvió a perderse en el horizonte, ese horizonte en el que veía poco o nada pero al mismo tiempo lo adivinaba todo, tenía esa virtud y pronto se le acabó el pensamiento visual porque el mismo Napoleón llegó hasta allí a preguntarle el por qué de algo que él mismo no sabía. Ya había fantasiado demasiado con la muerte del mandamás y con la suya propia. Se acomodó y lo miró de frente esta vez.
-No lo sé. Supongo que sobre la marcha y el griterío, decidimos que era hora de ser hombres o de morir como hombres, lo cual al final de cuentas es lo mismo y quiso Dios que la providencia estuviera de nuestro lado. Vamos, que podría mentir y decir que nuestra valentía nos llevó a ello, pero seré sincero al decir que somos unos cabrones con suerte.
García se permitió el lujo de reír y de que esa risa se escuchara por encima de sus hombros, quizás como un recuerdo a sus hombres de que seguía estando allí para ellos o quizás como un arma, alegar locura a veces estaba bien.
Me quedé mirando la botella y en seguida se la cogí a mi compañero para darle un trago, pues no, no debía de haber aprobechado demasiado bien la tarde cuando tenía una noche con tan mal talante.
- ¿ No os habeis cansado ya de pegar tiros sin sentido? Si no fuera porque no tengo donde volver, me iría ahora mismo...
Estaba cansado de una guerra que no era mía, pero... ¿ a dónde iría? Los condenados como yo no teníamos un lugar ni en el que caernos muertos, quizás, por eso seguía vivo todavía.
- " Borraría Francia del mapa " - Dije con un perfecto acento Francés aunque claramente haciendo la burla al pronunciarlo.
Al menos no estaba solo en aquellas tierras y tenía a mis compañeros conmigo, pues normalmente cuando algo pesa mucho sobre los hombros, se agradece no ser el único pilar que lo sujeta.
- ¿ Qué vais a hacer cuando volvamos?
Por mi parte ya daba por sentado que eso se había acabado, aunque al enano cabezón igual no le parecería lo mismo y nos tendría más tiempo ahí haciendo el gilipollas.
Ortega estaba cansado, y más delgado que de costumbre, casi demacrado. Se sentía tranquilo por el final de la batalla y reconfortado por los honores recibidos -además de estar disfrutando de la bella vista de la Plaza Roja- mas su último miedo era quedarse dormido en la guardia. Encargada por el propio Napoleón. Que no dejaba de tener guasa. Primero rehusó el vodka -sólo faltaba ese licor del infierno para acentuar su modorra-, pero finalmente se dijo, qué carajo, después de pasar a mosquete y a cuchillo a todos esos ruskis, ¿qué podía pasarle por dormitar un poco en una guardia? Si se dormía, ya le despertarían sus compañeros. Así que brindó deleitado por la guitarra de Pedro y las voces que lo acompañaban, y tampoco alejó el arma demasiado de sus intenciones, ya que el capitán García, conociéndolo, todavía estaba a tiempo de hacer alguna gorda y que tuviéramos que salir todos de ahí quemando pólvora.
Sobrevino un silencio. Entonces el Enano se volvió despacio a nuestro capitán, y en ese momento alguien avivó la hoguera de abajo y el resplandor iluminó un poco más el rostro de los dos hombres. Y el Ilustre sonreía a medias, entre irónico y comprensivo, como el viejo zorro que les da cuartelillo a las gallinas del corral. García sostuvo aquella sonrisa y la mirada del Ilustre sin apartar la vista ni pestañear, porque el capitán, a pesar de ser un pobre desgraciado como todos nosotros, era de Soria y tenía lo que hay que tener, y porque tanto él como el Petit, en el fondo, eran soldados profesionales y se estaban entendiendo sin palabras.
-Se dio cuenta -nos diría el capitán, más tarde-. Ese tío sabía que en Sbodonovo nos quisimos largar. Se dio cuenta pero le importa un carajo... Su instinto le dice que la Grande Armée tiene los días contados, y ni él mismo está seguro de salir bien de ésta.
Eso es lo que nos contó García. De una u otra forma, lo cierto es que al Enano debió de gustarle lo que había en los ojos de nuestro capitán, porque éste observó que le echaba un vistazo al cuello de la casaca, de donde García se había quitado por la tarde la legión de honor, y no hizo ningún comentario, sino que acentuó su extraña media sonrisa.
-Comprendo -se limitó a decir.
Y el emperador de Francia se alejó lentamente por la muralla.
García lo estuvo mirando hasta que desapareció entre las sombras. Después se encogió de hombros por segunda vez. La tagarnina se había apagado, así que fue al resguardo de la almena para encender el chisquero. Entonces se dio cuenta de que la guitarra de Pedro el Cordobés se había interrumpido y el centinela ya no cantaba su copla. Se asomó a la muralla, inquieto, y entonces vio el resplandor rojo que crecía en la zona este de la ciudad.
Moscú estaba en llamas.