La mujer pestañeó a la oscuridad antes de cerciorarse si había algo allá donde Ingvarr indicaba.
-Estáis cansado -dio como respuesta- te relevaré en la guardia -se pellizcó el puente de la nariz con gesto agotado- quizá los sueños te revelen el significado de lo que crees haber visto. Solo los dioses saben su verdadera naturaleza.
R
Inseguro, y algo inquieto, Ingvarr se alegró de no haber despertado a los demás. Gruñendo, mirando de reojo aún a la imagen de su madre, se recostó en su lugar y cerró los ojos con fuerza, como cuando era niño y temía a las figuras que la luz de la hoguera creaba en las sombras de las paredes de su casa.
-No es posible - murmuró con los dientes apretados -. Los dioses se ríen de mí y sin ninguna gracia.
El hombre se esforzó por quedar dormido.
Daana se quedó despierta meditando en la identidad de los que aparecían en su sueño mientras Ingvarr se dormía. Ella haría guardia, pero tenía que aprovechar el tiempo.
R*
El resto de la noche transcurre tranquila y llega un nuevo día. Los cuatro viajeros notan que algo ha cambiado. Una especie de neblina se ha levantado y no hay rastro de la loba blanca. El peñasco donde se asomaba la noche anterior está vacía aunque jirones de ligeras brumas confunden la visión de los viajeros.
Continuamos.
Ingvarr, cuya inquietud lo había despertado antes que a los demás, se estiró con discreción, escupió y se sonó la nariz. Su herida parecía en mejor estado. Miró alrededor, sonrió con esfuerzo y se animó porque de nuevo había vuelto la luz.
-Un trago de hidromiel sería el mejor desayuno, pero ya que no lo hay, tomemos algo, compañeros. Sigamos el camino que nos marcan los dioses.
Post breve. Estoy haciendo maletas.
Había sido relevada de la guardia que había "arrebatado a Ingvarr" y su sueño había sido tranquilo y sin sombras. Con esfuerzo somnoliento se sentó restregando las mejillas justo el punto en el que la tinta llenaba el hueco que la carne había abandonado.
-...-lanzó una mirada al hombre que parecía tan fresco después del desasosiego vivido por la noche. Nada de sus inquietudes asomaba por sus ojos.
Quizá solo necesitaba descanso después todo.
Nada más despertar y no ver rastro de la loba, la cosa no auguraba nada muy alentador. Tras sacar unas tiras de carne seca y queso duro, junto con un trozo de pan, Naúl se acercó a la zona donde viera por última vez a la loba blanca, tal vez desde aquella posición elevada viera algo que le guiara, aunque solo fueran unas huellas en la nieve, o algún detalle en el horizonte. Masticaba sin gusto el desayuno mientras buscaba un rumbo que seguir...
La leves brumas confunden la visión de los viajeros mientras éstos se dedican a consumir alimento que les serviría de sustento para una gran parte del día. Absortos en sus pensamientos mastican casi de forma intuitiva más que con ganas. ¿Que les depararía el día? ¿Qué había sido de la loba blanca?
No encontrando rastro alguno de la loba, el viudo guía, traza una trayectoria recorrida durante las últimas horas del día anterior siguiendo la loba blanca. Para hacerse una idea de si había seguido una dirección uniforme o había sido errática. Si hubiera sido recta, tal vez con seguir la misma dirección encontraran algo...
Motivo: Supervivencia
Tirada: 1d8
Resultado: 5(+2)=7
Motivo: Supervivencia , dado salvaje
Tirada: 1d6
Resultado: 3(+2)=5
Naul se encontraba ceñudo, sentado y permanece impasible unos instantes mientras sus compañeros los observa. El experto explorador se levanta para inspeccionar el terreno y desaparece para reaparecer después de una media hora. Efectivamente no había encontrado el rastro del lobo pero había algo que deseaba enseñar a sus compañeros. Tras recoger sus cosas, el guía lleva al grupo a través de un angosto sendero poco transitable. En realidad habían ascendido unos cinco metros pero el esfuerzo equivalía a quince. Tras unos giros y un ascenso complicado consiguen llevar a un lugar al pie de una entrada a una cueva. Allí señala una serie de huellas, parecen los pies desnudos de una humano o humana y parece que recientes.
Naúl se incorpora tras analizar estos últimos rastros recientes.
-Parece que tenemos algo que seguir.- Dijo mirando hacia el interior de la cueva.
No parecía muy a gusto con la idea de meterse en una cueva, donde la visión era muy reducida, los peligros muchos, y el espacio para usar las armas reducidas. Pero tampoco estaba allí para pasarlo bien. Sin perder tiempo tomó antorchas de la bestia de carga, repartiendo un par para cada uno, para que las guardara por si tuvieran que encender varias y distribuir así su peso. Se colocó un rollo de cuerda alrededor del torso y finalmente encendió encendió una antorcha.
- Veamos que hay aquí.- Dijo para sí mismo.Y mirando al resto agregó.- Aguardad si queréis, si me acompañáis encended otra antorcha.
Doy un vistazo, ¿parece que es profunda la cueva?
Narrador: Sí, paso a describir la cueva.
Ingvarr arrugó el gesto, lo que desdibujó el firme trazado de los tatuajes.
-¿Pies de hombre? -susurró-. ¿Qué tipo de magia acerca unos pies desnudos a una cueva de lobos? Aún es pronto para saberlo, sí.
Miró de reojo a la mujer, para asegurarse de que se comportaba. El guerrero también podría estropearlo todo, si no era cuidadoso al moverse. Ingvarr hizo un gesto a Naúl para indicarle que estaba a su lado, listo para pelear si se daba el caso, y para apoyar una retirada, si lo que encontraban en la cueva era superior a sus habilidades.
El explorador viudo se adentra en la cueva. La entrada conduce a una oquedad de unos 5 x 5 m. El techo se alza apenas unos cuatro metros y en el noreste la cueva se extiende en forma de túnel hacia la oscuridad. El guía no es capaz de ver el fondo, necesita más luz.
Con la antorcha ardiendo, el rubio cazador se adentró hacia la oscuridad de la cueva, portando en su diestra el hacha, vieja y gastada que en su día le sierviera para vengar a su familia, lista por si fuera menester.
Se adentró sin pronunciarse tras Naúl en la oquedad. La loba bien podría haber adoptado por fin su verdadera forma, los dioses sabrían...
Tomó una antorcha y procuró encenderla tal y como Naúl había establecido como condición para seguir sus pasos dentro de la cueva.
Ingvarr se colocó en el lado de Naúl donde éste sostenía la antorcha, para reforzar ese flanco debilitado. Pensó que el fuerte Jormün tendría que estar al principio, pero no dijo nada. Era una cueva. Las cuevas eran más adecuadas para los pillos que para los guerreros. Él conocía algunas historias. La punta de la espada guiaba el camino, el escudo protegía a ambos, dentro de lo posible.
A Jormün no le importó abrir la marcha por si algo aparecía e intentaba dañar a sus compañeros de aventura. Le extrañó lo que le dijeron, pero ya nada le extrañaba en aquella aventura en la que los dioses estaban utilizando todos los medios de desconcertarlos. Y había en juego el clan y entre ellos el jarl, así que con su hacha bien sujeta en sus manos listas para abrirse camino si algo intentaba obstruírles el camino.
- Avancemos con cuidado y con los ojos y los oidos bien atentos a lo que pueda aparecer en estas cueva.
Sorry no me llegaron los mensajes de aviso!! Ya estoy aquí a tope de nuevo!!
Narrador: Ok, estupendo. Continuemos
El túnel se extendía hasta la oscuridad. A medida que avanzaban con Jörmun a la cabeza siempre atento. Poco a poco fueron notando como algo cambiaba en el túnel. Al principio no notaban qué había cambiado, pero poco a poco fueron conscientes del cambio que operaba en aquel lugar sombrío y húmedo: un extraño fulgor parecía desprenderse de la roca de la pared. ¿Era un efecto ilusorio o algunas rocas parecían desprender una luz intensa.
Cambio de escena