Tras un rápido viaje en barco de 48 horas, pudieron ver la ciudad de Londres desde la proa del barco. En esa época Londres era la capital del Imperio Británico y por eso la capital del mundo. Mientras se acercaban podían ver la cantidad de humo negro que flotaba por sobre los techos de los edificios. La revolución industrial había moldeado la ciudad y hasta el aire que respiraban tenía gusto a máquinas y progreso.
Al dejar el barco empezaron a organizarse para realizar su próximo paso. Will fue el que tomó las riendas del caso y recordó que Elías le había hablado varias veces de un tal Mickey Mahoney. Mickey era un periodista dueño del diario sensacionalista llamado "The Scoop". Tras averiguar un poco descubrieron que las oficinas del diario se encontraban en el "East End" un barrio de gente trabajadora pero que tenía varios focos de extrema pobreza y que no era nada recomendable para un grupo de turistas como ustedes.
Ahora si, bienvenidos a Londres señores!
Tras dejar el barco y pisar tierra firme nos reunimos al final del muelle.
- Creo que debemos repasar las pistas que tenemos que nos han llevado a venir aquí pero, antes, habría que buscar un hostal o un hotel en el que quedarse, ya que ir cargando las maletas por ahí no me parece buena idea.
Duda: Al final, ¿podemos comprar algo de equipo antes del viaje?
Will tenía una ambivalente sensación al alcanzar su cuidad. Londres era un verdadero antro industrial, "sumidero enorme donde van a dar de manera fatal cuantos desocupados y haraganes contiene el imperio". Y allí estaba de nuevo. Por una lado le movía la voluntad de resolver lo ocurrido, por otro sentía la repugnancia de revivir lo ocurrido allí y el deseo de abandonar cuanto antes.
-No será necesario. Vayamos a la hacienda familiar. Una vez instalados podemos dirigirnos al East End. Aunque es un lugar peligroso y debemos planificar una estrategia, no nos ocurra como la otra vez en Nueva York.
Hago la propuesta de ir a mi casa familiar, que veo la más lógica, aunque seamos muchos. Si quieres, puedo hacer una tirada de crédito. La cita, por cierto, es de "Estudio en Escarlata".
Asiento ante las palabras de Will antes de responder:
- Entonces, será mejor que encabece la marcha. - Digo con una leve sonrisa mientras me hago a un lado y le invito con un gesto a pasar delante.
Peter estaba ensimismado. Londres nunca le dejaba de sorprender, por sus gentes, su arquitectura, su línea divisoria entre la limpieza y la suciedad, dependiendo de por dónde uno caminase.
Ante el ofrecimiento de Will, asintió y recogió sus bártulos dispuesto a seguirle.
-Vaya... -Fueron las únicas palabras que dijo el farmacéutico en horas, los viajes no iban mucho con él. Y menos con intenciones tales como buscar los culpables de un asesinato. Pero aquella ciudad era diferente a la que un día hizo suya. Y ahora se preguntaba si no eligió mal al emigrar a las americas, en vez de a Inglaterra. Claro que el quería alejarse lo mas posible de su tierra, así que la elección era obvia.
Pero dejando a un lado sus propios intereses aquella ciudad parecía diferente, igualmente sucia como su Varsovia natal, pero tan viva y activa como New York. Era extraña, tanto como él en Londres. Pero ya que estaba allí al menos procuraría sacar algo bueno de ese espantoso viaje que comenzaba en la ciudad de la puntualidad y los desayunos.
-Por mi perfecto, no deseo molestar, pero prefiero un sitio que al menos uno de nosotros conozcamos para establecernos antes que un hotel que pueda tener sorpresas como el Hotel Chelsea. -Un recuerdo nada grato, que le hizo toquetear nervioso el bolsillo de su chaqueta.
-Y... Despues de eso a donde.
Habiendo decidido dejar sus pertenencias en la casa familiar de los Browne se dirigieron allí siguiendo las indicaciones de Will. Al ver como el taxi se movía por Londres no pudieron evitar notar las grandes diferencias que esta ciudad tenía con Nueva York. Mientras al ciudad americana era simplemente una gran ciudad en crecimiento, Londres era la capital del imperio británico uno de los centros de poder más poderosos del mundo y la gente con al que se cruzaban lo demostraba. Desde hombres blancos con sus elegantes galeras, hasta hindúes con sus turbantes. Hombres y mujeres de todas partes del mundo llegaban a Londres lo que hacía que la ciudad sea la más cosmopolita que habían visto en años.
Al llegar a la casa de los Browne se sorprendieron con la elegancia que vivían, sabían que Will venía de una familia adinerada pero no esperaban esa riqueza...
Will, te dejo describir la casa de tu familia ;)
La casa familiar, cercana a la torre de Londres, en la propia Tower street, era de un estilo georgiano, que las nuevas edificaciones habían ido sustituyendo por el gótico victoriano con el correr del tiempo. Ciertamente no era una casa ostentosa, con una entrada discreta y los típicos bajos londinenses para acoger las cocinas y habitaciones de servicio. Una entrada de un blanco apenas presente, devorado por el humo que cubría la ciudad al completo y teñía de negro las calles, anunciaba en cierto modo una vivienda que vivía anclada en el pasado. La familia de Will había adquirido su posición del comercio de esclavos en el pasado. Y aunque su propio abuelo había envuelto sus viajes en aventuras de investigación y finalmente se había decantado por el conocimiento, lo cierto es que los motivos por los que se financiaban aquellas incursiones poco tenía que ver con el saber. Bustos y retratos más bien amanerados y perturbadores cubrían el hall, que daba a unas escaleras al frente y a un salón a la derecha. En él, Will presentó a su familia a sus compañeros con cortesía. Ya había informado previamente de su venida, de modo que se habían preparado unas habitaciones para acogerlos a todos. La casa, de varias plantas, se había ido vaciando progresivamente, de modo que tenía espacio suficiente para acogerlos a todos, dejando, eso sí, poco espacio para la intimidad en ellas. En cualquier caso, ya había aclarado que se trataba de una estancia provisional con un objetivo concreto, y que implicaría un rápido abandono en pos de sus obscuras investigaciones universitarias. El alivio de alejar a Will de Londres lo antes posible era bien notorio para la familia. Su padre, un hombre sensato que se dedicaba al comercio de algodón, no comprendía del todo a su hijo, mientras que Will sí había comprendido absolutamente que sus intereses distaban por completo, de modo que su relación se restringía a la cortesía familiar, territorio consuetudinario en que todo londinense aprenden a desenenvolverse con diligencia. Sus hermanos estaban de viaje y su hermana ya no vivía en casa, de modo que al fin y al cabo una agradable soledad permitía al grupo hablar con tranquilidad en el salón. Su madre se apartó a su habitación, para dejar espacio a los americanos. Ni que decir que para ella aquella gente eran poco más que simios vestidos con traje, de modo que no se comunicó con ellos en los más mínimo. Su gélida mirada era suficiente para decir todo lo necesario. Suerte que no era una gorgona griega. Así la llamaba Will, de hecho.
Se acomodaron lo mejor que pudieron y se reunieron en el salón principal, con una colección de libros de historia más que correcta y algunas obras de arqueología y gramática clásicas verdaderamente valiosas. En un escritorio pudieron distribuir la información de que disponían y del bar pudieron proveerse de todo lo necesario para reflexionar sobre sus siguientes pasos. Se diría que se había creado una cierta atmósfera de comodidad, solo ensombrecida por los oscuros motivos que los habían llevado al otro lado del Atlántico.
Quisiera haberlo elaborado más, pero no he tenido tiempo. Perdón por las imprecisiones, pues.
Además de alojarse Will había aprovechado el tiempo que estuvieron en la casa familiar para llamar a Mahoney. El hombre le había comentado que iba a demorar un poco porque tenía que seguir una pista en una de sus investigaciones periodísticas, lo que les daba un tiempo para acomodarse y ponerse de acuerdo sobre sus movimientos en la capital británica.
La familia de Will se encontraba un poco sorprendida de ver a todos los hombres que habían venido con su hijo, esperaban visitas pero no tantas de todas formas la casa de familia no tenía problemas de espacio por lo que todos podían alojarse cómodamente.
Mientras esperaban al periodista Will les ofreció su escritorio para poner toda la información sobre la mesa y prepararse para la charla con Mahoney.
La llegada a la mansión de los Browne me deja muy descolocado. El tamaño de la mansión, el terreno e incluso el servicio. No estoy acostumbrado a este tipo de vida y me siento muy fuera de lugar, tanto con la mansión como con el servicio y, sobre todo, con la forma de comportarse de la familia Browne.
Mientras me muevo por la casa procuro mantenerme en un plano discreto, tanto para no incomodar a la familia como para no molestar al servicio al que no estoy acostumbrado.
Aunque hay una cosa que ha mejorado frente a New York, tanto aquí como en el barco. Aquí no hay Ley Seca por lo que en este país ya se puede beber whisky de forma legal y el whisky que se puede encontrar en la mansión Browne es muy bueno.
De cara a la puesta en claro de todo el asunto me siento en una silla con la libreta, un lápiz y un vaso con whisky.
Las borracheras debidas a estar lejos de la Ley Seca fueron en el barco, por lo que ahora tan sólo tengo el whisky para poder paladearlo, saborearlo y disfrutarlo con calma. Nada de borracheras.
Tras unos minutos disfrutando la gran vida londinense y olvidando los controles que había en Estados Unidos sobre el alcohol. Fue en ese momento que el timbre de la residencia Browne sonó y un extraño hombre pelirrojo entró a la habitación. Con una boina y un cigarrillo que largaba humo sin cesar fue lo primero que vieron de Mickey.
Buenas tardes amigos ¿disfrutando de la gran vida al otro lado del océano?
Mickey se dejó caer en uno de los sillones y largó un poco de la ceniza en uno de los ceniceros.
¿Que los trae a esta pequeña isla en la costa europea? No tienen pinta de ser traficantes por lo que no creo que sea solo el alcohol.
Lo bueno de Londres no era el cambio de aires; mas que nada porque el tiempo era peor aun que en Nueva York, o La mansión de Will; algo increíblemente ostentoso y descarado, eran tan grande y lujoso que Josep se preguntaba que estaba haciendo exactamente en aquella mansión. Lo verdaderamente bueno de aquella ciudad era que el alcohol era legal, no había que ocultarse para beber una buena copa o ir a bares clandestinos en busca de compañía de una botella con aire cargado y ruidosos borrachos.
Londres era un lugar libre, hablaban en ingles y se podía beber en casi cualquier lugar. Algo que el farmacéutico aprovecho y no se contuvo a la hora de disfrutar de los brandis mas diversos, su cartera se resentiría desde luego, pero que mejor oportunidad para él que gastar dinero en algo tan sabroso como legal.
Cuando llego el periodista, Paulov sostenía una cosa en sus manos y no era ni la segunda que habían sujetado esas manos antes de que llegara él. Aquel hombre era desgarbado y parecía mas cansado que el mismo tiempo, pero le obligo a soltar una sonrisa cuando menciono el alcohol a lo que Josep respondió dando un ligero sorbo de su copa, la verdad es que a esas alturas temía tener un timbre de voz tembloroso, por lo que prefería que hablasen el resto, pero el silencio prolongado hasta empezaba a suponerle una molestia.
La verdad es que ahora mismo no caigo quien era este hombre, estoy buscando entre las pistas y lo comentado en el off pero no lo encuentro...
Dejo escapar una media sonrisa ante las palabras del periodista antes de responder:
- Más que disfrutar de la gran vida... - Digo encogiéndome levemente de hombros. - Disfrutamos más bien de los pequeños placeres, como es el de poder beber un whisky tranquilamente y sin problemas.
Después, poso el vaso y me inclino hacia delante antes de decir:
- Sin embargo, tiene usted razón, no somos traficantes de alcohol. - Digo mirándolo a los ojos. - Estamos aquí por un asunto mucho más serio y delicado. Hemos venido por un amigo mutuo, el señor Jackson Elias, que cómo sabrá vino a Londres siguiendo los pasos de la tristemente "desaparecida" Expedición Carlyle. Por nuestra parte, nosotros estamos siguiendo los pasos de Jackson para intentar reconstruir su viaje.
Vuelvo a sentarme correctamente en mi silla, esperando a ver su reacción y sin soltar aún toda la información de la que disponemos, muy especialmente la parte del fallecimiento de Elias.
Josep, descripción del Guardián en el primer mensaje de este hilo ;)
(...) Elías le había hablado varias veces de un tal Mickey Mahoney. Mickey era un periodista dueño del diario sensacionalista llamado "The Scoop" (...)
Will ha recordado que Elias le habló de este periodista, así que podemos suponer que son/eran amigos y que nos puede ayudar a seguir los pasos que dio Elias en Londres. También tenemos otra pista que podemos investigar, la tarjeta de la Fundación Penhew que encontramos en la habitación del hotel de Elias en Nueva York.
Inusitadamente Paulov pareció escuchar con atención a su colega y compañero Marlon y tras dejar soltar un ligero sonido de asombro apretó los labios y asintio complacido. Por suerte su compañero fue capaz de hilar la razón de nuestra reunión. Y eso le tranquilizo, aunque no le privo de volver a probar de esa copa que tuviera en la mano, aun atento por lo que aquel periodista pudiera contarles.
Gracias Marlon, creo que soy un maldito ciego.