Partida Rol por web

-Podemos dejaros cajas vacías y sacos de piedras, para que piensen que lleváis buena carga.- Agregó el viejo.

La idea de los cebos sigue siendo la mejor y la apoyo independiente de qué sean los atacantes. Al fin y al cabo, si fuesen piratas, serían atraídos por una supuesta carga mientras que si no, nosotros mismos ya seríamos el cebo. Sea como fuere, debería resultar.

El anciano indica que lo encontrado no se puede considerar un botín en su magnitud, por lo que asiento entiendo su punto. No descarta la presencia de algún otro tipo de atacante pero supongo que esperar piratas es probablemente lo más acertado a la realidad que encontraremos.

 - "Bueno, entonces el plan será cargarnos de lo que parezca ser algo valioso y navegar. Podríamos correr la voz en este mismo local de que llevaremos alguna clase de valor. Nunca se sabe si algún oído es el inapropiado."

Pues la verdad es que si no lo hacemos, cabe la posibilidad de que no nos consideren como un objetivo importante para arriesgarse. Si a eso le sumamos que no somos un grupo menor, quizás los piratas consideren que el riesgo no vale la pena.

Miro al alguacil y le digo algo que en estos momentos toma mucha más importancia que antes:

 - "Podríamos poner una lona a modo de techo en la barcaza. No solo nos dará aspecto de una barcaza con más valor, sino que no nos seguiremos enfermando por la... desagradable lluvia." -Mi maestro me regañaba por las malas palabras y suficientes varillazos hacen que las buenas costumbres no se olviden- "Estoy dispuesto a pagar de mi dinero por ella si así evito contraer más gripe."

Pido algo para desayunar pues la verdad es que tanta plática me ha abierto el apetito y debo comer para recuperar fuerzas. "Enfermo que no come, se muere", dicen popularmente y la verdad es que no se equivocan. No quiero palmarla solo por hablar en vez de comer.

Hablar de espíritus o monstruos abisales provocaban los escalofríos en su cuerpo. Los vellos de sus brazos se enderezar como los de un erizo. Prefería mil veces enfrentarse a enanos caóticos, humanos corruptos o verdosos mugrientos que a seres incorpóreos o criaturas debajo del agua (donde no alcanzaban sus hachazos).

—¡Sí señor, buena idea! Necesitamos proteger la barcaza. También equiparnos, ¿hay alguna armería cerca? ¿potingues que podamos comprar aquí? —Preguntó al cantinero.

Echó un ojo al establecimiento, buscando cualquier objeto que pudiera serles útil.

Parece que ya tenemos un plan para atrapar a esos asaltadores de barcazas. Pongámonos en marcha ya. No podemos esperar a que pare de llover. Además, hemos comprobado que si quieren atacar la barcaza, les importa bien poco si llueve o no.

Parecía que Renata estaba cómoda sentada donde estaba y disfrutaba de mis incursiones por sus muslos. Eso no me impedía hablar con mis compañeros.

La idea de la lona para resguardarnos es perfecta. Servirá tanto para protegernos un poco más de la lluvia como para permanecer ocultos sin desvelar nuestro número exacto de hombres en la barcaza. No parará una flecha, pero estaremos menos expuestos.

Completé mis palabras con un cachete a Renata.

Gorst se dio por satisfecho con lo que les ofrecía el tabernero, y no tenía ganas de seguir viendo a la desaboría que le había rechazado, así que se puso en pie de un salto.

- Ea pues, ¡a trabajar! - dijo con ímpetu - Que esas piedras y sacos no se van a meter solas en los barcos.

Y con un gruñido, se puso en marcha.

-Correr aquí la voz es como quitarle a un pollo la cabeza. Sale corriendo pero no llega muy lejos.- Dijo el viejo a la alusión del hechicero. Por otra parte, el único ojo sano que tenía se le iluminó cuando el enano mencionó comprar cosas. -Tenemos potingues curativos, maese enano, los que estoy usando para curaros y que tan bien han funcionado. Aunque también la mano de mis Renatas hace milagros. 10 coronas el tarro.- Terminó diciendo el viejo.

-¡Y un cuerno!. Eso no lo paga Stavern-. Se apresuró a decir el alguacil. -Si queréis alguna de esas cataplasmas la compráis vosotros. Y también la lona.- Y se metió adentro, dando voces a los hombres para que se pusieran en marcha.

***

El trabajo comenzó. Se acarrearon cajas y sacos cargados de piedras para que pareciera que era un gran botín durante gran parte del día, en el que, gracias a Sigmar, dejó de llover. El alguacil desplegó a los hombres que irían en una barcaza cubiertos por la lona para ocultar su número, excepto a vosotros cuatro y él mismo que harían de cebo con la barcaza cargada con el botín falso. El timonel sería sustituido por Gorst, ya que su miedo al hechicero no había disminuido, y el pescador había demostrado tener temple y saber manejar la embarcación.

Pronto estuvo todo preparado, y volvísteis al río.

La efusiva despedida de Renata a Ándor le proporcionó fuerzas al joven, y a ella también, pues anunciaba boda para cuando volviera. 

 -Jai que felí soy, que me caho con mi amol.- Renata se puso seria de repente y le propinó un golpe en el pecho a Ándor. -No he te ocurra morite. ¡Me oyé! Que me dehas viuda.- Y comenzó a llorar graznando por esa bocaza que tenía. -¡AAAAAAAAYYYYYYYYYY! ¡QUE NO TE MUERAS, QUE HERE MIO!-. 

El viejo también apareció en el muelle a despediros, acompañado de una joven de dorados cabellos como el amanecer del sol. Ondulados como el tranquilo mar en la primavera, y su cara de ángel acompañaba su melodiosa voz que solo con cuatro palabras, todo permaneció en silencio, escuchando el canto que hizo detener el mundo.

-Os deseo buena suerte.-

Permaneciendo de pie, alta, bella, inmaculada, que hasta el sol apareció tímido en el cielo alumbrando su figura.

Y cuando el viejo la conminó a volver a dentro, las nubes se cernieron enfadadas y comenzó a llover otra vez, dejándoos anonadados.

Cogí los arpones que coloqué en la barca debajo de la lona que pagué al tabernero y me subí a ella. Desde la barcaza, vi como lloraba desconsolada Renata esperando que volviera. Fue entonces cuando me fijé en la otra Renata que había aparecido que simplemente compartía el nombre con la otra.

Quizás me había encandilado de la más fea, pero por experiencia en los burdeles de las ciudades, cuanto más fea, mas feo era lo que te hacía en la intimidad, así que la elección no había sido mala del todo.

10 coronas un tarro de mejunje. Un poco caro ¿no? Aprovecharse de nosotros cuando vamos a libraros de esos piratas de río. Como mucho acpetaríamos comprarlas por 4 la pieza

Haces caso a tu intuición. Cierras los ojos, te concentras y cuando los abres ves como la mujer a la que miras es un cuerpo mortal, una cáscara de sumisión. Sin embargo una punzada agobiante invade tu ser. El viejo de al lado está lleno de codicia, la otra renata exhala un aura verde de envidia y celos hacia esa mujer que creías podría ser otra cosa. Pero no solo eso, pues una imperiosa necesidad imbuída en tu alma te obliga a mirar al río... donde cientos de manos fantasmales se alzan buscando aferrarse a cualquier cosa viva, arañando la madera de las barcazas, gimiendo mientras su existencia se torna en sufrimiento intentando llegar hasta los vivos, hasta vosotros mientras la contracorriente los arrastra río arriba hasta una maelstrom de rayos y fuego verde, donde el viento negro del Dhar concentra su fuerza y una onda de magia te golpea desvaneciendo tu visión y tornándola normal. 

En ningún registro, ni escrito ni oral, que hayas visto, leído o escuchado se habla de tal manifestación. 

Si bien recuerdas las lecciones de tu maestro; "El caos es mutágeno y polifacético en extremo, por lo que bien podría estar sujeto a continuos cambios en favor de la interpretación del sujeto y el momento".

El día había amanecido tranquilo y agradecía haber tomado un buen plato la noche anterior. Ahora que llovía de nuevo su mal humor resurgió de sus adentros, esperando que las gotas de agua no pesasen sobre su barbilla. El único momento de distensión fue en el encuentro efímero con la bella Renata, que consiguió sacarle unos rubores ocultos en sus vellos. El enano se pasó el resto del tiempo callado, pensativo, peinándose la coleta de su barba con los dedos con ganas de verse más viril.

Subió a la barcaza y preparó su ballesta con la mirada en el horizonte.

Veo a ambas Renatas y, por la misma voz del cantinero, entiendo que realmente ambas se llaman así. Sonrío considerando que el mundo parece estar más loco de lo que yo me esperaba. Pero mis pensamientos me obligan a concentrarme en ver más allá de lo evidente. Cierro los ojos, me concentro y cuando los abro, consigo ver las energías que no puede ver el resto de los mortales.

Giro lentamente hasta las aguas y, en un par de segundos, ya estoy con una rodilla en el suelo mientras con una mano me apoyo en la tierra y la otra sujeta mis ojos, cerrados mientras mi rostro se nota atribulado y con dolor. Mis palabras solo murmuran cosas ininteligibles:

 - "El Dhar... tantas almas. Tanto dolor, tanta muerte. El Dhar y el fuego. Río arriba."

Vuelvo a abrir los ojos y, al ver la cercanía del río, salto hacia atrás en un movimiento reflejo, alejándome de las aguas. Mi respiración está visiblemente agitada pero consigo fijar los ojos lo suficiente como para dejar de tener una expresión de demente. Respiro con profundidad e intento calmarme para finalmente ponerme de pie y apuntar en la dirección que vi aquella tormenta horrible, solo para volver a preguntar:

 - "¿Que hay en esa dirección?"

A pesar de que lo intento disimular, mi mano tiembla un poco cuando señalo ese lugar río arriba que me mantiene temiendo algo que jamás había visto ni sentido, un terror oculto jamás descrito para mis jóvenes conocimientos y que podría ser la fuente final de todo este mal insidioso.

-¿Río arriba?.- Preguntó a modo de respuesta. -No hay nada. Solo el maldito bosque que se adentra hasta la ciudad de Salzemund. Démonos prisa, el sol está cayendo y la noche es la hora preferida de esos hideputas.-

Con brío, el alguacil dio la orden de ponerse en marcha y las barcazas comenzaron a separarse del muelle.