Partida Rol por web

Gorst seguía agonizando en el suelo, perdiendo sangre a raudales, mientras la batalla se desarrollaba a su alrededor. Que los dioses se apiadaran de él. ¿Porqué no moría?

El esfuerzo de Hârr ayudado de Ándor estaba dando sus frutos. El pebetero se movía, estaba cediendo... pero costaba mucho esfuerzo moverlo y posiblemente no lo lograríais. Si estuviera Gorst allí para ayudaros...

-¡AAAHHHhhh!- Un grito de rabia proveniente detrás vuestra casi hace que cedáis en el intento de volcar el pebetero, cuando una nueva fuerza se estrelló contra la piedra moviéndola mientras farfullaba maldiciones.

 -¡NO CEDÁIS JODER!.- El alguacil se sumó a vosotros empujando con toda su rabia. -¡Vais a cobrar más que yo por hacer esto maldita sea, no cedáis!.- Estaba mojado y la sangre le goteaba por la frente, pero su fuerza no había menguado. El pebetero cedió completamente y el aceite se derramó por el suelo. Inmediatamente el fuego se extendió allí por donde pasaba el aceite, siseando al mezclarse con la sangre del ritual, que se elevaba en columnas de humo.

El hechicero del caos recibió el impacto mágico de Leopold para ver a continuación que su ritual había sido profanado, ahogando su rabia con un grito de frustración que resonó hasta Kurtwallen. 

De repente una oleada de fuego surgió del símbolo del caos de las ocho flechas. El demonio comenzó a arder en llamas mientras permanecía quieto, inmutable, consumiéndose poco a poco. 

 -Volveré a por vosotros JAJAJajajajajaa......- Su terrible voz emitió una amenaza que no podía ignorarse. Allí, de pie mientras ardía, se estaba riendo. -Me habéis liberado de mi encarcelamiento. Sufriréis mientras os desgarro y engullo vuestras tripas lentamente.- El demonio desapareció en una nube de polvo azulado y el olor del azufre comenzó a inundarlo todo. El fuego echaba bocanadas de humo negro mientras consumía todo cuanto tocaba y la cámara se convirtió en una trampa mortal para todo el que allí se quedase. 

Gorst contempló desde el suelo la providencial aparición del alguacil, que permitió a sus compañeros derribar el pebetero y arruinar el ritual. El pescador escuchó al hombre quejarse de su paga, y no pudo reprimir un gruñido quejumbroso.

- Sin duda he cobrado más que tú, alguacil cabrón. - dijo con dolor - ¡Un brazo, en concreto!

Se agarraba el muñón aún sangrante, pero no le daban las fuerzas para hacer nada más.

- Alguno de vosotros podría hacerme un vendaje, antes de que me acabe de desangrar. La puta que parió a Kurtwallen, esto no está pagado. Cincuenta putos chelines...

Siguió murmurando maldiciones, mientras barruntaba qué iba a hacer después de aquello. Pescar seguro que no.

El enano sudó como si no hubiera un mañana y dejó un río casi tan grande como el Salz. La ropa de repente le iba suelta, había adelgazado con el esfuerzo. Más que iba a adelgazar si se quedaba allí enterrado, pero en modo de cenizas. El lugar iba a arder en cuestión de segundos como un pozo de los infiernos.

—¡Huyamos! —Nunca más volveréis a escuchar esa palabra de su boca, nunca más...—. ¡Corred si queréis vivir!

Gorst perdió la cordura y luego un brazo, pero aun se aferraba a la vida. Por fortuna el aguacil también seguía vivo, haciendo más fácil elevar a Gorst por la cuerda negra entre los cuatro hombres. Una vez fuera corrieron un poco más para ponerse a salvo de las llamas candentes.

El demonio es expulsado de este mundo con una violenta explosión de gases tóxicos que inundan la caverna, junto con un fuego que cada vez se extiende más. El enano comienza rápidamente a huir, intentando sacar al malherido Gorst. Comienzo a huir hacia la salida, intentando ayudar a Hårr a sacar de ahí al pescador y que no sea víctima de una batalla que ya parecemos haber ganado.

 - "Vamos, hay que salir de aquí."

Utilizo el poco de fuerza que tengo para ayudar a cargar al pobre pescador, que ha sido herido de una forma terrible. Si no muere, de seguro no estará bien preparado para una vida dura con un brazo menos. Aun así, es mi obligación intentar ayudarle. Ha sido valiente y un claro aporte a nuestra misión. Merece nuestros esfuerzos aunque no consigamos mucho más.

Mientras Leopold ayudaba a Hacer, yo me encargue de hacer los mismo con el alguacil. Pensaba que había muerto en la barcaza pero me alegre de volver a verlo. Sin el nada de esto habría salido bien. Su fuerza había servido para volcar el pebetero y matar a la bestia.

No me lo digas dos veces. Quiero salir de aquí ahora mismo.

Sin mirar atrás y con el alguacil apoyado en mi salimos de lo que pronto sería un infierno.

Las llamas poco a poco inundaron toda la sala y parte del pasadizo. El rancio olor del agua estancada del pozo ahora se antojaba como fresco aire.

Ya fuera de todo peligro vendasteis a Gorst y le disteis uno de los ungüentos que le comprasteis al cantinero, aunque os encontrabais sin barco ni manera de poder llegar aunque fuera a la aldea de Kurtwallen, donde poder alquilar una embarcación o un pasaje rio abajo hasta Stavern. Encima comenzó a llover.

Frías fueron las horas que pasasteis en aquél maldito bosque, lleno de enemigos y peligros inimaginables, hasta que una luz hizo saltar, literalmente, al alguacil de donde estaba sentado. Una luz que navegaba rio abajo, seguida de otra, ambas sujetas a proa y popa de una embarcación mas grande que las barcazas.

Tras varios minutos de gritos y entrechocar vuestras armas conseguisteis llamar la atención de la embarcación que se acercó a donde estabais.

Resultó ser un comerciante de Salzenmund que iba hasta el puerto de Neues Emskrank, aunque podian parar en Stavern y dejaros allí.

Tras varios dias de navegación, un adecuado descanso y unas comidas decentes, llegasteis a Stavern donde el governador os felicitó en persona, concediendoos, con bastante reticencia y preguntas al alguacil, los 50 chelines de plata prometidos por el trabajo y dotándoos de un pergamino donde ensalzaba la gran contribución que habiais hecho a Nordland al acabar con la amenaza que se cernía sobre aquellos habitantes en el río Salz. 

Tras lo cual, fuisteis conducidos afuera y despedidos con una sonrisa que realmente esperaba no volver a veros nunca mas.

Gustav Gotfried, el alguacil, escupio al suelo delante de la casa del governador, invitandoos a cerveza pues nada mas cabria esperar del governador y de ese tipo de gente en el imperio.

Después de escapar de aquella cueva y asegurarme de que el Hechicero del Caos no sobrevivió para escapar, tuvimos que esperar a que alguien fuese capaz de rescatarnos. La espera no fue grata pero tuvimos la fortuna de que un comerciante navegaba rumbo a Neues Emskrank. Mientras le agradecíamos porque aceptara llevarnos, pienso en que él debería agradecernos a nosotros por llegar acá antes que él y acabar con el peligro. Si él hubiese venido antes, probablemente habría sido sangre para el ritual.

"Pero esta vez hemos honrado nuestra misión y estoy seguro de que incluso mi maestro estaría orgulloso de mí."

Después de varios días en el río, llegamos a Stavern, donde el Gobernador nos premia con lo prometido pero no parece tener mucha mayor consideración con nosotros. Bueno, políticos y nobles son todos la misma mierda así que no me ofendo. La verdad es que no esperaba más de un tipo como él. Agradezco la invitación del Alguacil, pues a él sí lo respeto después de lo sucedido y no me cabe duda de que el sentimiento es mutuo.

Ahora, después de que me haya quedado completamente claro que en este pueblo no iba a recibir más apoyo que unos chelines dados sin ánimo, decido que lo mejor es seguir viajando. Por suerte, el buen comerciante que nos trajo sigue haciendo viajes a Neues Emskrank, lo que me parece un sitio tan bueno como cualquier otro para comenzar otra vez.

FIN.