Partida Rol por web

Mientras algunos humanos saltaban a tierra desde la cubierta, el enano cruzó por la pasarela, como método más rápido para llegar a los enemigos. Siguiendo a Gorst, se dirigió al trío de goblins, ya que eran los más numerosos y tendría más posibilidades de acumular bajas en su recuento.

—¡¡Graaaa, malditos monstruos, lo pagaréis caro!!

Tan pronto como llegó, asestó un hachazo a uno de los que hace un segundo estaban distraídos y ahora atacaban al pescador. Por algún motivo ese susodicho monstruito tenía un día de suerte.

Salté de la barcaza en cuanto estuvo al alcance la orilla y me dirigí hacia los goblins que atacaban a Harr. No podíamos perder a nadie en la primera escaramuza que teníamos. Seguro que no se esperaban que llegáramos a la orilla tan deprisa. Había que aprovechar eso para acabr con ellos rápidamente. No sabíamos si habría más de ellos escondidos en el bosque.

Con la espada en alto, ataco sin piedad.

De un solo tajo, Ándor corta la cabeza del goblin que atraía todas las miradas. Aquél con el que peleaba que intenta acuchillar a Gorst no se ha dado cuenta, siguiendo con lo suyo, acabar con el humano. Pero el otro si que huye, convencido de que salvar el pellejo es mejor que quedarse.

Mientras tanto, la segunda barcaza está llegando a la orilla, y pueden oírse los gritos enrabietados de los humanos y las burlas del otro grupo de goblins que les acosa.

La batalla parece decantarse a nuestro favor, si es que a esta miserable escaramuza puede llamársele batalla. Los pocos goblins que quedan con vida están luchando o huyen sabiendo que morirán si se quedan. Mis compañeros resultaron ser sumamente eficientes en el combate, lo que ha significado que esta victoria ha sido más rápida de lo que esperaba.

"Esto es pan comido."

Miro al goblin que intenta huir y comienzo a canalizar las energías mágicas para generar un proyectil. Consigo purificar la magia lo suficiente y luego lo materializo sin mucha dificultad. El dardo vuela directamente hasta impactar en mi objetivo, aunque me da la impresión de que el daño no es tan importante como podría haber sido.

Gorst se sacudió, sintiendo encima el abrazo de aquel apestoso goblin. Quería zafarse de él para arrearle con su hacha, pero, a pesar de que la criatura no era muy fuerte, el pescador no lograba quitársela de encima. Cuando tomó impulso para hacerlo, su pie se hundió en el barro, haciéndole resbalar, y su brazo se enganchó en un tronco viejo. Seguía enzarzado en aquella batalla inútil, mientras sus aliados parecían provocar una auténtica escabechina, a juzgar por los chillidos de las criaturas y los salpicones de sangre negra que teñían los árboles cercanos a la luz de la lámpara del sargento.

El tenaz goblin seguía intentando clavarle una flecha al pescador mientras este intentaba quitárselo de encima. Con tanto movimiento, ninguno era capaz de lograr su objetivo.

Uno había caído debido a la flecha mágica del hechicero, otro bajo la espada de Ándor, otro había huido y uno estaba escurriendo el bulto al que también había alcanzado el hechicero. De pronto la segunda barcaza llegó a tierra y hubo mas gritos y pelea. Algunas sombras saltaban los matojos y se movían en la oscuridad huyendo. Al parecer era una pequeña fuerza goblin, para nada preparada para enfrentarse a dos problemas a la vez, y menos si además era en tierra.

Todos parecían estar huyendo. 

Las pequeñas y cargadas piernas del enano no estaban para trotes. Sabe que sus probabilidades de alcanzarlo son bastante bajas. Lejos de plantearse una caminata para perseguir al goblin que huye hacia el bosque, decide acompañar al pescador en su encuentro casi amoroso con el pielverde que queda.

—¡Mal nacido! ¡Vas a morir! —Grita, clavando su escudo en la arena y empujándolo en contra de su voluntad y avanzando con él.

Luego blande su hacha contra su cuerpo con la intención de rebanarlo en dos mitades.

Tras ver como la cabeza del goblin volaba, la adrenalina se apoderó de mi cuerpo en el fragor del combate. Vi al epscador que estaba en apuros lidiando con un goblin del que no podía zafarse. Intenté a punta de espada que lo dejara en paz, pero el maldito estaba bien agarrado

El enano obliga al goblin a zafarse de su compañero utilizando el escudo. La criatura da unos cuantos pasos atrás, quedando prácticamente entre el río y vosotros tres, ocasión que aprovecha Ándor para intentar pinchar al piel verde con la punta, pero estaba demasiado lejos. 

Viéndose atrapado su instinto le obliga a escapar, como al resto de sus cobardes compañeros, intentando saltar un tronco caído para huir por vuestra derecha. El goblin resbala con el musgo del tronco y cae de bruces al fango. Quedando indefenso, su cara hace una mueca de dolor profundo y sus ojos comienzan a llorar mientras por su nariz caen mocos a la vez que barbotea palabras de perdón en la lengua de los hombres.

Ayudado por el enano, Gorst se vio al fin libre de aquella criaturilla. Sin pensarlo dos veces, aprovechando el ímpetu del ataque, el pescador se abalanzó hacia delante blandiendo su hacha con saña. No tenía pensado dejar supervivientes, y menos sabiendo que se trataba de aquellas criaturas pestilentes y propensas a reproducirse con rapidez.

- ¡Quieto ahí! - gritó, blandiendo su hacha - ¡Muere!

El golpe descendió desde arriba hacia el torso de aquella criaturilla.

Casi tan pronto como aparecieron los goblins desaparecieron en la inmensa negrura del bosque, amparados por la oscuridad. Todos salvo aquellos que no habían sobrevivido.

Gorst mantenía el hacha clavada en el pecho del goblin. Toda la cabeza del arma estaba hundida en el ser y la sangre corría por el suelo hasta mezclarse con las negras aguas del Salz.

Tras el encuentro no podríais definir eso como una batalla, y menos a una fuerza tan poco numerosa de goblins como la amenaza que hace que tiemblen todos los mercaderes de las ciudades de la rivera. Mas bien, y en palabras del alguacil Gostfried, era una fuerza de exploración que quería divertirse a nuestra costa. Sin embargo la diversión le había costado la vida a cuatro hombres y habían dejado varios heridos. Una broma de mal gusto.

La batalla ya está ganada ante mis ojos y no se justifica que continúe utilizando magia, con el riesgo que eso implica, sin un motivo de peso. 

"La prudencia es una virtud inestimable para los hechiceros."

Sujetando mi bastón, con movimientos calmados, me acerco al alguacil, para ver desde su posición si queda algo que hacer o prefiere que volvamos. 

-¡No conseguiremos nada quedándonos aquí, salvo que vuelvan en mas número y nos claven una flecha por la espalda mientras dormimos!.- Las órdenes del alguacil comenzaron a sonar en cuanto se hizo el recuento de bajas. -Y hemos remontado mucho.- Dijo esto último más para si mismo que para vosotros. -Kurtwallen es nuestra mejor opción. ¡Recoged a los muertos, vendad a los heridos!. Nos alojaremos en ese pueblucho un día o dos, a ver si allí saben quien ataca a las embarcaciones-. 

Gorst desclavó el hacha del goblin con un gruñido seco, pateando el cadáver de la criaturilla tras haberlo hecho. Aún sentía en el pecho el doloroso latido provocado por la herida de flecha, y su ira seguía fluyendo hacia sus dedos, hasta el punto en que estuvo a punto de emprenderla a hachazos con el cadáver. Sin embargo, la voz del sargento le sacó del embotamiento de la escaramuza y le devolvió a la realidad. Esa en la que, en cualquier momento, otro pielverde apestoso podía descerrajarle un flechazo en las tripas y mandarle al fondo del río entre estertores.

- Sí, vayamos. - dijo con un gruñido - Este ya no se va a levantar.

Se giró, disponiéndose a reunirse con el resto de la comitiva.

- Gracias, señor Harr. - le dijo al enano con un gruñido. - Por quitarme a ese apestoso de encima, quiero decir.

Luego de conseguir separarlos cortó el aire con su hacha en un intento de acabar con su vida y lo mismo intentó el sicario. Además de ser un bicho valiente, tenía mucha suerte, pero no era tan bravo al darse cuenta de que se quedó solo en la batalla, mientras su compañero (posiblemente familiar cercano, traidores hasta de sangre), se perdió por el bosque abandonándolo. Su aspecto daba pena, pero más pena le daba a Hårr su existencia. No habría piedad para un inmundo.

—¡Por las barbas de Grimnir! —exclamó sorprendido por la hazaña de Gorst. Un pescador de apariencia humilde y calmo desatando su furia más interna no se veía todos los días—. ¡Jo-do! Acabo de ver a los ancestros en el reflejo de los blandeos.

El enano se reunió con los humanos e hizo amago de celebrarlo. Siempre había razón para celebrar una batalla por muy pequeña y fácil que fuese, sobre todo si se llevaba a la muerte a aquellas criaturas que no deberían existir. Claro que sin una buena dosis de néctar era dejar la miel en los labios. Mejor esperar a llegar al pueblo.

—Y lo harán, sí señor, ya lo creo que lo harán... Siempre regresan...

Los demás goblins huyeron y no pudimos deshacernos de más de ellos. El problema es que ahora sabían donde estábamos y cuántos éramos. Además, habíamos sufrido más bajas que ellos y eso no era bueno.

El poblado sería un buen lugar donde descansar, pero no estaríamos a salvo. Le di una patada a la cabeza del goblin que había decapitado frustrado de no haber podido acabar con ninguno más y maldiciendo nuestra mala suerte.

Salgamos rápido de aquí. No quisiera darles tiempo a que evalúen mejor la situación y regresen como dice maese enano.

Cogí mis cosas de la barcaza listo para emprender el camino a pie.

En el siguiente acto os haré una descripción de kurtwallen con mapa, pero no hay camino a pie. A menos que atravieses el bosque a kurtwallen solo se va y viene en bote.