Al decirle esas palabras buscó en su mente, para él debía de ser esto como despertar después de unos cuantos días - Oh.... recuerdo... recuerdo... Cielos, parece todo un sueño. ¿De verdad os ataqué? Lo siento... - Dijo apenado
Pero luego su rostro se iluminó – Y claro que deseo ver de nuevo a mi madre
La chica por fin pudo hablar con tranquilidad con vosotros – He hecho cosas de las que jamás me creí capaz, supongo que fruto del miedo. Ese ser mataba o poseía a la gente que le traían a la cueva, son una especie de tribu con esa cosa al mando. A mi me capturaron la noche pasada, de no haber sido por vosotros en unas horas me habrían llevado ante Shoglic, creo que así lo llamaban.
- Os acompañaré hasta el pueblo. Vivo allí, soy la hija de un herborista. Por cierto me llamo Celebriel – Dijo con una sonrisa.
Avanzasteis más, hasta que fue noche cerrada pues queríais alejaros lo máximo de aquella zona. La noche pasó sin incidentes. Y por la mañana apretasteis el paso. Guiados por el chico, era cerca del medio día y vuestras tripas rugían cuando avistasteis la gran casa de la madre de Dervorín.
No pudo evitar llamar a su madre desde la distancia, cuando la puerta se abrió... - ¡Hijo! - Tarien corrió para abrazar a su hijo en una emocionante escena familiar. El grupo se sintió muy satisfecho de haber logrado su objetivo.
Miro como el hijo se reúne con su madre y sonrío.
- A veces una escena como esta vale más que el oro que guardan cien dragones... - comento a mis compañeros - ...aunque miedo me da que vuelvan a acercarse a aquella zona...¿Cuál sera nuestra próxima aventura?
Ahora es hora de descansar y de pensar en nuestro próximo movimiento. Mi corazón me pide ir al norte a visitar mi hogar pero me debo a mis compañeros y sin ellos no iría. Al fin y al cabo somos una especie de familia y a la familia no se le abandona.
"¡Misión cumplida!", pensé al ver la enhelada reunión de madre e hijo.
Visto cómo pataleaba y se resistía el chico, llegué a temer que jamás sería posible. Aún me faltaban explicaciones de lo ocurrido, y ardía mi curiosidad en saber el origen de aquel ser de las cavernas tan poderoso y cruel.
No obstante, me conformaba por el momento con una tranquila cena a salvo de mayores problemas, donde pudiese dejar mi martillo a un lado y preocuparme solo de si la carne está en su punto.
-Mut, amigo... ¿Quien sabe? El destino nos ha juntado, y por mi parte me he sentido honrado y orgulloso de haber conbatido a vuestro lado. No podría pedir compañía mejor. Si a Angainor y a tí os parece bien, me gustaría compartir con vosotros algo más de camino, pues parece que no os aburrís demasiado -añadí con una sonrisa.
- Es un placer, Celebriel- contesto a la muchacha-. Bueno es saber que llegamos en el momento justo para ayudarte. Tal vez sea lo mejor que se avise a las autoridades del pueblo para que estén atentos sobre esa cueva y los alrededores, aunque no sé hasta qué parte podrán ser de ayuda- agrego, con cierta preocupación.
Luego de todo el camino recorrido, finalmente llegamos a la cabaña de Tarien y no pasa mucho tiempo antes que la mujer y su hijo estrechen el tan esperado abrazo. Al igual que mis compañeros, sonrío al ver el espectáculo, tanto por haber cumplido la misión como por lograr traer al muchacho sano y salvo.
- Hablo por mí, y creo que por nuestro grupo, al decir que estaremos gustosos de tenerte como compañero, Axe- expreso al dunlendino- Y tienes razón al creerlo... aunque con altibajos, nuestras aventuras no nos permiten aburrirnos- agrego con una sonrisa en mi rostro y una mirada algo melancólica.
El momento fue más que entrañable. Hicisteis a la mujer la más feliz del mundo y eso se podía contemplar en su rostro. Preparó un suculento banquete que os dejó llenos como pocas veces y os hizo tener que pasar la noche allí. Tampoco os dejó marcharos sin haberos pagado lo prometido.
A la mañana siguiente partisteis hacia la población, allí a Celebriel le tocaba otra escena bonita. La muchacha había demostrado tener muchas agallas. Su padre no daba crédito y abrazó a su hija. Aunque no había compromiso alguno, no quiso que os marcharais sin regalaros a cada uno, una baya que podría resultaros útil en el futuro.
El grupo iba menguando, y más cuando Naowen os confesó que ya había tenido suficientes emociones fuertes, que quería preparar mejor su magia antes de afrontar nuevos retos. Así pues se marchó. Pero Axe parecía haber encajado bien con los dos más veteranos y parecía dispuesto a participar con ellos en nuevas andanzas, así que no todo fueron despedidas tristes.
Era el mejor momento de toda aventura, el de disfrutar de una jarra repleta de cerveza y con la sensación de haber realizado un magnífico trabajo.
Escribid vuestro último post, chicos :)
Con una pinta en la mano de buena cerveza y rica comida que llevarse a la boca, las penurias sufridas son un lejano eco que se pierde en el viento. Miro a mis compañeros de aventura, ya amigos para toda la vida y sonrío. El pesar de los que no están con nosotros aún persiste pero poco a poco los malos momentos vividos desaparecen y solo quedan los buenos recuerdos, las risas compartidas y las hazañas logradas.
Observo el vacío con la mirada perdida, pensando en cómo un pequeño hobbit de la Cuaderna del Norte ha logrado vivir tan intensas aventuras. Miro a mis hermanos de armas y les pregunto:
- Y cuando hayamos descansando...¿cuál será nuestro próximo reto? ¿Viajar al frío Norte o al caluroso Sur?...
Aunque mi madre lo niegue y diga que soy cien por cien un Lanudo, la sangre Tuk y Brandigamo corren seguramente por mis venas; y la sed de aventura sigue presente en mí.
Despedida Celebriel que finalmente se encuentra con su padre y Naowën que decide tomar su propio rumbo, nos buscamos una mesa como siempre es costumbre luego de terminar nuestro trabajo. En el camino, aprovecho para comprar algo de comida fresca para los pequeños pues se merecen algo más que las raciones que siempre llevo encima.
No tardamos en hallar la mesa ni en pedir por adelantado una bebida, por lo que al igual que el resto me relajo y disfruto del picor y el amargo regusto de la cerveza. De a ratos acaricio las cabezas de Samman y Viento, que están debajo de la mesa, para que se queden tranquilos y me relajo cada vez más pues nos merecemos eso luego de semejante aventura.
- Mmm... a esta altura no sabría qué decir. Podríamos echarlo a la suerte y ver qué nos depara el destino- contesto a Mut entre bocados-. ¿Qué les parece hacer un brindis? Por los que decidieron irse buscando su propia aventura, por lo debieron partir antes de tiempo y aún siguen con nosotros, por los que estamos y tenemos la suerte de disfrutar esta mesa, por los que vendrán... ¡Salud!- agrego alzando la jarra, con una melancólica sonrisa en mi rostro.
La cerveza me sabe a gloria, y més aún en buena compañía. De buen grado alzo mi jarra acompañando al brindis de Angainor, y el entrechocar de las tres jarras hace que alguna cerveza salpique alrededor.
Gran desperdicio -pienso con sorna.
-Pero a esta ronda invito yo. Tras algún tiempo rondando por este trozo de mundo, nunca había encontrado a alguien a quien pudiese llamar amigo, y el destino quiso obsequiarme con dos. Brindo por vosotros y por los uncas, que tan bien me acogísteis. Y si una ronda no es suficiente, que sean dos. ¡Las celebraciones siempre son abundantes!
Al norte o al sur, no me importaba el destino. Ahora no viajaría solo, y eso sí era especial.
Ahora sí empezaban mis verdaderas aventuras.
Brindando en aquella mesa los compañeros de aventuras ríen y celebran. Tan solo la llegaba de un nuevo miembro al seno del grupo ya merece bien la pena.
Poco a poco bien se ha aprendido a calibrar las fuerzas, que no es posible vencer cualquier enemigo o situación. Que más vale una pequeña victoria que una gran derrota porque... merece la pena seguir un día más en pie, para poder combatir el mal.
El mal. Mientras la cerveza corre de las jarras a los gaznates, la gente aún no es consciente, o no quiere serlo del mal que se va alzando en las tierras del este. Donde las huestes van aumentando poco a poco pero de manera imparable. Pero lo que nadie sabe es que no solo al este está el peligro.