Tras el «Incidente de Toichita», en el que la ciudad-estado acabó en llamas y en el que estuvieron de alguna forma implicados, los cinco aventureros cruzaron campo a través los montes que separan el territorio de la ciudad de la provincia de Maravia. Pero no era sólo por poner tierra de por medio, sino también porque habían oído que Maravia, tras muchos años en manos de un gobernador incompetente, había sido intervenida recientemente por el rey y todo el mundo sabía que el nuevo gobernador, el célebre Alan «La Espada», solucionaría los muchos problemas de la provincia, y necesitaría para ello tantas personas capaces como pudiera encontrar. Era una gran oportunidad para un grupo de aventureros.
Una noche mientras cruzaban esos montes, Pot y su compañero Hopper desaparecieron haciendo guardia. Como descubrió Klurg en forma de lobo a la mañana siguiente, el rastro de estos dos se perdía en un riachuelo cercano. Sin embargo, en el lugar los aventureros encontraron una lanza rota recientemente, de un hombre-rana. Sospechando que los hombres-rana nativos de la zona habían capturado a su amiga, los aventureros capturaron a uno de ellos y le interrogaron. El hombre-rana no quiso hablar hasta que Xia le cortó un dedo con su machete, momento en el que confesó no saber nada, pero sugirió que Pot y Hopper podían haber sido víctimas de las «criaturas de la laguna», que habían aparecido hace un par de lunas a la vez que una extraña ciudadela envuelta en nieblas, o haberse perdido en las «colinas encantadas». Al registrarle, los aventureros también hallaron un saquillo con monedas (que el hombre-rana había robado a un pescador tras matarlo), tres peces y un par de bolas de moscas envueltas en telarañas (raciones).
En ese momento, Klurg, convertido en ave, advirtió de que una partida de una veintena de hombres-rana se aproximaba al lugar con lanzas. Los aventureros se prepararon: Lun se subió a un árbol, Klurg se convirtió en un pajarillo y Sócrates y Xia aprestaron sus armas. Cuando los hombres-rana aparecieron, Klurg hizo «el Dumbo»: volando a gran velocidad, se convirtió en elefante y arrambló contra sus enemigos, llevándose a ocho por delante y haciendo que los lacustres gritaran «¡La roca que cae del cielo! ¡Ha vuelto!». El líder de la partida, un hombre-rana con un tocado de algas y un collar de monedas, ordenó a siete de sus hombres que atacaran al elefante. Otros seis fueron a por los dos combatientes y otro fue a desatar a su compañero capturado, pero a este último Lun le lanzó una daga, hiriéndole gravemente, saltó del árbol para evitar su lanza y lo liquidó con sus espadas. Mientras Sócrates, Xia y Lun se encargaban de los seis soldados, Klurg se convirtió en una pequeña serpiente venenosa, en una gran pantera negra y finalmente en una gran ave de presa que capturó al jefe de la partida. Con este prisionero, y temiendo que se aproximaran más hombres-rana, los cuatro aventureros huyeron hacia un pueblo de pescadores «civilizados» que Klurg vio a lo lejos. A cierta distancia del pueblo, los hombres-rana se detuvieron, finalizando la caza. Ahí, los aventureros interrogaron al hombre-rana, pero con mejores maneras, y este se limitó a repetirles lo que ya sabían. También aceptó un trato: si los aventureros se ocupaban de «las criaturas de la laguna», los hombres-rana perdonarían el ataque.
Poco después, los aventureros llegaban al pueblo de pescadores, donde había una minúscula posada conocida como «El Tritón Pescador». El pueblo parecía no estar pasando por sus mejores momentos. A petición de Xia, la pareja que llevaba el establecimiento les sirvió algo de beber y cocinó para ellos los tres pescados robados al hombre-rana. Decididos a investigar la ciudadela surgida de la laguna, los aventureros exigieron una barca, pero los dos viejos clientes de la taberna -uno de ellos, el autoproclamado «hombre más fuerte del pueblo»- les dijeron que nadie les llevaría ni les daría una de las preciadas barcas. También les contaron lo que sabían de la ciudadela y que un hombre llamado Gunnard buscaba gente que le ayudara a liberar su mina de una infestación de monstruos. Cuando los aventureros dijeron a los viejos que ayudarían al pueblo, el viejo fortachón les dijo que trataría de conseguirles una barca. Durante ese mediodía, Klurg durmió y los otros tres, dando una vuelta por el pueblo, tuvieron un encontronazo con un buhonero -Xia pareció le robó a su perro para negociar-. En el revuelo, conocieron a Gunnard, el propietario de una mina de hierro cercana, que les pidió que le ayudaran a liberarla de monstruos y les confesó, a regañadientes, que el causante de sus problemas era un mago llamado Rudolf el Tenebroso, con el que se había asociado para aumentar sus beneficios y que ahora había tomado la mina. También les contó lo que sabía de las Colinas de las Risas. Más tarde, Sócrates pidió a su divinidad, Zorika, que le guiase para encontrar a su amiga. Como las señales divinas apuntaron hacia las colinas y la mina -junto a las colinas-, los aventureros decidieron que buscarían allí a Pot y a Hopper.
Esa noche, los aventureros llegaron a la mina de Gunnard. Las señales divinas -y un rastro encontrado por Klurg en forma de lobo- indicaron que para encontrar a Pot y a Hopper debían entrar en ella. En la cabaña del capataz, en el exterior, los aventureros encontraron cascos con velas, un pico, un mapa del lugar y otro equipo útil. En la carbonera cercana, Xia casi es víctima de un derrumbamiento. Al comienzo del primer nivel, los aventureros apenas encontraron el cadáver de un minero con un collar de macarrones -seguramente un regalo de sus hijos, que Sócrates percibió que le había protegido de convertirse en un zombi-, polvo y un par de zombis a los liquidaron con facilidad -pues huían del poder de Zorika-, pero en el cambio de agujas un espectro les atacó lanzando objetos del entorno contra ellos. De no ser por la lanza sagrada de Xia y las armas de Lun, bendecidas por Sócrates, no habrían podido acabar con él. En un almacén de ese nivel, los aventureros encontraron un tesoro un alijo de monedas antiguas -de diversas formas, materiales, valores y épocas-, oculto en la pared. Además, los aventureros inspeccionaron el pozo de ventilación y el montacargas. El primero estaba bloqueado en la planta inferior: la máquina, que usaba un torrente subterráneo, estaba estropeada. El pozo, que exploraron usando una escala de cuerda del almacén, conectaba con los tres pisos inferiores, el último de ellos infestado de peligrosos y malignos esqueletos vivientes…
Decididos a encontrar y salvar a su compañera y su perro, Klurg y Sócrates descendieron por las cuerdas del montacargas, mientras Xia y Lun hacían lo mismo por la escala del pozo. En el segundo nivel hacía un frío intenso y extraño. Allí, el clérigo y el cambiaformas apenas tuvieron que espantar a unos pocos zombis con el poder de Zorika, pero Lun y Xia tuvieron que enfrentarse a dos peligrosos gules hambrientos. Entre los cuatros, con Klurg convirtiéndose en un rinoceronte de piel impenetrable y entreteniendo a varios enemigos, consiguieron desembarazarse de los no-muertos. A continuación, exploraron unas habitaciones cercanas donde encontraron unos cuantos rubíes, páginas sueltas sobre laconomancia y nuevas herramientas, pero sobre todo encontraron... ¡A Pot! La montaraza estaba encadenada y sola, sin su amigo Hopper, y con sus armas fuera de su alcance. No recordaba mucho: la noche anterior, mientras hacía guardia, vio unas extrañas luces en el bosque y trató de investigarlas -porque ella había oído rumores de un gran y valioso secreto en las cercanas Colinas de las Risas y deseaba descubrirlo-, pero alguien le asaltó por sorpresa y le dejó inconsciente. No recordaba más. En una habitación cercana donde había otras cadenas, Klurg olfateó la presencia reciente de Hopper, pero no le encontraron.
Tras un rápido vistazo al resto del nivel, aparte de túneles abandonados los aventureros sólo descubrieron un nuevo montacargas (este en buen estado) y una sala de suelos muy resbaladizos en la que había un oscuro pozo natural. De este pozo comenzaron a salir vaharadas de un gas maloliente de tonos ocres que se estancaba en el techo de la mina, amenazando con llenar a medio plazo, si seguía saliendo. En la sala del montacargas, en cambio, Lun descubrió una puerta oculta en una llamativa pared de piedra. Mientras Xia trataba de tirar abajo la pared con un pico, la ladrona consiguió abrir la puerta abrir la puerta sin activar una trampa de agua que les aguardaba. Tras la puerta, los aventureros encontraron un pequeño santuario círcular con una cúpula, repleto de grabados y surcos rituales, con una estatuilla de bronce de un niño alado en una hornacina. El santuario parecía abandonado desde hacía meses. Sócrates informó que era el tipo de cámara que alguien usaría para hacer pactos con demonios, y que la estatuilla representaba a uno de esos demonios, pero Xia lo tomó como un retrato de Azelor, uno de los numerosos siervos de su dios, y cuando Lun lo tocó con la daga, la estatuilla cobró vida y comenzó a atacarla. Gracias a la agilidad de Klurg convertido en pantera, los aventureros consiguieron paralizar al monstruillo, reventarle la tripa y llenarle de piedras, impidiéndole moverse, pero Klurg quiso ir más allá y con una piedra lo convirtió lenta, rítmica y metódicamente en un montón de chatarra, que devolvió a su sitio.
Descendiendo en el montacargas, los cinco aventureros llegaron al tercer nivel. Allí el frío era tal que las paredes estaban congeladas, y se oía a lo lejos a una persona recitando un extraño cántico. Tras un durísimo enfrentamiento contra media docena de esqueletos, uno de ellos con rasgos ardianos, los aventureros exploraron una cueva con unas aguas fétidas, de las que salía el gas que habían visto arriba. Cuando uno de ellos arrojó una piedra al estanque, una forma grande se movió en él. Sabiamente, los aventureros decidieron alejarse e ir directos por el pasillo del que llegaba el cántico. Este túnel acababa en un callejón sin salida cubierto de hielo, pero el hielo era tan fuerte que no podían atravesarlo. Fue entonces cuando uno de ellos tuvo la ocurrencia de coger el agua caliente y fétida de la cueva y usarla en el hielo. Defendiéndose con la criatura gigante y tentacular que vivía en el estanque, los aventureros consiguieron un poco de aquella agua y huyeron de vuelta a la puerta de hielo, que ahora Lun consiguió abrir.
Cuando Klurg -convertido en mosca- se coló en la estancia tras la puerta, pudo ver -antes de tener que volver para no morir de frío- un estudio cubierto de hielo y nieve, con un extraño brasero de fuego azul y muy frío, y lleno de libros y escritos mágicos. Todos entraron a verlo, y Lun y Pot encontraron bajo los papeles del escritorio un extraño libro: estaba forrado como de terciopelo negro, con un enramado de plata cruzando su encuadernación. Nadie supo aprovechar su contenido, páginas y páginas de texto mágico, pero Lun entendió que era valioso y se lo quedó. Xia, en cambio, cogió como pudo una de las extrañas brasas transparentes y azuladas del brasero y se la guardó en un frasco, que al momento se enfrió.
En el estudio había una segunda puerta, entornada, por la que se asomaron Klurg, Lun y Pot. Al otro lado, vieron una gran sala rectangular abovedada, extraña y aparentemente antigua. Sus paredes estaban cubiertas de un hielo azul y había seis columnas de hielo en ella, del grosor de un hombre y cuatro metros de alto, que no sostenían nada. En el medio, Hopper, atado e inconsciente, flotaba en el aire. Al fondo de la sala, entre dos grandes braseros de llamas azules que emitían su fuego en todas direcciones, un hombre en túnica negra flotaba también en el aire con las piernas cruzadas. Sus larguísimos cabellos se extendían por mechones hasta pegarse a las paredes, el techo y el suelo de la sala. En el regazo tenía una daga azul. Era ese hombre el que recitaba aquel cántico.
Pot, horrizada, le disparó una flecha, lo que hizo que el hombre saliera de aquel trance y sus cabellos se soltaran de los muros y se replegaran hasta tener una longitud normal. Cuando el hombre apenas había tenido tiempo de reaccionar, Klurg, Pot y Lun saltaron a la sala, descubriendo demasiado tarde que en aquel lugar no había gravedad, y saliendo disparados en diferentes direcciones. En ese momento, las seis columnas de hielo se convirtieron en seis serpientes gigantes de hielo con ojos de rubí y comenzaron a atacarles, mientras los tres aventureros trataban de comprender la sorprendente física que regía el lugar y de dominarla. Pot consiguió alcanzar a Hopper y liberarle, cosa que el perrazo agradeció con mil lametones. Lun se enzarzó en una lucha con una serpiente que le llevó a atravesar una cortina en un lateral de la sala y a descubrir unas escaleras de caracol secretas de reciente construcción que llevaban a la sala donde había estado encerrado Hopper. Por su parte, Klurg consiguió salir de la sala y lanzarse de nuevo hacia el mago, convertido esta vez en ave de presa, sólo para transformarse de nuevo en un mono grande y agarrarse con fuerza a su enemigo. Mientras tanto, Sócrates tuvo tiempo para entender lo que ocurría y sugirió a Xia atarle una cuerda y lanzarlo al combate. A Xia le recordó aquel momento en el que su padre le inició en la caza del narval, y aceptó. De este modo, Xia y Sócrates consiguieron herir y llevar a una de las serpientes al estudio, donde la gravedad la ralentizó y Sócrates la destruyó tirándole encima una estantería repleta de libros. Además, Xia pudo contemplar el techo del lugar: en ellos, un fresco representaba una gran araña de hielo cuyas patas tocaban las cuatro paredes; en lo más alto de las paredes, un antiguo friso mostraba escenas de combate entre hombres y una especie de pingüinos equipados para la guerra, que Xia identificó como «chogan». Finalmente, el guerrero volvió a la sala y consiguió matar al mago mientras Klurg lo entretenía. Al momento, la gravedad volvió y las serpientes de hielo cayeron al suelo y estallaron en pedazos, liberando las gemas de sus ojos (que Lun recogió). Xia se hizo con la daga. Antes de irse, Sócrates estudió el lugar y comprendió que estaban en un lugar donde la separación de nuestro con el Plano del Frío era más débil. Era, por tanto, un lugar de poder, donde la magia se volvía más fuerte y los magos podían realizar rituales poderosos, probablemente lo que estaba haciendo Rudolf. Esos rituales podían afectar la magia de la región. Al irse, Klurg aprovechó para destruir al resto de esqueletos que poblaban la mina, repentinamente torpes e inofensivos.
Una vez en el pueblo, los aventureros se reunieron con Gunnard y le explicaron lo sucedido. Gunnard, agradecido, les condujo a su casa, donde descubrieron que era un devoto de un dios llamado «el Leviatán», y les pagó lo convenido. Durante ese día, Klurg husmeó por las inmediaciones convertido en gato. El cambiaformas escuchó así una conversación entre vecinos, donde unos sostenían que deberían hacer caso al padre Gunnard y limpiar las tierras cercanas de hombres-rana. Otro sin embargo decía que eso del Leviatán era una tontería. Además, Sócrates accedió a entrenar sus artes de combate con Xia, y aprovechaba para explicarle al norteño las bondades de Zorika. En otro momento, con el buhonero, Sócrates compró un catalejo y Lun, una flauta, objetos a los que ya les habían hechado el ojo.
Finalmente, Pot y Hopper salieron a cazar. Klurg les siguió de cerca convertido en pajarito. Siguiendo de cerca a un venado, Pot y Hopper cruzaron los lindes de las Colinas de las Risas y entraron en el bosque neblinoso. En un momento que perdieron de vista al venado, escucharon un batir de alas gigantescas sobre ellos y un segundo después un mugido de horror alejándose del lugar. Hopper empezó a ladrar, defensivo, pero no con miedo. En ese momento, Pot quiso seguir investigando, pero Klurg se apareció frente a ella, le dijo que no debía seguir, la cogió en brazos y se la llevó al pueblo.
Después de descansar todo el día en el pueblo tras su última aventura, los Cinco de Toichita se reunieron con el viejo fortachón que les había conseguido una barca y se dispusieron a investigar la ciudadela que había aparecido en el medio del lago. Lo harían de noche. Antes de nada, Klurg fue a la orilla del lago, buscó la comunión con las fuerzas de la naturaleza y trató de disipar la niebla, pero no tuvo éxito, lo cual fue bastante extraño. Luego, se convirtió en ave nocturna y voló hasta que vio la ciudadela. Allí, atisbó a un grupo de criaturas del lago sumergiéndose en las negras aguas...