Partida Rol por web

Cuando dijo lo de la "pareja", Uzo echó el gaznate un poco para atrás mientras arqueaba hacia abajo sus cejas mirando a Lucía. ¿Pareja? ¿Pareja de qué? ¿de novios? ¡¡Puajjj!! Sin duda alguna que Uzo había visto besarse a sus padres y a otras gentes (como algunos de sus primos con sus novias) y no le hacía nada de gracia tener una novia. Lo primero era lo primero, y antes que eso (que realmente dudara que algún dia quisiera tener una) era encontrar esos murciélagos, pese a que ya hubiera pasado el tema del concurso de figuras...

Al menos le gustaba la idea de ir con Castillo, no por sus gracietas, en absoluto, sino porque le parecía el que menos reñía, el que más jugaba con los niños y el más cercano a ellos.

¿Y qué hemos de llevarnos? -preguntó el pequeño Uzo a los monitores-, ¿linternasss? ¿Podemos llevar linternas? ¡"Porfaaa"!

Si, os daremos una lista de las cosas que necesitaréis para ir, cosas que ya os encargamos en la solicitud del campamento que trajeseis, ahora antes de la cena tendréis tiempo de prepararlo. 

Los niños se levantaron en tropel cuchicheando, gritando y charlando de todas las formas posibles. Las piernas embutidas en pantaloncitos cortos corrían por aquí y por allá en busca de un papel con la lista de cosas necesarias. La lista no era muy larga, pero si bastante previsora, y los monitores llevarían en equipo de grupo pesado, como una garrafa grande de agua cada uno, las linternas etc

-Vestir pantalones largos y botas.

-Saco de dormir

-esterilla o manta impermeable

-poncho

-chaqueta o jersey

-dos bocadillos y una pieza de fruta (se os darán mañana antes de salir, dejad sitio para ellos)

-cantimplora

-cuaderno y lápiz

-calcetines de repuesto

Podéis llevar más cosas pero recordad que cada uno cargará lo suyo

Uzo estaba muy contento. Tenía sólo en su mente las linternas... ¡linternas!

¿Quién necesita una brújula si se pierde? ¿Acaso ésta podría alumbrar en la noche?

¿Qué hacer si uno se queda atascado en un acantilado? ¿Gritar? Con una linterna podrías iluminar apuntndo al cielo, como hacía ese batman (según le dijo su primo, el que leía comics, una vez).

Claro que, en cuanto escuchó que los monitores llevarian linternas, le causó gran alivio, así tendría espacio para llevar otras (innecesarias) cosas.

Y Uzo se fue corriendo a su habitación, a prepararlo todo.

Tenía ganas de que ya fuera el día siguiente pero aún faltaban bastantes horas para que así fuera. Seguro que se iba a pasar la mayor parte de la noche sin poder dormir por los nervios. Para Lucía era toda una aventura la que iba a disfrutar ya que, acostumbrada a estar en la gran ciudad, el corretear por esos caminos rodeada de animalitos y árboles era todo un espectáculo que quería disfrutar a tope.

Pero aún tenía cosa que hacer, debía dejar todo preparado para no tener problemas al día siguiente así que, al igual que vio hacer a Uzo, salió a todo correr para ir a su habitación dispuesta a que no se le olvidara nada aunque con lo despistada que era a veces, sobre todo si estaba nerviosa, seguro que acabaría revisando la lista y su mochila miles de veces.

Álica empezó a repasar mentalmente si tenía todo lo que le pedían, Si creo que tengo todo. Estaba impaciente por empezar la excursión, comer en el campo y oír las historias que les contaban los monitores. Miro de nuevo a sus compañeros y vio como Lucio salían corriendo hacia las habitaciones, entonces ella también salió corriendo detrás de él. Entre antes tengamos listas las mochilas antes marcharemos de excursión. Aunque sabía que esto no iba a ser así.

Lo primero que hizo Panes cuando cogió la lista fue correr hacia su cuarto, colocar la mochila sobre la cama para meter las cosas que los monitores le habían pedido y empezar a rebuscar entre sus cosas.

- Pantalones largos. Hecho.- No, espera- Volvió a sacarlos.- Esto es para ponermelo mañana. - dijo mientras lo dejaba a un lado.

-Saco de dormir. Hecho.

- Esterilla. -Suerte que no la he abierto, sino tendría que volverla a enrollar.- Hecho.

- Poncho. Hecho.

- Cantimplora. Hecho.- Cuando se dio cuenta de que estaba vacía la volvio a sacar y salió de la cabaña para ir a llenarla la fuente.- Vacía no me sirve para nada, menos mal que me he dado cuenta.

.....

Y así en menos de diez minutos José tenía completamente terminada su mochila con todo lo que le habían pedido los monitores.

Guillermo estaba haciendo mentalmente la lista de todo lo que necesitaba para la excursión cuando el monitor enumero la cantidad de comida que iban a propocionarles y a partir de ese momento comprendió que la excursión iba a ser muy dura... o muy corta. Con dos bocadillos y una pieza de fruta apenas le llegaba para el primer quilómetro.

Así que tras prepararlo todo en la mochila Guillermo decidió hacer acopio de comida durante la cena, pidiendo repetir o como fuera, para tener un remanente el día de la excursión.

Poco a poco, los niños por su lado y las niñas por el suyo propio hicieron su equipaje, Guillermo se encontró con la sorpresa de un par de bollicaos extra que su madre había incluido en el saco de dormir. La felicidad del niño, que no comentó nada a sus compañeros no era medible con palabras. Después de ducharse y preparar la mochila los niños bajaron bastante cansados a cenar. La cena consistió en una decepcionante ensalada (decepcionante pero completa) y en un par de filetes de lomo con patatas. Para completar estaba el consabido colacao. Dos jarras, una de leche caliente y otra de leche fría adornaban cada mesa y junto a los vasos estaban los sobres individuales del mismo.

Una vez terminaron de cenar, los niños fueron al salón común donde, para hacer ganas de irse a dormir los monitores contarían una historia,

Chusa, que casi nunca contaba historias comenzó aquel día a contar el cuento que había elegido para aquella noche. Como de costumbre, era un cuento de la mitología de la región. No en vano el campamento era de esa temática. La monitora se sentó en el suelo con las piernas cruzadas y espero a que los niños guardasen silencio.

Bien chicos. Hoy os voy a hablar de un duende muy querido en estas tierras: el Duende Zahorí. Al contrario que los demás duendes que pululan por nuestros bosques no es un ser bromista. Tampoco es malvado. Pero probablemente si lo veís os asustaría. Tiene unas pintas muy raras, aunque no tanto como Castillo. Es pequeño, moreno, con una cara redonda, nariz larga y afilada, ojos negros y grandes y pelo rubio. Su voz es ronca, como si estuviera enfadado, pero en realidad es muy alegre y su risa es larga y burlona. Se viste con una zamarra roja y siempre anda corriendo de un lado a otro.

Este duende es sobre todo conocido por que se le da muy bien encontrar cosas. Muy, muy bien. Su sentido de la orientación es perfecto...y si un día se os pierde algo por estas tierras solo tenéis que decir lo siguiente.

Duende, duende, duendecito,
una cosa yo perdí;
duende, duende, duendecito,
compadécete de mí.

Si la persona que lo llama es buena, el duende llega a todo meter a escuchar la petición. Este pondrá todo su empeño en encontrar el objeto perdido, ya sea un colgante o una oveja, un perro o una diadema. Tras escuchar con atención la descripción del objeto o animal perdido, hace una indicación al que lo invocó para que le siga, pero en lugar de dirigirse rápidamente y por el camino mas corto, guía al invocador por caminos angostos, e incluso peligrosos, dando muchos rodeos. De este modo, comprueba la voluntad de encontrar el objeto y la confianza del invocador. Si ve que este empieza a impacientarse y a dudar de él desaparece. Más tarde recupera el objeto y se lo regala a algún necesitado. Sin embargo, tiene un corazón de oro y si el que le sigue es un niño o anciano que empieza a cansarse le lleva a hombros. Es mucho más fuerte de lo que parece.

Pero no os engañéis... Que sea bueno no significa que sea tonto. Es terriblemente vengativo, una vez un pastor estaba en el pueblo tomando unos porrones y, entre bromas, lo invocó para que encontrase dos ovejas que no había perdido. Después bromeó con los amigos sobre su triquiñuela. El duende le preparó una broma que nunca olvidaría. El pastor perdió el rebaño entero, y comenzó a suplicar al duende que le perdonase. Tras muchos aparatosos accidentes, buscando a ciegas su rebaño, el duende le perdonó y le devolvió las ovejas salvo las dos ovejas que había reclamado en un principio y quedando en ridículo ante todo el pueblo. No os olvidéis que en los tiempos que ocurrió esto, una única oveja era sumamente importante. En los tiempos modernos el castigo sería un millón de veces peor.

A medida que Chusa iba contando la primera parte de historia, Uzo se iba imaginando eso de poder hacer la petición al duende, y describirle algo que no hubieses perdido, como por ejemplo, un billete; uno de esos billetes grandes que su padre alguna vez le había dejado ver, y que valdrían un montón... Pero, al contar la segunda parte de la historia, junto con la treta del pastor, dejó de sopesar esa posibilidad, pues al fin y al cabo era lo justo.

Con todo ello, a Uzo comenzaban a cerrárseles un poco los párpados. Entre la aventura de la mañana, el concurso de por la tarde y la preparación de la mochila (que ya la tenía lista), estaba realmente cansado. Ni tan siquiera leería metido en la cama... Mañana sería un día duro, aunque divertido.

Pssss

Enrique dejó escapar un sonido despectivo con aquella sonrisita de superioridad que le caracterizaba. El muchacho parecía algo aburrido  y, antes de hablar se sacudió una araña del hombro con indiferencia.

Vaya tontería Chusa. SI lo que pretendías era asustarnos has elegido una mala historia. Tampoco es muy entretenida. ¿Qué pasa? Que no quereís que alguno tenga miedo en la excursión ¡Vaya tontería! ¡Esos seres de pacotilla no existen! ¿Por qué no habéis contado por ejemplo la del basilisco? Lo leí el otro día en uno de los libros que tenéis ahí.

Enrique, ante la mirada perpleja de la monitora que por un momento no sabía que decir se levantó y se puso a describir con pelos y señales lo que era un basilisco.

El basilisco es un animal con forma de reptil, pero con patas, pico y cresta de gallo  y con el terrible poder de matar con la mirada. ¡Vaya tontería! De la cresta de tres puntas le viene el nombre, que significa reyezuelo. Además ni siquiera es del todo original. Se ha hablado de él en muchas partes del mundo pero dicen que por aquí, en estos bosques enanos queda alguno. Aunque también dicen que son muy escasos.

Hombre claro que es raro...porque para que nazca tiene que ser algo imposible.Nace de un huevo que pone un gallo viejo poco antes de morir en una noche despejada y de plenilunio. Exactamente a medianoche. Hoy en día son raros los gallos que viven a la intemperie para poder poner su huevo a la luz de la luna, y muchisimo mas raro que un gallo llegue a viejo. Pero si se reunen esas condiciones, al amanecer del día siguiente se ve entre la hierba, encima de unas hojas secas o de un montón de estiercol, pero nunca en un nido, un huevo completamente esférico y blanco.

Al cabo de unos días, la cáscara, que no es dura sino blanda y correosa, como la de los peces o ranas—dijo con aire de entendido—se abre y aparece un ser un basilisco en miniatura. 

Según parece, el poder de la mirada del basilisco, que no levanta mas de un palmo del suelo, radica en el fuego. El único animal que se atreve a mirarlo de frente es la comadreja. También se dice que la salamandra es invulnerable a la mirada del basilisco, puesto que lo es al fuego en general. ¡¡Estúpidas leyendas!! Pon una salamandra al fuego y tendrás salamandra asada.

Además del veneno de la comadreja hay otros dos medios para matar a un basilisco: el canto de un gallo, que lo ahoga en cuanto lo oye y la antigua estratagema que ya usó Perseo con Medusa. Incluso se tiene noticias de leñadores y pastores que han encontrado a basiliscos muertos junto a un arroyo ya que al ver su reflejo en las aguas fue victima de su propia arma. Es raro encontrarlos así, puesto que los basiliscos no beben agua, sino sangre de ave... y de ¡NIÑOS! —exclamó al final levantando la voz para asustar a los más pequeños.

Ya basta Enrique. Deja de asustarlos y sobre todo deja de hablar de lo que no sabes. Chusa parecía molesta. No os preocupéis, obviamente Enrique estaba bromeando. Además, la leyenda dice que los basiliscos solo toman sangre de ave, no de niños, así que la próxima vez lee el libro con más atención.

Lucía escuchaba la historia que contaba Chusa con mucha atención, grabando en su memoria las palabras que había que decir por si en alguna ocasión las necesitara, eso sí... no podría mentir o el castigo sería terrible, algo que la asustó un poquito.

Pero lo peor fue cuando Enrique se levantó y empezó a contar otra historia completamente distinta. Por unos momentos Lucía se sintió nerviosa y abría los ojos como platos a medida que la historia avanzaba, pero después de pensarlo un poco se dio cuenta que si el mismo Enrique no creía en ello ¿por qué lo iba a hacer ella?

- Eso es una tontería Enrique... los gallos no ponen huevos, son las gallinas las que lo hacen.

Ella no sabía mucho de la vida en el campo pero sí había estudiado esas cosas y por eso Enrique no la podía engañar.

- Además... si nacieran del huevo de un gallo ¿por qué le iban a tener miedo a los gallos?  Eres un tonto.

Lo bien que me habría venido un duende Zahorin de esos el mes pasado cuando perdí mi canica de la suerte. Me pase toda una tarde buscándola cuando solo tenía que haber cantado esa cancioncilla.

Duende, duende, duendecito,
una cosa yo perdí;
duende, duende, duendecito,
compadécete de mí.

Repetía Panes en voz baja para aprendérsela. Esa canción era lo más útil que había aprendido en aquel campamento, o eso pesaba el chico en ese momento. Tan concentrado estaba en esa canción que casi no prestó atención a la historia de Enrique.

Por lo menos hasta que escuchó que bebían sangre de niños. En ese momento le costó tragar, un bicho que bebía sangre de niños era algo muy a tener en cuenta. Por suerte, Chusa explicó que no bebían ese tipo de sangre, lo que lo dejó más tranquilo con su cancioncilla.

Duende, duende, duendecito,
una cosa yo perdí......

Guillermo empezó a escuchar el cuento con atención, no estaba mal narrado y le sonaba de haber leído algo en un libro de leyendas castellanas. No por nada Santander era provincia de Castilla. Conforme iba avanzando la narración se dedicó a mirar al resto de los niños y vio en sus caras credulidad. Quizá fuera la diferencia de edad pero él tenía claro que esos cuentos de abuela no le iban a asustar, y menos aún con dos Bollycaos en el bolso.

- Gracias mamá. Pensó para sus adentros.

Al menos tenía una alegría después de saber que estaría bajo la escasa autoridad del hippie... aunque bien pensado, ¿no era esta gente experta en amor libre y esas cosas...? La mente de Guillermo divagó durante un rato antes de volver a la narración y cuando lo hizo se dio cuenta de que estaba cansado y con ganas de dormir.

¿En una noche de "pleni...qué"? -aquella narración, tan bien contada hasta para Enrique, no tendría muchos años más que él, no la entendía del todo-. Parecía tener todo muy bien pensado, como si se hubiera aprendido la propia descripción paso a paso de aquel libro, y el que realmente quisiera asustar al resto fuera él.

Por lo menos con Uzo lo consiguió, sobre todo en la parte de beber sangre de niños, por lo que ese campamento sería un punto perfecto para alimentar a un basilisco... ¡"Basilisco"! ¡Hasta le costaba al pequeño Uzo pronunciarlo! Menos mal que los razonamientos de Lucía le tranquilizaron un poco, pues en realidad tenía razón. Pero claro... ¡Sangre de niños! ¡De niños! Sería mejor echar varios paquetes de pilas extras en las mochilas...

A Alicia le pareció más interesante la historia de Enrique que la Chusa, se olvidó por  completo de la canción cuando Enrique comenzó a contar su historia. Le iba a dar la enhorabuena por la su gran historia y se iba a disponer a contar otra ella,  pero Chusa le dio rapapolvo a Enrique por asustar a los niño. ¡Miedicas! Entonces decidió permanecer callada para no correr la misma suerte. ¿Por qué se sentiría tan molesta la monitora? Puede que realmente los basiliscos existieran y que el hecho de que Enrique se lo tomara a broma la molestaba. Que monitora más extraña. 

Alguno de los niños más pequeños estaba pálido por el susto final de Enrique, que miraba todo con desgana, con las manos metidas dentro de los bolsillos. Pero incluso con el susto que Chusa, la dulce Chusa, se enfadase era muy raro. De todos modos lo mismo daba. Los niños estaban cansados y se dirigieron a los dormitorios despidiéndose perezosamente.