Partida Rol por web

El grupo de héroes decide continuar avanzando, los Krenshar no dejan nunca de mantener la distancia. Siempre siguiendo, pero nunca llegando a una posible distancia de enfrentamiento ... si bien, cuando alguno queda rezagado, hacen un amago de iniciar un ataque que pronto se convierte en nada cuando ven que los demás no abandonan a su compañero.

A medida que avanzan las millas os queda claro cual es su plan, buscan cansaros y aprovechar que caiga la noche para terminar el trabajo. So pisan los talones y apneas os dejan tiempo de descanso y si hubierais continuado la carrera ahora mismo alguno de vosotros ya estaría en su estomago.

Para vuestra suerte, ellos no saben que os espera un barco.

Finalmente llegáis al punto de encuentro, donde el barco Lyrandar os espera a buena altura. Al ver vuestra llegada y escuchar los gritos el barco desciende para que podáis subir.

Los Krenshar aúllan frustrados en la lejanía.

-¡Dichosos los ojos!- Exclama el capitán al veros subir.

-Empezaba a pensar que no volveríais ... ¿y que diablos aúlla de este modo? ¿Que clase de pesadilla habéis despertado?- Su tono era alegre, alegre como aquel que sabe que simplemente tiene que mandar a su barco volar para alejarse de cualquier peligro.

La visión de la barcaza fue como si alguno de los dioses bajase del cielo a rescatarles.

-¡No sabe cómo me alegro de verle!-exclamó Myrmex-. Esos aullidos son de unas bestias que han andado persiguiéndonos. Por suerte, parecen ser más carroñeros que cazadores, y pudimos evitar que nos atacasen mantiéndonos firmes. Eso sí, si no llega a estar aquí, quizá no habríamos aguantado mucho más. Gracias, señor d'Lyrandar.

El gnomo comenzó a subir.

-Hay mucho más que contar. Cuando estemos en marcha le relataremos lo que hemos encontrado, si le place.

Por fin. La visión del barco hizo que mís músculos dejarán salir todo el cansancio acumulado. Solo deseaba encontrar trar un catre y descansar un buen rato.

No quieras saber de donde vienen esos aullidos. Si hubierais estado más lejos tal vez no estaríamos todos aquí ahora mismo. De todos modos es una alegría encontraros y estar de nuevo a salvo. Explicaremos lo que quieras con una buena botella de vino durante la cena.

Todo el grupo termina subiendo al barco y este rápidamente pone rumbo hacía la ciudad de Sharn. Dormir en una mullida cama en un "crucero de lujo" era un placer indescriptible después de esos días en los pantanos. Y quizá por encima de todo, el que los mosquitos desaparecieran de una vez.

El capitán Lyrandar escuchó vuestras historias y se mostró de los más interesado, pues no había cosa que le gustara mas a un marinero (de aire o mar) que escuchar historias. Aunque se mostró preocupado con el estado en el que había quedado el interior del monolito, con ese par de abominaciones sueltas.

-Estoy seguro que Gregory no se va a quedar con los brazos cruzados.- Apuntillaba el.

-Buscará a un grupo de veteranos para que se enfrente a esa posible amenaza. O eso espero. Si no de seguro vamos a escuchar de esos monstruos en un tiempo.-

Unos días más tarde surcando el cielo entre nubes y cómodos descansos, por fin llegabais a la ciudad de Sharn, y una hora más tarde pisabais de nuevo la gigantesca torre del gremio de aventureros.

En su interior os reuníais con vuestro mecenas a quien contarle vuestra historia en una cálida habitación, con un agradable fuego mágico al lado y unas copas de vino formidable.

- Esas dos abominaciones están bien ahí, al menos no van a querer despertar lo que guarda esa prisión. Y no está mal si devoran a los próximos cultistas a los que se les ocurra.

Sicho, entre risas, se alegraba de que el grupo hubiera salido bien parado después de todas las zancadillas que les había puesto esa ciénaga y hubieran podido subirse al barco después de todo. Estaba deseando pasar un par de noches descansando tranquilamente en una cómoda cama y disfrutar de las tabernas de Sharn. Pero lo que más despertaba su atención era poder pasar unos días paseando por esa extraña ciudad con la que no había podido tener demasiado contacto, subir sus escaleras y asomarse a las vistas que ofrecía desde las que podía ver el mundo para decidir su próximo destino.

Y terminar esa partida a los dados que no hubo forma de empezar.

Myrmex se alegró de culminar un trabajo bien hecho. Al menos, todo lo bien que pudieron.

Por su parte, el gnomo optaría por disfrutar un tiempo de la vida urbanita. Aprovecharía para seguir ampliando sus conocimientos entre volúmenes de las bibliotecas locales, y quizá, cuando su vista esté cansada de recorrer líneas en viejos papiros, su espíritu le lleve a volver a embarcarse en una nueva aventura.