Partida Rol por web

Aquellas luces habrían hecho a cualquiera demasiado sensible vomitar. ¿Qué estaba pasando? Las formas coloridas iban asentándose, dándole espacio a un lugar menos caótico... en apariencia. Las construcciones antiguas, la arena pegándose al gelatinoso cuerpo de Tanya... todo parecía antiguo, del antiguo Egipto, para ser más exactos.

Si intentaron avanzar, se chocaron contra paredes transparentes y, si buscaban rodearlas, aparecerían en el punto inicial. Si bien había edificios, lo que ustedes tenían alrededor era una poderosa tormenta de arena, además de sus uniformes normales. Zuri ya no tenía aquella herida en su cabeza, ni su uniforme estaba manchado. ¿Qué estaba pasando? Podían verse y escucharse, pues no estaban muy separadas las unas de las otras, pero la verdad era que no podían acercarse aunque lo intentaran. Estaban allí todos sin excepción, aunque había alguien desconocido: una chica con apariencia algo oscura, de cabello escarlata y ojos grises. Claro que resaltaban sus orejas y cola de gato a través de su atuendo. Parecía estar tan confundida como todos los demás. ¿Estaba allí antes? Claro que esa no sería la única sorpresa de aquel extraño lugar. Una mujer adulta de apariencia egipcia apareció flotando y, junto a ella, estaba Vlad, quien estaba rodeado por una cadena dorada con una sonrisa incómoda.

- Insolente no-muerta, este es tu castigo por tu osadía. Te presento a mi cofradía - ¿estaba rimando? -. Si osas insultarme otra vez, haré que tarde o temprano te inclines a mis pies - sí, estaba rimando.

Vlad suspiró - Sphinx La Esfinge, sabes que ellas son mis maids, ¿verdad? - y se quedó mirando a Ruby - ¡Oh! creí que ya no vendrías. ¿Qué te tomó tanto tiempo? - y hablaba como si en verdad no fuera prisionero de aquella enojada esfinge, con una frescura tal que hacía difícil pensar que él era un ser milenario.

- ¡Silencio! En mis dominios soy yo quien ejerce el patrocinio - ¿Qué era esa mala rima? Tal vez por eso no rimaba en su forma normal -. Ahora en mi arenal, mi prueba enfrentarán. Si no han de pasar, al amo a su mal servicio no he de entregar - Vlad protestó por lo bajo al ser callado por Sphinx, pero no le discutió. Al parecer, sabía que solo empeoraría su situación.

Las paredes invisibles se hicieron más densas y la tierra se sacudió. En el cubículo en que cada uno parecía estar se formaba algo extraño, un espejo. Sí, un espejo. Era bastante cliché en cuanto a su estilo, pero bueno, estaban en una tormenta de arena creada por una esfinge.

- En este verán su verdadero ser. Su corazón su prueba ha de ser - se estaba volviendo pesada su forma de hablar, ¿verdad? Y aunque pudieran escuchar lo que sus compañeros dijeran, todo parecía indicar que no podrían ver lo que ellos... Excepto por una de ellas.

Xiao Mei se vio a sí misma frente al espejo y lo que vio fue... a una pequeña arcángel rubia de cabello rubio y ojos azules que lucía tan adorable como la zombie. Eso hizo que esta mirara por un rato su reflejo mientras sus ojos brillaban.

- Yo soy... - y con esas palabras, una refulgente luz descendió del cielo a la par que un coro de ángeles se abría paso. A su vez, un hermoso arcángel bajó del cielo y le sonrió a la pequeña zombie.

- Te he encontrado por fin, mi querida Azrael - le dijo a la zombie, quien lo miró con ojos brillantes y tomó la mano que este le extendió. Apenas lo hizo, empezó a brillar y tomó la apariencia de aquella ángel que estaba en el espejo. Su estatura no aumentó, pero ahora su brillo se asemejaba al angelical de Gabriel -. Es hora de irnos - le dijo el ángel con una sonrisa... angelical. Eso solo hacía que el coro de ángeles cantara con más fuerza.

La que antes era la pequeña Xiao Mei, los miró a todos con una sonrisa tan angelical como su apariencia y les dijo - Cuiden a mi hermana pequeña por mí - y agitó su mano para despedirse de Gabriel a la par que ascendían hacia el cielo, llevándose consigo aquel coro de ángeles y la luz extraña que había aparecido.

Después de eso, cada quien tendría sus propias circunstancias con las cuales lidiar.

Al verte en el espejo, lo que viste no fue nada más y nada menos que...

Claro que eso no sería todo porque, del espejo, salió la figura de una mujer de cabello rojo con ojos verdes que atravesó a tu "verdadero ser" y te abrazó mientras frotaba su cuerpo contra el tuyo. Se veía "asustada".

- ¡Ayuda! Esa cosa me persigue - gritaba mientras lloraba. Por algún motivo, su presencia te recordaba a la del amo, además de su palidez y ese atuendo que se veía de otra época.

Sus ojos eran los de un depredador, justo como el amo y su atuendo... Era un hermoso vestido largo escarlata, pero que dejaba sus atributos expuestos. Era una extraña vista y parecía muy a gusto de estarse "reconfortando" contigo. Justo detrás de ella, apareció otra maid atravesando tu gelatinosa forma verdadera.

- ¡Espere, Carmilla-sama! Se suponía que usted no iba a dejarse ver, ¿no es así? -.

- ¡Es inaudito! ¡Inaudito! Con lo hermosas que son las maids que Vlad ha juntado, ¿cómo dices eso, Dasatos? Eres cruel. ¡Cruel! - y bueno, eso no parecía un peligro inminente, ¿verdad?

Te encontraste en un espacio un poco más ancho junto a la maid de cabello rojo. Los habían dejado juntos por algún motivo. Al mirarte en el espejo lo que viste fue... A ti mismo, sentado en un trono en el Inframundo y comandando legiones de demonios. Ese eras tú, ¿verdad? Tu codicia, tu avaricia era enorme. El espejo brilló y fue entonces cuando el suelo tembló.

La celda era más grande que las de las demás... ¿Por qué? Bueno, el interrogante sería resuelto pronto, pues el temblor se hizo más fuerte y la sensación de peligro recorrió tu espina dorsal. Una enorme cantidad de arena subía y subía, hasta que tomó la forma de un dragón dorado. Rugió con fuerza, las demás maids no parecían notarlo, así como tú tampoco podías ver lo que ella veían. ¿Sería el dragón un símbolo de tu propia codicia?

Habías tardado más de lo que esperabas en llegar, pues los preparativos para una venganza no eran sencillos, motivo que te llevó a apasionarte tanto que... perdiste la noción del tiempo. Debías haber llegado un día antes con las otras maids, pero por lo apasionada que eras por vengarte, lo olvidaste y resultaste llegando un día después. Cuando lo hiciste, el café ya había abierto y los clientes se retiraban satisfechos. Sin duda alguna, habías fallado, mas eso no implicaría que te rendirías. Entre las mareas de gente feliz saliendo, lograste entrar por fin a la mansión y ahí lo viste, el amo Vlad, tan guapo e imponente como en sus anuncios, rodeado de cañones de confetti. El ambiente en el café era festivo, lo cual mostraba que deberías trabajar más duro para culminar tu venganza.

De repente, la mansión empezó a temblar desde sus cimientos y, cuando menos lo pensaste, el suelo se había vuelto tan gelatinoso como la maid slime, mientras que las paredes mutaban sus colores al mejor estilo de un descansador de pantalla de Windows 95. Los muros se desplazaban y toda la casa cambiaba de lugar.

El suelo te tragó de manera inevitable y cuando abriste los ojos de nuevo, estabas en aquel lugar de apariencia egipcia. ¿Cómo era que habías resultado en un predicamento como ese?

Te encontraste en un espacio un poco más ancho junto a lo que estabas segura que era un demonio con traje de mayordomo. Los habían dejado juntos por algún motivo. Al mirarte en el espejo lo que viste fue... A ti misma, pero con una sonrisa bastante escalofriante.

La celda era más grande que las de las demás... ¿Por qué? Bueno, el interrogante sería resuelto pronto, pues el temblor se hizo más fuerte y una sensación de peligro recorrió tu espina dorsal, haciendo que tus orejas se irguieran y tu cola se erizara. Una enorme cantidad de arena subía y subía, hasta que tomó la forma de un dragón dorado. Rugió con fuerza, las demás maids no parecían notarlo, así como tú tampoco podías ver lo que ella veían. ¿Sería el dragón un símbolo de tu propia codicia?

Al verte en el espejo, lo que viste no fue nada más y nada menos que...

A una guerrera mágica vampiro. Eso eras, ¿verdad? Claro que con esa apariencia infantil y poco desarrollada. ¿Eso te afectaba? Bueno, eras la amante de Vlad, después de todo. Tal vez no era tan importante, ¿o sí?

El suelo empezó a temblar bajo tus pies y lo que viste fue una horda de zombies empezar a salir por debajo de la tierra. En el frente de todo había un joven atractivo de ojos rosas que brillaban con intensidad, además de una cabellera blanca algo desordenada. Por donde pasaba daba la impresión de que plumas negras volaban a su alrededor y este sonreía mientras miraba al frente.

- ¡Al fin! Estúpida esfinge. Estúpido Vlad. Medio siglo encerrado en ese laberinto. ¡¿Tenías que esperar medio siglo, desgraciado?! ¡Esa mujer me estaba volviendo loco! - dijo gritando al aire cuando se dio cuenta de que estabas ahí. Su ejército de zombies seguía saliendo por entre la arena. Se vio algo sorprendido y carraspeó para mostrar un porte más digno mientras te señalaba con un dedo.

- ¡No porque seas hermosa te trataré con piedad si te entrometes! ¡Ni siquiera aunque esa cabellera bicolor resalte lo inocente y sensual de tu figura! - y los zombies estaban acomodándose en posición de batalla, aunque... su amenaza no era precisamente aterradora, ¿no es así?

Al verte en el espejo lo que viste fue...

Una versión bastante adorable de ti misma que se veía muy avergonzada, ¿verdad? Eso era lo que querías ocultar en verdad. De repente, esa imagen fue mutando hasta que cambió a la de una chica con un atuendo chino y de cabello blanco que, por algún motivo, te recordaba a un oso panda. Tal vez sería el cabello, pero tenía un aire a oso panda... o tal vez eran los dos osos pandas gigantes que estaban tras de sí. Esta te miró a ti, pero desvió su mirada a un lado.

Si miraste en su dirección, notaste que allí estaba la fantasma que te había dicho todo eso antes y que ahora estaba armada y lista para atacar, pero eso no era todo. También viste a Gabriel cerca de ti. Al parecer, ambas estaban encerradas en la misma celda invisible.

Al verte en el espejo lo que viste fue...

Luz, esa era tu verdadera esencia, ¿no es así? Claro que la vista de Azrael pudo haberte hecho recordar por qué habías estado tanto tiempo en la Tierra... o no. Tal vez ya lo habías olvidado por completo. Cuando dejaste de maravillarte por la extraña luz que emanaba del espejo, notaste que aquella fantasma que había disparado a Zuri antes estaba justo frente a ti, a un lado del espejo. Ella se veía dispuesta a luchar contra ti, así que ¿qué harías? Lo cierto es que la fantasma miró hacia un lado y, si seguiste su mirada, viste a una chica con un atuendo chino y de cabello blanco que, por algún motivo, te recordaba a un oso panda. Tal vez sería el cabello, pero tenía un aire a oso panda... o tal vez eran los dos osos pandas gigantes que estaban tras de sí. Esta te miró a ti, pero no fue la única. Si desviaste un poco más la mirada, notaste que estaba también Viviana allí. Al parecer, ambas estaban encerradas en la misma celda invisible.

Cualquiera que le prestase siquiera medio segundo de atención vería que lo que más llamaba la atención en él, incluso más que los dos cuernos que le sobresalían de la cabeza, eran sus dos metros veinte de envergadura -sin contar las protuberancias mencionadas- dándose, pese a su estilizada figura, un semblante enorme. Con algo más de atención se verían unos cabellos dorados, casi más dignos de un ángel que de un demonio, un traje más de un oficial militar que de un miembro del servicio, color gris y algo anticuado, y por último unos ojos del color del mar. El interior de la capa, para los que se fijasen en los detalles, era de un profundo carmesí, junto a los cuernos podría generar la duda sobre si era un demonio o un dragón. La edad aparente del mayordomo era similar a la del amo.

El mayordomo debía reconocer una cosa: la Sphinx no tenía mesura, era como una película que vio una vez en la que matan el perro de un tipo y en venganza éste destruye toda una organización criminal, familiares incluidos. Ni que ser vieja fuese un problema, muchos desearían tener tanta experiencia como ella. No es que le supusiera un problema, es más, le hizo dibujar una sonrisa divertida. ¿Hasta qué punto estaban atrapados? Estaba claro que el amo pensaba que era mejor seguir el juego de la criatura, así que hizo lo correspondiente.

El espejo atrapó su atención y no reconoció al ser que observó allí. Lucía poderoso y vanidoso a partes iguales, y si algo le había parecido entender de lo sucedido a la pequeña zombie era que uno de los posibles objetivos era aceptar la imagen que veías. Se encontraba meditando en ello cuando el suelo tembló y...

Disculpe, señorita -se refirió a la maid desconocida que estaba con él- ¿usted también lo ve? -señaló hacia delante con un dedo- Enorme dragón. ¿Quizá sea un cliente?

Muchas cosas no encajaban, pero tampoco podía suponer que alguien que apareciese fuese un enemigo, aunque fuese grande y ruidoso. Por ello se acercó y se esforzó en su mejor sonrisa, inclinándose como cuando se recibe a un buen cliente.

Disculpe, señor, creo que ha olvidado asumir su forma humana. Los mortales se asustarán si lo ven y eso sería... inconveniente.

Caray, era más grande que muchos edificios. ¿Le tocaría sacar la artillería pesada si no colaboraba? ¿O tal vez sólo era una maid que quería echar el currículo?

Su ropa de maid se mecía de un lado al otro mientras se acercaba hasta la mansión, sus pisadas resonaban y su mirada era inexpresiva, mortal, sin darle mucha importancia a que se le había hecho un poco tarde por dejarse llevar demasiado por los preparativos. Todo era culpa del amo. ¿Por qué? Por ser él. Pese a eso cuando le vió se paró de repente, su pulso se aceleró y sus mejillas se sonrosaron...pero intento mostrarse digna e inexpresiva, ella recordaba perfectamente lo que había pasado, por lo que tenía que pagar. No se lo perdonaría.

Pero entonces todo se plegó sobre si mismo, la mansión, y luego todo a su alrededor había cambiado. El sol le pegó fuerte sobre los ojos obligandole a cubrirselos con una mano, el calor amenazaba y anunciaba los estragos que le causarían a su uniforme y comodidad. 

Antes las palabras del amo, solo le miró despectivamente, todo esto debía ser su culpa. Se estaba burlando de ella.

Entonces vió a ese ser, no entendía nada, ni tampoco el hecho de que angeles hubieran aparecido de la nada y se hubieran llevado a alguien. Por otro lado lo que vió en el espejo le hizo dar un paso atrás...esa no era ella, ¿No? No podía ser. No tuvo mucho tiempo para fijarse en eso, porque de repente el temblor y la arena elevándose hacia los cielos le hizo mirar con alarma a esa criatura que parecía desafiarles. 
 

Entonces se fijó en la presencia de alguien más con ella. Pese a su pregunta le miró con desconfianza y preguntó.

- Qué significa todo esto?- su tono era tranquilo, pero había cierta de acusasión en ellas, como si fuera la culpa del mayordomo. - ¿Quién eres? ¿Trabajas para el amo? - preguntó por sus vestimentas de mayordomo, aunque noto algo más en el, algo peligroso que le ponía a la defensiva.

intentó buscar con la mirada al amo, quería gritarle sus cuatro cosas pero escuchó como le hablaba aquel sujeto esa criatura en los cielos. Todo le parecía muy raro pero no sentía miedo, solo sentía indignación. Su forma de hablarle le animó para hacer lo mismo. 

- Espero no le hayas hecho daño al amo...te la verás conmigo - mirada fría al dragón. El amo era suyo o de nadie, para bien o para mal.

Ni siquiera la chica angelical de grandes… habilidades, fue capaz de entender lo que había sucedido, en una fracción de segundos pasaron de estar celebrando un perfecto primer día de trabajo, a estar cubiertas de arena con sus ropas de maids, ¿o acaso siempre estuvo vestida de maid? Es probable que el hecho de haber jugado a las enfermeras fuese un sueño y todo el rato estuvieron allí durmiendo, en aquella ventisca de arena, o quizás el sueño era ese realmente. Sea lo que fuese no entendía nada de lo que sucedía, el señor Vlad parecía estar jugando con una nueva incorporación al grupo, una mujer con un vestido monísimo, una tal Sphinx que hablaba muy raro pero que le resultaba divertido de escuchar al arcángel, al menos señor Vlad parecía divertirse con esa sonrisa, o eso es lo que Gabriel percibía.

Mientras la mujer de cabellos oscuros y ropajes exóticos hablaba, Gabriel palmeaba sus manos a cada rima “perfecta” que hacía con una amplia sonrisa, para ella le resultaba admirable que pudiese hacer eso con tanta fluidez, ella tendría que parar un buen rato a meditar su siguiente frase para conseguir que rimase. Pero entre felicidad e ignorancia, como si un rayo cállese sobre su cabeza y la atravesara, se quedó en shock al ver los recuerdos de la adorable zombie, un tremendo dolor de cabeza invadió a celestial, obligándola a llevar ambas manos a la sien, intentando recordar algo olvidado hace ya mucho, mucho tiempo, algo muy importante para ella, pero que no conseguía recordar, es como esa situación cuando tienes una palabra en la punta de la lengua pero que no consigues sacar.

Pero no tuvo tiempo en poder hacer memoria, de pronto, cuando su vista se dirigió de nuevo al espejo una luz deslumbraba sus purpúreos ojos. Una luz Suave, cálida y serena, se estaba viendo reflejada a sí misma en el espejo, pero de una manera diferente a cualquier otro espejo, resultaba curioso, pero no se extrañaba de verse a sí misma de aquella manera; y no estaba sola en aquel instante.

La chica que asemejaba a un oso panda, que, aunque muy mona, la cabeza de Gabriel no llegaba entender por qué sentía esa similitud entre ambos, no era la única que se encontraba con ella, también estaba una chica que parecía recordad, no, ella estaba segura de que la recordaba y que habían hecho algo juntas. Tartas, si, ella tenía pinta de haber hecho tartas junto a Gabriel, o si no eran tartas, era algo parecido, la cuestión es que, estaba prácticamente segura de que la conocía. ¿La cuestión es, por que estaban ambas allí, y quien era aquella chica tan mona que se veía como un oso panda?

De haber podido, vomitaría. Pero Tanya era una slime; lo máximo que podía hacer era aplastarse, y eso fue precisamente lo que hizo viéndose asustada, sin saber qué era lo que sucedía. La arena se pegó a su cuerpo, casi haciéndola cambiar de color y apenas dejando ver la translucidez de su cuerpo.

Se mantuvo unos momentos como una bolita mirando a las demás temblando un poco, pero lentamente fue recuperando su forma normal... o al menos aquella que había adoptado, la de una mujer alta, de unos dos metros, con una figura esbelta. Aunque aquello no era más que la impresión que daba, pues realmente al contacto la slime era bastante esponjosa como una gelatina. Cuando por fin recuperó su forma, se le podía ver rellenando un traje de cuero verde con temática sirvienta... aunque recordaba mucho más a un disfraz de dominatrix.

Tanya estaba comenzando a asustarse mucho, notándose rápidamente para quien no la conociera aún que su apariencia, que podía considerarse algo lasciva, no era más que la tapadera de una pequeña bolita de slime inocente y llorosa. Insesantemente, trataba de llegar hacia sus amigas, pero no podía y no entendía el porqué, y eso la asustaba mucho más. Ni qué decir de la aparición de la dueña de ese lugar, quien la intimidó mucho, y de Vlad, a quien Tanya trató de llegar sin éxito alguno, saliéndose de su traje de maid y pegándose a una de las paredes como un moco. Empezó a temblar más cuando las paredes se hicieron más densas y aparecieron esos espejos, escurriéndose por la pared para volver a su traje y tomar su forma de nuevo. Por supuesto, lo que menos podría esperar era lo que pasaría con Xiao Mei. De forma dramática, cuando se transformó y se despidió de todo, Tanya, llorando, pegó su cuerpo a la pared y gritó el nombre de la pequeña ángel a quien parecía haberse apegado también, cayendo de rodillas al suelo llenándose más de arena. Así, se giró hacia el espejo, llorando.

¿Qué pasaba? ¿Por qué estaba atrapada? ¿Por qué Xiao Mei se había ido? Tanya no entendía nada, y no podía hacer más que llorar. ¿Acaso la dejarían sola de nuevo? ¿Una prueba? Al verse frente al espejo, se encontró lo que sería ella en su forma normal. Hasta ahí, todo bien. Sin embargo, ¿quién podría esperarse que una mujer saldría del espejo y se le echaría encima? La slime no tuvo tiempo para reaccionar. Y tal vez fuera porque esa mujer le recordaba al amo de alguna forma, pues, aún haciendo pucheros, abrazó a la desconocida, cosa que de seguro agradaría a la mujer que no hacía poco menos que manosearla.

—Xiao Mei se fue. Tanya está sola. Todos abandonan a Tanya —y se apretó más contra la mujer haciendo más pucheros. Realmente... era inocente.

Vivi se llevó una mano a la cabeza, intentando controlar el mareo de aquel viaje. Vio cómo el lugar cambiaba de aspecto y cómo aparecía allí la que reconocería como Sphinx. Ni siquiera nos ha dado tiempo a responder... ¡¿Y por qué nos ha traído a todos aquí?! Miró con preocupación a su amo, fijándose en la cadena dorada que le rodeaba, y dio un respingo al ver a la esfinge responderle así. Entonces... ¿Quién está aquí al mando?

Aunque no había tenido tiempo de fijarse en su espejo, cuando la pequeña Xiao Mei cambió de aspecto a un ángel. Viviana se cubrió los ojos con el brazo, con un ligero siseo al tener a tantos seres celestiales cerca. Miró de reojo a Gabriel cuando ese ángel se despidió de ellos, esperando alguna respuesta por su parte. Aunque parece que ella tampoco recuerda nada...

Fue entonces cuando vio su reflejo y casi por instinto se acercó corriendo a intentar cubrirlo, avergonzada de verse así. Espera... ¿S-soy yo? N-no... ¿verdad? Entre confundida y sonrojada, Vivi se apartó un par de pasos al ver a la chica panda aparecer allí y entonces siguió su mirada hacia el resto de la celda. 

- Gabriel... - murmuró al verla, recuperando un poco la compostura - Siento que hayáis acabado todos aquí, solo queríamos llevar a la fantasma al calabozo y entonces Sphinx hizo todo esto y... - se calló a mitad de la frase, dándose cuenta de que no iba a poder explicar mucho a partir de ahí - ¡En cualquier caso sígueme, tenemos que detener a esa incorpórea como sea! - señaló hacia donde estaba la fantasma, echando ya a correr hacia allí, para comprobar si podía salir de su celda.

Arena. Arena en cada rincón de su cuerpo, y es que daba igual cuanto sacudiese su ropao su cabello, que cuanto más lo hacía más salía. Se quitó uno de los zapatos y apunto estuvo de asegurar que había dos desiertos conpletos en él,  pues la arena salía y salía... ¡¡Sphinx, maldito tu genio!! ¿Y por qué se habría cabreado esa vez? Siempre era por minucias, al menos para Livia. Y es que con esa esfinge cada palabra era como una bomba apunto de estallar. Cuando el último grano de arena salió del zapato  repitió el procedimiento con el otro pie. Odiaba la arena, si... Y después de aquello, la odiaba aún más. Aún descalza y sujetando sus zapatos con una de las manos, se observó en aquel enorme espejo. Lo que vio le resultó familiar, claro que si... Era ella. Pero se veía distinta. Y había cosas que le gustaban de ese reflejo, pero otras jamás las cambiaría pues... Había aprendido a aceptarse como era. Y tenía su encanto. Ensimismanda estaba mirándose al espejo, al menos hasta que una escandalosa persona empezó a quejarse detrás de ella. Livia se giró lentamente, uniendo sus manos por delante del vestido de maid y sujetando los zapatos ahora von ambas manitas.

Zombies y un joven de cabellos plateados. Livia ladeó la cabeza con curiosidad, escuchando atentamente a las palabras que surgían de aquel misterioso personaje. Sus ojos eran llamativos e incluso cautivadores, el color del amor dirían muchas al verlos, pero para Livia no eran más que unos ojos bonitos en un rostro de porcelana. Con suavidad se inclinó levemente hacia adelante y con una de sus manos hizo un gesto-  Vamos  vamos... ¿Por qué tan molesto? ¿Acaso fue demasiado larga tu siesta? -Rió tiernamente mientras se volvía a enderezar, con suavidad se balandeó hacia los lados, haciendo que su largo cabello se moviera al compás y su vestido también.- ¿Tan hostil? Yo no deseo hacerte nada... ¿Y si empezamos por el principio? Con un "Hola" y continuamos con... "¿Como te llamas?" Creo que sería más divertido..-​​​​Asomó la lengua entre los labios de manera inocente.

El dragón rugió con fuerza y miró a Zuri mientras se acercaba, además de escuchar a Ruby moviendo lo que podrían ser sus cejas si fuera un humano. Los veía discutir entre ustedes mientras aplaudía, mas apenas vio que su atención volvía a él, puso cara de “tipo malo” y rugió. Señaló al amo, quien colgaba amarrado por aquellas cadenas doradas impuestas por Sphinx la Esfinge y resopló por la nariz. ¿Era esa su forma de reírse? ¿O tal vez estaba intentando indicar que no era él precisamente quien le estaba haciendo algo al amo?

Cuando el mayordomo se le acercó preguntándole si era un cliente, el dragón le escupió encima a este, dejándolo cubierto por una enorme montaña de arena que de seguro se le habría entrado por dentro del uniforme y de su boca. Era arena y sabía a arena. No sería fácil quitársela de los cuernos… Claro que la amenaza de Ruby sí pareció molestarle, motivo por el cual el dragón rugió con toda su fuerza. ¿Cómo era que ninguna otra maid le escuchaba? Batió su enorme cola para golpearles con ella. Comenzaba el combate.

Era un ser hecho netamente de arena, así que parecía recombinarse con ella una y otra vez. ¿Cómo lo hacía? Tal vez era mágico, una proyección de su creadora. Lo cierto era que dejar a un dragón suelto, no era muy buena idea. ¿Y si volvía a ensuciar el café o tenían que acogerlo como mascota? ¿Cómo tener de mascota a un dragón? Sería útil, pero no atraería a muchos clientes humanos, eso sí.

Apenas la abrazaste, las mejillas de la mujer de cabello escarlata se tiñeron de rojo, mientras su expresión se vería… algo perturbadora para cualquiera. El sentimiento de tu cuerpo resbaloso sobre tu piel era más de lo que ella podía pedir.

Con una voz mucho más entusiasta de lo que debería ser, te dijo mientras te acariciaba… sospechosamente a gusto – No te preocupes. Yo no te dejaré, Tanya. Deja a Vlad y ven conmigo. Dasatos y yo estaremos siempre contigo – y si miraste a la serpiente, esta estaba aparentemente molesta, pero obviamente no era contigo. El atuendo de la lamya era un bonito kappougi tradicional japonés morado con un murciélago bordado en su delantal y sus... atributos eran similares a los tuyos.

Suspiró – Carmilla-sama, ella es una maid de Vlad-sama. Aunque sea su hermano pequeño, no debe robarle las maids -.

- ¡Pero él ya tiene muchas maids y tiene a la hermosura de Livia consigo desde hace siglos! – y se masajeó sus mejillas con las tuyas – Y mira a esta deli-, digo, hermosa maid slime. ¿No es hermosa? ¿No es perfecta? Te irás conmigo, ¿verdad, Tanya? Carmilla te dará mucho mucho amor – y te miró con una sonrisa brillante. Al menos no mentía en decir que le agradabas, aunque tal vez no era por lo que creías.

Entonces, el nombre de Livia te recordó a tu amiga de nuevo y, por algún motivo, uno de los muros bajó, uno que te llevaba a ella. ¿Qué pasaba? Tal vez era culpa de la vampiresa que te abrazaba, pero eso parecía. Lo que viste fue a Livia intentando hablar con un chico apuesto de ojos rosas que brillaban con intensidad, además de una cabellera blanca algo desordenada. Por donde pasaba daba la impresión de que plumas negras volaban a su alrededor y este sonreía mientras miraba al frente. A su alrededor, una enorme horda de zombies emergía bajo tierra y… no parecían precisamente amigables. Luego, notaste que este le decía algo a Livia realmente molesto, a la vez que dirigía los zombies hacia tu amiga. Ni Dasatos ni Carmilla parecían haberse dado cuenta de ello aún.

El chico te miró y, al principio mientras te acercabas, se veía bastante nervioso. De hecho, tanto sus mejillas como sus orejas estaban del mismo color de sus ojos. Lo habías cautivado, eso sin duda. Sin embargo, a medida que ibas hablando, su expresión se fue oscureciendo. Luego, su cabello cubrió parte de su rostro y este apretó los puños con fuerza. Después de guardar silencio, la horda de zombies terminó de salir y estuvo lista para atacar si su amo lo ordenaba.

Alzó un dedo acusador hacia ti - ¡No creas que me engañas! Conozco a los de tu tipo. Primero, te convencen hablando bonito y luego te hacen creer que les importas. ¡Cuando menos piensas, tienes su cola enroscada en tu cuello quedándote sin aire! ¡Todas son iguales! - ¿Cola?

Aquel rugido de enojo fue lo único necesario para que los zombies se prepararan para la batalla - ¡Esclavos! ¡Muéstrenle por qué no confiamos en las mujeres! - y tras aquella peculiar orden, los zombies se arrojaron todos contra ti.

Por el rabillo del ojo, viste que el muro que te comunicaba con el cubículo en el cual estaba Tanya descendió, lo que te permitió ver a la slime abrazando mientras lloraba a una mujer de cabello escarlata y ojos verdes que... sí que la conocías. Era Carmilla, la hermana mayor de Vlad. Tenían más o menos un milenio de edad de diferencia. Ella era una heredera legítima de la mansión, pero sabías que se había recluido a sí misma en aquel laberinto de Sphinx la Esfinge hace quinientos años. Cuando llegaste a la mansión, ella se veía con toda la intención de robarte de Vlad y es que de este aprendiste que para ella, el acoso sexual no era solo un crimen, sino una forma de vivir. Tenía debilidad por las maids sexys, por lo cual veías cómo aprovechaba la inocencia de Tanya para "consolarla" de manera bastante lasciva.

Junto a estas, con rostro de hastío, pudiste ver que la maid de Carmilla, Dasatos, miraba con exasperación la escena. Ella era bastante seria, pero sus... atributos competían fervientemente con los de Tanya. Era una hermosa y voluptuosa lamya con cabello aguamarina y ojos reptilianos amarillos. Además, su traje de maid era un tradicional kappougi japonés de color morado con un murciélago bordado en su delantal. Carmilla sabía bien lo que quería y eso se notaba en su escogencia de personal, aunque la maid era quien lograba parcialmente controlar a la anciana vampiresa.

Si Viviana siguió en línea recta hacia una pared, se chocó contra esta de manera estruendosa y fue devuelta por aquel muro irrompible para luego caer al suelo de manera poco glamourosa, cosa que la fantasma aprovechó para burlarse de ella.

- Que lo que tienes de busto lo tienes de inteligente. ¡Oh! ¡Que no tienes! – y se siguió riendo mientras sacaba dos cuchillos iguales, uno para cada mano.

Gabriel no parecía ser capaz de recordar de dónde había escuchado el nombre de Azrael, pero con la atención que tenía el ángel, tal vez no recordaría que intentaba recordarlo hasta tiempo después. Lo cierto es que la chica con los dos pandas como escoltas parecía lista para luchar.

Se puso en posición y miró a sus dos pandas acompañantes con un gesto de cabeza. Estos se llevaron las manos a sus bolsillos con seriedad… ¿Sacarían armas? ¿Tendrían que enfrentarse a cuatro enemigos? Pues… lo que salió de sus bolsillos fueron micrófonos. Luego, vieron que un enorme parlante estaba detrás de ellos, uno de esos que se usaba para conciertos importantes y, entonces, los dos pandas empezaron a rapear. Rapeaban en mandarín, así que era difícil enterles, pero al menos sonaba a que sabían lo que hacían.

La chica que parecía un panda asintió complacida con su cabeza para luego dirigirse a atacar a Gabriel, a la par que la fantasma se lanzaba contra la vampiresa.

La joven maid permanecía frente al espejo, aunque se podía percibir un suave balanceo que hacía que su vestido en tonos blancos, negros y índigo se moviese de manera graciosa.Y parecería enternecedor si no fuese por los pinchos que decoraban el uniforme. La portadora era una joven de piel pálida y ojos rosados con destellos rojos. Su cabello, quizás lo más llamativo de ella, era bicolor. Lo llevaba recogido en dos perfectas coletas que había adornado con lazos y otros accesorios. Iba perfectamente conjuntada. Tanto su cabello, como su uniforme... Estaban diseñados de forma que combinasen para resaltar de esa manera su encanto inocente y infantil.

La chica gato se cubrió con los brazos por la arena que sobrevolaba por todos lados metiéndosele en la boca, cerrando sus ojos plateados como plata líquida y entre la ropa de maid gris oscuro con bordados y acabados góticos. Su cabello escarlata, lustroso y brillante como un ruby no era inmune al calor, lo que provocaba que se comenzara a pegar a la cara, lo que hacía todo más incómodo para la chica. Su piel normalmente blanca y a penas sonrosada se le había encendido como un tomate. Sentía arena debajo de su falda y metiéndosle también en las medias negras hasta el muslo. Además durante todo momento, unas orejas de gato de pelaje igual de escarlata se movían de aquí alla, se agachaban cuando se enfadaba o se levantaban alerta a lo que pasaba con el dragón. Su cola felina, sin embargo se movía lentamente de un lado al otro, como una cazadora nata.

- Que...desagradable. - se quejaría mientras era golpeada, ya sea directamente por la cola o la onda expansiva. Dentro de todo intentaría aterrizar lo más decentemente y sin perdida de su dignidad posible. 

Al finalizar sacaría su trapeador de algún algún lugar insospechado, un bolsillo, de forma completamente ilógica y diria:

- Amo...Amo...¿Dónde estas?¿Estas bien?- se la notaba aparentemente genuinamente preocupada, aunque sea porque temía que alguién más le hubiera hecho daño. Ese derecho le pertenecía.

Haciendo movimientos de kungfu con su trapeador gigante, lanzaría el trapeador hacia la criatura, buscando...trapearlo.

- Hay que dejar limpio este lugar...esta lleno de polvo, hace falta una buena barrida.- 

Tenía un bolsillo en el cabía todo...se preguntaba si podría meter a la criatura en él...por supuesto, le tomaría mucho, mucho tiempo.

Dicho eso correría hacia algun sitio, buscando salir de donde estuvieran atrapados. En búsqueda de reunirse con su amo.

- Tu...Si trabajas para el amo, ayudame, debemos protegerlo...- le diría a Zuri, su voz era suave, sin ningún tipo de emoción y tranquilidad...sin embargo algo decía que había tomado de forma personal aquello. Tal vez ese ligero gesto de seriedad en sus cejas, acompañando a sus inexpresivos ojos.