Partida Rol por web

Aaron asintió a tus respuestas.

- Tranquila, ya no es nada igual que antes Ruth.  - luego quedó pensativo - si, deberemos buscar soluciones duraderas a esta maldición.  Sería magnifico poder ayudar a otros a la vez que a mi mismo. No me gustaría.....hacer daño a nadie - repitió pensando que lo podría hacer en algún momento.

Luego miró su móvil, y viste que abrió el calendario.

- A ver...quedan 2 semanas para luna llena. y 6 para Hogwarts...eso quiere decir que la primera semana de Hogwarts estaré.......

Quedó enmudecido. 

- Tengo que buscar excusa....para no ir....... - susurró.

Ruth hizo los cálculos al tiempo que su amigo. Llegaron a la vez a la misma conclusión-. Vaya mierda, te vas a perder la ceremonia de inauguración de curso. Bueno, por suerte, no es obligatoria y nadie se va a fijar en si estás o no. Y, también por suerte, la primera semana suele ser más floja en cuanto a contenidos –Aun así, era cierto que tenían que tener alguna excusa para justificar su ausencia.

- Creo que deberíamos descargar cualquier tipo de dolencia, porque podrían obligarte a ir a la enfermería y a pasar ahí las noches –No era fácil buscar explicaciones para el comienzo del curso. A no ser… -Oye, Aaron, ¿y si NO viajaras a Hogwarts hasta que se haya pasado la semana? ¿Crees que, tal vez, tu padre pueda escribir al colegio justificando cualquier cosa? 

- Es una buena solución. - dijo asintiendo, y pronto fue la hora de la cena.

La cena fue servida por una joven, que notablemente no era maga. La familia de Aaron era gente de dinero y poseían un gran equipo en casa para mantenerla limpia y la comida servida. Pero sabías que todo aquello a Aaron le incomodaba bastante, no era de pregonar la fortuna de su familia aunque todo el mundo la supiera.

La cena fue buena y amena, la madre de Aaron dejo caer en alguna ocasión lo que Aaron te había prevenido, y el rostro rojo de tu amigo era realmente gracioso.

La cena acabó y Aaron te acompañó hasta casa en el coche. El viaje de vuelta fue mucho mas corto a tu parecer, y te acompañó a la puerta de casa.

- Gracias por venir. Me siento mucho mas aliviado de que conozcas al nuevo Aaron. Bueno aún no lo conoces....y espero que no lo hagas....

La cena transcurrió bastante tranquila. Todo estaba delicioso y todos eran de lo más amables. A Ruth le seguía impresionando estar en una casa como aquella, con tantas comodidades. No dijo nada, por supuesto, pues quería actuar de la forma más natural posible y que Aaron no se incomodara. Pero, desde luego, se sentía abrumada por el lujo. Al mismo tiempo, pensaba que nada de eso era para ella: Aunque su familia tenía que hacer todo el trabajo doméstico ellos mismos, era algo que Ruth apreciaba. El hecho de mantener su propia casa le hacía sentirla más como su hogar. Bueno, quizás un solo sirviente estaría bien…

Había sido, en general, una tarde sobrecogedora. La noticia de Aaron, aunque se lo había tomado de la mejor forma posible, la había impresionado y dejado mal cuerpo. ¿El lado bueno? Se sentía más unida a su amigo desde entonces. Así que, cuando estaban en la puerta de su casa despidiéndose, contestó:

- Gracias a ti por invitarme, hombre. La próxima, en mi casa. Y sí, quiero conocer bien a ese otro Aaron. Todos tenemos un lado oscuro. Si solo conozco tu parte buena, estudiosa, refinada… -Le lanzó una mirada burlona y añadió:- O repelente, sí, que a veces lo eres un poco. El caso, que si solo conozco eso, no te conozco del todo. Además, ¿de qué otra forma voy a estudiar tu caso?

Supuso que su padre y sus abuelos estaban esperándola, así que no quiso entretenerse mucho más-. Ya sabes, para cualquier cosa nos tienes a tu padre y a mí. Y no deberías tardar en contárselo a tu madre. Se preocupará mucho, por supuesto, pero merece saberlo también para estar preparada.

Con una sonrisa llena de ánimo, se acercó a Aaron y le dio un fuerte abrazo-. Seguimos escribiéndonos, ¿vale?

Aaron asintió. Y sonrió a tus palabras.

- Anda...ve dentro, que pronto saldrá la luna - sonrió y guiñó un ojo.

Notaste que recibió con agrado tu abrazo, y besó tu mejilla al separaros.

- Te diré que me ates con cadenas antes de que te enfrentes a ello. Pero si tanto interés tienes puedes venir antes de ir a Hogwarts.

Rió con ganas ante su propio comentario, y esperó a que entraras a tu casa, luego escuchaste el motor del coche y como se alejaba.

Al entrar tu padre te esperaba, tus abuelos había decidido irse a dormir pronto, eran mas de madrugar para hacer sus cosas. Tu padre sonrió y te sirvió una taza de té. ¿Qué tal el día cariño? Preguntó curioso iniciando una conversación contigo.

Tras despedirse de Aaron con una buena carcajada por su último comentario, entró en su casa. Ahora que ya no estaba con su amigo y no necesitaba poner buena cara para animarlo, toda la preocupación y el agobio se le vinieron encima. Era un asunto serio y se sentía aterrada. No tenía miedo de Aaron ni de su licantropía, pero sí de fracasar en su intento por ayudarlo. ¿Y si acababa empeorando las cosas? ¿Y si su amigo acababa siendo un marginado, como muchas otras víctimas, y tenía que decir adiós al futuro tan prometedor que había tenido hasta ahora?

Intento sacudir esos pensamientos, al menos por ahora, pues su familia no podía enterarse de nada. Entró en el salón y se sentó junto a su padre, a quien saludó con la mejor sonrisa que pudo sacar-. Pues… Ha sido interesante. No tenía ni idea, pero Aaron tiene una mansión gigantesca. Nuestra casa entera podría caber en el salón de la suya. Y tienen mayordomos y esas cosas. Desde luego, no iba vestida para la ocasión.

Intentó pensar en algo que no fueran los licántropos, pero le costaba mucho. Además, la mayor parte del tiempo con Aaron lo habían pasado hablando de ese tema.

- ¿Sabes lo que me ha dicho? Que este año se va a celebrar el Torneo de los Tres Magos en Hogwarts. ¿Es cierto? ¿Sabes tú algo? Seguro que la abuela lo sabe, se entera de todo lo que pasa en el Ministerio aunque esté jubilada.

Tu padre te miró con una ceja alzada ante tu comentario, o mas bien ante tu actitud desde que entraste en casa.

- me alegro de que te lo pasaras bien, pequeña, pero...¿Qué ocurre?

Se le notaba muy preocupado, te conocía demasiado bien, por ello era tu padre. Y esperó tu respuesta, pero la abuela interrumpió.

- Vaya ya llegaste niña, vine a por un vaso de agua, espero no molestar, además tu amiguito Aaron tiene la lengua muy larga, no debía contar nada de eso, y su padre menos. - dijo algo seria pero luego sonrió - bueno sabe a quien contar las cosas ¿No? tu no dirás nada porque eres una muchacha lista.

Ante ese comentario no sabías si hablaba del Torneo o si tu abuela sabía algo respecto a Aaron.

Andrew Burke sabía más de su hija que ella misma. Así que Ruth no se sorprendió cuando su observador padre supo que algo no iba bien. Pero ella no podía decir nada, no podía traicionar a Aaron. No sabía cómo su padre reaccionaría ante algo así y, aunque quisiera ayudar, el secreto era de su amigo y solo él podía decidir a quién revelárselo.

Así que agradeció que su abuela pasara por ahí en ese momento. Sonrió a la enérgica Abigail cuando esta se quejó de la falta de discreción de Aaron y de su padre. Luego algo le inquietó. Las palabras de la mujer le hicieron dudar: ¿Hablaba únicamente del Torneo? Sí, seguro que sí. Era imposible que supiera algo de problema de Aaron. Se quitó la idea de la cabeza y decidió bromear sobre el tema:

- Eso está muy bien abuela, pero también debería ser un secreto para ti. Estás ya jubilada y no deberías enterarse de cosas del Ministerio, ¿no crees? –le dijo, con el mismo tono de voz que usaban los adultos para regañarla a ella. Luego volvió a sonreír-. No te preocupes, sé mantener la boca cerrada. Y Aaron es mi único amigo cercano, así que no hay mucha gente a quien pueda contárselo.

Tomó un sorbo de té que le había servido su padre y continuó, pensativa-. De todas formas, ¿por qué no podemos saber nada los alumnos? El otro día en la librería me encontré con una chica de Beuxbatons y me dijo que nos íbamos a ver este año en Hogwarts, así que estaba claro que ella sabía todo. Me parece un poco injusto que solo a los de Gran Bretaña nos mantengan en la inopia.

Casi al momento deseó no haber dicho nada, porque ese comentario suyo solo le hizo acordarse de Sophie, de las ilusiones que se había creado con ella y del chasco que se había llevado con la historia de Aaron.

Entonces recordó que Abigail había trabajado con la madre de Sophie. No le había preguntado nada antes y tal vez era el momento perfecto-. Por cierto, abuela, ¿sabes quién era esa chica? Sophie Raw. Me reconoció porque, al parecer, su madre ha sido tu aprendiz o algo así. Te deben de tener en un altar, porque Sophie me dijo que su madre hablaba mucho y muy bien de ti.

Tu abuela mientras hablabas y divagabas en tus pensamientos había cogido una taza la cual cayó de sus manos cuando pronunciaste ese nombre.

- Oh! pero que torpe estoy, estas manos ya no son lo que eran. 

Comenzó a recoger los cascotes de la taza mientras se mantenía en silencio, tu padre la miró extrañado y la ayudó a recoger.

- Bueno muchacha, pasaron muchas personas por mis manos y en algunas doy mas impresión que en otras. Además que esté jubilada no quiere decir que no tenga mis contactos.

Sonrió mientras se sentaba con otra taza ahora llena de té.

Ruth, igual que su padre, se quedó extrañada cuando su abuela dejó caer la taza de té. Esa mujer tenía más fuerza y mejor pulso que ella misma. La joven sabía que había tocado un punto sensible y Abigail evitaba responder a la pregunta de su nieta. Así que, claro, su curiosidad de Ravenclaw la inclinaba a saber más… aunque tendría que sonsacarle información poco a poco.

- Por supuesto, por supuesto. Si ya sabemos todos lo de tus contactos, que estás mejor enterada de lo que pasa que el propio Ministro de Magia –dijo, sonriente, como si no se hubiera percatado de la torpeza de Abigail.

Entonces, como si de una conversación casual e inocente se tratase, siguió hablando de Sophie Raw-. Pues como te comentaba, abuela, esta chica me reconoció al instante nada más verme. Bueno, ya lo dice mucha gente, que tú y nos parecemos en algo más que en nuestra inteligencia –añadió, bromeando. O, al menos, fingiendo bromear, pues si de algo pecaba Ruth era de una cierta vanidad por su capacidad para los estudios-. Supongo que te habrá visto en persona alguna vez. Pelirroja, ojos azules, piel pálida… ¿No te suena?

- Aunque, si te digo la verdad, muy maja me pareció al principio pero después… -Hizo una pausa para poner una mueca de desagrado, es vez real, pues Sophie, a pesar de que apenas había hablado con ella diez minuto, la había decepcionado-. No me ha terminado de caer nada bien. Espero que entre la gente de Beuxbatons haya personas más agradables que ella.

Tu abuela te miró por encima de sus gafas y con un tono que hacía tiempo que no le escuchabas.

- Ruth, en ocasiones las apariencias engañan y las buenas personas no son lo que aparentan, deberías tenerlo en cuenta. Además Hogwarts es el anfitrión de este torneo, por lo que debía ser una sorpresa, aunque hay secretos que al final siempre salen a la luz, y a veces no es la luz del sol.

Volvió a colocarse bien las gafas, para luego sonreirte de nuevo.

- Os lo pasareis bien, conocer otras culturas y formas de ver el mundo de otros lugares siempre es un plus de conocimiento, no desperdicies la oportunidad y tampoco dejes atrás lo que ya te fue enseñado. No por aprender algo nuevo debemos olvidar lo que estuvo siempre con nosotros. ¿Verdad?

Tu padre parecía desconcertado y no era para menos, tu abuela parecía hablar contigo de algo...pero no estabas realmente segura de que.

Ruth se quedó pasmada con la respuesta de su abuela. Con el ceño fruncido, intentó pensar a qué habían venido sus palabras en sí. ¿Sabía algo la mujer? De ser así, ¿qué sabía exactamente? ¿Y por qué le hablaba a Ruth con un tono como de aviso? ¿Se refería a Sophie, a Aaron o a alguna otra persona? Estaba muy confusa y para nada acostumbrada a que le hablara de forma tan críptica. ¿Sería que no quería decir nada delante de su padre?

- Sí, estoy segura de que será un año estupendo –afirmó, haciendo referencia al segundo comentario de Abigail-. Claro que no olvidaré nada, ya lo sabes, "el saber no ocupa lugar". Aprenderé lo máximo posible de las otras escuelas, aunque es una pena que justo me haya tocado en el año de los TIMOS. Con lo ocupados que vamos a estar los de mi curso, no lo podremos disfrutar al máximo. Y, como te dije, me haré la sorprendida con todo.

Intentaba aparentar que la conversación era de lo más normal. Pero estaba claro que ninguna de las tres personas que estaba en esa sala lo creía. Tal vez si consiguiera quedarse a solas con su abuela… Podría esperar al día siguiente, cuando su padre y su abuelo se fueran a trabajar, pero tenía la sensación de que se pasaría la noche pensando en vela. Aunque Andrew Burke no parecía con ganas de irse a dormir en ese momento.

- Oye, papá, quería hablar de una cosa con la abuela. Así que, si tienes que irte a dormir, no quiero entretenerte –La sutileza no era precisamente su punto fuerte y se dio cuenta de que su excusa para pedir a su padre que se marchara era bastante pobre. Así que intentó arreglarlo:- Es que el otro día de compras, hablando con Aaron, me di cuenta de que tal vez me interesaría trabajar en el Ministerio en un futuro. Y quería pedirle algún consejo para este curso, ahora que me acabo de acordar. Que luego pasa la semana rapidísimo, empiezan las clases y se me pasa la oportunidad.

Tu padre se acercó a ti y besó tu cabeza para darte las buenas noches, y viste que las miradas de tu abuela y él se cruzaron confusas y sospechosas entre ellas. Tu padre estaba tan perdido o mas que tu y era el momento de hablar con tu abuela. 

Ésta se sentó con una nueva taza de té y te miraba a través de sus gafas. Suspiró. Esperando el aluvión de preguntas.

- ¿Que necesitas saber del ministerio pequeña?

Dijo con ahora una enorme sonrisa, esperando que lo que ella estaba temiendo, no ocurriera.

Ruth sonreía mientras su padre le daba las buenas noches y marchaba a su cuarto. Siguió sonriendo hasta que su abuela habló e incluso cuando la joven respondió, la sonrisa se mantenía en su rostro.

- ¿Sobre el Ministerio? Muchas cosas. Pero puede esperar. Seguramente habrás sospechado que no quería hablar de eso ahora mismo -Tomó aire y continuó, ahora algo más seria, aunque calmada-. Abuela, ¿sabes cómo papá, el abuelo y tú siempre sabéis qué me pasa por la cabeza en determinadas ocasiones? Somos familia, nos conocemos súper bien y tenemos algún tipo de conexión que hace que intuyáis cuándo tengo algún problema, cuándo oculto algo, cuándo estoy emocionada... Aunque yo no diga nada al respecto. Pues esa conexión funciona en los dos sentidos –le dijo con una mirada significativa-. Yo también me doy cuenta a veces de lo que os pasa a vosotros por la cabeza.

No quería hablar sobre Aaron directamente. En caso de que la condición de su amigo no hubiera llegado a los oídos de su abuela, no sería Ruth quien empezara a hablar de licántropos y se lo revelara. Además, tenía claro que Abigail estaba ocultando algo sobre Sophie o, al menos, sobre la madre de esta. Y pensaba ir directa a ese tema. Ahora que su padre no estaba, podía hablar más libremente.

- Sé que sabes algo de… no sé, de algo. Y sé que, en tu críptica manera, has intentado darme algún tipo de advertencia. Pero, abuela, tendrás que ser más clara si quieres que te entienda. ¿De quién hablabas cuando me dijiste que "las apariencias engañan"? ¿De Sophie? 

Esperaba, con todas sus fuerzas, que no fuera de Aaron. Aunque su familia era bastante tolerante y lo suficientemente inteligente como para no marginar a alguien por un accidente como el que sufrió su mejor amigo, aún había mucho miedo y desconocimiento sobre los hombres lobo en la comunidad mágica. Y él no quería que nadie más se enterase.

Pero esa referencia a los secretos que salen "NO a la luz del sol"... No, no pienses eso, seguramente sea algo malo de Sophie o de su madre, pensó, dándose ánimos. Además, la propia Ruth tenía información sobre ellas que no las dejaba en buen lugar. Si Abigail había trabajado con la señora Raw, era posible que tuviera más datos sobre lo horrible que era esa familia.

Tu abuela te miraba mientras bebía un poco de té.

- Sé lo que le ha pasado a Aaron, mi niña, pero no es de él quien debes preocuparte.

Miró a las escaleras por las que se había ido tu padre y susurró "Mufliatto"

- Mi pequeña niña, es el momento de que te cuente mi historia. Sí, serví como maestra a Lucy, la madre de Sophie, y ella era la mejor alumna que nunca tuve. Pero siempre ocurre en personas que no poseen una gran personalidad, que el poder les corrompe. Cuando comenzó a escalar posiciones ya no me necesitaba y me menospreciaba en el trabajo, era algo que nadie hacía caso, mi antigüedad me precede. Pero ese no es el caso. - suspiró - una mañana recibí una llamada. Era ella, estaba llorando y con la respiración agitada, me pedía verme de inmediato, y no dudé en ir a verla.

Se levantó parecía incomoda ante aquella situación.

- Fui, sin que nadie lo supiera, a casa de Lucy. Lo que encontré allí no era para nada lo que esperaba. Encontré a Aaron en una cama, sudando, pasando el veneno del lobo solo, atado - casi lloraba - si me hubiera llamado cuando ocurrió.... - te miró con odio y tristeza - no esperaba que Lucy pudiera llegar a ser tan egocéntrica, tan ilusa, tan orgullosa como para no pedir ayuda en su momento...pero eso no fue lo peor...

Se volvió a sentar y bebió un trago de su té.

- Lo peor fue que cuando cuidaba de Aaron, Sophie miraba a través de la puerta, no con miedo o tristeza, sino con desden y frialdad, casi intuí una malvada sonrisa en su rostro, pero quizá solo fueran ilusiones mías. 

Tu abuela no miraba directamente a tus ojos, ¿por miedo?¿Para que no la vieras derramar aquellas silenciosas lagrimas?

- Aaron se trasformó delante de mi, gracias que estuve rápida y pude hacerle un Desmaius antes de que arrancara las cadenas de la cama. Conseguí por una noche que no se hiciera daño.

Ruth estaba preparada para escuchar cualquier cosa… menos eso. ¿Sabía lo de Aaron? Su corazón pegó un vuelco y se le encogió el estómago. Pero no dijo nada, permaneció atenta escuchando la historia de su abuela. Igual que ocurrió con la historia que su mejor amigo le había contado esa misma tarde, la ira se iba revolviendo en ella según avanzaba el relato.

Cuando terminó, estaba tan enfadada que apenas podía encontrar las palabras correctas-. No… no me lo puedo creer. No, miento, sí me lo creo. Aaron me ha contado lo que le pasó esta tarde y ya me habló de la actitud de Sophie y de su madre. Por su culpa él tiene que pasar por un dolor insufrible todos los meses. No sabes cómo ha cambiado, tendrías que verle la cara.

Paró para respirar y tranquilizarse. Su abuela tenía una expresión de incomodidad y de ¿miedo? ¿Tristeza? ¿Un poco de ambas?

- Me alegra saber que tú estuviste ahí, abuela, no sé qué habría sido de él solo con esas dos arpías. ¿Sabes que, cuando nos encontramos con Sophie en la librería, ella actuó como si no lo conociera? Y no habría pasado ni un solo mes desde que ocurrió.

Deseaba haber conocido en ese momento la historia y así haber podido actuar en consecuencia. Se preguntaba si la francesa se le acercaría en algún momento cuando coincidieran en Hogwarts, pero Ruth ya tenía claro que no pensaba dirigirle la palabra.

- Además, por lo que me contó Aaron, todo fue su culpa. Fue ella la que salió por la noche después de haber oído un ruido raro. Se adentró en el bosque y Aaron no tuvo más remedio que seguirla, para ayudar por si le pasaba algo. Y ahora es él el que lo está pasando mal.

Ruth apretaba los puños, de la rabia que le daba todo lo que había ocurrido. Ese verano había sido perfecto para ella… hasta ese momento-. Le he prometido a Aaron aprender a preparar la poción matalobos, pero es muy complicada. No sé si lo conseguiré…

- Buena niña. No tengo duda de que lo cnseguireis. De igual forma os ayudaré a ello. Si necesitais cualquier cosa no hace falta mas que avisarme y yo os lo haré llegar. Sé que hay materiales para la poción dificiles de conseguir. Pero no podemos levantar sospechas.¿De acuerdo?

Dijo la anciana con una sonrisa en sus labios, ahora algo mas relajada despues de haber hablado contigo sin tapujos.

- Y quiero que te alejes del peligro que en Hogwarts aparecerá con este evento tan importante. ¿No tendrías pensado presentarte ?¿Verdad?

Dijo por encima de sus gafas, mirandote con preocupación.

- Ahora debes dormir, han sido muchas emociones. Y tu cabeza necesita descansar pequeña.

Ruth tenía la mente cargada. Había tenido un día de lo más intenso, demasiadas emociones y casi todas negativas. Lo único bueno que podía sacar de todo eso era que ella y Aaron estaban más unidos que nunca, algo que no creyó posible después de lo que había pasado entre ellos.

- Gracias por la confianza, abuela. Tranquila, seremos discretos. Al fin y al cabo, él es el primero que no quiere que esto salga a la luz.

Algo más relajada, escuchó las preocupaciones de la mujer. No le sorprendieron esas palabras, pues, desde que se enteró del Torneo, pensó que a su familia le daría algo si quisiera presentarse. La animarían, pero vivirían un año aterrados por los peligros. Y como ella ya se había formado opinión al respecto, tranquilizó a su abuela.

- No te preocupes, no se me pasó por la cabeza. ¿Con los TIMOS y todo lo de Aaron? Pff, no tendría tiempo ni de inscribirme. Además, dudo que alguien de quinto curso tenga alguna opción en el Torneo. Aunque será emocionante verlo.

Justo cuando Abigail le recomendaba irse a dormir, Ruth bostezó y sintió todo el cansancio físico en su cuerpo, además del mental-. Sí, desde luego que lo necesito –Se levantó del sofá y le dio un beso en la mejilla-. Hasta mañana, abuela.

Subió a la habitación. Lo primero que vio fue a Tristán encima del cabecero de su cama, saludándola con un suave ululato. Se sentó en la cama unos minutos, mirando al infinito. En ese momento, deseaba con todas sus fuerzas que todo fuera un mal sueño; que ahora se despertara en su cama, lista para ir a casa de Aaron a tomar el té y este le contara una historia mucho menos terrible de por qué odia a Sophie. Pero sabía que no iba a pasar.

Tras ponerse el pijama, se metió entre las sábanas. No sabía si podría dormir algo esa noche, por muy cansada que estuviera. Y, de dormir, temía los sueños que pudieran llegarle.

Las emociones de aquellos días hicieron que el tiempo pasara mas rápido de lo normal. Tus cartas con Aaron fueron mas frecuentes que de costumbre y tu abuela te daba anotaciones y libros de pociones y de hombres lobo. Siempre a escondidas y con las palabras "Que no lo vea tu padre" siempre entre sus labios. Y lo escondías realmente bien.

El día estaba llegando, tus libros, tu baúl e incluso tu túnica estaban listos para tu viaje, quedaba una noche mas y tu cabeza no te dejaba dormir, aunque estabas agotada. Tristán dormía placido en su jaula, sus plumas se hinchaban levemente, y de vez en cuando algun ojo se le abría para luego volver a cerrarlo.

El día de ir al expreso de Hgwarts estaba llegando, las horas eran próximas y aquello se acumulaba en tu cabeza con todo la información y el temor , quizá, de fallar a tu amigo.

Al estrés de su nueva misión, se le unió el estrés de prepararse para volver a Hogwarts. ¡Por no hablar de lo que le esperaba allí! No había tenido tanto miedo y nervios de ir al colegio como en su primer curso, cuando no sabía qué le esperaba. Su abuela le había estado ayudando mucho y seguro que, de tener algún problema, la mujer seguiría dándole consejos por carta. Aun así, la presión era enorme, demasiados retos se le presentaban este año. Pero no pensaba rendirse, su orgullo propio y su afecto por Aaron se lo impedían.

La noche anterior a partir en el Expreso de Hogwarts, Ruth daba vueltas en la cama. Tenía muchísimo sueño y, aun así, no parecía que su cuerpo quisiera sucumbir. Cada vez que se adormilaba, un nuevo pinchazo de temor le recordaba todo lo que se le venía encima, despertándola de golpe, y volvía a quedarse en vela.

Cada dos por tres se levantaba de la cama para revisar su baúl. ¿Llevaba todas las túnicas? ¿Todos los libros y utensilios para clase? ¿Había guardado bien las anotaciones que le había dado su abuela? Sí, sí y sí. Lo había comprobado mil veces, pero seguía dudando.

Por su ventana vio los primeros rayos del día. En ese momento, no sabía si había llegado a dormir algo. ¿Quizás un par de horas en total? O ni eso. Decidió que era inútil seguir intentándolo a esas horas, así que salió de su cama y, tras revisar una vez más su baúl, bajó a la cocina. Preparó el desayuno para toda la familia, que sabía que no tardarían en levantarse también.