Partida Rol por web

Aquel nuevo pasillo (p2) tenía un jeroglífico pintado en la pared, cualquiera con los conocimientos necesarios podría traducirlos, por desgracia tanto Istar como Safiya habían decidido escoger otro camino.

Este nuevo pasillo (p6), bastante oscuro por cierto, revelaba un jeroglífico que a ojos de un experto podría revelar algo de interés.

En concreto decía lo siguiente:

La maldición de la carne corrompe a los infieles

-Vaya... ¿qué querrá decir eso...? Sin ellas estamos a ciegas. Nunca debieron dejarnos, ¿verdad? De todos modos no creo que, si es una trampa, dejaran avisos en egipcio antiguo de cómo eludirla.

Pero todo es posible...

Beth sacó una foto del jeroglífico, por si acaso.

-Sigamos...

Mientras la joven caminaba detrás de Safiya, en su cabeza no paraba de resonar la típica canción egipcia en la mente, esa que siempre sale en toda película de este estilo...

-Sé lo que estás pensado -comentó con un suspiro, llena de sentimientos en conflictos-,pero no puedo con las personas arrogantes. Sí, podíamos haber ido con ellos, no te lo niego... O, en un caso, Beth se podía haber venido... -se giró agarrándo a su compañera de la mano. Con ese gesto, la luz del fuego iluminó ambos rostros; sin embargo, los ojos de la egiptóloga se abrieron de par en par tras ver lo que había detrás de la guía-.

En la pared se encontraba un fresco, representando una icónica escena de la ''vida cotidiana''. En el lado izquierdo se encontraba el faraón, con ambas coronas, de perfil, señalando decisivo con el dedo a un matrimonio escriba. Al lado de la mujer, hay otro escriba.

-La maldición de la carne corrompe a los infieles... ¿Ves lo mismo que yo? -hizo girar a su compañera, para que desde se encontrasen, sin tocar nada y pisar por donde no era, viese lo que ella estaba señalando: el Ojo de Horus-.

El ojo de Horus simbolizaba el triunfo del bien sobre el mal. Por lo que aquel jeroglífico escondía algo muy predecible ante sus ojos, pero... como ella bien sabía ,e intuía que la joven de su lado también, el arte es subjetivo. Aquella escena podía enterrar algo más allá de un adulterio.

-Esto se pone interesante... ¿Te imaginas que la hermosa Nefertari le fue infiel a Ramsés II y que este despechado mandó a relizar esto? -rió-, aunque no tendría razón, sabiendo que la mujer que está ahí es... ¡Es una mujer escriba! ¡Por Ra! Sabía que eran casos puntuales, pero... jamás había visto a una mujer escriba con mis propios ojos... Que Anubis me espere abajo porque yo... yo me quiero seguir quedando aquí.

Safiya sonrió ante la emoción que experimentaba su compañera. Era evidente que para Istar, la historia de Egipto era mucho más que palabras e imágenes sobre un libro. Era toda una manera de vivir. Ella estaba en otro nivel. Reconocía su importancia y le fascinaba su pasado, pero también procuraba mirar hacia el futuro y construir uno en el que poder encontrarse.
Pese a todo, la exultante actitud de Istar era contagiosa.

-Era evidente que Ramses la quería, o de lo contrario no le habría construido el Pequeño Speos ni el hermoso sepulcro para que reposara a su lado -le dijo, intentando recordar las pocas cosas que conocía sobre el tema. A Safiya no le resultaba fácil seguir el ritmo de Istar, pero tampoco tenía que competir con ella.

-El ojo de horus también es protector, creo, así que esto no tiene que ser tampoco un mal presagio, aunque esa frase sí que tiene todo el significado de infidelidad. Quizás este lugar no sea solo un templo en honor a alguien, sino un castigo para todos aquellos que entren en él.

Un temblor recorrió a Safiya, pero hizo todo lo posible por disimularlo. Lo último que deseaba era acabar con aquel momento de profunda emoción de Istar. Pero lo que sí que hizo fue intentar volver a la realidad.

-Deberíamos continuar. Según el mapa, el pasillo 6 está cerrado, así que deberíamos ir al interior de esta cámara, la número 8 -le dijo Safiya.

¡Era ahí donde ella quería llegar! Asintió entusiasmada. Sabía que entre ambas podían lograr un buen trabajo.

-Veo correcto lo de la sala ocho. Entraremos juntas, una al lado de la otra.

Acto seguido, caminando por el largo y oscuro pasillo seis, llegaron a aquella sala. Había que empujar con fuerza para profanar la sala. ¿Estarían bien el matrimonio?

-¿Nerviosa? -le preguntó en un susurro-.

Una corriente de aire, de la nada, le recorrió el cuerpo a ambas. Poniendo en peligro aquella llama que las iluminaba.

La nueva sala descubierta (8) tenía una peculiaridad bastante peligrosa: a lo largo del recorrido todo el tramo estaba repleto de más de una docena de gatos escuálidos que ¿dormían? En el suelo.

Si se quería atravesar cualquiera de las otras salas había que pasar con sumo cuido debido a que el más mínimo ruido podía despertar a aquellas criaturas y viendo cómo de enigmático era el laberinto no merecía la pena correr el riesgo.

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La nueva sala se encontraba, con suerte, un poco más iluminada que las anteriores. No mucho, solo un poco, lo suficiente para que los ojos de la egiptóloga se abrieran por completos al ver a semejantes criaturas que... ¿descansaban? en el roquedo arenoso. Con una señal, le indicó a su compañera de travesía que le siguiera detrás de ella.

Caminaba con sumo cuidado. Era tan cuidadosa que apenas se podía notar que respiraba. Aguntaba la respiración. Miraba a esos felinos extraños que descansaban. Eran huesudos y sin piel... ¿Cómo diantres habían permanecido tantos siglos vivos? ¿Qué comían? Seguramente que, por lo que había en un rincón, carne de intrusos. Y ellas, quisieran o no, se encontraban allí.

Sin embargo, al pasar por una de aquellas fieras más grande que ellas dos juntas, sintió como Safiya le proporcionó una pequeña patada a una de las piedras pequeña de la sala. Aquel felino abrió su ojos endemoniados, en los que ambas se vieron reflejadas. Una terrorífica sensación de pánico le recorrió toda su columba vertebral.

-¡...!

Aquella fiera egipcia gruñó de rabia y se incorporó en el suelo a cuatro patas. Inició una carrera en busca de aquellas apetitosas presas (ellas) que a sus ojos eran pequeños e insunuantes ratones.

-¡CORRE SAFIYA, POR EL AMOR DE RA!

Istar le agarró de la mano a la joven guía. En ese momento todos los gatos se habían despertado.

-¿RECTO O  IZQUIERDA? -preguntó al sentirlos cada vez más cerca-.

La pregunta de Istar se perdió en el silencio y la oscuridad de aquel lugar, porque la nueva cámara a la que habían accedido, era incluso mucho más misteriosa que todo lo anterior. ¡Claro que estaba nerviosa! Pero al menos, no estaba sola, y confiaba bastante en las opiniones de la egiptóloga. Pero no por ello su mente dejaba de imaginarse una muerte segura de miles de maneras distintas.
Safiya movió la antorcha para intentar comprender más lo que había en ella, pero la luz solo hizo que su inseguridad fuese aun mayor. Para alcanzar la puerta situada en el otro extremo de la cámara, había que caminar entre unas extrañas criaturas que descansaban en el suelo. Parecían... gatos, pero si lo eran, desde luego no debían encontrarse en la mejor de las condiciones. Cómo habrían sobrevivido en un lugar así era algo que ignoraba, pero en aquel momento, solo le importaba salir de allí con vida. En principio, aquellos gatos no debían ser peligrosos, pero Safiya no terminaba de decidirse a pasar.

Safiya miró a Istar, con algo de miedo.

-Sea lo que sea -empezó a decir -no parecen muy peligrosos, pero aun así... no sé, no me fío.

Pero al mismo tiempo, se dio cuenta de que regresar por donde habían venido no era una opción. Debían continuar avanzando. Así que sí, o sí, tendrían que arriesgarse. Esta vez, no había decisión posible porque solo había un camino.

-Tendremos que arriesgarnos, así que... en silencio, vayamos hacia la puerta -le dijo a Istar en susurros -, y mirando en dónde pisamos. Istar le hizo una señal y las dos empezaron a moverse entre las criaturas.

Lo peor de todo era que aquella era de ese tipo de cosas que no se le daba nada bien a Safiya. Cuando se trataba de leer, resolver enigmas o buscar información... con ese tipo de cosas sí que podía enfrentarse. Pero los retos físicos...

Empezó poniendo un pie y después otro, mirando antes de terminar de dar el paso y procurando al poner el pie hacer el mínimo ruido posible. Ya iban por la mitad de la cámara cuando justo en el momento en el que Safiya empezaba a creer que iban a lograrlo, cuando sin darse cuenta golpeó una pequeña piedra con un pie, todos los gatos se despertaron... y se encontró casi sin darse cuenta, en una auténtica montaña rusa. Reaccionando con rapidez, Istar le cogió de la mano, le gritó que corriese y después, que eligiera un camino.

-RECTO, HACIA LA PUERTA -le respondió Safiya, sintiendo al instante el tirón de Istar en la dirección que le había indicado.

Los ojos de Safiya se fijaron en los gatos, que parecían preparados para saltar sobre ellas en cualquier instante, y a continuación, en la puerta, que a pesar de encontrarse a no más de tres metros de distancia, podía perfectamente ser insalvable para ellas... si finalmente aquellas escuálidas criaturas se comportaban como ella temía.

Y entonces uno a uno los gatos se fueron despertando de su letargo a la par que maullaban con un timbre siniestro al escuchar los gritos de Istar.

Sus ojos brillaban en la penumbra con un resplandor rojizo mientras ágilmente se abalanzaban contra ustedes con intención de acabar con vuestras vidas y así defender su territorio.

Por fortuna, supisteis actuar con rapidez para salir de aquella sala que en cuestión de segundos se había convertido en una trampa mortal.

El pasillo (p8), cuya longitud a primera vista parecía no tener fin, cobijaba un nuevo jeroglífico que podía ser interpretado por alguien con los conocimientos necesarios.

El sol protege a los que nacieron ciegos

Al correr al lugar a un lugar apartado de aquellos felinos, Istar suspiró jadeante. Habían corrido un gran tramo hasta donde se encontraban ahora, un pasillo largo con un llamativo jeroglífico. En él se encontraba en dimensiones gigantescas el dios Ra, con la mano alzada en dirección a un grupo de personas.

-El sol protege a los que nacieron ciegos -leyó en voz alta-, ¿qué te sugiere esto, Safiya? Las personas ciegas pueden "ver", aunque no en el sentido en que tradicionalmente consideramos la visión... ¿Piensas que tiene algo que ver con la salida o con lo que nos aguarda en la sala 9?

Continuasteis avanzando siguiendo las indicaciones del mapa atravesando un oscuro pasillo con la idea de encontrar algo interesante en la sala que estaba marcada con una gran "X". Sin embargo, fue extraño comprobar que cuando topasteis finalmente con la pared os disteis cuenta que allí no había nada. ¿Cómo era posible?

Comenzasteis a palpar la piedra, buscando indicios de aquel acceso que en el mapa parecía tan claro pero no obtuvisteis ninguna solución. ¿Significaba aquello que el mapa no era fiable?¿Que había algo que se os escapaba?

Safiya leyó la frase una y otra vez y pensó en cómo experimenta las sensaciones las personas ciegas. Un ciego "ve", pero por otros métodos más allá de la vista, así que...

-Los ciegos comprenden la realidad que les rodea por medio del oído, el olfato... y el tacto.

Y dicho esto, se acercó a la pared y comenzó a tocarla, pasando la mano por encima de cada una de las palabras y empujando ligeramente.

-La verdad es que no lo sé, pero viendo lo que nos hemos encontrado en la sala 8, diría que la siguiente será todavía peor, así que habrá que ir con más cuidado, incluso.

La sala que habíais revelado (9) mostraba de manera majestuosa una gigantesca estatua de mujer con ropajes egipcios. Dicha mujer tenía las manos extendidas y en ellas parecía albergar un medallón.

Un rápido vistazo hacía comprobar dos detalles:

Uno de ellos era que el medallón parecía estar elaborado de cobre y tenía grabado el símbolo de un sol con una firmeza exquisita.

El otro detalle es que a los pies de la estatua había un jeroglífico que a ojos de un experto podría ser fácilmente traducido.

El corazón de mi hermana

Además, comprobáis que la estatua está decorada con motivos que hacen referencia a la diosa Bastet