Partida Rol por web

¡Me pareció ver una linda byakhee!

Le couteau

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27/06/2022, 09:20
Mason Savoy

Aquel torbellino de sagacidad interrogadora, dispensado a dúo entre las preguntas de la astuta Hékate y el supercalifragilisticoespialidoso de Gabou, habría podido sacudir a un varón en edad núbil con la guardia baja, pero no a ese perro viejo llamado Mason Savoy. Oh, no. A él no. ¡Ni con el docteur Betancourt en calidad de maniobra de distracción luchando con la app de Glovo para pedir un condenado Thai Spice Pack!

Savoy esbozó una sonrisa plácida y tranquila ante las intervenciones del detective y la médium. La sonrisa de alguien que ve satisfechas sus expectativas. Contempló en silencio con esa sonrisa beatífica cómo Hékate acariciaba a su gigantesco perro. Butchie correspondió olfateándole el rostro para terminar regalándole un lametón en la mejilla al que poco le faltó para acabar peinando su cabellera púrpura. El animal parecía aunar nobleza con afabilidad, a pesar de que su estampa sugería albergar la fuerza de un huracán. Un gigante tranquilo, blanco y moteado.

—Lo cierto es que soy un hombre sumamente intuitivo —dijo, apoyando ambas manos sobre el cabezal de su bastón tras incorporarse en el asiento. —Imagino que no pocos de sus clientes vendrán aquí con meras intuiciones buscando que ustedes den un soporte material a sus dudas y sospechas, oui? Mi caso no es especial. El sueldo cubre una única exigencia personal: sin preguntas innecesarias. Deseo que investigue discretamente el apartamento de mi pupilo. Lo antes posible.

Consciente de que estaba velándose bajo cierta aura de misterio, Savoy alzó uno de sus rechonchos dedos y añadió:

—En un ejercicio sencillo de la lógica, les diré que Amaric Lefevre, mi pupilo, es una de las pocas personas en París que podría intuir el valor que atesora ese cuchillo, monsieur Gabou. Basta reseñar el hecho de que conoce mi museo al detalle y que su juventud le hace poseer cierto temple impulsivo para sospechar que puede contemplar la fechoría como una suerte de desafío hacia mi persona. Confieso que no le he tratado con indulgencia en el pasado reciente.

>> Ignoro si pudo actuar en connivencia con alguien más, monsieur Gabou. Es posible, no lo niego. Quiero decir, él es un talentoso recobrador, más que un coleccionista. Ahí residía la grandeza de nuestra relación. Amaric tiene conexiones con los bajos fondos de París. Podría haberse asociado con alguien más, oui. Ahora bien, si pretende vender el artefacto a un tercero sería muy estúpido por su parte... Bueno, además necesitaría a un perista muy fiable. Y yo los conozco a todos en Francia.

Barruntar sobre esa posibilidad pareció agitar al, por lo demás, imperturbable Savoy, que quedó cogitabundo, sumido en un lacónico silencio.

Gabou enfatizó en sus preguntas cuál era el valor real del cuchillo.

Savoy pareció meditar la respuesta mientras acariciaba la oreja al gran danés.

—Temo que usted nunca podría comprender la respuesta, monsieur Gabou —dijo al fin, tan solemne como una sentencia pronunciada por un dios olímpico. —Hay cosas que trascienden la importancia que un mero hombre pueda darles. Supongo que un détective como usted puede comprender por su oficio la imposibilidad de valorar ciertos... intangibles, n'est ce pas?

Carraspeó con suavidad y se rascó con el meñique la fina hebra de plata que unía su cuidado bigote con su perilla.

—El tiempo corre, monsieur Gabou. Dudo que encuentren a Amaric en su apartamento si realmente ha perpetrado el robo, pero sí es razonable pensar que haya dejado alguna pista en él.

- Tiradas (3)
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27/06/2022, 10:09
Cerebro reptiliano primigenio

Este hombre escancia la información como un auténtico maestro del suspense.

Sabe más de lo que dice. Y es increíblemente celoso de su privacidad.

Si le presionas, di adiós a un año de alquiler pagado.

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27/06/2022, 10:10
Cerebro reptiliano primigenio

Este hombre escancia la información como un auténtico maestro del suspense.

Sabe más de lo que dice. Y es increíblemente celoso de su privacidad.

Si le presionas, di adiós a un año de alquiler pagado.

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27/06/2022, 16:47
Jean Gabou

«Sin preguntas innecesarias», anoté en mi libreta en silencio y lo subrayé con ironía. Por alguna razón, los clientes creen que ellos saben cuáles son las preguntas necesarias y cuáles no. Sorpresa: siempre se equivocan. Si realmente lo supieran, ¿acudirían a pedir la ayuda de un detective? Larvusí. De hecho, la mayor parte del trabajo de un detective es ser capaz de responder las preguntas que un cliente no quiere o no se atreve a responder. Piensan que esa información es irrelevante, no porque tengan una visión global del caso, sino porque esa información suele comprometerlos a ellos de algún modo. Por suerte, para conseguir respuestas a preguntas innecesarias, yo contaba con Nico.

—Por supuesto, monsieur Savoy, sin preguntas innecesarias y con discreción. Todos tenemos nuestra intimidad.

Tras decir esto, lancé una mirada fugaz a Nico y le hice un guiño con un ojo sin que Savoy pudiera verlo.

«Conexiones con los bajos fondos», anoté en la libreta. Ahá. Tití. No, no es una palabra inventada, no esta vez. Thierry Traoré, alias Tití o Le Chanceux. Quedaría pendiente hacerle una llamada para saber si había escuchado algo de Amaric Lefevre y sus «conexiones con los bajos fondos».

—Ya lo habéis escuchado, compañeros, el tiempo apremia. ¿Qué dice, docteur, llegará a tiempo el tailandés o tendremos que conformarnos con galletitas y ginebra? Siempre podemos pasar por la pâtisserie y pedirle a Claudine que nos rellene un croissant con algo de queso. ¿Hm?

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27/06/2022, 18:34
Hékate

—Lo has citado perfectamente, chéri —respondí, con una sonrisa creciente al escuchar esa nueva palabra (para mí era nueva), ortimimimi, que me sugería una ortiga burlona. Esa vez Gabou se había superado. 

El anticuario había logrado captar del todo mi atención al asegurar que era un hombre intuitivo. Debía serlo si el universo —ayudado por Nicole— lo había llevado a ese despacho en ese momento preciso para reunirse con cuatro que no estábamos ahí por casualidad, sino —ahora lo entendía— para esperarle. 

Pero luego el visitante dijo aquello de «sin preguntas innecesarias» y tuve la seguridad total de que aquella advertencia iba en serio, no era un farol. No oculté el fastidio que me produjo. Suspiré, guardándome para mí las decenas de preguntas que podría hacerle de dejar libre mi lengua. Y es que… ¿cómo iba a saber yo qué preguntas eran necesarias y cuáles no antes de hacerlas? ¡Eso era imposible de saber hasta que no escuchaba la respuesta! Era en ese mismo instante en que contemplaba lo que la pregunta había desencadenado, y no antes ni después, cuando sabía a ciencia cierta si la pregunta había sido necesaria o no. 

Así que me quedé pensando en eso del «recobrador». Bonito modo de decir que era un ladrón. Ahora nos enviaba a hurgar en el apartamento de ese tal Amaric, con lo que los recobradores seríamos nosotros. «¿Recobrar a un recobrador tiene cien años de perdón? Humm». 

Ya estaba abriendo la boca para hacer una o dos preguntas más cuando recordé —«Sin preguntas innecesarias»— y me las tragué de vuelta para dentro. 

—A estas horas Claudine ya no está en el café —respondí distraídamente.

En realidad estaba pensando en cómo hacer preguntas de modo que resultasen pertinentes sin ápice de duda. Parecía una misión más que complicada, imposible. 

—Si no es para venderla… ¿es para coleccionarla?

Había encontrado el modo de hacerlo, preguntando al aire en lugar de una persona, de modo que siempre podía parecer que me lo preguntaba a mí misma, aunque de reojo no me perdía las reacciones del tipo.

—¿O acaso su pupilo podría desear usarla?

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28/06/2022, 23:30
Le Docteur Betancourt

Mason Savoy no me gustaba. Y el hecho de que Hékate se acercara con tan poca precaución a su carnívoro me puso los pelos de punta. 

La gente no va por ahí contratando los servicios de una agencia de detectives con el objetivo de perpetrar un robo. Además, Lambda se especializaba en asuntos extraordinarios, relacionados con el ocultismo y el más allá. Allanar una propiedad para sustraer un cuchillo de importancia incognoscible para cuatro paletos rateros, en este caso nosotros, me parecía un encargo de lo más inapropiado. 

Gabou, pese a lo irritante que pudiera resultar en algunas ocasiones, y el espejismo de caos que desplegaba a su alrededor, era un detective brillante; pretender contratarnos como ladrones, o recobradores, era poco menos que un insulto.

- Eh, Jean- dije con una sonrisa, mientras abría mucho los ojos, tratando de aguijonear a ese viejo zorro- Ladrobradorines, ¿hm?

Me parecía un momento perfecto para provocar a Jean, y de paso desviar la atención del ladrillo de billetes y problemas que aguardaba a la vista de todos.

Además, nuestro reservado y repulido nuevo cliente parecía tener prisa. No sería yo el que le retuviera con nosotros durante más tiempo, deseoso como estaba de verle marchar y recibir la dichosa comida. En ese orden, por supuesto.

Porque estaba claro que ante su condición de no hacer preguntas, estábamos todos mordiéndonos cada uno nuestra poco nutritiva sinhueso.

Quizá fuera por la impresión negativa que despertaron en mí monsieur Savoy y su tuso gargantuesco, pero en seguida me hice a la idea de que estábamos siendo engañados por él. Quizá, a fin de cuentas, Lefevre pretendía interferir en algún estúpido ritual perpetrado por el vejete, su estúpido cuchillo, y, muy probablemente, su perro monstruoso.

 

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29/06/2022, 13:51
Mason Savoy

Era muy legítimo pensar que en aquella oficina todo el mundo estaba un poco loco. Un peu fou, que pensaría Savoy.

La otra opción es que la caja de galletas que reposaba sobre el escritorio estuviese contaminada con algún tipo de opiáceo o psicotrópico, porque no era muy normal que un detective profesional fuese lanzando por ahí palabrejas sin sentido a modo de interjección y, peor aún, que su socio de aguileña mirada se entendiese con él en jerigonza.

Francia se iba al carajo, oiga.

Savoy dio una palmadita a su enorme danés, una forma como cualquier otra de evitar decir en voz alta un Válgame el Señor ante el despliegue de vocablos ininteligiles que sobrevolaban aquella oficina. Luego miró a la jovencita pelipúrpura, a la única que entendía al cien por cien en su perfecta dicción francesa. Esa chica era lista, sí. Tenía pinta de coleccionar baratijas, camisetas firmadas y talismanes de ese friki drogadicto de Stephen King, pero parecía avispada en el más intuitivo de los sentidos del término.

Dio la impresión de que Savoy estaba mascando un caramelo de café porque pareció paladear la respuesta adecuada a la pregunta lanzada por Hékate durante un apreciable lapso de tiempo antes de contestar:

—Lo cierto es que no sé por qué lo ha hecho. No tengo a Amaric por un estúpido, pero le seré sincero, mademoiselle: podría haberle subestimado.

Enigmático como el mejor Hitchcock, Savoy se levantó del asiento, una forma muy gráfica de enfatizar la premura que quería imprimirles a Gabou y sus asociados. Su perro se alzó también, intercambiando una mirada sombría con le docteur que luego suavizó con un restregón de cabeza contra su pantalón. Era el típico perro al que no le gustan demasiado los pakistaníes.

Savoy se dirigió hacia la puerta, todo un dandy. Reparó con un súbito desconcierto en la jovencita que permanecía abrigada al amparo de las sombras tecleando sigilosa en su ordenador y quiso recordar algo que le resultó finalmente esquivo. Sonrió cordial y dijo, mirando a Gabou:

—Nunca uso teléfono móvil. Odio esas cosas. Antes se vivía mejor sin ellas. Llámeme a este número, détective. No me iré a la cama hasta saber qué ha averiguado.

Savoy tendió sobre el escritorio una tarjeta de presentación que rezaba: Le bateau de Charon. Antigüedades y esoterismo. Podía leerse un número de teléfono. El logotipo de la tienda era muy llamativo. Se trataba de una barca, más bien una especie de estilizada y dantesca góndola, surcando un riachuelo del que emergían espectrales brazos arañando la embarcación. A los remos, el barquero griego más famoso de la mitología, su rostro oculto bajo el ala de un sombrero que recordaba a una pamela.

—Oh, ¿es usted ducho en mitología, monsieur Gabou? —preguntó, esbozando una sonrisa taimada. Había visto antes el brillo que despertaba la referencia del Tártaro en su interlocutor y la había guardado en su memoria hasta este preciso instante. Sus ojos fueron a estudiar la reacción de la observadora Hékate. También del Docteur Jerigonzo.

—Recuerde el río de fuego que rodea el Tártaro, monsieur. La falta de atención de mi hábil pupilo a este respecto podría resultar su perdición.

>> Y por favor, si encuentran el artefacto... No lo toquen.

Alzó un dedo enguantado en cuero y repitió, con la dicción de un Vincent Price a la francesa:

Ne le touchez pas.

Notas de juego

Si acertáis la referencia mitológica al tirón, os doy una ventaja coral. No se vale la Wikipedia. Sedme auténticos investigatas. No me seáis cheaters. ^^

Si no lo recordáis (no pasaría nada), pues tiradita de Ingenio con dificultad 10. Uuuuuh, barracuda. Primera tirada complicada que os pido en la partida. ¿Por qué será? ^^

Recordatorios que hago para todos:

Tenéis pagado el alquiler del próximo año.

Tenéis una tarjeta de Le bateau de Charon. Os sirve para contactar con Savoy.

Tenéis una pista muy importante: El río de fuego del Tártaro.

Tenéis la dirección del apartamento de Amaric Lefevre en Nanterre, el supuesto ladrón del artefacto birlado en el Crune.

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29/06/2022, 17:06
Nicole Collard

Para cuando Savoy y su danesa versión del Cerbero se han marchado dejando a todo el Grupo Lambda entre las brumas del misterio, Nicole, que parecía encogida de miedo ante la presencia del perro, carraspea con suavidad mientras se pone en pie con las manos en los bolsillos de su cazadora.

—¿Ha valido la pena, o qué? —pregunta con ese airecillo altanero que delata su mirada glauca y una media y astuta sonrisa dibujada en su cara.

Gira el portátil, mostrándoos la pantalla.

—La matrícula de la moto que aparece en la grabación está a nombre de ese tal Amaric Lefevre. He sacado un teléfono de contacto personal y una dirección para notificaciones, esta última en Nanterre. Todo directo del registro de tráfico. Tiene multas, como todos los que circulan por París. 

>> El teléfono es un fijo. ¿Llamo? —dijo desenfundado su propio móvil a una velocidad tal que hacía sugerir que el tiempo que había empleado el buen docteur en decir Ladrobradorines le habría bastado a Nicole para pedir al dichoso tailandés.

Se acercó a Gabou, su mirada cobrando cierta similitud con la de una pantera acechando por una selva de cemento con emanaciones de dióxido de carbono.

—¿Cómo vamos a hacerlo? Este tío quiere algo muy limpio. Echar un vistazo, comprobar si Amaric tiene lo suyo y recobrarlo sin armar ruido. ¿Tienes un plan, Gabou?

Nicole dejó caer sobre el escritorio su mano tatuada aferrada a un ladrillo de plástico negro.

Un táser.

Una descarga de esa cosa en los huevos te mandaba a la Dimensión Elíseo sin descendencia y cuestionándote si la muela del juicio era en realidad una nenaza mordisqueando una piruleta cantando Mary tenía un corderito.

Nicole miró al docteur. Una pantera en una selva de cemento.

—Joder, no ponga esa cara, doc. París de noche puede ser muy emocionante. Más vale estar preparada.

Volvió a mirar a Gabou. Hizo un mohín.

—Tengo la porra extensible en la mochila.

Esta chica jugaba fuerte.

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30/06/2022, 23:30
Jean Gabou

Ladrobadorines. Ladrobadorines. Ladrobadorines. Diablos, esa palabra se me había quedado metida en el cráneo y no lograba sacármela. Maldito docteur.

—Trepanación, docteur —dije en cuanto la puerta se cerró tras el bulldog con bastón y el gran danés, sin dejar de mirar la puerta—. Trepanación con la mayor urgencia. —Miré al docteur con gesto pensativo mientras movía las manos como si fuera un cirujano tratando de hacer una complejísima y delicada operación en mi propia cabeza—. Trepanación verbal a profundidad. Otiverbanación.

Hay algunos clientes que, tras una primera interacción, te dejan con la sensación de que o bien son idiotas con ínfulas o bien te van a traer problemas. Pues bien, cuando vi a Savoy salir de la oficina, supe inmediatamente que él era uno de estos. Sin embargo, todavía no sabía decantarme con claridad por una de las dos disyuntivas. Crepaté.

Después de aquel numerito quirúrgico con le docteur, volví a alzar mi libreta y tomé nota mientras murmuraba: «Río de fuego que rodea el Tártaro. ¿Ducho en mitología? Daimonita».

—¿Alguien? —pregunté al aire mirando sin embargo con descaro a Hékate—. ¿El río de fuego que rodea el Tártaro? ¿No es eso lo del barquero Caronte y la Estigia o algo así? Grecólisis.

Sin embargo, antes de poder escuchar una respuesta, miré la pantalla del ordenador de Nico, que se había girado para dejarnos ver algo. Al confirmar que el motorista era el tal Lefevre, empecé a intuir que Savoy no debía ser un idiota con ínfulas, sino simplemente un hombre de los que te trae problemas.

Nico había sacado ya el teléfono móvil como si tuviera en sus manos una Remington 870, con mecanismo de corredera que hubiera accionado, lista para el disparo. Dispuesta para llamar a ese teléfono.

—¿Acaso puedo impedirlo? —pregunté, dejándole claro que tampoco tenía intención de hacerlo.

Sin embargo, sólo dejé que mi sonrisa asomara cuando Nico depositó su táser sobre el escritorio.

—Me vas a quemar los papeles, niña —le dije sonriente y señalando con un dedo hacia los ficheros que había debajo de su arma—. Brómeros. ¿Un plan? Claro, un plan.

Volví a alzar mi libreta y anoté mientras murmuraba: «Motorista. Comunistas y ladrobadorines. Multas».

—Pues si el hombre quiere algo limpio, le daremos algo limpio. Este sobre bien lo vale —dije mientras volvía a poner la mano sobre aquel jugoso sobre lleno de billetes de cincuenta euros—. Ah, pero ne le touchez pas.

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01/07/2022, 04:04
Hékate

Cuando el hombre se levantó, lo acompañé hasta la puerta, aunque no para despedirme de él, sino para despedirme de su perro. 

Adieu, chico. Nos volveremos a ver, n'est-ce pas?

Le acaricié la cabezota una vez más antes de subir la mirada hasta los ojos del anticuario. Le regalé una sonrisa a falta de una galleta, pero también me los quedé mirando un instante de más, buscando esa pequeña porción del alma que suele reflejarse en los ojos de cada persona. 

—Puede dejar su asunto en nuestras manos, monsieur. No le defraudaremos —aseguré, ensanchando mi sonrisa—. Au revoir. 

Giré sobre mis talones y regresé al centro del despacho, pensativa. 

—Flegetonte —le respondí a Gabou al sentir su mirada inquisitiva sobre mí.

Tenía una mirada especial, mi buen Gabubu, una mirada de esas que no necesitabas comprobarlo para saber cuándo te estaba mirando. Una mirada que era como agujitas en la piel.  

—Es uno de los ríos del Hades, mon ami. Por él corre fuego siempre ardiendo y se dice que contiene las almas de los tiranos, los asesinos y los ladrones. —Me di un par de toquecitos en la mejilla con el índice—. Una curiosa ¿amenaza? hacia su pupilo. Eso o nuestro cliente ha hecho demasiados mots croisés

Se me escapó una risilla al ver el aparato que ponía Nicole sobre la mesa. 

—Esperemos que eso no nos haga falta. Ni la porra extensible. ¿Tienes también un spray de pimienta? Eso sí podría venirnos bien. Ah bien, necesitamos un plan, aunque sin conocer el lugar es difícil saber qué encontraremos allí. 

Me acerqué de nuevo a la silla y tamborileé con las uñas en el respaldo antes de rodearla y sentarme otra vez. 

Allez, Nicolette. Llama y veamos qué pasa. 

Y mientras lo hacía o no lo hacía, miré a le docteur. 

—¿La comida está en camino? —pregunté. No se podía ir a un «recobramiento» con el estómago vacío. 

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03/07/2022, 18:01
Le Docteur Betancourt

Mis conocimientos acerca de crucigramas, defensa personal y mitología griega eran mínimos, nulos e insuficientes; en ese o cualquier otro orden; así que guardé silencio y me mantuve atento a las palabras de Hékate y Gabou. Tras la marcha de Savoy y su perrazo, sentí cierto alivio, y me pareció observar lo mismo en Nicole. Sentí cierta afinidad hacia ella y decidí que más tarde le daría su receta. 

En el momento que Gabou se refirió a una de las prácticas quirúrgicas más antiguas conocidas, mis pensamientos comenzaron a tejer una intrincada asociación de ideas.  Según hipótesis de paleopatólogos, arqueólogos y antropólogos, estas intervenciones que se siguen practicando a día de hoy, con escasos cambios en su metodología, tienen su origen en los primeros asentamientos humanos. 

En los grupos antiguos, que usaban herramientas de piedra para hacer las trepanaciones, se observa una elevada supervivencia; es mucho mayor que en época romana o medieval y posteriores, y de hecho fue así hasta la aparición de la antisepsia y los antibióticos. El éxito de las trepanaciones en época prehistórica radica en que realizaban las intervenciones con sílex. Este cuando se empleaba, resultaba muy práctico porque se rompía y se “esterilizaba” de manera natural. En épocas posteriores, se empleaba material metálico y sin ninguna medida higiénica, por tanto, la facilidad de infecciones y muerte era mucho más probable que en época anteriores.

Es curioso que recordara esto, con tanta claridad y en este momento. Mi cerebro gabouseaba en presencia de Jean, sorprendiéndome con extravagantes datos, que atesoraba desde mis años de cátedra en la que estuve  siguiendo la obra del Docteur Paul Broca. El mismo Broca que habría encontrado apasionante el caso de Gabou y sus dotes comunicativas, ya que se especializaba en afasia y trastornos del habla. Aunque conociendo a Gabou y sus extraordinariamente rápidos procesos mentales, tal hecho era un lógico y elaborado crucigrama mas que un defecto de carencia de ejecución o lógica. Pas du tout. Otiverbación. El buen Jean me sugiere arrancarse mediante un agresivo proceso quirúrgico una palabra que ha oído decir. El mismo vocablo y su composición denotan el incordio que supone para él tener tal abrojo clavado en su cerebro. Las palabras de Gabou estaban dotadas de significante, significado y emoción. Y había que reconocer que esas estúpidas palabrejas tenían su gracia. Oui. Emoción. Estaba de buen humor. Quizá el ladrillo de billetes. Ladrillo. Obra. Hormigonera. Malestar de nuevo. Gabouseo. Sonrío.

- Tiene que estar al llegar- quizá dejándome llevar por el clima místico que se respiraba en presencia de Hékate,  o más bien porque había pasado exactamente treinta y dos minutos desde que hice la llamada. Me acerqué a la puerta, como si alguien estuviera a punto de llegar y yo pudiera verlo.

En absoluto podía, claro.
 

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05/07/2022, 13:01
Nicole Collard

Nicole pareció tomarse el interrogante sobre el spray de pimienta como un desafío personal, porque echó mano al bolsillo interior de su chaqueta y allá que reveló ante Hékate un cilindro de plástico en el que se podía admirar una caricatura de un individuo sospechoso y rasgos vagamente pakistaníes llorando a lágrima viva con un gesto bastante histriónico mientras huía de una iracunda abuelita que no dudaba en vaciarle el cargador del aerosol al tiempo que gritaba la marca del producto: Hors de mon jardinTM!

—Lo retiraron del mercado por publicidad racista y por contener una agresiva variante de la capsaicina hace dos meses. Lo compré de saldo hace unas semanas a una tienda que se quería librar de ellos sacando un dinero. Cargador suficiente para unas cuatro, quizás cinco rociadas. Apuntas a los ojos y tango abatido. Empezará a toser y llorar. Además no podrá atacarte porque se quedará ciego el tiempo suficiente para que le des una patada en los cojones y K.O. Muy fácil, ¿verdad? —Nico se lo entregó a Hékate, mirándola un fugaz instante a los ojos, algo raro en ella. 

—Tienes un arma ilegal en tus manos. Si has de utilizarlo, usa guantes. No dejas huellas.

No, si al final el pakistaní del spray no estaba exagerando.

Nicole activó el altavoz del teléfono y llamó al número asociado a Amaric Lefevre según los registros de tráfico que había consultado previamente en la deep web.

Repitió la operación hasta en tres ocasiones.

Nadie cogió el teléfono.

—¿Suponemos que no hay nadie en casa? —preguntó, haciéndose la misteriosa.

Notas de juego

Hékate gana un spray de pimienta. En realidad, solo tiene un uso. Quién sabe. Quizás te salve la vida... ;-)

En un ratito nos vamos a Nanterre. ¡Preparaos!

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05/07/2022, 15:30
Narrador

El Grupo Lambda tenía un nuevo caso por delante. Uno que a Gabou le olía a problemas. Él emplearía otro término, por supuesto. Pronto sabría que el más idóneo ya le resultaba largamente conocido:

Terropantanievo.

[Editado tras consultar la última actualización del DRAG]

[DRAG - Diccionario de la Real Academia Gabusiana]

* * *

La comida tailandesa llegó justo a tiempo para que la tomasen sobre la marcha mientras Gabou conducía rumbo a la dirección que Nicole había logrado escamotear con sus argucias informáticas. El piso de Amaric Lefevre figuraba registrado en lo que se aventuraba como un lujoso ático del barrio de La Défense, un distrito financiero afamado por sus pujantes negocios y que, curiosidades de la vida, se adentraba dentro del municipio de Nanterre, histórico bastión del partido comunista francés.

Gabou recorría el llamado axe historique parisino, dejando atrás el Louvre, atravesando la Plaza de la Concordia, la avenida de los Campos Elíseos y, finalmente, el Arco del Triunfo. El detective comía con aire distraído mientras preguntaba a Hékate, su copiloto, quién en su sano juicio bautizaría a un río hecho de sangre como Flegetonte. En el asiento trasero, Le Docteur trataba de comerse su burrito picante conservando toda la dignidad que le era posible mientras Nicole, nervios a flor de piel, mordisqueaba un trozo de lo que en otros felices tiempos fue un pato, ahora bañado en salsa agridulce.

Pasaron el puente Neuilly a toda velocidad y divisaron el gran arco de La Défense sabiendo que se acercaban a su destino.

Caía la noche sobre París y la llovizna que se había precipitado sobre Nicole cuando llegó al despacho de Gabou se había tornado aguacero, encapotando el cielo de la Ciudad de las Luces. El barrio entero parecía desierto, a salvo de algún transeúnte con aire extraviado que se apresuraba por alcanzar la boca de metro más cercana, sin duda sorprendidos por la lluvia. Daba la sensación de que la noche era tan desapacible que nadie en su sano juicio osaría hollar las calles a esas horas.

Lo que pareció un molesto contratiempo se tornó en oportunidad para el Grupo Lambda. Agradecidos ante la posibilidad de pasar inadvertidos, los investigadores se adentraron en lo que apuntaba a ser un simulacro de la noche de los tiempos, sin dificultades para encontrar el edificio de apartamentos donde residía Lefevre.

La entrada al bloque de apartamentos no presentaba obstáculo aparente, más allá de un hombrecillo ya entrado en la senectud que parecía ser el portero. Al menos, tenía esa apostura inconfundible que identifica a los guardianes de llaves de toda comunidad de propietarios que se precie de ser tal cosa.

El tipo tenía la cabellera blanca, repeinada meticulosamente hacia atrás, con unas pronunciadas entradas y una frente grabada de largos y armónicos surcos por el cincel del tiempo. Tenía una mirada sagaz y algo zíngara, de un tono añil e impronta vigilante. Mirada vulpina, diríase. El retrato lo completaban un bigotito recortado como si de un artista de varietés se tratase y un cigarillo medio consumido con el que lanzaba vaharadas de humo al vacío.

Notas de juego

@Gabou: Describe tu coche en tu siguiente mensaje. No tiene que ser nada demasiado específico. Solo por visualizarlo.

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05/07/2022, 21:27
Jean Gabou

Flegetonte —susurraba todavía mientras marchábamos en el coche con los limpiaparabrisas trabajando a toda velocidad y la lluvia golpeando como si se tratara de un túnel de lavado—. Flegetonte. Suena a palabra inventada.

El Citröen C5 I Phase 2 Break era un coche familiar. Extremadamente familiar, de esos cuya parte trasera se alarga casi como si fuera un coche fúnebre, sólo que en lugar de un ataúd yo llevaba toda clase de necrobrómeros; sí, como comprenderás, estimado lector, necrobrómeros son brómeros que han acumulado ya años y, posiblemente, están más muertos que vivos. No te acostumbres a que te explique mis palabras, ¿de acuerdo?

¿Qué hacía un detective como yo con un coche familiar como el Citröen C5 I Phase 2 Break? ¿Reminiscencias de una vida familiar pasada y ya completamente hecha añicos? En realidad, no. Cuando compré el coche en 2007 Sabine ya no era una niñita. En el fondo, nunca está de más tener un poco de espacio, yo qué sé. Gárganos. Bueno, y disimular: ¿quién podría pensar que tras un coche familiar hay un detective tratando de resolver un caso?

Nicole se había sentado sobre algunos archivos de un viejo caso de la Gendarmerie. Diablos, esos archivos debía haberlos devuelto hace años, pero ahí quedaron. El docteur tenía bajo sus pies un par de envoltorios vacíos de falafel que compré en alguna calleja recóndita una noche del año anterior. Hékate había tenido que apartar una caja de cartuchos de mi pistola para poder tomar asiento en el copiloto.

Juro que recién comprado el coche parecía algo imponente, a pesar de su estilo familiar. Sin embargo, los años y el descuido lo hacían ver como una versión gabousiana de la industria automotriz francesa. VerretimáFlegetonte.

Flegetonte —volví a decir—. ¿Y dices que hay más ríos de esos de muertos? —le pregunté a Hékate sacando la mirada de la carretera durante más rato del que hubiera sido aconsejable con esa endiablada visibilidad—. Qué ocurrentes son algunas personas. Norbásticos.

Estacioné el coche frente al bloque de apartamentos y, antes de bajar, con la lluvia golpeando como banda sonora, me di vuelta en el asiento.

—¿Y bien? ¿Algún plan para despistar al perro guardián? Sería interesante alguna distracción que lo saque de ahí. Usted, docteur, podría distraer al hombre con una conversación sobre reformas ebanísticas, sacarlo de su lugar y mostrarle algún desperfecto que haya descubierto en la fachada. Edenizamiento. Mientras discuten intensamente sobre la calidad de las maderas, nosotros aprovechamos para entrar. ¿Qué dice? Al fin y al cabo, usted es un hombre de bien, no debería hacer allanamiento de morada. Craquidulitú.

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05/07/2022, 23:13
Le Docteur Betancourt

El escualo gordo y con cataratas que conducía Gabou llegó nadando a través de la lluvia torrencial, y con un último bandazo se detuvo frente a un gran bloque de apartamentos.

Era en ese preciso instante cuando me disponía a dar un gran bocado a mi estúpido rollito, empeñado en desnudarse entre mis dedos y vomitar su grasiento, pringoso y aromático contenido sobre mi regazo, donde una servilleta arrugada, vencida ante su inevitable y cercano final, agonizaba pidiendo refuerzos. Parecía que habíamos llegado, y apenas había conseguido comer algo, zarandeado por la premura y los volantazos jubilosos del buen Jean.

Este se giró en el asiento lleno de lamparones de vete a saber qué, y desplegó una absurda propuesta, una broma más bien. La gente no va por ahí abordando a los conserjes detallándoles los problemas técnicos de su edificio, mon dieu, era una idea descabellada. Sin duda Jean se hacía cargo.

- ¿No se nos ocurre nada mejor, Gabou?. Quizá una discusión de pareja, ya sabes, el típico hombre violento, posesivo y agresivo y su encantadora mujer, que busca refugio de la tormenta en un bloque de apartamentos cualquiera tras una disputa en plena calle. Una buena distracción.

Quise firmar mi propuesta con una generosa dentellada a mi estúpido alimento tubular y escurridizo, cuando dos pequeñas porciones gelatinosas de lo que parecía ser carne de algún ave comestible muerta, troceada, cocinada y ahogada en consistentes salsas especiadas y densas, cayeron a cámara lenta. A través de mi perilla, dejando reminiscencias de lo que pudo ser y no sería, deslizándose por el lienzo de mi camisa, saltando a mis pantalones para después perderse en lo insondable de las alfombrillas parduscas del Citroën, en marcha y empañado, bajo la lluvia impaciente.

Merde

A buen seguro aquellos trozos de comida ya contaban con un nuevo rebozado de ceniza, polvo, pelos y fibras; por un momento el hambre me hizo odiar a Gabou y la sonrisa que adivinaba en sus inteligentes, saltones, azules ojos de pez. 

Ese viejo zorro lo había vuelto a conseguir.

- Tienes cara de violento, posesivo y agresivo, Gabou. Podías ser ese hombre, ¿hm?
 

Notas de juego

Lo siento, corrección ^^

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06/07/2022, 09:20
Nicole Collard

Nicole arqueó una ceja siguiendo a la velocidad de la luz el hilo discursivo que trazaba el pensamiento del docteur, que a este ritmo iba a dejar su atuendo al completo para enmarcar en una tintorería.

No tenía del todo claro que aquella distracción fuese a funcionar, pero... qué diablos. Valía la pena ver a Gabou hacer el papelón de su vida.

—Tendrá que ayudarle Hékate. Carezco de credibilidad como mujer encantadora —dijo rauda, excusándose de aquella pantomina que amenazaba con erigirse el plan a seguir para acceder al edificio. Y era una excusa convincente.

—Pero el plan del docteur no es malo —Mintió de modo sibilino.

—Y en algún momento Hékate puede rociarle con el spray de pimienta en aras de la credibilidad. Eso sí que sería un golpe de efecto, ¿no cree, docteur?

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06/07/2022, 13:04
Hékate

Tomé el botecito que me tendía Nicole con una sonrisa que era a medias divertida y a medias impresionada porque efectivamente tuviera uno. Miré la etiqueta y le di una vuelta, pero luego lo metí en el bolso y asentí en su dirección. 

—Merci, chérie. 

Lo de ponerme guantes para usarlo me hizo imaginar la escena: un atacante a punto de echarse sobre mí y ¡zas!, levanto la mano para frenarlo, «espere, señor, tengo que ponerme los guantes», unos guantes negros de encaje, preciosos, que tenía en un cajón de mi cómoda. Me reí yo sola con esa idea surrealista, pero me la guardé para mí. 

Ya en el coche, asistí a un supremo ejercicio de la ironía del universo al escuchar a Gabou tan sorprendido de no ser el único hombre en la historia capaz de inventar palabras retorcidas y sinuosas. Me reí abiertamente, pero luego, mientras iba dando cuenta de mi arroz con cuidado de no perder ni un grano en las curvas, le fui explicando más cosas. 

—Hay cinco de esos ríos, mon ami. El inframundo es un lugar muy complicado, tu sais. —Se lo había buscado, ahora, quisiera o no, iba a escuchar los nombres de todos—. Están el Aqueronte, que es el que usan los muertos para entrar, el Cocito, el Flegetonte, el Lete y el Estigia. Pero lo interesante no son los ríos, creo, sino que el pupilo de nuestro cliente ha olvidado el de fuego. ¿Qué pensáis que ha querido decir con eso? 

Llevé la mirada al exterior con esa pregunta dándome vueltas en la mente. Las luces y las sombras de la ciudad me devolvieron la mirada. Entrecerré los ojos, pensativa. Estaba segura de que íbamos hacia ese algo que nos había reunido. Un fajo de billetes tan grande que podríamos usarlo de almohada, pero pronto descubriríamos cómo de grande era el fajo de problemas que vendrían con él. 

Contemplé el edificio con atención cuando el coche se detuvo. Me llevé a la boca un bocado más de arroz y cerré el recipiente para dejarlo en el suelo junto a los cartuchos de la pistola, sumándome así al desorden de Gabou con total naturalidad. 

Escuché los planes de ambos hombres sin mirarlos, aún con la vista puesta en el portero al que teníamos que superar —o abatir—, pero la intervención de Nicole me sacó una carcajada. 

—Ah, Nicolette. No pienso rociar a ese pobre hombre. Tiene los ojos demasiado bonitos, n'est-ce pas?

Me solté el cinturón y giré un poco en el asiento para poder mirarlos a todos al hablar. 

—Tener alguien fuera parece buena idea. Alguien que distraiga al portero y que avise a los de dentro con una llamada perdida si aparece el dueño del apartamento. Ver a Gabou haciendo teatro me parece una idea fascinante, no lo negaré, pero así solo entraríamos los dos y no tendríamos excusa para pasar del portal. —Los miré alternativamente a los tres—. ¿Quién quiere quedarse fuera vigilando? Esa es la primera cuestión y esa es la persona que debería distraer a ese hombre para que abandone su puesto durante unos segundos.

No me ofrecí voluntaria porque quería subir y comprobar por mí misma qué aura vibraba en esa vivienda, eso decía mucho de la gente. No me daba ningún miedo y, además, ahora tenía un arma ilegal para defenderme. Solo me daba lástima no haberme traído los guantes. 

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06/07/2022, 17:06
Jean Gabou

—Esos son muchos ríos para ir a parar todos al mismo lado, ¿no? —le comenté a Hékate—. ¿Ese Flegetonte dijiste que era el de los asesinos y criminales? Bueno, eso no suena muy bien. Digo, no me gustaría que nos encontráramos con un asesino en el camino. Pero por si acaso… ¿puedes abrir la guantera, Hékate, por favor? Praparramparón.

En cuanto Hékate abriera la guantera, vería mi bonito pistolón de un plateado brillante. Todo en mi coche, en mi oficina, incluso en mi casa, estaba sucio y desordenado, pero mi pistola estaba limpia y reluciente, brillante como espada de héroe legendario.

No pude evitar que una media sonrisa se me dibujara en la cara al escuchar al buen docteur y sus planes, y no le di especial importancia al comentario maligno de Nicole.

—Bonitos, no sé. Tristes, creo que decía Régine. «¿Por qué tienes siempre los ojos tristes?». Gárganos. Como sea, creo que tiene razón Hékate —le dije a los otros dos mientras tamborileaba mis dedos en el respaldo del asiento delantero—, ese plan no es muy práctico, llamaría atención indeseada y, además, yo quiero subir. Aquí está claro quién se queda fuera, eso todos lo tenemos… claro, ¿no?

Al decir eso, mis ojos se clavaron en la comida tailandesa que el docteur había arrojado al suelo. No me importaba demasiado el coche, el problema era más bien comprobar la torpeza que parecía embargar al pobre Betancourt aquella noche.

Grapósido —dije arqueando una ceja y mirando a los ojos al docteur—. ¿Qué tal un buen hombre perdido en la noche parisina, con miedo de que algún magrebí o… pakistaní… lo asalte por la noche? Quizás ese respetable francés de clase media-alta y con una profesión liberal como la medicina podría ser quien distraiga al conserje.

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06/07/2022, 23:32
Le Docteur Betancourt

Había que reconocer que la idea de Jean era bastante apropiada para la situación; además carecía de la complejidad interpretativa de mi brillante estratagema, lo que ampliaba nuestras opciones de éxito. Tratándose de Gabou, me esperaba una ocurrencia más original, inesperada y sorprendente. Más gabousiana, en definitiva. 

Me pareció bien; no me hacía especial ilusión cometer un allanamiento. La gente no va por ahí metiéndose en viviendas ajenas sin un más que buen motivo. Nuestro pretexto tenía bastante peso específico, mas explicárselo a las autoridades o a un inquilino enfurecido me parecía una tarea bastante inviable; por lo tanto haría mi parte  engañando al fámulo con cara de sabérselas todas. Así podría impresionar a los demás con las sublimes dotes teatrales que otrora desarrollé. Incluso interpreté a Sganarelle en mi último año de facultad, en lo que fue "un entusiasta derroche de versatilidad y precoz talento", según la publicación de la revista de la facultad de medicina de la Bichat,  en Junio de 1986. Había llovido desde entonces, y seguía lloviendo. A mares.

No quise entrar en detalles acerca de la miríada de rastros que se pueden dejar en la escena de un crimen. No me permití valorar la ingente cantidad de estúpidas cámaras, alarmas, sensores y trampas tecnológicas que podían comprometernos y convertirse en acusatorios testigos de los hechos alevosos que íbamos a perpetrar aquella noche. Tampoco quise pensar en el origen desconocido de la extraña e inquietante sensación que parecía sobrevolarme, sigilosa y terrible, desde que había conocido a Monsieur Savoy y su amenazante can del infierno.

Todo aquello me resultaba emocionante. Hay que ver. Bastante más que aguardar mi jubilación en un trabajo que ya no amaba. Jean y sus gabousadas, la encantadora petit Monvoisin y su caja de galletas, incluso la ojerosa Collard ahora se me antojaba menos nociva, qué cosas, mientras hablábamos con toda naturalidad acerca de delitos, armas, crípticos ríos y enigmas detectivescos; me sentía todo un sabueso en aquel coche con cara de lerdo.  Me hacía olvidar mi autoimpuesta soledad, el viejo miedo a ser señalado, la pobre motivación de hacer de todos los días miércoles grises o domingos más grises todavía para evitar sobresaltos en mi vida llena de manchas descuidadas y aburridas de rutina recalentada.

- De acuerdo, entonces, ¿Cómo lo hacemos? ¿Le entretengo ahí dentro hasta que podáis entrar?. ¿Y luego qué?.¿Cómo pensáis salir después, a la carrera?- en ese momento, una pistola automática bruñida e imponente se asomó desde la guantera. Me acerqué al espacio delantero apoyándome en los reposacabezas. En mi excitación, olvidé la estúpida cajita de cartón grasiento que descansaba en mi regazo, abierta y llena de trozos esquivos de mi cena deslavazada,  y ni siquiera desvié la mirada del arma cuando la sentí caer en mi pie. Boca abajo, creo.
 

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07/07/2022, 14:36
Hékate

Muchos ríos para un mismo infierno. Sí, estaba de acuerdo con eso, en cierta forma. En realidad, mi buen Gabou no estaba teniendo en cuenta que el infierno, como tantas cosa en la vida, como la misma realidad que nos rodeaba, estaba hecho de capas y niveles. Cinco no parecían tantos cuando considerabas la polidimensionalidad del asunto desde un punto de vista más metafísico que práctico. Sonreí con su petición, aunque por el momento no abrí la guantera.

Mis ojos cayeron también sobre le docteur, quien a todas luces parecía el más indicado para despistar al portero. Tenía serias dudas con su velocidad para darnos la llamada perdida en caso de que hubiera que salir con prisa, pero tendríamos que confiar en él y en lo entrañable y convincente que podía resultar.

—Lo ideal sería que lo sacaras un momento de la portería con alguna excusa. Así en ese momento nos metemos dentro. Salir debería ser más sencillo, n'est-ce pas? La gente se fija más en los que entran que en los que salen. También podemos avisarte cuando estemos listos, para que puedas volver a entretenerlo mientras salimos. 

Más o menos el plan parecía estar asentándose, solo quedaba organizar los últimos flecos. Así que, ahora sí, abrí la guantera. Voilà, ahí estaba el lado práctico de la vida, representado en forma de pistola bruñida perteneciente a un detective desordenado. 

Cogí el artilugio y se lo tendí a su dueño, acompañado de uno de los cartuchos del suelo, uno que demostrase con algo de peso que tenía algo de munición dentro. 

—Porra extensible, spray de pimienta, pistolón y un adorable médico distractor. Oh, là là, creo que tenemos todo lo que necesitamos para allanar una casa. O no… ¿Tenemos ganzúas? ¿O cómo vamos a abrir la puerta del apartamento?

Mis ojos se alternaron entre Gabou y Nicole, esperando que alguno de los dos tuviera la respuesta.