Con la aquiescencia de mis compañeros me siento frente al ordenador y empiezo a preparar los primeros pasos.
Primero la red de proxis.
Coloco varios en diferentes posiciones para cada una de las etapas del proceso para crear algo parecido a una red Tor, interponiendo entre medias otros servidores para que al acabar no queden redes vivas que rastrear y tampoco sea posible tirar el hilo de la propia creación de la red.
Unos veinte pasos serán suficientes.
Comienzo por lo más sencillo, el dinero. Creo un avatar real con el que poder hablar con los bancos y le hago una pequeña biografía y absolutamente todos los documentos necesarios para justificar su existencia desde el punto de vista burocrático.
Por cierto Victoria – pregunto -. ¿Crees que serías capaz de hacer modificaciones corporales no traumáticas? Nos vendría muy bien cambiarnos las huellas, especialmente a aquellos que en el pasado se las hayan tomado.
Creo los papeles de una empresa de tecnología médica que pueda contratar a nuestra “madre” y busco algunas clínicas de fertilización que tengan sede en el atlántico.
Así puedo justificar mi propia existencia. Tiene gracia que no sea tan alejado de la realidad.
En menos de diez minutos tengo ya todos los datos necesarios para que los bancos me abran las cuentas y estos han sido enviados para ser procesados.
Dada la hora que es tardarán poco más de dos horas.
Mientras localizo algunas inmobiliarias de la zona que nos puedan proveer de esa clase de edificación.
Se producen una media de seis tornados en la zona cada año, digo yo que esta gente tenga sótanos.
No tardo demasiado en encontrar una casa unifamiliar en la que existen dos niveles de sótano, el segundo de ellos una habitación del pánico de 90 metros cuadrados.
Tejanos. Hasta para las habitaciones del pánico lo quieren todo grande.
Compruebo la ubicación y estamos hablando de unos 2km desde el centro de Georgetown.
No suena nada mal. Incluso andando o en bici sería razonable.
Decidme qué os parece esa casa – les pido mientras les indico que miren la parte de la pantalla en la que no estoy escribiendo yo –. Creo que nos puede servir.
Mientras, sigo escribiendo en búsqueda de la parte más interesante de este tema de comprar casas, el dinero.
Vamos a imprimir nuestro propio dinero.
Creo un pequeño programa que dejo caer por la puerta de atrás de la oficina de impuestos estatal. En pocos minutos logro interponerlo entre la oficina central del fisco en Wall Street y la de Albany. Cada una de las operaciones que se reportan en el templo del capitalismo mundial es revisada por la segunda y se devuelve una comprobación de los impuestos y tasas que dicha operación ha de pagar. En medio de ese intercambio de datos entra mi idea.
Las posibilidades de que una operación tenga impuestos exactos son astronómicamente bajas. Normalmente un programa en Albany comprueba la operación y decide si el último céntimo tiene que ir a favor del operante o del fisco – explico –. Mi programa hace que en Wall Street se pague redondeando hacia arriba y que Albany reclame hacia abajo. Ese centavo cae a la cuenta de una empresa en Delaware y de ahí pasando por varios bancos se paga a una asesora de imagen que es nuestra querida madre. Dado que se producen más de cien mil operaciones bursátiles por segundo, estamos hablando de 1000 dólares cada segundo. En dos horas tendremos 7.2 millones en nuestra cuenta.
Me retiro del ordenador, una vez compruebo que el dinero a comenzado a fluir, a la espera de que se completen los pasos que he dejado preparados.
Ya tenemos casa – resumo –. Ahora llegar allí sin que nos pillen.
Paso por paso, Samantha consigue dinero a través de la red y ojea una propiedad para adquirir en Georgetown. Es increíble lo que se puede hacer con una máquina potente y lista para tales menesteres. Si hubiera llevado a cabo esas operaciones en el ordenador de su casa en Jamaica, le hubiera llevado todo el día.
Cuando regresa Verónica, ve a Sam tecleando en su computadora y se acerca con curiosidad. No tiene que preguntar para saber lo que la joven está haciendo. Piensa que el dominio de Sam es impresionante; la clásica forma de conseguir dinero. Sam lee en la mente de Verónica que con 10 pasos hubiera sido suficiente. Verónica no sabe los conocimientos que domina Sam, quizás más que ella, pero la experiencia es un grado. También lee que la mujer tiene la intención de enseñarle ciertos trucos. Sonríe de medio lado y no dice nada durante un rato.
-¡Muy bien, Sam! Pero... no tenías que preocuparte por la identidad falsa. Tan sólo teníais que decírmelo y hubiera escogido una de las que tengo para este tipo de cosas. -¿Acaso Sam ha despertado cierta envidia sana en Verónica? -Además del dinero. -Sonríe. -Que como has podido ver, no me falta.
Verónica se fía de Samantha, pues esta le ha demostrado en otras ocasiones sus capacidades para conseguir cosas borrando su rastro. Ya quisieran muchos profesionales. No en vano, gracias a su intervención pudieron averiguar que la Orden y la Organización que les perseguía, son uno solo. Y también gracias a ella, saltaron las alarmas y la Orden activó el protocolo para encontrar a los niños... Aún así, Verónica no deja de sorprenderse al ver trabajar a la pequeña.
Victoria ronda por la estancia pensando en los bocetos de planes y las ideas que se han lanzado hasta ahora. Tanto en la noche anterior, como durante la mañana. Sobre todo por parte de Angelo y Trenty. Para ella, lo más fácil y asequible es el enfrentamiento directo. El cara a cara. Todo lo que está haciendo Sam le sobrepasa.
-Hmm... es curioso eso de las huellas digitales. Nunca he tocado a nadie que no fuera para defenderme o para curar o... -En ese momento, sin querer, Victoria piensa en lo que ocurrió cuando descubrió su poder. En su mente aparecen imágenes congeladas de su madre adoptiva levantándose de una silla, sufriendo de dolor, y expulsando coágulos de sangre por sus partes íntimas. Victoria relaciona esos coágulos con el feto de su hermano no nato, pero rápidamente aparta ese pensamiento de la cabeza porque le duele demasiado. Es horrible vivir con ello. Y ahora, Sam lo sabe, y quizás, ahora también todos los demás... -Bueno, ya sabéis. Supongo que puedo intentarlo, pero no aseguro que no vaya a ser doloroso ¿Alguien quiere intentarlo? Una vez extraje del suelo algunas raíces de un árbol frente a mi casa. -sonríe ligeramente. -No sé si fue doloroso para él.
-¿Una casa? Pero, ¿para qué queremos allí una casa? Yo pensaba que íbamos a entrar en ese sitio, coger a la niña y salir. -Comenta Joss, masticando cereales sin mojar en nada. Le gustan así, en seco. Spike se ha apartado de Angelo para acercarse a su dueño, pues este no para de comer, y atento para recoger los pedazos que caen de vez en cuando, cual aspiradora perruna. -O sea, no vamos a estar mucho tiempo, ¿no? A mi no me parece muy adecuado. Y si tenemos que dormir, ¿no es más fácil un hotel? -Mientras tanto, aparta con el pie a Spike para que no coma los cereales que se le están cayendo de la mano, aunque el perro no le hace caso. -¡Spike, que no comas cereales, que te pones malo! Como te pongas enfermo no te podremos llevar al veterinario, así que tú veras.
Momentos más tarde, los niños salieron acompañados por Verónica, atravesando los túneles en dirección a una de las muchas salidas al exterior, donde aparecieron junto a una fábrica abandonada a orillas del río Hudson. No podían saber si sus perseguidores estaban en las inmediaciones de la Cruz Roja Americana, en la superficie. De todas formas, aquellos tipos no los encontraron. Y, ni mucho menos, averiguaron la salida por la que emergieron.
Los pequeños vieron en su magnitud el tipo de vida que llevan las personas del subsuelo. Victoria había oído las leyendas urbanas, como todo neoyorkino, acerca de "esos clanes de vagabundos que residían en los túneles de metro abandonados y raptaban personas del exterior para comérselas y otros turbios asuntos" ¿Serían ese tipo de cosas las que vio Liliam la noche anterior? Solo él lo sabe. Esa información se encuentra en algún lugar recóndito de la mente de Trenty a la que él no tiene acceso directo y, por lo tanto, tampoco Sam sabe de su existencia a no ser que busque conscientemente.
Sea como fuere, no es agradable ver cómo viven esas personas. La inmundicia, el olor nauseabundo, el eco de los pasos y voces, la tenue oscuridad, los cuerpos desmejorados... Ver todo eso caminando entre ello durante cientos de metros, observando cada detalle, marca en cierta manera a los niños. Verónica, sin embargo, saluda a algunas personas. Otras la miran mal.
Si Samantha lee los pensamientos de Verónica, o de alguno de los indigentes durante el trayecto hacia el exterior, podrá averiguar ciertas cosas:
Por la cabeza de Verónica pasan las imágenes de aquellos sucesos, aquellos favores. La vez que asfixió a aquel hombre en la calle con una bolsa de plástico. Después se lo entregó al que parecía el jefe del "clan" de ahí abajo. Le ofrecieron parte del "botín", pero ella no era caníbal y pretendía seguir así.
Durante las noches siguientes tuvo pesadillas y vomitaba sólo de pensarlo. Sucedió cuando ya había montado toda la instalación en este lugar, con gran sacrificio y esfuerzo. No estaba dispuesta a perderlo todo. Las historias que se oyen desde hace décadas en la superficie, sobre organizaciones ocultas de indigentes bajo el metro de Nueva York, sobre gente que vive aquí abajo y que secuestran inocentes para alimentarse, eran ciertas. A veces, la realidad supera la ficción.
Se hacían llamar "El Clan". Estaban perfectamente organizados. Daba la impresión de que la red de túneles y estaciones abandonadas desde principios de siglo hasta la actualidad, era como una ciudad subterránea postapocalíptica. Lo peor es que no sólo sucedía en Nueva York. También estaban Boston, Detroit, Washington... No eran emplazamientos muy grandes, aunque sólo en Nueva York la cifra de indigentes en 2018 ascendía a más de 113.500. De los cuales, un 70 u 80 por ciento vivían en los túneles abandonados. Efectivamente, como una pequeña ciudad con su estructura social. Cuando consiguen dinero, lo reparten entre todos, y la cúpula se lleva una sustanciosa parte como tributo. En la superficie no parece que se conozcan entre ellos, pero la gran mayoría sí lo hace realmente. Es mejor colaborar que vivir sin techo y en solitario. Más de la mitad de las personas que desaparecen en Nueva York son secuestradas para alimentar a la gente que vive bajo sus pies. Sucede cuando no hay más remedio, cuando la comida escasea, y hay gente designada para elegir a las víctimas. Verónica no era consciente de todo esto antes de vivir aquí abajo.
El Cuervo, el jefe de El Clan, le pidió secuestrar un par de veces. En una de ellas tuvo que dar muerte a una de sus víctimas con una navaja automática, pues luchaba por su vida y estuvo a punto de herir a Verónica y escapar. En otra ocasión instaló en su refugio un par de bidones con ácido para deshacerse de cuerpos de víctimas. La casa improvisada de Verónica era ideal para ello, uno de los más ocultos de la ciudad. Los bidones estuvieron instalados en la antigua sala de máquinas, donde ahora están las literas para los niños y las taquillas. Todo ello por no hablar de los favores sexuales. Tan sólo lo hizo una vez y decidió que ahí terminaba su colaboración con los indigentes. Negoció con Mike, un tipo que aspiraba al puesto de líder de El Clan, para ayudarle a acabar con el Cuervo y quedarse como jefe, a cambio de que aquel dejara a Verónica vivir tranquila entre ellos. Tan sólo haría los favores que ella considerara oportunos, como traer comida de vez en cuando, o mirar para otro lado cuando viera algo que no le gustara. Y hay muchas cosas que no le gustan... Pero todo eso no lo saben los demás niños, y puede que nunca lleguen a saberlo si Sam no lo cuenta.
Por otro lado, algunos de los sin techo del lugar, miran con desconfianza a la mujer, pues dudan de si los niños conocen sus tejemanejes. Es normal, a nadie le gusta que se metan en sus cosas...
Chismes jugosos ;)
Tan sólo teníais que decírmelo y hubiera escogido una de las que tengo para este tipo de cosas.
Precisamente por eso no te lo he pedido, porque no están para este tipo de cosas – la corrijo –. Están para cuando realmente necesitemos tirar de una identidad secreta y no podamos fabricarla porque no tengamos tiempo. Es muy posible que tengas suficientes recursos de todo tipo para realizar nuestros planes si estos salen bien. Yo prefiero fabricar los míos y que los tuyos sirvan para cuando los planes no salgan bien.
Tomo mi portátil y descargo todos los datos que necesito para que la mayor parte de la base que nos rodea se venga con nosotros. Tengo cuidado de que sean tan inconexos que solo nosotros podamos entenderlos del todo.
Ningún plan sobrevive al primer contacto con el enemigo – sentencio –. Y posiblemente no seamos tan listos como suponemos.
Y la llamaban paranoica. XD
Puede que realmente no merezca la pena salvar a esta humanidad…
Él sabia poco sobre informática al ser un crio enfocado a lo artístico en su tiempo libre. Así que la operación realizada por Samantha le dejó perplejo, como si se tratara de un genio de la NASA. -Guau, eso ha sido increíble.
Lo que dijo Victoria a continuación provocó que pensase en el dolor que podría hacer con esa estrategia de ocultación de identidad, pero a fin de cuentas solo era un dedo. -Bueno podemos probar cuando estemos en la casa y nos hagamos pasar por una familia ficticia. Estaría bien saber que daño puede hacer.
No sabia muy bien que opinar entre la casa y el hotel como sugirió Joss, pensándolo bien la casa se convertiría en un terreno conocido y ofrecería sus ventajas como a Macauley Culkin. -En un hotel es más difícil tener un control de seguridad total, no sabes quien entra y quien sale, solo tienes tu habitación. Es un espacio más grande, no sé. – se encogió de hombros.
Finalmente llegó la hora de partir hacia Texas. El trayecto de salida no le gustó demasiado. Ver a la gente moribunda sin hogar ni expectativas de vida, por un momento le dio miedo a terminar así, como alguien de los que estaban allí. Tuvo que refrenar sus opiniones acerca de ello y hablar con Verónica sobre el futuro de esas personas viviendo en la inmundicia de los túneles del metro.
Trenty miraba tal vez igual de perplejo a Sam, quien parecía teclear a gran velocidad. ¿Comprar una casa? ¿Eso era así de fácil? ¿Cómo es que lo conseguía con tanta facilidad? Era casi increíble. Se sentía bastante tonto e inservible a su lado. ¿Así se sentiría Hulk cuando veía trabajar a Iron Man? Quién sabe.
Llegó el momento de partir, pero coincidía con Angelo sobre los peligros de ir a un hotel. Era un lugar donde cualquiera con dinero podría ingresar haciéndose pasar por clientela. Y si los tenían ya en la mira, lo mejor era correr la menor cantidad de riesgo posible.
Salieron y pudo ver con más detalle la vida de muchas de esas personas, aunque no podía evitar sentirse incómodo. Por un momento habían olvidado en qué condiciones se encontraban y recordó que ese era un lugar de podredumbre y malos vicios. Quién sabe que había pasado con esa gente para que terminaran así, pero entonces Verónica se encargó de todo una vez más y así partieron hacia Texas.