Victoria avanza con la bicicleta en dirección al jardín trasero de la enorme casa, abandonado el garaje. De momento no ve a nadie.
Al llegar a la parte trasera, ve que en el gran jardín hay algunos árboles. Sobre uno de ellos se encuentra una típica casa del árbol que pertenece a la niña que reside aquí. También hay un gran porche que da acceso a la puerta trasera de la casa y una zona dispuesta para la barbacoa. En el centro del jardín hay una piscina rectangular, no muy grande, y un pequeño cobertizo de madera. Toda la propiedad está rodeada por una valla de madera de color negro que cohabita con un seto bastante alto, que es lo que se ve desde fuera de la finca, y lo que separa una propiedad de otra.
Tan sólo al dar unas pedaladas por el caminito empedrado que recorre la zona, Victoria se da cuenta de que la valla es fácilmente salvable, pero, aunque el seto es denso y bastante alto, la violinista ve una zona deteriorada y menos densa por la que podría colarse. Haciendo un cálculo rápido, la niña cree que podría saltar la valla y cruzar el seto al mismo tiempo, con cierta facilidad, colándose entre las ramitas del arbusto maltrecho para acabar en la finca vecina, pero hacer lo mismo con la bicicleta sería harto complicado. Si hiciera eso, desaparecería instantáneamente, pero perdería la bici y no tendría medio de locomoción (a excepción del bus) hasta la siguiente estación de tren, a unos cinco kilómetros de distancia hacia el suroeste, con lo que le llevaría más tiempo. El metro queda en la ciudad, bastante lejos, pero el tren para en una estación compartida con el metro desde la cual se puede hacer trasbordo. La otra opción es salir de la propiedad por la parte delantera, pero con la bicicleta.
En ese momento oye a uno de los hombres hablando por un comunicador.
-Voy a inspeccionar por aquí, he oído un grito, cambio. -Acompañado del sonido estático del aparato. La voz viene del lateral de la casa, el hombre está cerca y a punto de entrar en la propiedad desde el lateral más cercano a la casa de Anya. Lo que ocurre con el autobús y con el vehículo de los supuestos policías, no puede saberlo la niña desde el jardín trasero de esta vivienda. De nuevo, la niña dispone de pocos segundos para decidirse.
Al notar que la propiedad estaba rodeada por una amplia valla, la joven violinista consideró las posibilidades que tendría de saltar la misma para poder escapar de aquel lugar. No obstante, aquello sería un gran problema para ella, ya que sería imposible pasar la bicicleta del otro lado, no al menos sin que le llevara mucho tiempo, tiempo que no podía desperdiciar en ese momento. - ¿Qué hago? - Se preguntó a sí misma mientras reflexionaba sobre aquella cuestión. Habría preferido salir por detrás, y evitar a quienes la perseguían, si bien parecía que no sería posible, no a menos que quisiera perder su único medio de transporte en ese instante, un lujo que no podía darse, sin lugar a dudas. Estaba muy lejos de la estación más cercana, por lo que sería una tontería de su parte. Luego podría buscar un autobús en el camino, lo suficientemente alejado del perímetro, o incluso un taxi, si así lo deseaba, pero sería la bicicleta la que la alejaría de allí lo suficiente. - No estaría en ésta situación si no fuera por esos... - Interrumpió sus susurros, no deseando maldecir producto de la ira que sentía en ese momento. No había sentido en darle el gusto a esas personas desagradables, los cuales eran más que capaces de hacerle daño a una niña como ella. No merecían sus insultos... ni tampoco su piedad. En el momento en el que habían decidido secuestrarla, habían elegido su camino en la vida... y también su destino. Estaba molesta. Demasiado. Ni siquiera había estado tan molesta cuando esos niños le habían hecho daño a su querida Katarina. - Calma, Victoria. No les des el gusto. - Se dijo a sí misma, intentando pensar con algo más de claridad, sabiendo muy bien que no sería correcto que se dejara llevar por lo que sentía en ese momento. Quería llorar, gritar, y aplastar a los culpables de aquella situación en la que se encontraba.
- La salida trasera está descartada... - Murmuró, llegando a la conclusión de que no podría salir por allí. No podía perder la bicicleta, no hasta que encontrara un taxi o un autobús lo suficientemente alejado del lugar en el cual la estaban buscando. No obstante, la atención de la joven no tardó en centrarse en uno de los "agentes" que parecía estar acercándose a la propiedad, posiblemente debido al grito que la niña había realizado antes de que la dejara inconsciente. Aquello hizo que Victoria se pusiera nerviosa por un instante, no sabiendo muy bien si se encontraba en una situación complicada. Después de todo, si era más de uno o dos, podría tener bastantes problemas para lidiar con ellos, por lo que esperaba que no fueran tantos. Sin embargo, aquello no dejaba de ser una buena oportunidad para ella para poder cobrarse lo justo por lo que le habían hecho, por obligarla a abandonar todo lo que quería, al ser perseguida como una especie de criatura peligrosa. - No me culpes por esto. Tú me obligaste... - Murmuró para sí misma en el momento en el que se acercaba lo suficiente con su bicicleta, antes de quedarse esperando a que apareciera el sujeto en cuestión. No le daría tiempo ni de reaccionar. De cualquier modo, a pesar de que tenía la ventaja, decidió mantenerse en un punto en el que fuera ella quien viera primero al "agente", de modo que pudiera atacarle antes de que aquel individuo desenfundara su arma. Luego de posicionarse, no tardó en alzar ambas manos en dirección al "agente", para hacer uso de su poder, concentrándose en la cabeza de la persona en cuestión, percibiendo el interior de la misma, para luego hacer una moción con sus manos como si estuviera aplastando su cerebro con las mismas como si fuera plastilina, a pesar de que lo estaba haciendo con su poder. En cuanto terminara con él, no dudaría en abandonar la propiedad por el frente, atenta a cualquier otro "policía" que pudiera estar cerca. Sería mejor continuar el camino con su bicicleta hasta que encontrara un autobús o un taxi, luego de haberse alejado lo suficiente de la zona, tal vez unas tres cuadras.
A aplastar cerebros! xDDDDD
Victoria aguarda en un lateral de la vivienda, oculta tras un árbol, para que el hombre no la sorprenda y dispare primero. La muchacha está atenta para la emboscada con sus brazos hacia el frente, cuando uno de los setos laterales que lindan con la propiedad vecina se mueve. Victoria ve cómo una extraña pistola asoma poco a poco a través de las ramitas hasta que lo siguiente que aparece son los brazos del hombre sujetando el arma. Los brazos apuntan con la pistola a un lado y a otro formando un arco horizontal, como buscando su objetivo, mientras la persona que la maneja se mantiene tras el seto. Cuando cree que no ha visto a nadie, el policía atraviesa el seto, supera la valla negra y se introduce en el jardín donde se encuentra Victoria.
El agente comienza a andar para seguir buscando, pero nada más dar el primer paso, la violinista se introduce en su cabeza y comprime su cerebro con toda la rabia contenida. Tal es la violencia con la que actúa, que al girar sus manos, también manipula desde la distancia el cráneo del hombre de forma subconsciente, aplastándolo ligeramente, produciendo un hundimiento en cada lado de la cabeza.
El cuerpo, ahora inanimado, muerto en el instante, cae hacia adelante movido por la inercia de la velocidad a la que se movía. Sus brazos quedan en una postura imposible y su cara golpea de lleno contra el suelo cubierto de hierba recién cortada produciendo un ruido seco. El césped comienza a mancharse con la sangre oscura y espesa que brota por los oídos y la nariz del falso policía, como si su cerebro licuado no pudiera contenerse en el interior del aplastado cráneo.
En cuanto Victoria se pone en marcha hacia la calle, en el walkie del maltrecho policía se oye algo:
"Brody, ¿alguna novedad sobre ese grito? -PFFF- Voy a cambiar de posición, casa Petrov despejada, ¿necesitas compañía? -PFFF- ¿Brody? -PFFF-..."
Con la zona momentáneamente despejada, si Victoria decide salir hacia la vía a la que da acceso la finca en la que se encuentra, verá que el vehículo se ha detenido junto a la parada de autobuses, unos metros a la izquierda de la propiedad. Los dos hombres han bajado del coche. Uno está inspeccionando el autobús y el otro posicionado junto al vehículo mirando hacia lo largo de la calle. Ese hombre, con mucha probabilidad verá a la niña si ésta sale con la bicicleta. Sin embargo, ella cree que con la suficiente velocidad, es posible que no la reconozca, o al menos, que si la reconoce consiga cierta ventaja para poder despistarlos más adelante. No obstante, es evidente que las circunstancias ofrecen otras posibilidades además de las anteriores.
Si no me he explicado correctamente con las descripciones de las posiciones de los agentes, de la calle, y en definitiva del entorno en general, avisa y te explico lo necesario para que quede todo claro, o dibujo un plano, ¿ok?
El "agente" había pensado que sería más inteligente que ella pero la joven Lawnett se había anticipado a esa posibilidad, no tardando en esconderse, esperando el momento ideal en el que, aquel que la perseguía, se asomara lo suficiente para hacer uso de su poder. Si se hubiera mostrado, e ignorado la voz del sujeto en cuestión, no había duda de que le habría disparado antes de que pudiera hacer algo al respecto. Por fortuna para ella, fue lo suficientemente inteligente como para considerar esa posibilidad, y, una vez que el "policía" se mostró, apuntando con su arma, no dudó en usar su poder para tomar control de la materia del cuerpo del mismo. Guiada por la ira que se había apoderado de su mente, concentró su voluntad en la necesidad de aplastar el cerebro de aquel bastardo que se había atrevido a arruinarle la vida junto con el resto de sus "amigos". Sin embargo, la furia de la niña había sido tal, que incluso se había excedido en la potencia de su acción, lo suficiente como para no sólo aplastar el cerebro del hombre, sino también para moldear su cráneo como si se tratara de una masa blanda. En ese preciso momento, la violinista bajó los brazos, tan sólo observando cómo el sujeto caía al suelo en una posición ciertamente incómoda, golpeando el suelo de manera seca. Los ojos de Victoria se abrieron de par en par ante semejante escena, consciente de lo que había hecho. Había matado a una persona. No había forma de negarlo, lo había hecho. Por un momento, se llevó las manos a la cabeza, intentando comprender lo que hizo, revolviéndose el cabello mientras buscaba justificar dicha acción. - Es tu culpa. Deberías haberme dejado en paz. Tú y el resto. Es tu culpa. - Le reprochó al "agente", mirándole de manera acusatoria, intentando ignorar la sangre espesa que sobresalía de los orificios del cadáver. Tuvo que hacer un gran esfuerzo por no vomitar ante aquella horrible visión, si bien, en el fondo, había algo en ella que parecía estar contenta por lo que había hecho.
No obstante, mientras intentaba decidirse entre si estaba contenta por lo que había hecho o si debía de sentirse mal por ello, no tardó en escuchar cómo alguien hablaba por el walkie del "policía" que había asesinado. Sin pensárselo demasiado, cogió el walkie en cuestión con rapidez, antes de dejarlo dentro de la canasta de su bicicleta. No había duda de que aquello sería de utilidad si deseaba escuchar la conversación entre los agentes, ya que debían de usar todos la misma frecuencia para comunicarse, lo que significaba que podría saber, si tenía suerte, los planes de los mismos, en el caso de que la persiguieran. - Gracias, Brody. - Le dijo al cadáver, como si estuviera burlándose de él. Nuevamente, la ira se había apoderado de ella, considerando que, después de todo, aquel sujeto se merecía lo que le había hecho, y no dudaría en hacerle lo mismo a cualquier otro "agente" que se metiera en su camino. Estaba cansada de ellos. De cualquier forma, antes de abandonar la propiedad, la violinista se aseguró de que la salida no estuviera siendo vigilada, manteniéndose lo suficientemente oculta para observar al exterior, sin asomarse demasiado. Lamentablemente, no tardó en descubrir que había otros dos "policías" en el exterior de la propiedad, uno distraído inspeccionando el autobús, mientras que el segundo parecía estar en una posición desde la cual no tardaría en descubrirla si salía con su medio de escape. - No paran de molestarme. Me fuerzan la mano... - Murmuró de mal humor, al ver que aquello podría complicar su situación. No podía arriesgarse a salir con la bicicleta y que la reconocieran. No podría hacer mucha distancia antes de que la atraparan, si lo intentaba. - Se lo buscaron. - Se dijo a sí misma en el instante en el que dejaba la bicicleta a un lado para concentrarse torcer la cabeza del que estaba en una posición ventajosa para descubrirla. - No me culpes. - Volvió a murmurar, antes de levantar las manos, como si estuviera aferrandose a la cabeza del agente, con la intención de quebrarle el cuello, en un claro movimiento en seco, antes de intentar aplastarle el cerebro al otro que estaba cerca del autobús. Tenía que limpiar el camino y escapar de allí con su bicicleta. Luego, cuando estuviera a salvo, se dedicaría a reflexionar respecto a lo que había hecho. De momento, eran ellos o ella.
"-PFFT- Mierda, Brody, si no puedes hacer ningún ruido hazme una señal para que me calle, sino empezaré a preocuparme -PFFF-"
Frente a la agazapada Victoria, el hombre que se encuentra junto al vehículo, el que vigila la calle, se lleva la mano al walkie para hablar, pero no le da tiempo, pues el gesto que hace la niña con las manos provoca que la cabeza del tipo gire bruscamente hacia un lado, de manera totalmente antinatural. El repentino giro hace que también gire el cuerpo en cierta medida, aunque la velocidad con la que lo hace la cabeza produce una rotura de las vértebras a la altura de la nuca, cortando la comunicación entre el cerebro y el resto del cuerpo, y terminando en una muerte instantánea. Las extremidades hacen un aspaviento flácido antes de que el cuerpo se desplome en el suelo, con la cabeza en una posición inverosímil, casi totalmente girada hacia atrás.
El otro policía, el que se encuentra junto al autobús, y a punto de subir los escalones que dan acceso al interior del mismo, oye el golpe seco del cuerpo contra el suelo y gira su cabeza para mirar al lugar desde el que proviene el sonido. No ve a su compañero, pues el cuerpo ha caído junto al coche y éste se interpone en la visión. El hombre se sobresalta, pues ha sido todo demasiado silencioso. Como si hubiera venido una brisa de muerte, un hálito infernal portando a la muerte misma, sin piedad ni contemplación.
No le da tiempo para mucho más. Victoria estaba preparada, e introducida en el cráneo del tipo, aplasta su cerebro inundando, repentina y brutalmente, la cavidad craneal con la sangre contenida en los minúsculos vasos sanguíneos del órgano. Victoria no lo sabe, pero en el instante anterior a la brutal agresión, por la mente del hombre pasa la imagen de sus dos hijos. Dos niños gemelos de unos doce años.
Desde el exterior, los ocupantes del autobús ven a través de las ventanas cómo el policía hace una mueca horrenda e involuntaria al mismo tiempo que uno de sus brazos se extiende bruscamente hacia un lado en un espasmo igualmente involuntario. Seguidamente, el cuerpo se desploma en el asfalto como si un titiritero hubiera cortado las cuerdas de su marioneta.
"¡Ah! ¿Qué le ha pasado?" "¡Joder, maldita sea!" "¿Habéis visto eso? Pobre hombre" "A lo mejor está bien..." -Se oyen comentarios desde el interior del bus, en cuyas ventanas se amontonan los viajeros para observar el cuerpo. Un par de personas, incluyendo al conductor, salen del vehículo a toda prisa para asistir al hombre caído. -¡Llamen a una ambulancia! -Oye Victoria.
A su espalda, en los alrededores de la propiedad, oye un grito de exclamación "-¡Mierda...!" -Seguidamente, el walkie:
"-PFFF- ¡Eh, Brody está muerto! Tiene aplastada la... la cabeza... Joder. Es una maldita bestia y anda suelta, andaos con ojo! -PFFF-"
Ahora, la niña tiene el camino libre ¿Quién sospecharía de una joven montando en su bicicleta?
La violinista no se dejó distraer en el momento en el que se escuchaba la voz de uno de los "agentes" hablando a través del dispositivo. Tenía cosas más importantes que hacer, como encargarse de esos dos que se encontraban en su camino. Guiada por el odio que sentía por aquellos que la habían obligado a ocultarse como si fuera una criminal, no dudó en hacer uso de su poder para destruir las vértebras del iluso que había considerado una buena idea molestar a alguien como ella, sin siquiera saber con exactitud la gravedad de su poder. - Eso es lo que tienes por meterte en mi vida. Lo arruinaron todo, arruinaron mi vida, mi oportunidad de ser feliz con Kat. Merecen lo peor. - Pensó la joven Lawnett, mientras continuaba en su intento de acabar con la vida de aquel "agente" de una forma que parecía como si estuviera jugando con un mero juguete. Aún así, aquella visión despertó cierto desagrado en ella, en especial porque podía sentir todo lo que componía a esa persona, el sonido que la rotura de sus vértebras realizaba, junto con la desagradable visión interna del suceso, o la forma en la que se desplomaba sobre el suelo como una marioneta que le habían cortado sus hilos. No obstante, a pesar de aquella horrible visión, la mirada de la violinista no tardó mucho en volver a mostrarse afilada, decidida. Ella no era la culpable. La habían forzado a hacer algo que habría preferido no hacer. Tendrían que haberla dejado sola, en paz, con su familia y su querida Katarina. No iba a lamentarse demasiado por ellos, aunque si lamentaba el sufrimiento que los seres queridos de sus víctimas sentirían al descubrir la muerte de los "agentes", si es que tenían seres queridos.
Sea lo que fuera, en el momento en el que primer "policía" cayó, su atención no tardó demasiado en enfocarse en el siguiente de sus objetivos, sabiendo que no tenía mucho tiempo que perder, a menos que deseara alertarle. Por esa razón, mientras el sujeto en cuestión se mostraba nervioso por el ruido que había escuchado, junto con la desaparición de su compañero, no se demoró en hacer uso de su poder, teniendo que soportar una nueva visión de horror en el momento en el que aplastaba su cerebro como si no fuera otra cosa más que plastilina, antes de observar con gran detalle cómo sobresalía la sangre oscura y espesa desde varios de los orificios de la cabeza del agente. No había duda de que se trataba de una escena más que desagradable para muchos, y aún más para ella, si bien era algo que había tenido que aceptar, si es que quería estar libre de aquellos que pudieran perseguirla. - Es su culpa, no mía. - Masculló para sí misma, intentando liberarse de todo sentido de culpa que pudiera sentir ante el hecho de haber asesinado a tres persona en su intento de escapar de aquel sitio. No había asesinado inocentes. Había acabado con la vida de personas que merecían su justo espacio en el infierno, teniendo en cuenta lo que le habían hecho a esos pobres niños que habían secuestrado en el pasado. No merecían su piedad, no merecían su lástima. - Monstruos. - Murmuró, convenciéndose a sí misma de que no eran otra cosa más que horribles criaturas que disfrutaban del dolor de unos pobres niños que tan sólo deseaban vivir en paz. Tan sólo se dedicó a observar los cuerpos en silencio por un instante, como si estuviera aclarando su mente respecto a esa forma de pensar.
Sin embargo, al notar la reacción de los pasajeros del autobús, así como el pedido desesperado de una ambulancia, la joven Victoria supuso que era tiempo de marcharse de allí, ahora que tenía el camino libre para escapar. La exclamación del otro "agente" no hizo otra cosa más que alertarla en demasía, sabiendo que estaba cerca, y que había descubierto el cadáver de su compañero, Brody. Sin pensárselo mucho, no dudó en comenzar a moverse con su bicicleta, con la intención de distanciarse de la escena, producto de su poder, aunque aún así manteniendo atenta a la posibilidad de que el "policía" pudiera verla en cualquier momento. No dudaría en acabar con su vida si es que tenía que hacerlo también. Si bien, en ese instante, no quería otra cosa más que alejarse de allí lo suficiente, y dirigirse hacia la estación de metro más cercana para poder ir al punto de encuentro que había establecido con Mohammed. Aún así, el hecho de que fuera definida como una "bestia", de acuerdo a las palabras del "agente", fue algo que ciertamente la molestó en demasía. ¿Qué se podía decir de alguien que secuestraba niños para experimentar o torturarles como había visto en su momento? No eran más que hipócritas que se lamentaban cuando alguien les hacía lo que se merecían. De cualquier manera, optó por continuar su camino con la bicicleta, tan sólo revelando una expresión de terror mientras se desplazaba, además de moverse a un ritmo acelerado, para que los transeúntes no sospecharan de una niña que se movía por una escena tan morbosa con una actitud que no denotara cierto miedo, aunque siempre manteniéndose atenta por sí el otro sujeto la descubría, de modo que pudiera actuar con rapidez para eliminarle y romperle el cuello como había hecho con el otro.
Las ruedas de la bicicleta giran a gran velocidad sobre el asfalto de la calle residencial, tras bajar el bordillo de la acera de forma brusca. Atrás queda la escena del autobús y lo de los agentes muertos. Atrás quedan las personas preocupadas por la salud de los hombres tirados en el suelo. Atrás quedan las últimas palabras habladas por el walkie transportado en la cesta, que no hacían más que llamar a los demás agentes.
"...-PFF- ¿Estáis escuchando? Aquí Petersen..." -En aquel momento, Petersen se dió cuenta. Si sus compañeros tampoco contestaban y esa niña pudo matar a Brody sin alertar a nadie, tal vez con los otros fue igual. Tragó saliva y su paranoia se acrecentó. Entonces vió el autobús y a los pasajeros alterados y gritando. Todo aquello no lo sabe Victoria, pero lo que sí sabe es que las palabras de Petersen por el walkie hacia sus compañeros, las que decían que "la cabeza de Brody ha sido aplastada y que la bestia anda suelta" fueron escuchadas claramente por el conductor del autobús y uno de los pasajeros que bajaron a atender al policía.
Petersen se acercó a toda prisa cruzando el amplio jardín de la finca para llegar hasta las personas del vehículo. En cierta manera se sintió aliviado de estar con más gente, pues tal vez, eso le libraría de ser atacado de momento. Para cuando el hombre llegó, ya había cundido el pánico por las terribles palabras que salieron por el walkie del muerto. Varias personas se inquietaban y pedían explicaciones al policía, mientras la noticia corría como la pólvora entre los ocupantes del autobús. Petersen intentó desmentir aquello, pero no le resultaba fácil.
Todo aquello sucede mientras Victoria se aleja de allí pedaleando. Tras cruzar un par de calles, las escenas vividas hace unos minutos quedan en el pasado. Tanto la vida de las personas que ha dejado atrás, como la suya, han cambiado para siempre.
Tras avanzar unos kilómetros, la niña llega a la estación de tren. El tren es la vía más rápida para llegar a la estación de metro más cercana. No le demora mucho tiempo observar uno de los mapas que aclaran todos los trayectos posibles, para realizar una conexión mental entre las distintas líneas de colores allí representadas y memorizar la próxima parada.
Después de otros cuantos minutos, el tren se detiene en la estación que hace de enlace con el metro. Victoria ya se encuentra en la urbe de Nueva York. Tan solo tiene que desplazarse hasta la vía de metro correcta que le llevará hasta el mismísimo corazón de Hell's Kitchen, al sureste de Manhattan y al oeste del rio Hudson. Al bajarse en la parada de la calle 50, su destino está cerca del edificio de la Cruz Roja Americana, en la calle 49. La noche ha caído, como suele ocurrir en otoño, y no parece buena idea que una niña sola pulule por estas calles de Nueva York. No obstante, al llegar al supuesto número 518 (su destino) de la calle 49, se da cuenta de que no existe. El número más próximo es el 520, la Cruz Roja Americana, pero a su izquierda tan sólo hay una pared baja pintada con grafitis que oculta una vía de metro abandonada. También hay una puerta metálica y, a su izquierda, una alambrada que guarda un descuidado descampado.
Una vez allí delante, sin saber a priori dónde dirigirse, alguien llama su atención desde las sombras, oculto entre los árboles y maleza que hay tras la puerta metálica, junto a la pared de los grafitis.
-¡Psst! ¡Guerrera! ¿Te han seguido? -Victoria diría que es la voz de Verónica.
Cuando la niña le responda, aparecerá tras la valla una silueta de mujer con una capucha puesta para ocultar su rostro. Después de cerciorarse de que en ese momento no pasa nadie por allí, la mujer abrirá el candado y dará paso a la niña para que se introduzca en el descuidado lugar, bajo los árboles. Una vez que la niña está al otro lado de la valla que hace las veces de puerta, se puede ver el rostro sonriente de Verónica entre las sombras de la maleza y de la noche.
-Tranquila, cielo, ya estás a salvo. -Sonríe de nuevo y en sus ojos se ve un brillo de emoción. -Esta es la entrada a mi refugio. -Si Victoria mira a su alrededor, verá que bajo sus pies se encuentra la vía de metro abandonada que la mujer le envió en WeRSpecial junto con la dirección. A ambos lados del lugar, la vía se introduce en la oscuridad, bajo el suelo. Todo está lleno de basura y de grafitis antiguos. Victoria, como todo neoyorkino, ha oído historias sobre gente que vive bajo el suelo en túneles abandonados de metro, y que raptan personas para llevárselos. Leyendas urbanas ¿O no? -Lo siento mucho, Victoria. -Susurra. -¿Cómo estás? -La mujer hace un gesto a la niña para que comience a bajar hasta la vía, ayudándola en el proceso.
Te recuerdo lo que Verónica envió en WeRSpecial:
Ah, indica en tu post lo que haces con la bici. Si decides llevarla contigo, dejarla por ahí, o lo que decidas.
A medida que escapaba de aquel sitio por medio de la bicicleta que había robado, pudo escuchar la voz de uno de los "agentes" a través de la radio que había cogido de uno de los cadáveres. No había duda de que el último agente con vida parecía realmente aterrado ante la idea de buscarla, luego de que hubiera imaginado lo que le había sucedido al resto de sus compañeros. Aquel pensamiento no hizo otra cosa más que despertar una extraña sensación en la violinista, una sensación oscura de satisfacción. Estaba complacida por el terror que habría infundido en el "agente", luego de lo que estos le habían hecho a ella, cómo la habían obligado a dejar todo lo que quería para que no la secuestraran o le hicieran daño a alguno de sus seres queridos. Por un momento, sintió una fuerte necesidad de hacer uso de la radio para pronunciar algunas palabras, algo que fuera una especie de burla hacia el que quedaba con vida, así como también una advertencia. Sin embargo, al final, cambió de parecer, considerando que, incluso si los que habían muerto bajo su poder no había sido otra cosa más que monstruos, aún así, no era correcto burlarse de sus muertes, por más que en el fondo lo deseara en demasía. Estaba enojada, demasiado, y quería desquitarse de alguna manera de aquellos que la habían herido de una manera más grave que cualquier herida física. Tenía un gran nudo en la garganta, mientras reprimía la necesidad de sollozar ante la idea de que, tal vez, no volvería a ver a su querida Katarina. - Monstruos... - Afirmó entre susurros, mientras se alejaba, oyendo cómo despertaba el pánico entre los pasajeros del autobús.
A medida que continuaba pedaleando, distanciándose cada vez más de aquella carnicería producto de su propio don, la joven Lawnett supo que muchos la juzgarían por lo que había hecho, al menos aquellos que sabían lo que ella era. No obstante, esperaba que su amiga no lo hiciera, que comprendiera por qué lo había hecho, o de lo contrario, aquello le dolería en demasía. Sea lo que fuera, continuó su camino, sin mirar atrás, luego de alejarse lo suficiente, hasta llegar a la estación de tren más cercana. El recorrido había sido bastante largo, lo que ciertamente la dejó muy cansada, si se tenía en cuenta el hecho de que había recorrido todo aquello tan sólo con aquella bicicleta para niños. Sin dudarlo mucho, se subió al tren que necesitaba abordar para llegar a la estación de metro más cercana. Sólo allí, pudo liberar un suspiro de alivio, sabiendo muy bien que los "agentes" no podrían encontrarla, no ahora que se había alejado lo suficiente. - Monstruos... - Volvió a murmurar, conteniendo la ira que sentía. Tal vez, habría sido mejor encargarse del último que había quedado con vida: Petersen. Si bien, no tardó mucho en olvidarse de aquel pensamiento, considerando que podrían haber aparecido otros si perdía el tiempo con aquella escoria de persona. Tan sólo esperaba que aquella experiencia le sirviera para alejarse por completo de toda esa maldita organización, que supiera lo afortunado que había sido de que ella no hubiera acabado con su vida como había hecho con el resto. De lo contrario, no sería más que un ignorante como el resto de sus compañeros, y no dudaría en quitarle la vida si le volvía a ver, la próxima vez que enviarán más "agentes" a por ella.
El resto del camino, tras salir del metro luego de llegar al área donde debía de buscar el punto de reunión, fue ciertamente algo aterrador para Victoria. Después de todo, jamás había acostumbrado a caminar de noche, ni mucho menos en las caóticas calles de New York. Si no hubiera sido porque tenía algo de confianza respecto a su seguridad, por el poder que controlaba en ella, habría estado realmente nerviosa ante la situación en la que se encontraba. No obstante, no perdió mucho tiempo en visitar el lugar en cuestión, incluso si al principio se mostró ciertamente confundida, al no saber muy bien dónde se encontraba el refugio de Verónica. Sin embargo, al escuchar la voz de la mujer que había sido como un ángel guardián para ella hasta ese momento, se giró con rapidez para mirarla, antes de negar con la cabeza. - No... yo... - Se interrumpió por un instante, mientras la realidad de lo que había hecho se asentaba en su mente. Sin decir otra palabra, siguió a la mujer a través de las valla, para luego observar en mayor detalle aquel sitio en particular en el que se encontraba. Pudo sentir cómo una carga invisible sobre sus hombros se desvanecía por completo, al mismo tiempo que abrazaba a la mujer por la cintura, a pesar de que apenas la conocía. Necesitaba confiar en alguien, luego de todo por lo que había pasado. - No es tu culpa. Es mía. Tendría... tendría que haber tenido más cuidado. - Dijo al final, para luego suspirar, mientras contenía la necesidad de sollozar. Sabía que aquello no serviría de nada, más que hacerla ver como una niña. Una niña no habría hecho lo que ella había hecho con esos "agentes". - No estoy bien... Ellos me obligaron. Es su culpa. Forzaron mi "mano". - Respondió de manera simple, no deseando dar más detalle de lo que había hecho, aunque dejando en claro lo esencial de su accionar. - Mi amiga... ¿va a estar bien? No quiero dejarla sola si es que piensan hacerle algo... - Se expresó con cierto nerviosismo, a medida que continuaba aferrada a Verónica. Necesitaba algo de apoyo emocional en ese preciso momento.
La mujer se sorprende al notar el abrazo del pequeño cuerpo de Victoria, rodeando su cintura. Seguidamente abraza a la niña también, y al notar que la joven no puede más, que ha sido demasiado para ella, y sintiéndose responsable en parte, no puede evitar sollozar. Victoria nota los espasmos del pecho de Verónica, típicos de alguien que llora.
Cuando termina el abrazo, la mujer se pone en cuclillas para estar a la altura de la violinista, cara a cara. Victoria puede ver el rostro lloroso de ella y cómo se quita una lágrima del ojo con la mano.
-Lo has hecho muy bien y has sido muy valiente. En tu lugar, yo estaría mucho peor que tú. -Ríe un poco, a la vez que solloza. Acaricia la cabeza de Victoria. -No sé lo que has hecho con ellos y no tienes por qué compartirlo con nadie si no quieres. Si quieres contármelo para desahogarte, puedes, pero es algo tuyo. Tu amiga va a estar bien, y tu familia también. Están a salvo gracias a tí. No te voy a engañar, no sé lo que va a durar ésto, pero terminará, y podrás volver con ellos. Yo te ayudaré hasta que no me queden fuerzas. -Sonríe de nuevo, aún con lágrimas en los ojos, mirando a Victoria dulcemente.
Verónica agarra la mano de Victoria y ambas bajan el terraplén que les lleva a la vía de metro abandonada. La mujer dirige a la muchacha por el túnel de la derecha y las dos se internan en la oscuridad. -El olor es algo desagradable, pero en seguida te acostumbrarás. Y no temas, ninguna de las personas que verás va a hacerte nada. -La mujer enciende una linterna y avanza junto a Victoria por los túneles, sobre las antiguas vías. A ambos lados hay sacos de dormir viejos y rotos, montones de basura, grafitis en las paredes, cartones que hacen las veces de refugio, y algún que otro indigente.
De vez en cuando, en las paredes retumban los ecos de los sonidos de alguien que tose. Según avanzan, Victoria ve a personas sin techo que parecen tener ahí su residencia, esparcidas por una estación abandonada, y con aspecto de haber sido construida en el siglo pasado. Algunas pesonas miran a la mujer y a la niña con curiosidad. Uno de ellos, un hombre anciano sentado sobre una caja de plástico, hace un gesto con la cabeza a Verónica en forma de saludo. Esta le devuelve el saludo. Parece que por aquí la respetan.
Después de un buen rato caminando entre húmedos y sucios túneles y estaciones antiguas, llegan a una entrada que está en una de las paredes. Es un pasillo de servicio que da a una puerta metálica con aspecto de ser bastante gruesa y resistente. Ese pasillo parece que antaño podría haber sido usado por la persona que se dedicaba a mantener las vías o estaciones.
-Hemos llegado. -Dice la mujer, y suelta la mano de Victoria para abrir la gruesa puerta metálica. La empuja y enciende las luces, que iluminan una enorme estancia con suelo, techo y paredes de hormigón. Al entrar, Victoria ve que al frente hay un escritorio amplio, con un par de servidores a los lados con leds que parpadean, conectados a unos enormes cables que van hacia el techo. Sobre el escritorio hay una computadora con tres monitores y un teclado, todo conectado a los servidores. Junto al impresionante centro multimedia hay un par de taquillas metálicas y un archivador, también metálico. En la pared derecha hay un pequeño mueble metálico sobre el que descansa un televisor. Frente a éste, una mesa con un par de sillas, sobre la cual parece que alguien ha comido hace poco. En la pared izquierda, unos cuadros eléctricos muy altos y antiguos que parecen en desuso. En la pared de la derecha, junto al televisor, hay un pasillo que se interna hacia la oscuridad.
-Esta es mi humilde morada y también mi centro de operaciones. No es muy cómoda, pero hago lo que puedo. Es un lugar discreto que solo conozco yo, y alguno de esos que has visto fuera. Te enseñaré tu cama. -Verónica avanza y se interna en el estrecho pasillo junto a la tele. A la izquierda, una puerta que da a un cuarto de baño. A la derecha, otra puerta que da a una pequeña estancia en la que Verónica ha instalado una moderna cocina de forma ingeniosa. Al frente, una especie de gran sala de maquinaria antigua y tuberías que vivieron tiempos mejores. Junto a una de las paredes de esta sala de máquinas, una cama que parece bastante cómoda. Unas taquillas metálicas y una mesilla. En la otra pared, frente a la cama, hay tres literas con dos camas cada una. Junto a la puerta de entrada, una hilera de varias taquillas que se asemejan a las del instituto de Victoria. -Ahí puedes dormir. Las he preparado para vosotros, son nuevas, no te preocupes. -Dice Verónica señalando las camas.
-Bueno... ponte cómoda. Espero que este sitio no te cause demasiada mala impresión, jeje. Sé que no es a lo que estás acostumbrada. Esta noche dormiremos y esperaremos a que se calme la situación. Tengo que ir a la computadora para preparar unos papeles para traer al niño finlandés, que ya está con nosotros en WeRSpecial y se ha puesto en contacto. -Victoria nota que el acento de la mujer tiene un deje español. -Ah, ya puedes usar tu móvil. Sólo mediante el wifi aquí instalado, que es irrastreable, ya que aquí abajo no hay otro tipo de señal. Si tienes alguna duda o pregunta, soy todo oídos. Por cierto, mi nombre real es Verónica Escudero. -Sonríe.
¿Qué hiciste con la bici? xD
La violinista se mostró sorprendida al notar los espasmos de Verónica, no tardando mucho en comprender que ésta parecía estar sollozando. ¿Estaba triste por ella? Aquello hizo que la joven afirmara aún más su abrazo sobre la mujer, sintiéndose un poco mal por el hecho de que Verónica hubiera llorado por ella, cuando en realidad no tenía la culpa. Había sido las propias acciones de Victoria lo que la había metido en aquel problema. Jamás debería de haber herido a esos chicos, ni mucho menos jugar con aquel árbol fuera de su hogar. Si hubiera sido un poco más cuidadosa con lo que hacía con su poder, no habría tenido que abandonar su hogar, ni tampoco asesinar a esos "agentes". De cualquier manera, tan sólo asintió en silencio en el momento en el que la mujer acarició su cabeza, teniendo en cuenta que era lo más cercano a una expresión de cariño, algo que ciertamente necesitaba en aquel instante, ahora que no tenía a sus padres para reconfortarla. No tardó mucho en negar con la cabeza en cuanto Verónica le dijo que podía contarle lo que había hecho para llegar hasta allí. No quería hacerlo, no quería que la viera como un monstruo, incluso si tarde o temprano lo descubriría por medio de las noticias. No había sido muy sutil en su accionar. - No... es mejor que no lo sepas. Aunque se lo merecen. Por lo que le hicieron a esos niños. Ellos son los monstruos. - Afirmó con total seriedad en su voz, sin considerar la idea de disculparse por lo que le había hecho a esos hombres. Era probable que tuvieran una familia. Esposa e hijos. Si bien, aquello no significaba que no merecieran un castigo severo por lo que habían hecho, y ella no dudaría en otorgarles dicho castigo en nombre de los otros niños que habían sido capturados. Era lo mínimo que podía hacer por ellos en lo que respectaba a justicia.
No dudó mucho en seguir a Verónica hacia el interior de la vía de metro abandonada, llevando con ella la bicicleta que había robado de aquella niña, al igual que la radio de uno de los agentes. No había quedado muy convencida por las palabras de la mujer, respecto al hecho de que, tarde o temprano, regresaría con su familia, al igual que con su mejor amiga que, en ese momento, tanto extrañaba, a pesar de no haber pasado mucho tiempo desde que se había escapado de los "agentes". No creía que fuera tan fácil, y algo le decía que, probablemente, estaría gran parte de su vida huyendo, o incluso matando a más de esos "monstruos". Al menos, ahora sabía que nada le sucedería a su amiga, ni tampoco a sus padres, luego de que hubiera optado por alejarse de ellos. Aquello era algo bueno, dentro de todo lo malo, por lo que suspiró aliviada, sabiendo que no tendría que preocuparse por ellos, o de lo contrario, no habría dudado en salir a matar a más de esos despreciables sujetos. Por otro lado, estaba claro que a Verónica le importaba su seguridad, así como su estado anímico, si las lágrimas que había derramado eran evidencia de ello, por lo que sabía que estaba en manos de alguien que intentaría cuidarla de la mejor manera posible... incluso si aquel sitio dejaba mucho que desear. Después de todo, el olor era un poco... demasiado para Victoria, sin duda, y las personas que vivían allí eran... peculiares, por decir algo bueno de los mismos. Sea lo que fuera, optó por mantener lo más cerca de la mujer, no deseando alejarse mucho de ella, al no saber si todas esas personas eran de confianza, incluso si parecían respetar a Verónica. No pensaba correr riesgo alguno de momento, por más que la mujer le asegurara que no le harían nada.
Una vez dentro de lo que parecía ser la "residencia" de Verónica, la joven Lawnett se dedicó a observar en detalle cada aspecto del interior de aquel sitio, notando con rapidez la clara obsesión que la mujer tenía por la tecnología, y el hecho de estar siempre informada. Si no fuera por el hecho de que se encontraban en un metro abandonado, habría pensado que aquello era el refugio de una especie de super espía. - Wow... - Fue lo único que dijo en ese momento, mientras continuaba observando con cierto interés. Aún así, el resto del supuesto "hogar" dejaba mucho que desear, en comparación a lo que Victoria estaba acostumbrada, si se tenía en cuenta el estilo de vida de sus padres. Sería difícil acostumbrarse a vivir en un sitio así, si bien tampoco iba a opinar al respecto, no cuando era obvio lo mucho que Verónica se estaba sacrificando por ella y el resto de los niños. No podía menospreciar su residencia, ni mucho menos pensaba hacerlo. - Eres como una espía... - Le dijo a la mujer en un tono que denotaba cierto entusiasmo respecto a la tecnología que poseía, a pesar de encontrarse en aquel lugar lleno de vagabundos. - No, está bien. No está mal y... tengo que ocultarme. Me has ayudado mucho, aunque no entiendo muy bien por qué lo haces. Ten... - Le ofreció la radio que había obtenido de uno de los agentes, tras sacarla de la cesta de la bicicleta. - Puede que te sirva de algo. Era de uno de esos hombres... - Se explicó con rapidez, para luego mirar la cama en la cual dormiría. No le gustaba mucho la idea de compartir habitación con otros niños. Sólo quería tener a Katarina de nuevo con ella. No obstante, no pudo evitar mostrarse ciertamente feliz al escuchar que podría utilizar su móvil con el wifi de la mujer. No podía esperar a comunicarse con su amiga, por lo que no dudó en prender su móvil con la intención de contactar con ella. - Gracias, Verónica. Por todo. Aunque... tal vez no deberías ayudarme. Sería mejor que tú no te metieras en problemas. - Le dijo con cierta preocupación en su voz, antes de volver a centrarse en el móvil.
Pues, la llevé conmigo, como acabo de indicar en el post xDDD
-Ja, ja, ja... Si, como una espía, buen paralelismo. -Verónica alarga la mano para coger el walkie que le ofrece Victoria. -¡Oh, gracias, bien hecho! Aquí y ahora puede que no sirva de mucho, pero cuando salgamos ahí fuera será decisivo. Veremos si estos tipos son tan idiotas como para no cambiar la frecuencia. Es muy probable que te subestimen. -Victoria se acerca al archivador metálico y abre uno de los cajones. Comienza a revolver el contenido del interior hasta que saca una especie de estación de carga. Lo conecta un enchufe y coloca el walkie para que se cargue.
Después se sienta en su silla de la computadora y la gira para ponerse mirando a Victoria. -Victoria, ya estoy en problemas desde hace más de seis años. La edad que tiene la niña atrapada en algún lugar de Texas. Yo trabajaba para ellos en una división informática y de ciberseguridad. Como puedes ver, es lo que mejor sé hacer. No era la única, y tampoco tenía acceso a toda la información de la organización, que ahora sabemos que es una sociedad secreta, gracias a Angelo y Joss. -Se recuesta en el respaldo de la cómoda silla.
-Yo ya tenía la intención de abandonar mi "trabajo", pero la organización no se deja así como así. Tenía mucha información jugosa. Planeé mi "retiro", mi escapada, y entonces ocurrió: accedí a una información por accidente. Ví algo que no debería haber visto y entonces supe lo vuestro. No puede quedarme de brazos cruzados. Pirateé una tarjeta de acceso y os fuí sacando de allí según íbais "naciendo". Sinceramente no sé si habéis nacido o habéis sido creados. Tan sólo sé que aparecíais un día y yo iba de madrugada y os sacaba de allí. No sé si alguien os traía de alguna parte o érais creados allí mismo. -Hace una pausa. -Tú fuiste la segunda por muy poco. La primera fue Atreides, pero os lleváis unas horas. Os repartí por el mundo con la esperanza de que os dieran por desaparecidos o muertos, al igual que hice yo: Desapareder y darme por muerta.
-Ya empezaba a llevar una nueva vida, ya comenzaba a enfriarse mi rastro, y entonces ocurrió el blackout de Austin. Lo ví claro, era una de los vuestros. Me mudé de vuelta aquí, a mi antiguo refugio, y comencé a buscaros. Me sentí responsable de vosotros y, sinceramente, no sabía dónde me estaba metiendo. Yo imaginaba que la organización era poderosa, ya que me costó lo suyo sobrevivir, pero desde que estoy con vosotros estoy descubriendo mucho más. Ahora no puedo dejaros en la estacada. No sólo por vosotros, por todo el mundo. Es una cuestión de responsabilidad civil. Creo que eres capaz de entenderlo.
-Sonríe ligeramente. -Antes te noté tensa ahí fuera. No te preocupes por los indigentes. He tenido que hacerles algunos favores, a veces, para que no entren aquí y me desmantelen el chiringuito para venderlo por cuatro centavos. Favores de los que prefiero no hablar. Nadie es un santo, tú lo sabes muy bien a tu corta edad, y hacemos lo que sea por sobrevivir. -Otra pausa. Mira a la niña de arriba a abajo. -Debes tener hambre ¿quieres pizza? -Se levanta para ir a la cocina y prepararla.
La violinista sonrió de buen humor al escuchar cómo Verónica le decía que había sido una buena idea que se quedara con uno de los walkies, a pesar de lo que había tenido que hacer para obtener uno. Aún podía recordar la forma en la que había acabado con la vida de aquel agente, cómo había jugado con su cuerpo como si muera un mero juguete antes de forzarle su último suspiro. Tal pensamiento no hizo otra cosa más que agriar el humor de la pequeña, si bien no tardó mucho en recomponerse, intentando mantener una expresión más calmada, de felicidad. - Pude escuchar lo que decían para poder escapar sin mucho problema. - Le explicó a la mujer, sabiendo muy bien, que, si no hubiera cogido aquel walkie, escapar habría sido mucho más difícil, ya que se habría movido a "ciegas". De cualquier modo, se encogió de hombros ante la posibilidad de que los agentes pudieran cambiar de frecuencia. Todo dependía de si estaban informados de su inteligencia superior al resto de las personas, o si la subestimaban de acuerdo a su edad. - No lo sé. Aunque si no cambian la frecuencia... será muy útil. - Aseguró, incluso si no estaba segura de querer volver a encontrarse con esos sujetos. Tan sólo deseaba volver a vivir su vida normal, a pesar de que sabía que no podría regresar con sus padres, no a menos que estuviera dispuesta a explicarles lo que había sucedido, algo que temía en demasía. Por lo menos... deseaba volver a ver a Katarina. No quería perderla, no luego de haberle confesado lo que sentía por ella, no cuando había disfrutado demasiado de sus labios, y lo bien que dichos besos la hacía sentir en su interior. Realmente quería tener algo con ella en el futuro pero... ahora no estaba muy segura de que fuera posible.
Su mirada se concentró en Verónica, mientras ésta ponía a cargar el walkie, para luego escuchar con atención lo que la mujer tenía para decirle, explicando lo que había sido su vida antes de que los niños crecieran, y su relación con la organización que parecía darle caza a niños como Victoria, algo que ciertamente sorprendió a la joven, ya que no había esperado que estuviera tan involucrada con los mismos. Sin embargo, lo que sorprendió a la violinista, fue escuchar cómo ella había sido "creada" por tal organización. Tal vez no había sido creada en cuerpo y alma pero... no había duda de que su "talento"... había sido a causa de algo que aquellos sujetos le habían hecho a ella. Aquella revelación hizo que la joven Lawnett abriera los ojos de par en par, no pudiendo creer lo que estaba escuchando. ¿Era una especie de ser humano artificial? ¿O tan sólo alguien que había sido robada de sus padres para luego experimentar en ella cuando era apenas un bebé? Las manos de la chica se cerraron con fuerza, ciertamente furiosa por descubrir aquella verdad, furiosa por la posibilidad de que hubiera sido robada de sus verdaderos padres, y que jugaran con ella de esa forma para convertirla en... lo que era. - ¿Soy un experimento? - Preguntó con el tono de voz bajo, incrédula, a medida que intentaba contener su ira en su interior. Quería hacerle daño a otro de esos agentes. No habría dudado en asesinar a uno de ellos, luego de escuchar aquello. No hacía falta pensarlo demasiado para saber el motivo de semejante experimento. Debían de desear crear soldados especiales, o algo similar. Estaban jugando a ser dioses. - Son monstruos... - Susurró para sí misma, ahora más segura de lo que había hecho, sin sentir arrepentimiento alguno. Se lo merecían.
Lo peor había sido lo que Verónica había debido de sacrificar para abandonar aquella organización, además del esfuerzo que había tenido que hacer para conseguirle, a cada uno de ellos, un lugar donde vivir, teniendo una nueva vida. El sólo hecho de pensar en el sacrificio de la mujer, hizo que la violinista le dedicara una mirada dulce, ciertamente agradecida. - Gracias, Verónica. No es tu culpa. Tú has hecho lo mejor que pudiste. - Le aseguró en un tono gentil, mientras consideraba lo que había dicho sobre realizar algunos favores para los que vivían en aquel sitio. ¿Qué favores? Esperaba que no hubiera sido nada malo para ella. O no dudaría en castigar a los que habían forzado a su protectora a hacer algo malo. De cualquier modo, no se demoró en asentir al escuchar la pregunta que Verónica le hizo. Tenía que admitir que tenía hambre. No había comido nada en todo ese tiempo, mientras huía de los agentes, y la idea de comer pizza era realmente agradable para ella en ese momento. Por un breve instante, se frotó el vientre, dejando en claro que estaba hambrienta. - Sí... tengo hambre. Aunque no me gustaría comerme tu comida, la verdad... Ya hiciste mucho por mí. - Le dijo a la mujer en un tono que denotaba su sentimiento de culpa. - Y... espero que esos favores no fueran malos. Si lo fueron... no es necesario que hagas otro favor. Ahora que estoy aquí, nadie puede robarte nada ni obligarte a hacer algo que no quieras hacer. - Afirmó con total determinación, tanto en su voz como en su mirada. Por la expresión que revelaba en ese momento, estaba claro que Victoria estaba dispuesta a hacerle daño a cualquiera que molestara a Verónica. Era lo mínimo que podía hacer por ella. Lo que sea que hubieran sido esos "favores", no había duda de que era algo que no había sido agradable para ella. Tras decir aquello, no dudó mucho en seguirla hacia la cocina, con la intención de incluso ayudarla a preparar la comida.
A MATAR A TODO EL QUE MOLESTE A MAMÁ NÚMERO DOS!
Al notar la sorpresa y la ira en las palabras de Victoria cuando ésta susurra que es un experimento, Verónica se da cuenta de que ha sido muy brusca soltando esa información. Para ella es tan natural, lleva tanto tiempo rumiándolo en su interior, que no se da cuenta de que está tratando con niños. Especiales y muy inteligentes, pero niños, al fin y al cabo.
-Lo... lo siento, Victoria. Yo no... yo debería haber tenido más tacto al contarte eso. Ya has visto que el tacto no es lo mío. No sé cómo va a terminar todo esto, pero intentaré por todos los medios averiguar más sobre vosotros. Os merecéis respuestas. No me imagino lo horrible que tiene que ser estar en vuestro lugar. Tengo que decir que me siento orgullosa de todos vosotros. Al menos estáis del lado de la gente. Habéis tenido unas familias que os han dado el amor que todo niño necesita y eso ha evitado que fuérais malas personas sin criterio para decidir lo que hacer con vuestras habilidades. -Sonríe, amable, y se acerca a la niña para acariciar de nuevo su pelo.
Una vez a su lado, Victoria le responde que sí que tiene hambre y que quiere pizza. -Jajaja, no te preocupes por eso, hay pizza de sobra. Ya sabía que venías. Además, Typhos y Atreides también están al venir. Y con suerte, Joss y Angelo conseguirán escapar. En el congelador hay comida para todos. No me puedo permitir salir muy a menudo y aprovecho las salidas. -Comenta la mujer mientras ambas llegan a la cocina.
Una vez allí, la bella Verónica mira fijamente a la niña. Se pone de cuclillas para estar a su altura. -Victoria... Sí, fueron favores malos. Y no me obligaron. A veces, tienes que hacer favores a otras personas aunque no sean cosas agradables. No todo es blanco o negro. Esas personas de ahí fuera no son malas, aunque tampoco buenas. Como casi todo el mundo, ¿comprendes? A veces, es más sencillo cooperar y dar tu brazo a torcer para el beneficio mutuo, y no pelear hasta la muerte como un paladín. Pero sólo a veces. -Verónica sonríe y le guiña un ojo a la niña. Se levanta para abrir el frigorífico y sacar dos pizzas precocinadas. -¿Carne barbacoa o atún y gambas?
Para ser huérfana tienes muchas madres, xD
Al oír la disculpa de Verónica, la pequeña tan sólo negó con la cabeza con rapidez, no deseando preocuparla por algo en lo que la mujer no tenía la culpa en lo más mínimo. Victoria apreciaba la honestidad, y ciertamente apreciaba el hecho de que Verónica le hubiera revelado aquella información, por más impactante que pudiera ser para ella. Era mejor que lo supiera en ese momento, que descubrirlo luego, en un momento en el que pudiera necesitar estar tranquila. La mujer no tenía nada de que disculparse. - Tranquila, no fue tu culpa. Tenía que saberlo y te agradezco que no me lo hayas ocultado. - Le agradeció en un tono gentil, dejando en claro que, a pesar de tal información había tenido algo de efecto en ella, no dejaba de estar feliz por saber aquella verdad, por más dura que pudiera ser para ella. No obstante, las siguientes palabras de la mujer no fueron otra cosa más que una aguda puñalada para la joven, teniendo en cuenta que ella no estaba segura de ser una "buena persona", luego de que había asesinado a esos agentes con cierta facilidad. Sí, lo había hecho en defensa propia. Sí, había matado a unos bastardos que no merecían nada mejor, luego de dedicarse a secuestrar unos pobres niños que tan sólo deseaban una vida normal. Sin embargo, a pesar de que pudieran ser unos monstruos en cuanto a espíritu, no dejaban de ser personas los que habían muerto bajo su poder. Era una asesina, una asesina de monstruos, pero una asesina al final. - No soy una buena persona... - Dijo en voz baja, más como una crítica a sí misma que algo que realmente pensara decirle a la mujer, incluso si estaba claro que Verónica era más que capaz de oír lo que había dicho. De cualquier forma, optó por disfrutar del gesto cariñoso que la mujer le dedicaba en ese momento al acariciar su cabello, lo más cercano al cariño de una madre en la situación en la que se encontraba, lejos de su familia.
Ahora que sabía que Verónica tenía comida de sobra para ella y el resto de los niños, no tardó mucho en sonreír de mejor humor, sintiendo cómo su estómago parecía rugir en su interior por algo de atención... y pizza. Estaba hambrienta. Tanta tensión había agotado sus energías, y despertado un apetito considerable en su estómago. - Está bien. Aunque si necesitas ayuda en algo, siempre puedes pedirme lo que sea. - Le aseguró a Verónica, dejando en claro que no tenía problema en ayudarla a obtener más alimento, como sea que pudiera hacerlo. No pensaba vivir de la bondad de la pobre mujer, alimentándose de sus reservas de alimento sin hacer nada por ella. Había sido demasiado amable con ella como para no devolver algo de dicha bondad. Sin embargo, la explicación de los favores, no hicieron más que agriar la expresión de la joven, quien no estaba muy convencida de lo que había escuchado. No había duda de que habían sido favores que no habían sido del agrado de la mujer, por lo que estaba claro que debía de haber sido algo malo para ella. ¿Qué era lo que le habían pedido que hiciera? No pudo evitar fruncir el ceño, ciertamente preocupada, esperando que no hubiera sido nada demasiado grave para Verónica. Aún así, no dejaría que volviera a hacer algo que no quisiera hacer. No importaba lo que le hubiera dicho de torcer el brazo. Nadie debía de ser forzado a hacer algo que no quería, al menos no algo que estaba claro que había sido demasiado desagradable para la mujer. - Carne barbacoa... - Respondió ante la pregunta de las pizzas, aún sin estar demasiado convencida por lo que le había explicado. - Si tienes que hacer algo que no quieres hacer... significa que fuiste obligada a cumplir con esos favores, incluso si no fue de manera directa. No voy a dejar que tengas que hacer esa clase de favores de nuevo. Me niego. - Declaró en un tono firme, completamente seria, revelando una mirada fría, semejante a la que había mostrado luego de acabar con la vida de aquellos agentes. Verónica era demasiado buena como para tener que hacer algo que no quería. - Quisiera saber lo que tuviste que hacer pero... supongo que no quieres decírmelo. Lo comprendo. Aunque no tendrás que hacerlo de nuevo. Nadie volverá a molestarte. - Le prometió, determinada a evitar que algo malo volviera a sucederle a la bella mujer. - ¿Te ayudo a preparar la mesa? - Preguntó, luego de mostrar una expresión más gentil, tras haber expresado lo que deseaba expresar.
Shhhh! Dame más madres! xDD
Una vez que las dos preparan la mesa y las pizzas son servidas, se ponen a cenar.
Verónica mira a Victoria mientras come. Tras haber escuchado sus palabras y su intención de protegerla, la mujer duda si contarle los favores que hizo para mantener una relación estable con los indigentes.
Por la cabeza de Verónica pasan las imágenes de aquellos sucesos mientras ve a la niña masticar feliz, aplacando el hambre. La vez que asfixió a aquel hombre en la calle con una bolsa de plástico. Después se lo entregó al que parecía el jefe del "clan" de ahí abajo. Le ofrecieron parte del "botín", pero ella no era caníbal y pretendía seguir así.
Durante las noches siguientes tuvo pesadillas y vomitaba sólo de pensarlo. Sucedió cuando ya había montado toda la instalación en este lugar, con gran sacrificio y esfuerzo. No estaba dispuesta a perderlo todo. Las historias que se oyen desde hace décadas en la superficie, sobre organizaciones ocultas de indigentes bajo el metro de Nueva York, sobre gente que vive aquí abajo y que secuestran inocentes para alimentarse, eran ciertas. A veces, la realidad supera la ficción.
Se hacían llamar "El Clan". Estaban perfectamente organizados. Daba la impresión que la red de túneles y estaciones abandonadas desde principios de siglo hasta la actualidad, era como una ciudad subterránea postapocalíptica. Lo peor es que no sólo sucedía en Nueva York. También estaban Boston, Detroit, Washington... No eran emplazamientos muy grandes, aunque sólo en Nueva York la cifra de indigentes en 2018 ascendía a más de 113.500. De los cuales, un 70 u 80 por ciento vivían en los túneles abandonados. Efectivamente, como una pequeña ciudad con su estructura social. Cuando consiguen dinero, lo reparten entre todos, y la cúpula se lleva una sustanciosa parte como tributo. En la superficie no parece que se conozcan entre ellos, pero la gran mayoría sí lo hace. Es mejor colaborar que vivir sin techo y en solitario. Más de la mitad de las personas que desaparecen en Nueva York son secuestradas para alimentar a la gente que vive bajo sus pies. Sucede cuando no hay más remedio, cuando la comida escasea, y hay gente designada para elegir a las víctimas. Verónica no era consciente de todo esto antes de vivir aquí abajo.
El Cuervo, el jefe de El Clan, le pidió secuestrar un par de veces. En una de ellas tuvo que dar muerte a una de sus víctimas con una navaja automática, pues luchaba por su vida y estuvo a punto de herir a Verónica y escapar. En otra ocasión instaló en su refugio un par de bidones con ácido para deshacerse de cuerpos de víctimas. El lugar de Verónica era ideal para ello, uno de los más ocultos de la ciudad. Los bidones estuvieron instalados en la antigua sala de máquinas, donde ahora están las literas para los niños y las taquillas. Todo ello por no hablar de los favores sexuales. Tan sólo lo hizo una vez y decidió que ahí terminaba su colaboración con los indigentes. Negoció con Mike, un tipo que aspiraba al puesto de líder de El Clan, para ayudarle a acabar con el Cuervo y quedarse como jefe, a cambio de que aquel le dejara a Verónica vivir tranquila entre ellos. Tan sólo haría los favores que ella considerara oportunos, como traer comida de vez en cuando, o mirar para otro lado cuando viera algo que no le gustara. Y hay muchas cosas que no le gustan... Pero todo eso no lo sabe Victoria, y puede que nunca llegue a saberlo.
-Se ve que tenías hambre, jajaja. -Ríe la mujer al ver comer a la niña. -No, no puedo decírtelo. Tu eres una paladín y no quiero que acabes conmigo. -Le guiña un ojo.
Un momento después, en el improvisado salón, suena una alarma procedente de la computadora de Verónica. La mujer se levanta a toda prisa y va para allá. Si Victoria la sigue, verá cómo la mujer comienza a teclear el teclado y a manipular el ratón rápidamente y sin sentarse. Al cabo de un rato, pueden verse en la pantalla varias imágenes de cámaras de vigilancia en una ciudad:
Verónica se queda petrificada, atónita ante las imágenes de los destellos brillando con gran intensidad a baja altura en el cielo de la ciudad. -Oh... No puede ser... Es Georgetown, en Texas...
La violinista había notado la expresión de Verónica, mientras ésta parecía pensar en la posibilidad de hablarle sobre los favores que había realizado para aquellos indigentes. No había duda de que había sido algo que ciertamente le había afectado en demasía, al punto de sentirse realmente mal, en base a la expresión que la mujer revelaba en ese preciso momento. Mientras esperaba a que se decidiera, Victoria tan sólo comenzó a comer, disfrutando del sabor de su pizza, a pesar de que estaba más preocupada por lo que sea que la mujer había hecho en el pasado. No pensaba juzgarla, no cuando ella también había hecho cosas terribles a esos hombres que la habían perseguido. No podía juzgarla, e incluso temía que la mujer la juzgaría a ella por lo que había hecho. De cualquier manera, optó por continuar comiendo, teniendo en cuenta que estaba realmente hambrienta, mientras esperaba a que la mujer se decidiera a responderle. - Tenía hambre, sí... - Se expresó un poco avergonzada, en especial cuando no podía resistirse cuando se trataba de pizza. Era una de sus comidas favoritas, incluso si no era la más saludable. ¿Quién podía decirle que no a una buena porción de pizza? Sólo alguien sin alma, posiblemente. No obstante, luego de dejar los cubiertos a un costado, se mostró preocupada al escuchar lo que Verónica le dijo respecto a que no quería que acabara con ella. Sin dudarlo demasiado, negó con la cabeza con rapidez, dejando en claro que estaba equivocada al pensar de esa forma. - No soy una paladina. Ni tampoco voy a acabar contigo. Tú me ayudaste cuando lo necesitaba. No te haría algo así. Además... no tenías otra opción, lo que sea que te hicieron hacer, tenías que ser aceptada. Ellos fueron los que te obligaron, aprovechándose de tu situación. - Aseguró en un tono amable, no pudiendo evitar sentirse aún más enojada con aquellos indigentes.
No obstante, debido a la respuesta negativa por parte de la mujer, Victoria supuso que no sería buena idea continuar presionándola para que le respondiera. De cualquier manera, no dudaría en hacerle daño al resto de los indigentes, si es que intentaban presionar a Verónica para que hiciera otro de esos "favores". Ya no sería necesario que hiciera nada más por ello, a menos que se tratara de un favor que realmente no molestara a la pobre mujer. Sin embargo, mientras consideraba aquello, y se disponía a ayudarla a lavar los platos, así como los cubiertos, su atención no tardó en concentrarse en la alarma que sonó de manera repentina, procedente de la computadora de Verónica. - ¿Qué es eso? - Preguntó sorprendida, a la vez que optaba por seguir a la mujer hacia la computadora, deseando saber lo que estaba sucediendo. Si bien, lo que más sorprendió a la joven, fue lo que pudo ver a continuación. Aquellas imágenes eran algo ciertamente sorprendentes para Victoria. Grandes destellos que parecían ser una especie de explosión o algo parecido. No tenía idea de qué era todo aquello, aunque algo le decía que estaba relacionado con el resto de los niños "especiales". - ¿Georgetown? ¿Texas? - Preguntó aún un tanto incrédula, sin tener una respuesta concreta a lo que deseaba saber. Por un momento, tan sólo se quedó mirando en silencio, los ojos bien abiertos, si bien no tardó mucho en dedicarle una mirada a Verónica, esperando que ésta se explicara un poco más. - ¿Es uno de los niños? ¿Qué es eso? ¿Una explosión? - Le preguntó con cierta preocupación en su voz, a medida que volvía a centrar su mirada en la pantalla. Si mal no recordaba, había alguien así que había sido capturada por aquella organización, si bien no sabía si aquello significaba que había escapado de sus captores, o si bien estaban haciendo algo con ella.
Ellos fueron los que te obligaron, aprovechándose de tu situación.
Verónica pone una de sus manos en el hombro de la niña. -Si. Pero siempre hay elección, ¿entiendes? Pude haberme negado y no lo hice. Hay cosas que pesan más que los objetivos propios y yo elegí llevar a cabo mis objetivos cuanto antes a cambio de... aquellos favores. Tal vez no fue lo correcto, pero aquí estamos. No merece la pena mirar atrás, tan sólo para aprender. Además, es tan importante conocer tus opciones, las consecuencias de tus decisiones, como tomar una buena elección. Saber lo que dejas atrás cuando das un paso hacia una dirección. Tú eso ya lo sabes, has tomado decisiones difíciles. Quizás no fueron las correctas, pero si sabes reconocer que no lo fueron, puedes aprender de ello para tus decisiones futuras. -De repente se queda callada y ríe. -Jajaja, parezco el señor Miyagi.
Frente a la computadora, Verónica se queda mirando atónita la pantalla, sin responder las preguntas de Victoria. Lo que puede verse es que la luz se mantiene, no desaparece como lo haría una explosión. -Oh, dios, pero, ¿qué es ésto? -Susurra.
Verónica mueve el ratón y pulsa algunas teclas. Comienzan a aparecer imágenes desde diferentes ángulos y distancias hasta que mantiene en pantalla la que le interesa. Puede verse la intensa luz a decenas de metros sobre el suelo. Parece estar a las afueras de Georgetown, cerca de un lago.
-Sí. Sí, sí, por esa zona está la pequeña, la que se crió con los amish. Tiene que ser ella. Pero... el efecto está durando demasiado ¡Oh, dios! -La mujer se lleva una mano a tapar su boca, sorprendida.
Ante ellas, esa bola de luz comienza a aplanarse horizontalmente hasta formar una especie de disco luminoso. Verónica teclea para intentar verlo desde más cerca, pero es imposible. Hace zoom a la imagen y con los píxeles borrosos puede verse cómo el disco parece convertirse en una espiral, como una especie de vórtice.