Con un traje hecho a medida para la ocasión. El viejo fotógrafo se dejo llevar por el lujo que le rodeaba y pensó en gastarse parte de su propio patrimonio en lo que seguramente fuera su ultimo trabajo fuera de su patria natal. Pero gracias al material que había conseguido en la expedición del Cairo estaba seguro que solo una de esas fotos, valía el pasaje y las excentricidades que le rodeaban, así que gastarse un poco mas no afectaría a su jubilación.
Dejando su viejo sombrero en el camarote de cama amplia y ventana estrecha, entro en el salón con su traje de franela y la cámara colgando del cuello. A su modo de ver era casi como una corbata, pero seguramente para el resto seria una excentricidad mas. Por el contrario la triste realidad es que su trabajo le ocupaba toda su vida y nunca se separaba de ella así como de su sombrero; aunque en esta noche hiciera una excepción con el.
Finalmente ya instalado con el resto en el amplio salón de juegos donde la música y las voces se unían de manera dispar. Observaba curioso a los pasajeros. Algunos ya los conocía como ese joven reportero con el apellido de niño de libro, quien al parecer tampoco sabia desconectar de su trabajo. O la mujer que no dejaba títere con cabeza. Portman la habían llamado. En cambio otros como ese hombre de cara desaliñada a pesar de que vestía como un rico y que tenia la lengua tan suelta como su camisa. Manou tuvo que taparse la boca para evitar soltar una risotada al escucharle hablar. O el que parecía egipcio, aunque... creía haberle visto en la expedición y posterior hallazgo. Tal vez estaría posando en alguna de sus fotos.
Por si acaso le saludo con la cabeza y atusándose la barba, al pasar a su lado así como a la gente con la que compartía unas palabras. Así pasaba la noche aquel hombre de "mediana" edad que estaba al final de su carrera. Paseando por la estancia con una sonrisa en su cara. Satisfecho de volver a casa.
Un hombre mayor de buen aspecto se sentó a mi lado, lo observé durante unos segundos antes de responder con una sonrisa levantando mi mano para llamar al chico que servía las copas. Me pareció un agradable detalle que aquel hombre se ofreciera a pagar mi copa.
- Que sean dos por favor- le señalé esperando que nos sirviera pronto y así fue. - Mucho gusto, soy Elizabeth Fellons- extendí mi mano para saludarlo cordialmente- estoy segura de que si llevara un poco más de escote podría obtener un servicio más rápido.
Me reí cogiendo una de las copas que nos sirvieron bebiendo de golpe la mitad del mismo. "Cada día hacen estas copas más pequeñas" miré alrededor todos estaban ocupado y WOW... un tipo cuya pinta de borracho vagabundo no se la quitaba sin importar que se pusiera. Volvi a poner mi atención en el caballero.
- Y bien, me gustaría saber el nombre del gentil caballero que pagará por esta copa.- Levanté mi martini para brindar con él.
Aileen inspecciona al hombre que se ha sentado a su lado y que dice amar el alcohol tal y como ella lo ama. Afirmación que no le resulta extraña viniendo de un irlandés, por otro lado.
—No es el que no haya nada en el fondo de la botella lo que me deprime, señor Flynn, sino el hecho en sí de que la botella tenga un fondo —le responde mirando el vaso que contiene su bebida. Encantada de conocerle.
Aileen extiende su mano y le ofrece al señor Flynn una impostada sonrisa de cortesía.
—Ya le conocía, de hecho, aunque no por su rostro. Habiendo leído sus artículos, y la furia con la que cargaba contra políticos y magnates, le había imaginado más... enfadado —inclina la bebida sobre sus labios y toma un recatado sorbo del delicioso cóctel. Siento escuchar sobre el deceso de su esposa, por cierto, aunque no puedo evitar sorprenderme por que un dublinés haya encontrado el camino a la botella a raíz de tan trágico suceso. Cargar sobre un individuo la responsabilidad de los actos de sus compatriotas no es digno de una dama, no obstante, ni siquiera cuando los tópicos resultan atinados a todas luces —se disculpa mientras señala con la cabeza al irlandés tambaleante y zarrapastroso con pinta de vagabundo que murmura incoherencias en el centro de la sala.
Un pequeño trago después, Aileen se gira hacia el señor Flynn para continuar su charla.
—¿Qué le trae a este barco? ¿Negocios o placer? O quizá una mezcla de ambos.