Partida Rol por web

Muerte en el Atlanthic

Prólogo

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01/11/2013, 18:26
Narrador

¡Ey! ¿Quieres escuchar una buena historia...? No te arrepentirás y solo te costará una cerveza jajaja.

Siéntate, siéntate... todo empieza como cualquier leyenda que conozcas... un joven héroe y un objetivo, bien, pues éste héroe la cagó y desató algo impensable... ¿Sabes que es lo mejor?.. que ésta historia sucedió hace solo unos años...

El Cairo, 1924

Nuestro viaje empieza en la década de los años 20. La creencia sobre la existencia de las maldiciones egipcias está en pleno apogeo. Pasados dos años desde el descubrimiento de la tumba del faraón Tutankamon y las muertes misteriosas que acaecieron tras el saqueo y traslado de los restos funerarios al museo británico, muchos son los curiosos que comienzan a interesarse sobre el estudio de la civilización egipcia.

La prensa sensacionalista se hace eco de tales infortunios, creado una leyenda negra sobre los infelices que estuvieron allí presentes en la apertura de la cámara real y que murieron por diversas causas inexplicables meses después del hallazgo. Los profesionales del campo de la arqueología y egiptología se pelean por descubrir otra tumba y obtener el  mismo reconocimiento que Howard Carter.

Aunque no todos los turistas son profesionales ni trabajan para enriquecer el patrimonio cultural artístico para mostrarlo al resto de la humanidad. Los ladrones de tumbas están al acecho listos para robar las riquezas pertinentes y comerciar con ellas en el mercado negro.

Observando el filón económico que tenían los periódicos, espectáculos teatrales y timadores que hacían negocio a costa de las antiguas maldiciones egipcias, la empresa naviera Ocean’s decide incluir en su hoja de ruta marítima el destino de El Cairo para poder explotarla al máximo con sus clientes.

Tanto es asi, que muchos pasajeros ricos y de clase meda viajaron hasta el país de las pirámides para contemplar con sus propios ojos las maravillas de los monumentos que les habían dado fama internacional. Por el placer de viajar y conocer nuevas culturas, motivo que contrastaba con el de otros que se colaban en tercera clase con la esperanza de encontrar un futuro mejor en ese país.

Entre los pasajeros ilustres figuraban el doctor Henry Jones, encargado jefe del departamento egipcio del museo británico y su hijo, explorador y arqueólogo experimentado. Después de años de investigación y viajes continuos hacia El Cairo, el esfuerzo de ambos se vió recompensado al encontrar la momia del gran Faraón Anecktón II. Para su sorpresa éste no fue enterrado solo sino que toda su familia estaba junto a él, antaño enterrados vivos para acompañarle a la vida eterna, pues no se iría sin ellos de este mundo.

Riquezas innumerables adornaban exquisitamente la sala fúnebre de su esposa Merytneith y de su primogénito Neferkara, así como la del gran Faraón. Cómo no, toda sala fúnebre con tesoros, cuenta con una maldición, una leyenda estúpida... o eso creía Henry... TODO AQUEL QUE PERTURBE MI SUEÑO ETERNO CAERÁ EN EL ABISMO, mientras lo escuchaba de boca de uno de sus trabajadores, él iba abriendo cofres y cogiendo los tesoros, haciendo caso omiso a la posible maldición.

El equipo de excavadores autóctonos que los acompañaban se negaron en rotundo a mover los sarcófagos, teniendo que hacer uso de los servicios de transporte del Atlanthic. Las momias iban a ser trasladadas en barco hasta el museo británico.

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02/11/2013, 18:36
Narrador

¡Por fin! todo listo para que los clientes embarquen. Muchos esperaban llegar pronto a casa con el fin de contar sus experiencias a familiares y amigos.

El Cairo ofrecía un espectáculo soberbio en cada una de sus callejuelas. La arquitectura árabe de las fachadas de las casas, el bullicio del bazar asfixiante y a su vez emocionante, los detalles de los jardines y parques estaban cuidados al máximo, color y música por doquier, peleas de ladrones, bares llenos de mujeres bellísimas por las que más de uno hubiese vendido a su madre y por supuesto su oferta cultural que iba desde las visitas a las rutas turísticas a las pirámides, un paseo por el museo egipcio o las iglesias y mezquitas de la capital.

    

 

En el Atlanthic confluyeron infinidad de pasajeros de diversas nacionalidades. Todos con distintos objetivos; viajes de recién casados, profesionales de la egiptología en busca de tumbas, comerciantes y empresarios, gente que vivía del negocio que rodeaba a las pirámides, fotógrafos, traductores…otros tenían sus propios objetivos en Londres o simplemente ganas de salir de El Cairo. Lo que estaba claro era que finalmente nuestros pasajeros se iban a poder embarcar en una travesía a lo largo del Atlántico... la primera escala nos dejaría en Liverpool. De allí la ruta continuaba hacia Nueva York, una tierra llena de oportunidades. La compañía naviera se embolsaba un dineral con el traslado de inmigrantes de Inglaterra a Norteamérica. 2.174 pasajeros entre pasaje y tripulación.

El embarco empezó a las 4 de la tarde. A las 7 se servía la cena en los distintos comedores de primera, segunda y tercera clase. Los clientes de primera y segunda cenaban en el mismo comedor aunque en zonas diferentes, cada cual tenía sus peculiaridades. Los clientes mas selectos gozaban de un servicio totalmente personalizado, con camareros a su entera disposición, degustaban unos manjares propios de reyes, además de una orquesta de cámara que hacia las delicias musicales de todos los presentes. El lujo del barco aún hacía mas apetecible el viaje aunque no todos pudieran disfrutarlo. Los de tercera se montaban su propia fiesta en las plantas inferiores o en la cubierta que no estaba reservada para los clientes de primera. Nuestros valientes amigos se fueron a sus camarotes para acomodar sus pertenencias y refrescarse, una vez cenados se disponían a acudir al salón de juegos donde cualquier pasajero era bienvenido. Todos tenían derecho a entrar puesto que la política de la empresa en este caso era dar acceso a los que quisieran gastar su dinero, fueran ricos o pobres. 

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02/11/2013, 18:45
Capitán John Hammer

Los pasajeros no dejaban de entrar, uno tras otro, parejas, solteros y solteras, ricos y pobres por doquier, como no, los primeros en llegar eran los menos agraciados por el dinero, pues tenían ganas de divertirse ya que para la mayoría esto no era sino, un viaje de placer, unas vacaciones. Los pasajeros con mas dinero y clase llegaron un poco mas tarde, algunos con sus bastones y joyas en mano, otros con su mujer o marido cogidos del brazo para dejar clara su posición.

Algunos decidieron quedarse en el camarote y poder descansar lo máximo posible, pues la espera al barco había sido larga, la cena además de lujuriosa había dejado muy claro que era apetitosa, pues no quedo ni una pizca en los platos y muchos pasajeros con el estomago lleno decidieron dormir y dejar el salón de juegos para otra noche...

-¡Bienvenidos!- Sonó desde el 2º piso del salón, arriba de las escaleras se podía distinguir una silueta alzando la mano saludando a todos los presentes -Soy el Capitán John Hammer, del Atlánthic- Dijo sonriendo -Y estos son mis hombres- Señaló abriendo los brazos de derecha a izquierda para mostrar a todos sus oficiales -Todos y cada uno de ellos están a vuestra disposición, les ayudarán en caso de tener cualquier problema- Esperó unos segundos y con las manos de nuevo en la barandilla pero con una sonrisa de oreja a oreja -En nombre de Ocean's SA les queremos pedir una única cosa, ¡DIVIÉRTANSE Y HAGAN DE ÉSTE UN VIAJE INOLVIDABLE!-

Bajó las escaleras junto a sus hombres que se distribuían por las plantas, saludó a los mas influenciables y lo que es lo mismo, mas ricos. Finalmente se despidió de todo el mundo para volver a sus labores en la cabina del timón.

Notas de juego

Recordad, todos y cada uno de vosotros vais trajeados para la ocasión, incluso el vagabundo, cada uno con lo mejor que puede ofrecer, pero no vais en pantalones cortos, etc...

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02/11/2013, 20:58
Rachel Portman

La señorita Portman se engalanó como de costumbre para acudir a la cena y disfrutar de la velada. Cada noche se preocupaba de cenar en una mesa distinta, tanteaba el terreno entre los clientes más selectos para ver quienes de ellos podían estar interesados en invertir capital. Ofrecía puros y buen coñac a los hombres de negocios además peloteaba descaradamente a sus esposas. Les hablaba de lo bien que funcionaba la compañía, que no paraban de fabricar dinero gracias a los altos precios que ponían para los pasajes de 3ª, habiendo tanto flujo de inmigrantes era imposible perder dinero. Todo era una maravilla, beneficios y más beneficios, invertir en Ocean´s era una forma fácil y rápida de hacerse más rico. Después de reunirse con el ingeniero del Atlanthic, quien también prestaba sus servicios a los altos mandos hablando maravillas de la tecnología innovadora que se había utilizado para la construcción del transatlántico y de todo el lujo que lo rodeaba, se dispuso a acudir al casino del barco para asegurarse de que todo funcionara correctamente. Aquella noche habían conseguido captar a dos accionistas, un magnate del petróleo y un nuevo rico de la industria agroalimentaria.

Rachel entro al salón de juegos caminando con una clase envidiable. Dio un vistazo rápido para controlar a la clientela, como cada noche estaba lleno hasta la bandera. Ricos y no tan ricos jugándose hasta el último penique. El dinero llama al dinero. Sonrió. Antes de pasarse por la barra del bar para tomarse una copa de vino blanco se acercó a uno de los crupieres que estaban de servicio esa noche. –Todo bien Lewis?. El empleado asintió con la cabeza. -Abróchese los botones del uniforme hasta arriba, no me importa que haga calor, hágalo. Espero que las perdidas sean sustanciosas, de lo contrario usted y el resto de trabajadores tendrán que buscarse otro garito donde timar a las ratas de tercera. No van a tener oportunidad de volver a trabajar con gente de tanta categoría. Después de echar la reprimenda de turno y ya con su copa en mano, se sentó en uno de los sillones de piel de la sala para disfrutar del espectáculo que conllevaba la avaricia humana.

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02/11/2013, 21:19
Elizabeth Fellons

 Visitar el Cairo había sido una experiencia maravillosa, más que un trabao se convirtió en las mejores vacaciones de mi vida. Había terminado todo el trabajo que me encomendaron y ahora viajaba en el mismo barco que aquellas magnificas momias. Mi mayor deseo era colarme al lugar donde las guardaban pero sabía que eso no sería posible.

Siendo mis padres arqueologos sus ganancias no eran las más grandes, por lo que yo tampoco era una señorita de alta alcurnia, había aprendido a disimularlo bien gracias a mi educación y mis modales pero seguía prefiriendo una buena aventura y un contundente plato de comida antes que lo que ofrecían para la gente con dinero.

Eso no evitaba que disfrutara sus fiestas, con algo de suerte se podía conocer a alguien interesante y además era muy divertido ver gente rica ebria. Al entrar me dirigí directamente a la barra.

- Un martini por favor- pedí acomodando mi cabello, no acostumbraba usarlo recogido. Retoqué mi lapiz labia color rojo intenso  y esperé mientras miraba a mi alrededor en busca de algo que llamara mi atención.

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02/11/2013, 22:55
Jason Howard Somerset II

El heredero del ducado de Worcester terminó la ronda de saludos de cortesía entre la aristocracia. Solitario y sin mayordomo de cámara se dirigió al Gran Salón. Estuvo tentado de fumar mientras participaba en alguno de los juegos, pero su estricta educación se lo impedía. De momento. El viaje al Cairo había sido todo lo que había soñado: Una oportunidad de sentirse un hombre libre de su linaje y su riqueza, una aventura en un mundo que no tenía que respetarle por su nombre, sino por las decisiones que tomara. Más seguro de sí mismo e irradiando una rebelde alegría que nunca había sentido, sólo deseaba que a su regreso a Inglaterra no volviera a anquilosarse. Aún tenía que apurar este viaje en barco para poder seguir descubriendo qué iba a hacer en su vida. 

Hablando de lo cual, se encaminó hacia la señorita Portman. La había visto hablar y se habían saludado en alguna ocasión pero aún no había tenido tiempo de mantener una conversación. Ella buscaba inversores y él buscaba dónde invertir. Ella era una mujer independiente y él deseaba serlo. El encuentro era inevitable y si lo había pospuesto hasta ahora era para tener una conversación que difiriera de una de negocios. 

Una hermosa mujer en la barra casi le distrae de su objetivo empresarial. ¡Cuántas hermosas mujeres había en este pasaje!

Atusándose la pajarita de nuevo, y con la mejor de sus sonrisas se dirigió a la mujer que estaba sentada en un sillón de piel

- Disculpe, Miss Portman, soy Jason Somerset, nos presentó Lady Agatha la otra noche. ¿Cómo se encuentra? ¿Algo de beber tal vez? Estoy bastante impresionado por la belleza de lo que hemos visto y siento que mi familia debiera ser parte del mecenazgo de este "renacer de otro mundo en el nuestro" como le escuché decir a usted. Dados sus conocimientos sobre el tema me encantaría intercambiar algunas palabras con usted. 

En el transcurso de la conversación y sin parar de escuchar atentamente a aquella deslumbrante mujer, agarra dos postres de mousse de vainilla que están sirviendo y le tiende uno a su interlocutora con un gesto cercano. No quiere que piense que se encuentra ante un especulador o un empresario más. No es este el Jason del Athlantic. 

 

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02/11/2013, 23:23
Aileen Cromwell

La cena había sido copiosa y variada, aunque también algo aburrida para el gusto de Aileen. Había perdido el interés por la conversación con los comensales que la rodeaban en los entrantes y la música no terminaba de ser de su agrado. Y si bien ni la cháchara insustancial ni los acordes poco motivadores de la orquesta cesaron en ningún momento, tampoco lo hizo el alcohol. Mis expectativas de supervivencia decrecen conforme aumentan mis expectativas de diversión, pensó.

Ahora se paseaba copa en mano por el casino donde se habían reunido gentes de toda condición: ricos que tiraban su dinero en las mesas de juego por placer y pobres que lo perdían con la inocente esperanza de mejorar levemente su situación. La banca siempre gana, si no esto no sería un negocio sino una obra de beneficencia, meditaba mientras los esquilmados de clase baja se alejaban arrepentidos y con los bolsillos vacíos. No simpatizaba ni con unos ni con otros, pero resultaba emocionante observarlos. 

La noche parece que mejora, se dijo mientras daba otro sorbo a su bebidaUn adinerado aristócrata babeaba zalamerías junto a su oído, aunque no iban en su dirección. El vodka me vuelve cotilla. Es otra de esas cosas sobre las que debería meditar. Sobria.

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03/11/2013, 00:01
Dr. Edmund Rochester

Tras pasar toda la tarde metido en el camarote, el doctor Rochester se dirigió a la sala de juegos. Había evitado ir a la cena para no tener que escuchar las condolencias del capitán por su reciente pérdida, pero tarde o temprano tendría que hacerle frente, y al menos en una fiesta siempre podría evadirse alegando haberse encontrado a un viejo conocido.

Avanzó por la sala con decisión, vestido como siempre de manera impecable, con un traje a medida y una banda negra al brazo en señal de luto, hasta la barra.

- Disculpe señorita - le dice a una joven de pelo negro a su lado. - ¿Podría hacerme el favor de pedir otra copa para mí? A cambio le invitaré a la suya, por supuesto. Me temo que con todo el ajetreo de la fiesta jamás conseguiré que me sirvan, y usted parece tener mejor suerte en ese asunto.

Me ahorro mencionar al camarero que no había dejado de mirarla desde que había llegado, y que ya había dejado sin cobrar dos copas desde entonces.

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03/11/2013, 00:23
Cuán Flynn

Los nervios estaban perturbando a Cuán, no podía esperar a llegar a Londres. Sin pensar dos veces se dirigió a la barra, cruzando toda la sala sin levantar la cabeza. Que molestas son las multitudes, pensó mientras oía a la gente hablar y reír.

Al final llegó a la barra. - Un whiskey on the rocks - le dijo al camarero. Mientras su bebida estaba siendo preparada aprovechó para echar una ojeada a la gente que le rodeaba. Entonces fue cuando se percató de la presencia de una bella mujer. Esta estaba tomando un martini y hablaba con un anciano. Que pena que no sea pelirroja, seguro que su acompañante la cuidará mejor, pensó mientras se dibujaba una pequeña sonrisa en sus labios. Entonces Cuán tomó su copa y encendió un cigarro, no estoy en este barco para buscar compañía, se repitió para si mismo un par de veces. Acto seguido se dedicó a disfrutar de su bebida y tabaco.

 

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03/11/2013, 03:36
Rachel Portman

El aire de la sala se iba cargando poco a poco con el humo de los cigarros y puros. Las noches en el casino eran frescas y revitalizantes, al menos para mi, me ayudaban a cortar con el ritmo estresante de trabajo diario.

Bebida, música, baile, charlas amenas, gente descocada por llevar unas copas de más. El continuo ir y venir de los camareros, el histrionismo colectivo de aquellos que ganaban o lo perdían todo en un mano de póker...  Miles de emociones concentradas en un solo espacio. Definitivamente el magnetismo de aquella sala me atrapaba pero lo más importante no era eso, lo que verdaderamente alegraba mi espíritu, mi bolsillo y el de otros, era el hecho de que todos se gastaran un dineral de forma descontrolada. Necios… Reía observando el panorama mientras me abanicaba y bebía a sorbos de mi copa. No se me escapaban los actos de los solitarios que rondaban por el salón sin un objetivo claro, posiblemente en busca de una compañía al estar lejos de sus hogares y no viajar con nadie conocido. En menos de un abrir y cerrar de ojos una señorita morena con una percha increíble se vio rodeada por un par de caballeros. ¿Casualidad?. Sabia de las artimañas que utilizaban las cazafortunas para dejar limpios a nuestros clientes. No era la primera vez que recibíamos denuncias y quejas por parte de los caballeros más acaudalados del barco. No quería malpensar sin tener motivos para ello pero no me fiaba mucho de las mujeres hermosas que no figuraban en mi lista de clientes selectos.

Hablando de gente guapa, echaba en falta a la señorita Mina, una famosa actriz y cabaretera que todavía no se había dejado caer por nuestra fiesta. Seguía ensimismada en mis pensamientos cuando de repente apareció una figura entre las sombras en la zona donde estaba sentada. A pesar de haber una luz tenue y no verle bien la cara reconocí su voz inmediatamente.

-La noche es joven señor Somerset. Sonrió animada. Tome asiento por favor. Hizo un gesto con la mano señalando el sillón que tenia a su lado. Gracias pero voy a prescindir del postre, el corsé no da para más, jeje, en este vestido desde luego que no. Me alegro de que haya disfrutado del viaje. Nosotros solo somos el intermediario como bien sabe aunque estamos estudiando la posibilidad de organizar rutas turísticas por El Cairo. ¿Por que conformarnos solo con el traslado de pasajeros?. La ley de la oferta y la demanda está de nuestra parte. Ya que se muestra interesado en el tema, le diré que además de contar con un mercado fiable por la venta estable de pasajes de inmigrantes a Ámerica, este nuevo entorno nos ofrece un mercado turístico no explotado gracias al boom que surgió a raíz del descubrimiento de la tumba de Tutankamon. Yo personalmente no creo en tales cuentos de la prensa amarillista, pero que demonios, por Howard Carter y los periodistas mentirosos de Londres! Salud!. Alza su copa de vino y se da cuenta de que está vacía. 

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03/11/2013, 12:46
Rudolf Vogel

La cena había sido placentera y el viaje en su conjunto me había complacido. La verdad es que había hecho bien en atender la sugerencia del director de la empresa y aprovechar las vacaciones para ampliar mis conocimientos de egiptología. Además, un viaje de este tipo proporcionaba oportunidades para conocer gente interesante. Hasta ahora había conversado con múltiples personas, de la más variada condición, pero ninguna especialmente llamativa.

Sí, el viaje me estaba viniendo bien. La enfermedad me había respetado más o menos y el estudio y las relaciones sociales me permitían alejarsme de los recuerdos de la Gran Guerra, aunque la proximidad de ingleses, franceses y norteamericanos no me agradaba en particular. Pero hay que olvidar... Sobreviví y eso me permite seguir disfrutando de mi trabajo, de mis aficiones y, quién sabe, hacer otros proyectos.

En el gran salón veo a diversos viajeros y a la señorita Portman. La saludaré más tarde. No quiero importunar al caballero que está hablando con ella. En la barra hay una mujer especialmente hermosa junto a un venerable anciano. De momento no tengo ganas de entablar conversación, así que pido una cerveza y tomo asiento para disfrutarla.

Sigo mirando distraídamente a los presentes en el salón hasta que reparo en una joven rubia, posiblemente norteamericana. Vaya, es un auténtico encanto. Antes de dirigirme a ella me aseguro de que no esté acompañada. Lo último que quiero es enfrentarme a un acompañante celoso. No, está sola, o al menos lo parece. Bien, arreglo los pliegues del frac, me atuso el pelo y, tras dejar la cerveza, me dirijo a ella.

- Gute Nacht, Fräulein - Ante su cara de extrañeza cambio de idioma - ¿Habla usted inglés? - Responde afirmativamente - Disculpe que la moleste. He de ser sincero con usted: cuando la he visto entrar no he podido resistirme a saludarla. Me llamo Vogel, Rudolf Vogel - Sonrío - Sí, como el reno de San Nicolás.

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03/11/2013, 16:41
Joe "el Flaco"

El casposo Joe ya llevaba 3 días borracho. ¿Había algo más bello en la vida? Sin duda no... iba por el puerto caminando, mirando a las prostitutas. Ja, quien tuviera un par de pavos! En su camino golpea una botella cayendo al mar. Joe mira la botella y la ve desaparecer a la vuelta de la esquina. Hace unos aspavientos con las manos y sigue su camino. 
Rato llevaba divagando sobre el decaimiento de la ciudad, de lo magnífica y gloriosa que era cuando llego por primera vez en un barco. AH! que recuerdos... Cuando ve unos hombres tomar unas copas y bebidas en un restaurante. Que envidia ser rico y tener dinero. Uno de los hombres se levanta a saludar a otro, su chaqueta está apoyada en la silla. Buen momento para cogerla y abrigarse... a estas horas siempre refresca. Todo es hacerlo con naturalidad. Una vez puesta...sus dedos se agitan desperezándose en busca de algo dentro de la chaqueta. Pero todo lo que ve es basura. Un reloj... de que me sirve ser esclavo del tiempo. dice tirando el reloj de bolsillo al suelo. Un bonito cartier que tendría un gran valor, pero no para un paleto irlandés. Sigue ojeando y encuentra con algo curioso...una cartera y ...El premio gordo... 20 dólares y ¿un billete? ¿Qué diablos es el Athlantic? A punto estuvo de tirar ese papel que poco valor tenía, cuando al despegarlo de sus ojos ante el se encontraba. Gigante, magnífico...Bello. El Athlantic. Se rascó la patilla, se olió el sobaco... Así no funcionaría...
Primeramente fue a la bahía se mojó el pelo con agua marina y se peinó la barba con un peine roto que siempre llevaba en sus pantalones, se limpió un poco el sobaco. Y ahora sí, algo más presentable fue directo a ver al revisor.
Si... ehm. Joe Hornett. Aquí lo pone, ese soy yo! Cualquier identificación era fácil con los permisos del desgraciado de Joe... Aunque su apariencia le costaría un par de pavos. Así sería la única forma de entrar y que hiciesen la vista gorda. Y así fue...

Una vez dentro "Joe" se dio cuenta que le había tocado algo gordo. Tenía un gran camarote donde pudo tomar una ducha. En la cama había un traje... Parece que el viento cambia de dirección... Joe Hornett, eres un tío afortunado! dice poniéndose un traje de chaqué. Al mirarse en el espejo el viejo vagabundo parecía otro. Parecía uno de esos eruditos rusos con barbas, expertos en física... con lo que sea que conlleva eso. Tras inspeccionar un poco el barco, se topó con el comedor. Sin duda ahí estaba el problema... Llamó a un camarero y le preguntó cuanto costaría comer "Está todo incluído, señor" oyó el vagabundo. Tuvo que preguntar dos veces más para cerciorarse de que no había engaño... Así eran los ricos, tenían dinero a rabiar y encima no gastaban nada. 

Tras una comida copiosa y excesiva, "Joe" parecía dispuesto a ver que tenía ese barco que ofrecerle...

Notas de juego

Tranquilos no suelo escribir tanto, pero esta es mi presentación :P

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03/11/2013, 22:12
Zaeed Tuku

Zaeed vestía de forma elegante, con su mejor camisa bajo su chaleco de tono marrón, zapatos de piel oscuros y pantalones decorados con una cinta de seda, al igual que la solapa de la chaqueta, ribeteada en la costura lateral. Era un hombre que pasaba inadvertido entre tanto hombre de negocio, pero se caracterizaba por no estaba prestando atención alguna a su alrededor.

El hombre estaba totalmente concentrando en una pequeña libreta del tamaño de su puño; sus gestos le delataban, con el ceño fruncido y golpeando un boligrafo contra las páginas susurraba unas palabras que no podían apenas entenderse, evidentemente había algo que no cuadraba y se le estaba pasando por alto - Maldita sea, quizás Noah tuviera razón... Le dedico demasiado tiempo a mi trabajo.-

Por primera vez el hombre alza la vista y se centra en la gente de su alrededor, gente refinada bebiendo en enormes copas y lanzándose falsos halagos los unos a los otros. - ¿Por qué te quedaste en tierra, Noah?, ¿De verdad me toca aguantar a esta gente a mi sólo?-.

Camina aparentemente sin rumbo, guardando su libreta del trabajo en el pequeñísimo e incómodo bolsillo del pantalón y comienza a hurgar en su chaleco. - Bueno, supongo que habrá que hacer de tripas corazón.-

- Una velada espléndida para un viaje que promete. -Sonríe de la misma forma con la que enamoró a Noah - ¿Puros? - Mientras saludaba, había conseguido agarrar los puros de algún lugar recóndito del chaleco, para así ofrecerlos generosamente a un par de caballeros (Edmun, Jason) y a una dama de busto generoso que les acompañaba (Rachel).

- Zaeed Tuku, mucho gusto, investigador y criptólogo en la expedición del -se aclara la garganta- saqueo indiscriminado de la patria inglesa -continua de forma tranquila- que se expondrá próximamente en el museo de Londres... ¿Han oído hablar del faraón Anecktón II?

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03/11/2013, 22:35
Adam Alfred Glauer

Adam portaba un sobrio smoking para la ocasión, no destacaba mucho pero al ojo experto se podía comprobar que estaba hecho a medida. Había cenado poco y bebido menos aún. Todo estaba exquisito pero para un hombre acostumbrado a la practicidad la frugalidad era ya una costumbre difícil de superar.

El lugar estaba animado y había intercambiado palabras con algunos pasajeros, especialmente con su compatriota Rudolf Vogel, con la egiptóloga Elizabeth Fellons, una rara avis en un campo dominado por los hombres, y con el doctor Edmund Rochester, todas personas con conocimientos y puntos de vista interesantes en temas de su interés.

Lo cierto es que estaba cansado del viaje y ansiaba volver a su camarote a dormir adecuadamente pero quedaría feo retirarse tan pronto por lo que se dedicaba a pasear por el salón con una copa de vino en la mano en la que a penas mojaba los labios de vez en cuando. Como aficionado al estudio de la antropología esta era una ocasión perfecta para estudiar a sus congéneres y entretenerse un poco con ello.

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03/11/2013, 23:31
Vera Sanders

La ruta por El Cairo había sido maravillosa. Había acabado abrumada por tantas curiosidades y conocimientos adquiridos durante el tiempo que duró el viaje. Y aunque sólo tenía palabras buenas para describir aquella experiencia, realmente sólo una me describía en el momento en el que pisé el barco de nuevo: EXHAUSTA. En mi mente se cruzaban pensamientos en inglés, español, francés, alemán y árabe, y a duras penas conseguía discernir qué había vivido con qué grupo y qué no. En cualquier caso, el hecho era que había salido enriquecida en todos los aspectos de aquella travesía, pues la verdad era que me había agenciado con un capital importante gracias a las traducciones realizadas.

Mi fatigamiento se vio compensado por la comida que sirvieron en el comedor. Quería probarlo todo, pero entendí que aquel comportamiento, si bien sacaba a relucir mi yo al natural, no era el esperado de un pasajero de tan selecta embarcación. Además, el vestido que me había puesto no me quedaba especialmente holgado, con lo cual corría el riesgo de sentirme incómoda si me hartaba de comer, y aún quedaba mucha noche por delante.

En cuanto hube terminado la cena, durante la cual charlé distendidamente con algunos vecinos de mesa, me dirigí al casino, con expectativas de poder relajarme y desconectar un rato de todo el trabajo realizado.
Me acerqué a la barra y pedí un cóctel que había visto previamente ser servido a una mujer de aspecto elegante. No sabía muy bien qué llevaba, y desconocía el efecto que podría tener sobre mí... Pero, ¿qué más daba? Mi trabajo había terminado y ahora sólo restaba disfrutar.

Antes de irme, ví como una preciosa joven se iba rodeando poco a poco de hombres. No pude más que reirme discretamente, pensando en cómo resolvería la mujer aquella situación. Me senté en una especie de sillón, de aspecto confortable, y empecé a beber de mi copa.

Quizás el primer buche fuera un poco largo, y quizás el cóctel fuera también demasiado fuerte. Me ardía la garganta, y mi cara se descompuso en una mueca, justo cuando un caballero se me acerca y me saluda. Un poco desorientada, por el trágico comienzo de aquella charla, respondo con un gesto de cabeza cuando me pregunta si sé inglés. Sin embargo, cuando me dice su nombre, y el siguiente comentario, no puedo reprimirme una carcajada. Intento parar de reír, pues no quiero que aquel hombre se sienta incómodo, pero había sido todo tan gracioso desde el principio...
- Disculpe, -digo, aún riéndome- no se ofenda, es sólo que...
Ya calmada, me dispongo a presentarme:
- Yo soy Vera, encantada. ¿Es usted alemán? ¿Está aquí por negocios o simple placer? -pregunto todo de carrerilla, pero no inquisitivamente. - Yo soy... bueno, era la traductora del trayecto por El Cairo, así que igual nos hemos visto antes, aunque no me suena de ningún grupo -le digo, mirándolo extrañada- pero bueno, entre tanta gente... Sería una locura recordar la cara de todos.
Sonrío y espero a que responda. No quiero atosigarlo más con mi monólogo.

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04/11/2013, 00:06
Rudolf Vogel

Me alegra escuchar la franca risotada de Vera.

- No me ofende en absoluto. Créame que estoy acostumbrado a que me relacionen con la Navidad -me toco la nariz- Placer, sin duda. Placer por la experiencia hasta el momento, en particular porque me permite satisfacer mi interés por la arqueología, y placer en particular en estos momentos por poder disfrutar de su compañía, si me permite el comentario - sigo sonriendo - He de confesarle que mi visita al Cairo la realicé al margen de la organizada por la compañía, pero si hubiera sabido que usted era la guía sin duda no me habría perdido la visita guiada - Pido el mismo cóctel que está bebiendo Vera - Permítame ser indiscreto. ¿Es usted norteamericana, verdad? Lo reconozco por el acento. Aunque soy alemán, tuve ocasión de aprender inglés gracias a un compatriota suyo con el que coincidí en circunstancias no muy agradables.

Veo al señor... Glauer, eso es. Me gustaría seguir conversando a solas con Vera, pero no quiero ser descortés y le saludo y hago un gesto de invitación a acompañarnos.

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04/11/2013, 15:56
Aileen Cromwell

La conversación entre el aristócrata y su víctima había tomado derroteros poco fructíferos y Aileen se percató con horror de que su copa ya no vertía más líquido celestial. Con premura se acercó a la barra, donde dos aves de carroña acechaban sin contemplaciones a una joven de amplio escote. Parecían tan diferentes entre sí que le sorprendió el poder hipnótico que dos grandes pechos turgentes apenas visibles a través de un vestido un poco menos recatado de lo que suele ser costumbre pueden tener sobre casi cualquier congénere del sexo contrario.

Muchacho —dice Aileen, dirigiéndose al barman—, tienes la posibilidad de hacer muy feliz a una mujer con la magia que destilan tus dedos. Tres partes de vodka por dos de leche y una de licor de café. Abundante hielo. Bien agitado. En vaso, no en copa. Y ni se te ocurra ponerle una sombrilla o te juro que esta noche duermes con los peces.

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04/11/2013, 16:49
Cuán Flynn

Recién acabada su segunda copa, Cuán se fijó en la rubia que tenia a su lado y la reconoció al instante. Ella era Aileen Cromwell, una escritora inglesa que perdió la inspiración con la muerte de su marido. Su antiguo periódico en Dublín publicó un articulo sobre su declive. Que lástima, pensó, eso fue una gran pérdida para la literatura.

Cuán no podía evitar sentir cierta simpatía hacia ella. Ambos habían perdido mucho desde que sus parejas murieron. Además, ambos habían encontrado la solución en el alcohol.

- Señorita Cromwell, parece ser que el alcohol vuelve a ser nuestra única compañía esta noche. Yo ya he vaciado muchas botellas en mi vida y no he encontrado nada en el fondo de ninguna, ¿ha tenido usted mas suerte? - Cuán pidió otro whiskey on the rocks y rápidamente se introdujo - Soy Cuán Flynn, encantado de conocerte.

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04/11/2013, 17:27
Joe "el Flaco"

El vagabundo robanombres de "Joe" ya había probado algún que otro licor en la cena, ahora en el casino no había por que contenerse, parecía que nadie le veía tambaleándose grácilmente de mesa en mesa apostando un par de pavos. En su devenir espiaba conversaciones ajenas Paparruchas! decía para sí mismo. Todos parecían querer aparentar ser la flor y la nata en aquel barco. Oh! Si, cierto estoy en un barco pensaba mientras se colocaba la pajarota y se acicalaba la barba. Una mujer le llamó la atención, muy guapa. Parecía alguna bella joven la cual interpretaba que sería irlandesa(Vera), pero no podría ser tan afortunado. Al acercarse vio a un hombre con ella. Justo cuando llego en la conversación escuchó "Aunque soy alemán, tuve ocasión de aprender inglés gracias a un compatriota suyo con el que coincidí en circunstancias no muy agradables". Vaya mentiroso! PFFFF! decía a sus espaldas. ¿Nos quiere hacer creer que aprendió inglés de pascuas a ramos? JA! Malditos cabeza ladrillos hijos de perra alemanes...  Se creen lo mejor del mundo por hablar enfadados! JUA! Dice mientras se va llendo a otra mesa o a otra conversación más interesante...

Notas de juego

(Es lo que tiene ser irlandés)

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04/11/2013, 17:53
Adam Alfred Glauer

La noche se estaba prolongando y las charlas eran cada vez más intrascendentes. Tan solo parecían destacar los intentos de atraer las atenciones de las damas presentes. Al final se decidió a apurar la copa de vino y se acercó a la barra a pedir algo más fuerte y casualmente vio el gesto de Rudolf.

Por el camino escuchó el comentario del vagabundo. Menudos aires, pensó, cualquiera diría que los alemanes somos unos inútiles o tenemos la culpa de todo.

Ya en la barra se colocó junto al señor Vogel y encogió los hombros con un gesto natural - ¡Borrachos! - exclamó - para que luego cuenten que solo dicen la verdad. - Entonces se dio cuenta que su compatriota estaba bien acompañado - Fräulein..., perdón, la costumbre..., señorita, mi nombre es Adam A. Glauer y no quisiera molestarles en su conversación - dijo con una suave reverencia y se volvió hacia el camarero - Si es tan amable, ¿podría procurarme un vaso de whisky? Si es añejo y escoces mejor que mejor, y por favor, sin hielo.