Partida Rol por web

Naufragos

En el Atlántico Sur

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22/05/2022, 23:56
Director

Hace unas dos semanas zarpó de Barcelona con rumbo a Buenos Aires el Príncipe de Asturias. Durante la primera semana de viaje tocó puerto en Valencia, Almería, Cádiz y Canarias. Y luego el largo cruce del Atlántico, sin más para ver que mar y sol, aunque el trance se amenizaba con elegantes fiestas todas las noches.

Ayer deberían haber llegado al puerto de Santos, en Brasil, pero no pudieron atracar. Un segundo se veía la fronda que delinea las costas Brasileñas y al siguiente densas nubes negras envolvieron al barco sacudiéndolo como no se había movido en todo el viaje. La tripulación dijo que debían alejarse de la costa para evitar golpear contra los arrecifes.

Cena intranquila y a dormir, seguramente mañana despeje la tormenta.

Una explosión en medio de la noche, la campana que no para de sonar. Sales de tu camarote en la más completa oscuridad. Estás en medio de una nube de vapor caliente y salobre que hace difícil respirar. Manos anónimas te arrastran hasta la borda. Debe haber un bote cerca. Casi llegas a él cuando una nueva sacudida del barco te arroja al mar embravecido. Durante unos segundos eternos pierdes noción del arriba y el abajo hasta que una brisa fresca en la cara te anuncia que puedes respirar nuevamente. Crees escuchar otra explosión y luego un silencio que se parece a la muerte.

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23/05/2022, 00:00
Director

Quiten ese sol de allí, que lastima los ojos. Vaya forma de despertar. ¿Dónde estás? Miras alrededor. Agua por todos lados. Agua que sube y que baja. Olor a sal que lo impregna todo. Pero no se oye el rumor del mar sino apenas el golpeteo de las olas con unos barriles. Y el sol con su luz y su calor insoportables. Estás parcialmente dentro del agua, y lo que te salvó de ahogarte es una mezcla de sogas y barriles que con mucho cariño podría llamarse balsa. Hay otras personas allí. Y también el sol. El maldito sol que está en todas partes. Cómo quema el sol.

Todo parece irreal. Tienes recuerdos inconexos de lo sucedido anoche. Recuerdas haber recogido un objeto, un recuerdo del mundo real antes de caer a esta irrealidad en la que estás con otras personas en medio de uno de los ambientes más enormes y agresivos.

Notas de juego

Preséntate a tus compañeros de desventuras. ¿Qué es ese objeto que guardaste en un bolsillo o esganchaste entre tus ropas?

Puedes hablar de otras circunstancias que rodearon tu caída al mar o tu presente en esa cosa que llamaremos balsa, pero no te olvides de ese objeto y cómo o por qué lo cogiste.

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23/05/2022, 00:36
Leopoldo Diego Gabriel Alejandro Díaz Galan

Sabía que el viaje a Buenos Aires iba a ser largo y pesado. Todos me habían advertido de ello dentro del ducado, familiares, amigos... todos tenían algún familiar que había cruzado al otro lado del gran charco, a lo que llamaban tierra de oportunidades. Y para eso me lancé a la mar, para buscar mi oportunidad en aquel mundo. Formar parte de la nobleza española me abría muchas puertas y en aquel continente muchísimas más. Habían sido largas negociaciones por parte de Pedro, uno de mis fieles y más astutos negociadores, quienes buscaban el negocio perfecto para establecer en tierras argentinas y exportar e importar productos de un lado al otro del mundo.

Ahora solo faltaba que yo, Leopoldo Diego Gabriel Alejandro Díaz Galán, Duque de Lerma, me personase en aquellas lejanas tierras, extendiese mi firma en los documentos que harían todo oficial y que nuestro Todopoderoso me bendijese con la fortuna que mi familia estaba perdiendo a base de la bebida y el juego.

Yo era el único que tenía la cabeza en su sitio y capaz de salvar nuestras pertenencias, después de alejar a mi familia de la fortuna que estaba convencido que lograría amasar en unos meses.

Al menos no todo era malo. El médico de la familia me alertó del mal del marinero, el escorbuto y como evitarlo. Los pocos ahorros que tenía fueron para el pasaje de primera clase del Príncipe de Asturias y los gastos de viaje y alojamiento. Mi familia tendría que seguir endeudándose hasta la muerte y la misera para hacerme yo mismo con todo a mi vuelta. Ya tenía a un abogado encargándose de todo eso.

Mi padre, un conocido bebedor, me regaló una petaca llena de alcohol, diciéndome que sería la mejor medicina para mi viaje. Pero en cuanto pude la vacié y si no la tiré fue porque además de ser de plata, llevaba el escudo de nuestro ducado grabado en ella. Además me sería de utilidad en el viaje.

El escorbuto se generaba por la carencia de vitamina C, por lo tanto, siguiendo las recomendaciones de mi médico, llevar la petaca con agua mezclada con limón y azúcar me vendría bien. Calmaría mi sed, me daría la cantidad de vitamina C que mi cuerpo necesitaba en caso de no tener una alimentación variada en el barco y el escudo del Duque de Lerma, me motivaría cuando mi moral bajase en aquel viaje.

Y funcionó.

Mi fiel criado Sebastián, me conseguía a diario rellenar la petaca con agua con limón y azúcar cada vez que lo necesitaba y aquella larga noche fue una de tantas en la cual requerí su asistencia para que me llenase la petaca antes de irme a dormir inquieto por la tormenta.

Los expertos navegantes decían que era algo normal, que no ocurriría nada, más yo no me fiaba, por lo que me costó dormir aquella noche, en la cual el barco comenzó a sonar y a crugir de forma anormal y aquella explosión con la campaña me alertó como a todos los demás. Me vestí con los ropajes que tenía a mano, lo justo para poder salir de mi camarote sin escandalizar a una dama y cogí aquella petaca, la cual guardé conmigo, al tiempo que cubría mi cuerpo con la chaqueta que usaba cada vez que salía a cubierta y sentía el fresco sobre mi cuerpo.

La oscuridad se había apoderado del barco y el calor y el vapor me hacían casi imposible moverme, pero logré subir a cubierta y en ese momento me encontré en medio del más absoluto caos.

Todos corrían como pollos sin cabeza por la cubierta del Príncipe de Asturias. Oía gritos diciendo "este es el fin", "vamos a morir", "sálvese quien pueda" al tiempo que mi cabeza trataba de asimilar todo. En ese momento sentí como tiraban de mí y me sacaban de aquella especie de ensoñación. Era Sebastián, mi fiel criado, quien había seguido mis pasos para decirme que el barco se hundía y que había un bote para mí. Estábamos llegando cuando una nueva explosión nos sacudió con fuerza y lo último que recuerdo fue caer por la borda y que algo me golpeó la cabeza.

Luego oscuridad...

Para cuando desperté, el sol ya estaba alto. Mi cuerpo estaba medio enredado en cuerdas, maderas y restos del barco. No veía ningún bote cerca. - ¡Sebastián! ¡Sebastián! - Exclamé al ver cabezas a mi alrededor. Mi fiel criado debió caer cerca mío y no debía rondar lejos... y mientras  le llamaba trataba de liberarme lo suficiente como para tener mis manos libres y poder asentarme mejor en aquello que me habia salvado la vida.

Al verme libre por fin, giré sobre mí mismo y mi mano acarició algo que mis ojos no tardaron en enfocar.

El cuerpo de Sebastián estaba justamente a mi lado, flotando inflado por el agua, con una tremenda palidez en su rostro y los ojos blancos. No había sobrevivido al naufragio. Ni él ni seguramente muchos más, pero a mí quien me importaba era mi criado y me dolió verle así. Pero el sol era tan abrasador que según brotaban mis lágrimas, se iban secando.

Desconcertado, perdido y moralmente hundido, me volví a aferrar a los restos del navío que me habían mantenido con vida y me alejé del cuerpo de quien no solo fue un fiel criado, sino un buen amigo sin poder hacer nada por él. Mi último recuerdo suyo era el de dejar la petaca rellena en la mesilla de noche antes de desearme un buen descanso e irse a dormir a sus aposentos. Me sentía inútil en aquel momento y con el sol golpeando con tanta fuerza en mi cabeza, opté por sumergirme un momento bajo el agua para refrescarme y volver a emerger.

Aquello era otra cosa... pero pronto comprendería que el agua del mar, mezclada con el sol no eran una buena combinación.

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23/05/2022, 04:31
Lucía Belial

Apaga esa luz, que no puedo dormir, dije antes de recordar dónde estaba y lo que había pasado anoche. Me acomodé un poco sobre la lona en la que curiosamente había caído, que parecía una manta tendida entre barriles puesta en el lugar justo para salvarme.

Miré alrededor, varios había que parecía que no habían tenido tanta suerte como yo. Pero entre ellos divisé a uno que sí se movía. Lo llamé, para compartir mi "balsa", si alguno se dormía el otro evitaría que se hunda.

Hola, tú, ven, aquí es más cómodo. ¿Buscas a Sebastián? Parece que pocos lo han logradologrado...

Luego recuerdo algo, y meto una mano en el bolsillo delantero de mi vestido.

Mira lo que tengo, se lo quité a una señora elegante que subió al bote salvavidas. Era un collar de cuentas negras con un colgante en forma de estrella, me lo puse. Mi padre se fue en el bote, yo le decía que debía dejar que todos subieran antes de alejarse del barco, pero él decía que la salvación era para los que se la merecían. Así que me caí del bote. Pero me traje este collar conmigo. ¿No es bonito?

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23/05/2022, 08:52
Ignacio Serrano

Ignacio, Nacho para los amigos, había logrado hacerse un pequeño hueco entre los arquitectos de Barcelona. Pero demasiado pequeño, al no pertenecer a una importante familia de la burguesía local, tan solo recibía pequeños encargos y tenía que vivir de hacer el trabajo sucio para otros. Ver como algunos de sus compañeros de facultad prosperaban sin dificultades, a pesar de que muchos de ellos no eran buenos. Le hizo comprender que allí, no llegaría muy lejos. 

Cuando reunió el valor y el dinero suficiente, no se lo pensó demasiado, se despidió de su familia y se embarco rumbo a Buenos Aires, una gran ciudad en crecimiento en la que con su talento y ganas de trabajar, podría labrarse un buen futuro, y dejar de estar a la sombra de otros, en muchos casos mediocres arquitectos, pero que tenían los contactos que a el le faltaban.

El hundimiento del barco fue demasiado rápido como para poder asustarse, de alguna manera, en mitad de la noche algo había explotado y el barco se había ido a pique en un momento. Tan solo pensó en recoger su carpeta impermeable en la que tenía guardados sus mejores proyectos, algo que iba a necesitar como carta de presentación en la capital de Argentina. Esos proyectos podrían abrirle las puertas de algún buen despacho de arquitectos, en el que poder prosperar.

Con su carpeta, y grandes dificultades, llego hasta una pequeña balsa, que al menos se mantenía a flote. Muchas eran las personas que no habían logrado escapar del hundimiento en mitad de la noche, las aguas estaban plagadas de cuerpos. Y el sol, el sol era una pesadilla.

-¡Muchas gracias por hacerme un hueco! Mi nombre es Ignacio, encantado de conocerles, aunque no sea en las mejores circunstancias.- Pronto tuvo que comenzar a utilizar su cartera, para protegerse un poco de aquel sol que amenazaba con desecarles. Trato de ver, si había por allí alguna botella o garrafa con agua, ya que esta pronto iba a ser algo vital.

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23/05/2022, 12:41
Antonio Roma

Sabía que estaba soñando. Notaba el calor del sol en su cara y la claridad que se colaba entre sus parpados.¡¡Maldito sueño!!. Notaba el vaivén del barco que por momentos se hacía más brusco, y una sensación de fio y humedad ,en sus pies, lo estaba molestando. ¡¡Maldito sueño!!

No quería despertar. Estaba bien en su camarote, deseando llegar a Argentina para presentarse allí y que todos conocieran el nuevo ritmo que había creado, el tango. Pero parecía que todo se había dispuesto para molestarlo y no dejarlo dormir. Unas voces estridentes se colaban en sus oídos.

!!Malditos sean!! ¿qué hacen parados en la puerta de mi camarote? No le importaba nada que la hija de Sebastián quisiera darle un collar aun tal Ignacio que no quería conocerlos ni en las mejores circunstancias. Pufff. Quiso tomar la almohada y tirarla hacia la puerta, pero todo lo que consiguió fue dar un manotazo sobre el agua.

El terror recorrió todo su cuerpo. El sonido de una explosión, de gritos y de silencio volvió a su cabeza y un dolor agudo empezó a palpitar en su sien de donde brotaba un hilillo de sangre seca. Abrió los ojos y la realidad le hizo dejar de respirar por unos segundo. Entendió todo de repente. Buscó el clarinete que había guardado en su chalequillo como si de una cartera se tratara. Respiró aliviado cuando lo encontró donde lo había dejado. Por lo menos no había perdido todo lo que era. Y habló.

Siento conocerlos en estas circunstancias, soy Antonio Roma embarque en Cádiz, soy músico —y sacó el clarinete para secarlo.

Tal vez escucharon mi música durante el crucero. —Sonrió al pensar cosas que no podía decir. Miró a las personas que estaban allí con él — ¿alguno sabe dónde nos encontramos?

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23/05/2022, 19:29
Julieta

—Me... me llamo... —Mi voz resonaba lejana, vacilante. ¿A quién le hablaba? 

Me llamo Julieta Ruiz Díaz Vionnet, recordé. Entonces abrí los párpados y volví a cerrarlos con fuerza, deslumbrada por aquella impiadosa luz. ¿Dónde me encontraba? 

Aturdida, pero extrañamente relajada, Intenté recordar: la fiesta de la noche anterior; aquella 'pequeña' crisis; luego, la larga conversación con el doctor Francisco Zapata. ¿Me comentó que jugaba al fútbol o lo soñé? No, me dijo que jugó años atrás como delantero del Sevilla... Médico y futbolista, ¡vaya! La fotografía en mi mano confirmaba sus palabras, allí estaba... Plantilla Sevilla 1909

En verdad, era muy poco fotogénico. Personalmente lucía mucho mejor, pensé. 

Salvo por aquella irritante luz, me sentía bien, ligera, libre. ¿Era quizá consecuencia del calmante que me había administrado?

Le había confesado al doctor que no regresaría a Buenos Aires, que desembarcaría en Santos y me perdería para siempre. ¡Adiós, ilustres apellidos! Ya no seré más una Ruiz Díaz Vionnet, no. Forjaré mi propio apellido. Y, ¡adiós!, a las tediosas tardes en el Jockey Club. Y a un casamiento pactado con... ya no importaba. No me casaría con él. 

—Me llamo... Julieta. 

Así, a secas. Julieta. 

—Doctor, ¿usted cree que...?

El agua y el salobre sabor en mis labios me impidieron continuar. ¿El agua? Y alcancé a escuchar aquel... "¿sabe dónde nos encontramos?"

En las costas de Brasil. Muy pronto atracaremos en Santos. ¿No lo recuerda, doctor? —le respondí (¿era la voz del doctor?) y abrí los ojos.

La luz reflejada en aquella inmensidad me impidió ver lo que me rodeaba, no así sentirla. ¡Estaba en el mar! ¡Habíamos naufragado!

—¡Doctor! ¡Doctor Francisco Zapata! ¿Dónde se encuentra? —exclamé a viva voz.

Desesperada, busqué con la mirada entre aquella conmoción de voces, de objetos y de cuerpos. Y me aferré a aquella fotografía como si con ello, de alguna manera, pudiera encontrar al médico entre tantos náufragos.

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24/05/2022, 00:07
Laura del Carmen Descotte Jourdan

.        - Perdón papás por haberme alocado en la fiesta de anoche!     Yo les prometo que seré una buena esposa y madre el resto de mi vida!    Pero les juro que ese marinero español ha sido solo una excelente despedida de soltera! -.    Esas fueron las últimas palabras que la bella joven alcanzó a estar segura que sus dos molestos padres escucharon de sus labios antes de que tronara parte de la estructura del barco sobre ellos y milagrosamente la joven con su bolsa  colgada al hombro logrará evitar la estructura del barco colapsando conforme huí a hasta la cubierta.

          Cuando Laura del Carmen logró ver uno de las lanchas de supervivencia aún sin llenar recordó tratar de correr hacia ella cuando la cubierta quebró escandalosa y la lancha salió despedida cuando los padres de Lucia lo cortaba con su cuchillo y la chica calló al agua con un salvavidas puesto.

          Gracias a eso y a un milagro la joven Descotte Joydan despertó junto al resto, pero aún confundida y desorientada .. recostada sobre la misma estructura del resto se giró para taparse del molesto sol y entonces se le zafó su bolsa y cayó al agua, por lo que sin meditarlo se lanzó tras de ella nadando para sumergirse unos metros para alcanzará y regresar con el resto, tragando un poco de agua.

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24/05/2022, 00:32
Resignación

Los cadáveres fueron poc a poco desapareciendo de la vista, fuera que se hundían, fuera que la corriente los alejara lo suficiente como para perderlos entre las olas. Excepto el de Sebastián. Por más que lo intentaran no lograban desenganchar la soga que lo arrastraba de un pie, hundiendolo de a ratos y trayendolo luego a la superficie para recordarles el paso de las horas que los acercaba a la muerte.

El sol está bajando, ya llevais 24 horas sin alimentaros y deberías tener hambre. Pero los labios resecos y la lengua que se pega al paladar no te permiten pensar en comida y te la pasas dormitando. Aunque Leopoldo sí siente hambre, el trago que echó antes de reunirse al grupo le retrasó la sed y le abrió el apetito.

De pronto una ola un poco más grande que las demás voltea una caja que se desarma y deja a la vista cinco cuchillos cruciformes de hierro negro. A la vista de esas armas recuerdas la violencia del mundo, las guerras, pero también las violencias pequeñas, como esa pelea que tuviste recientemente.

Notas de juego

¿Lropoldo sacará la petaca frente a todos? ¿Convidará? Si no la saca nadie la verá y podrá esperar a que todos duerman para echar otro trago.

Para el resto (Leopoldo también, si quiere): ¿A qué pelea te hizo recordar el cuchillo? ¿Con quién fue que te peleaste? ¿Le deseaste el mal?

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24/05/2022, 00:46
Lucía Belial

Creo que olvidé decirles que me llamo Lucía. dije chasqueando la lengua. Miren ese de ahí, insiste en quedarse con nosotros. No quiere seguir el destino que les toca a los muertos

Cuando se abrió la caja fui en cuatro patas a recoger los cuchillos.

Uno, dos, tres, cinco. Mh, como soy la más pequeña ninguno será para mí.

Le di un cuchillo a cada uno.

Una vez mi padre me retó por beber ese jugo oscuro y espeso que hace picar la garganta. Es muy dulce y divertido. Me dijo que eso no era para alguien como yo. ¿Por qué cuidaba ese vino como si fuera su propia sangre? Le dije eso, que si le molestaba compartir la bebida con sus hijos nos deberíamos su sangre. Ji, ji.

Al entregar el último cuchillo lo apreté un poco de más y me corté la palma de la mano. Sangraba bastante. Con tranquilidad fui a lavarme a un costado.

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24/05/2022, 01:41
Julieta

—¡Doctor Francisco Zapata! ¡Doctor! ¿Dónde se encuentra? —grité por horas. —Doctor, doctor... —Al mediodía, cuando el maldito sol brillaba (y ardía) con todo su esplendor. —¿Doctor Francisco? —Le pregunté a la inmensidad de las aguas en medio de un esplendoroso crepúsculo. Doc... —susurré y me dormí, aferrada a una enorme caja.

Amanece —murmuré. En realidad creí hacerlo, pero no fue así porque mis labios resecos no se movieron. Como tampoco era verdad que amanecía, el sol derramaba sus últimas luces, y solo anochecía. Pero la idea de enfrentarme a la oscuridad en aquella situación me aterraba. 

¿Por qué no venían a rescatarnos? Tanta agua y nada con que saciar aquella sed atroz. Trabajosamente me incorporé y busqué con la mirada algo que indicara que venían a rescatarnos. Nada. Solo la inmensidad del océano que a esa hora se confundía con la inmensidad del cielo. Pinceladas naranjas, rojas y amarillas inundaban el el horizonte y al mismo mar y me arropaban creando una sensación de sosiego.

A un lado de la caja a la que me había subido, otra caja más pequeña se desarmó dejando a la vista cinco cuchillos negros. Estiré mi brazo para recoger uno, pero alguien se me adelantó. ¿Era una niña o una mujer? La mirada se me nublaba. No entendía como podía conservar tanta energía con ella, hablaba sobre su padre, se reía. Tomé el cuchillo que la niña-mujer-sirena me cedía y lo miré. Entonces recordé a Manuel... 

Manuel Gonzalez de Lara. Mi amor-odio. El muy cobarde había cedido a la presión de mis padres, lo habían comprado (como lo hacían siempre). El muy canalla lo negó argumentando una retahíla de estupideces. El muy cobarde ni siquiera tuvo la decencia de confesar que no me amaba como yo lo había amado a él. 

Y el amor trocó en odio. 

Noches enteras soñé su muerte, horribles muertes, sangre en mis manos. ¡Sí, Manuel, cuánto te odié por tu traición! Por tus mentiras, por tu desamor...

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24/05/2022, 01:58
Leopoldo Diego Gabriel Alejandro Díaz Galan

- Soy el Duque Leopoldo Diego Gabriel Alejandro Díaz Galan del ducado de Lerma. - dije con voz altiva y orgullo al presentarme. - Pero dadas las circunstancias... creo que Leopoldo estará bien. Si a alguien le parece largo, puede llamarme sencillamente Duque. Detesto que acorten mi nombre. - Dijo claramente mientras mantenía el cuerpo de Sebastián cerca suyo, atado de alguna manera a aquella balsa. Era como si mi fiel criado no quisiera dejarme nunca.

El calor apretaba, el sol hacía de las suyas y los remojones eran algo habituales ya en mí. Necesitábamos agua para sobrevivir y a pesar de estar rodeados de ella, no podíamos beberla, pues la sal nos daría más sed. Al caer la noche, me aseguré de que todos dormían para beber un poco del líquido de mi petaca. Debía racionarlo y darles a ellos, era matarme a mí. Por lo tanto seguiría sufriendo de día y bebiendo un sorbo cada noche.

Pero no me daba cuenta de que aquel zumo de limón contenía azúcar y este hacía que el cuerpo tuviese hambre en cuanto entraba en sangre, por lo tanto me costaba dormirme por ese hambre que me entraba. Al menos, cuando el azúcar en sangre se iba, el apetito descendía.

Pero con 24 horas en aquel lugar, la sed y el hambre seguían allí. Y casi de la nada, salieron cinco cuchillos. Curioso que fuesen cinco, como los adultos presentes. La joven niña que nos acompañaba, quizás la única por la que velaría en esa situación si veía que podía confiar en ella, nos entregó uno a cada uno.

Lo primero que hice fue hablar a los presentes. - Disculpadme. Simplemente no puedo tenerle a mi lado... - Y miré el cuerpo de Sebastián, cada vez más descompuesto por el agua, más hinchado y con peor aspecto. Dudé durante un momento y miré a todos. - Fue mi criado, mi fiel amigo... sé que lo que voy a proponer es macabro y realmente asqueroso. Pero todos tenemos hambre y tengo dos opciones... o dejo ir a mi amigo al fondo del mar... o... es una fuente de alimento, crudo y sería un acto de canibalismo, pero puede que la única manera de sobrevivir antes de que su carne se estropee sea esta. La ventaja es que se conservará algo de más tiempo por estar en contacto con la sal. La desventaja, a parte de lo que conlleva este acto, es que nos dará más sed. Os dejo pensarlo, pues yo también debo meditarlo.

Y miré el cuchillo que me dio la pequeña y recordé mis años de joven estudiante, donde mis padres querían lo mejor para mí. Siempre me habían gustado las espadas y armas de ese tipo, incluídos los cuchillos y un día, Luis, mi mejor amigo, llevó al colegio el cuchillo de caza de su padre.

Ni que decir tiene que me quedé prendado de él en cuanto lo vi en aquel rincón del colegio, donde nadie podía vernos... o eso creíamos, hasta que apareció el chivato de la clase y nos vio con aquel cuchillo que yo admiraba inocentemente entre mis manos. Juro por Dios que jamás quise hacerle daño a nadie, simplemente admiraba aquella pieza, pues mi padre no me dejaba acercarme a sus armas, ni de fuego ni demás. Decía que aún era muy joven y que cuando cumpliese los diez años, me enseñaría el arte de la esgrima. Pero que ahora era el momento de estudiar.

Jamás olvidaré aquel día y menos con un cuchillo en mis manos. Tomás, que así se llamaba el niño, se acercó a ver que hacíamos y cuando vio el cuchillo y dijo que iría a chivarse, miré a Luis a los ojos un instante, diciéndole con la mirada lo que iba a hacer y asintió con la cabeza. La hoja del cuchillo pilló desprevenido al idiota de Tomás, que no hacía más que repetir que se iba a chivar.

Recuerdo como entro con facilidad en el abdomen y el chillido cual gorrino en una matanza que soltó el chivato. Al sacarlo, se llevó la mano a la herida y me miró a los ojos con terror mientras que yo le miraba con odio y le asesté una segunda puñalada, metiendo la hoja de nuevo hasta el límite. Luis vino a mi lado y me puso la mano en el hombro sin decirme nada. Creí que quería que parase y saqué el cuchillo, sintiendo la necesidad de usarlo de nuevo, hasta que Tomás muriese. De lo contrario se chivaría de todo.

Pero fue Luis quien cogió el cuchillo y ante mis ojos le cortó el cuello a Tomás. - "Así es más rápido" - Recuerdo que me dijo y, efectivamente, la sangre salió a borbotones de su cuello y Tomás se desplomó en el suelo. Luis limpió con naturalidad el cuchillo en la ropa del chivato. - "Vamos, tenemos que quitarnos de enmedio antes que venga alguien y quitarnos la sangre de encima. Tú manten la calma y si te preguntan, no sabes nada, estábamos juntos en otro lado del colegio".

Y así se hizo. Nunca supieron quien mató a Tomás. Luis no volvió a llevar más armas al colegio y jamás hablamos de aquel tema ni entre nosotros y menos aún con nadie. Cada vez que lo recuerdo, siento como a mí me movieron la rabia y el odio hacia aquel chico y el miedo al castigo, pero Luis demostró una sangre fría que jamás había visto.

Tuve más peleas, algunas con arma blanca de por medio, pero jamás llegué a aquel extremo de nuevo, más sabía que en lo más profundo de mí, podría repetir aquel acto si las emociones eran las adecuadas.

Esos pensamientos me hicieron mirar al cuerpo de Sebastián. Mis ojos se empañaron de lágrimas, pero debía hacerlo. No podría sobrevivir sin comida. Así que me volví al agua con el cuchillo y cerré los ojos, pidiendo perdón a Dios y al alma de mi fiel criado por el acto que iba a realizar.

Corté un pedazo de su pantalón, dejando el muslo a la vista y con dolor, pena y asco a la vez, retiré la piel para luego sacar lo que sería un filete. De hecho, a la vista eso era lo que parecía, un filete de animal crudo. Miré a los demás y me encaramé donde pude. - Quien quiera que se sirva, es la elección de cada uno.

Y les di la espalda, para que no me viesen llorar al tiempo que me alimentaba de quien me fue tan fiel durante tantos años. Tal y como pensaba, la carne estaba salada, pero al menos aún no se había podrido. Comer carne cruda nunca fue algo que pensé que haría...

... y menos aún humana.

Ahora solamente debía esperar a que el calor bajase y llegase la noche, para que todos durmiesen y poder beber un nuevo trago de aquel zumo, el cual sabía que con el tiempo acabaría estropeándose. Pero al menos algo de líquido ingería y ahora alimento, pues en la cena repetí de nuevo mi acto, volviendo a rogar a Dios que me perdonase por mis actos y nuevamente sufriendo y llorando por lo que estaba haciendo.

A fin de cuentas, sobrevivir.

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24/05/2022, 06:45
Laura del Carmen Descotte Jourdan

             - Buenos días damas y caballeros!    Me llamo Laura del Carmen Descotte Jourdan, no soy ninguna noble pero mis padres se podrían en dinero y llevaban las 2 obras más costosas que iban en ese barco, las cual seguramente se hundieron junto a ellos y el Ford T que tenían en una de las bodegas del barco!     Claro que le recuerdo haber tocado entre los músicos señor Antonio! -      La bella y joven mujer de edad apenas casadera no pudo evitar llorar desconsolada por varios minutos una vez que hubiera salido del agua con su bolsa para trepar sobre los restos, solo para darse cuenta que la bolsa chorreaba un líquido oscuro antes de presentarse

             - Muchas gracias por el cuchillo Lucia!   Tal vez se para que podemos usarlo!       Responde la joven con un claro acento argentino a la joven que le entrega el cuchillo, mientras que la sangre de su perro  un cachorro como el de la imagen del avatar fluía por la mano que no tomaba el arma, menos lágrimas volvieron a brotar ... de sus mejillas y con expresión acongojada pero más frpia la joven se retiró la ropa con un poco de pudor para quitarse de inmediato el frío que le había producido sumergirse en el agua, esperando que con el calor se secara pronto para cubrir su atractiva figura y entonces saco del fondo de la bolsa un tipo de caucho pequeño que parecía hermético y del tamaño un poco más grande que su mano del que sacó un encendedor, dos cigarros y uno más grande que el resto ... parecía una bengala, entonces le responde a Leopoldo:

​.           - Tal vez antes de convertirnos en caníbales duque podríamos pensar en tomar sorbos muy pequeños de agua marina, que aunque salada en poca cantidad leí en varios libros no será tan perjudicial para poder tener digestión y por otro lado comernos a mi perro antes que a su criado!     Esperando que esta bengala nos ayude a sobrevivir en unas horas mientras nos rescatan! -.     

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24/05/2022, 16:23
Antonio Roma

Tomó el cuchillo que le dio la niña, el metal era oscuro, podía ver algo de esa oscuridad en el alma de la pequeña, sus palabras parecían tener una doble intención, le daba miedo. Se avergonzaba, pensar eso de alguien inocente no era propio de él. Pero era así, algo había en su mirada que no le gustaba. En cambio, el resto del pasaje que había conseguido sobrevivir eran triviales y comunes, como los protagonistas de sus letras y sus músicas y no provocaban en él ningún sentimiento.

El arma le pesaba en la mano y le trajo recuerdos no muy felices de unos meses atrás.Estaba acostumbrado al mundillo del artisteo, sabía lo que sucedía y cómo se aprovechaban de los compositores, alguien había hecho suya una de sus creaciones. Y no tuvo más remedio que pedir explicaciones. Era bien sabido que en esos tiempos las compañías de entretenimiento se dedicaba a utilizar en sus espectáculos las creaciones musicales que habían triunfado en los teatros, verbenas y fiestas patronales. Y ese había sido el caso, uno de sus ritmos llego al otro lado del charco de mano de un canta operetas de medio pelo. Con el que tuvo el gusto de coincidir en la Caleta y cuya explicación no le convenció. Solía dejar que los artistas se pudieran ganar la vida interpretando sus músicas, pero el que tenía que triunfar en las americas era él, y por eso se dirigía hacia allí. Aunque el destino le tenía otra cosa preparada,.

No tenía intención de morir tan pronto, pero tampoco pensaba comer carne humana. El Duque no podía obligarlo, tal vez podrían utilizar el collar del que hablaba la niña para pescar, si tenían suerte, mucha suerte, no moriría. Esta vez no habló. Se limitó a observar a la joven Laura del Carmen que había sido tan amable de apreciar su música y a dar brillo a su clarinete con la manga de su chaqueta seca ya por el sol.

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24/05/2022, 17:15
Ignacio Serrano

Muy largo y muy duro se le hizo aquella primera jornada en el mar, en aquella especie de balsa a la que había logrado llegar, y que compartía con otros cinco pasajeros. Tras la excitación de los primeros momentos, donde la propia vida esta en juego, y a punto de perderse. Vienen largos silencios en los que puede pensar en lo que ha sido su vida hasta ese momento, así como pensar en que es lo que les pasará. No estaban demasiado lejos de la costa, pero el no sabía si habrían podido avisar del hundimiento, todo fue muy rápido, demasiado, como si una enorme explosión hubiese sentenciado al barco con la mayoría de los pasajeros en un breve instante, algo fugaz y efímero. Que de seguro había segado la vida de muchos en esos primeros instantes. Si el aviso fue dado, pronto deberían comenzar las operaciones de rescate. Pero en el caso de que este no saliese del barco, entonces, les esperaba un negro futuro. O más bien un blanco y cegador futuro, con un sol implacable que les estaba tostando y extrayendo de sus pobres cuerpos, hasta la última gota de agua.

Había tratado de usar su carpeta para proteger la cabeza y parte de su cuerpo del astro rey, pero todo resultaba inútil y con el paso de las horas, los labios se agrietaron y estallaron, llenando la boca del metálico y salado sabor de la sangre. La noche había sido un descanso incompleto, lo mejor no tener que sentir aquel calor abrasador en sus carnes. Pero la sed iba en ascenso, acercándoles a todos a la locura y a una muerte segura.

Por la mañana la niña, Lucía creía que se llamaba, había encontrado unos cuchillos en una cja que se abrió. Tomo el cuchillo que la joven le ofrecía, y tan solo pudo expulsar unas pocas plabras, tenía la boca seca y la lengua hinchada.-¡Gracias Lucia! Ya podía haber sido algo de beber.- Miro a su alrededor tal vez hubiese otras cajas, y en alguna de ellas, encontrasen agua, o cerveza. Y paso un tiempo en esto entretenido.

Luego contesto a una joven que creía recordar Laura se llamaba.-No se le ocurra probar el agua de mar. Sería un terrible error, pues al momento una sed enorme la invadiría y de no poder controlarla, acabaría loca y muriendo en muy poco tiempo. Entre terribles dolores. Esa es la macabra broma que el mar hace a los desgraciados que como nosotros quedan en tan desesperada situación, rodearles del agua que tanto ansían, pero agua salada y que no pueden beber.-

Y luego pensando en esta broma del destino, y a la vista de aquel cuchillo en su mano, retrocedió muchos años atrás. Cuando era un joven miserable, recién llegado de provincias a Barcelona, ciudad que el creía que con brazos abiertos le recibiría, pero no fue así. Tuvo que afrontar una etapa muy negra en su vida, siendo aun demasiado joven. A punto estuvo de acabar muerto de hambre, asesinado o en la cárcel. Para sobrevivir tuvo que hacer muchas cosas, hasta que finalmente se dedico al contrabando. Con el que pudo ganarse un buen dinero y convertirse en arquitecto, aunque sin poderosa familia para respaldarle, no le había servido de mucho.

Y recordó, como siendo aun poco más que un niño, una noche en el puerto, tras haber ayudado en una descarga de un cargamento de dudosa legalidad, en nocturnidad y con sigilo. Cuando ya se retiraba con su paga, un guardia civil le echo el alto. Le arrincono con su fusil y le estaba cacheando, mientras le decía que de esta se iba ha tirar una larga temporada entre rejas. Y como sin dudarlo, le había clavado el cuchillo que llevaba escondido, no una vez ni dos, sino muchas veces. Había destrozado el cuerpo del joven guardia, y se había llenado de sangre. Quedó aterrado al ver el resultado de sus actos, que de alguna manera, no había sido capaz de controlar. Abandono el lugar, pero antes de abandonar el puerto, se baño aquella fría noche de febrero, tenía que quitar la sangre de su cuerpo y de su ropa. No podía volver de aquella manera a la paupérrima casa en la que compartía una pequeña habitación con otros pobres desgraciados. No pudo dormir, veía el rostro descompuesto del joven. Y sus manos manchadas de sangre. Con el tiempo, fueron más los sucesos violentos en los que se vio implicado, pero ninguno tuvo tantos efectos en el como el primero. De padres cristianos, matar era algo muy serio, lo peor que alguien podía hacer, y sin embargo el había tenido que matar en más de una ocasión, para sobrevivir, y no se consideraba alguien malvado, no se consideraba un asesino.

No pudo soportar ver al noble aquel comiéndose al que había sido su criado. Y de momento tampoco quería comer perro. Beber, eso era lo que quería, y por eso buscaba posibles cajas, tal vez con un poco de suerte, encontrase alguna botella.-Miren a ver si hay alguna caja en la que tal vez pueda haber alguna botella que haya resistido el naufragio. Eso si que sería un gran hallazgo. Y si Laura, yo también prefiero perro a persona muerta, pero mejor esperar a ver si logramos algo de beber.-

No le hacía mucha gracia comer perro muerto, pero desde luego, mucha menos, comer carne humana.

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24/05/2022, 20:18
Laura del Carmen Descotte Jourdan

          - Por supuesto que tomar agua salada es mala idea, pero en un caso como el nuestro siempre será mejor tomar muy pequeños sorbos de agua esporádicamente que no tomar nada, me parece que en otra revista leí la alternativa de beber pequeños sorbos de la sangre de algún animal como peces o aves marinas!    Pero me da asco actuar como una vampiresa    Disculpen si les abruma lo que les platico, pero me fascina el tema del mar, por eso he pintado, escrito y esculpido varias obras al respecto .... Ignacio verdad? -    La joven le sonrió por un momento al señor Serrano, olvidando por un momento el pudor de haberse desnudado, solo para recordarlo al ver como Antonio la miraba, entonces se tapó sonrojada ante ellos por un momento con su propia ropa, aún húmeda a pesar del sol sofocante.     Tras escuchar las últimas palabras del arquitecto español Laura comenzó la joven a buscar en sus alrededores cualquier caja cercana que flote para revisarla

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24/05/2022, 22:28
Lucía Belial

Yo creo que sí voy a probar un poco de esa carne, si me convidan. Creo que un pocod e esos jugos me vendrían bien.

Cogí uno de los torozos que me ofrecieron, sin fijarme de dónde provenía, y arranqué un pedacito con mis dientes. Estaba más duro de lo que imaginaba, algo gomoso quizá, era difícil tragarlo, pero masticar me distraía de otros problemas.

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24/05/2022, 23:50
Resignación

El atardecer transcurrió rápido entretenidos como estaban abriendo cajas vacías, un baril donde hallaron un irónico saco de sal. Una bolsa que había estado llena de azúcar antes de caer al agua, o al menos eso ponía su etiqueta, y un cajón con cebollas.

La sangre de Lucía, la del perro de Laura y los jugos caídos al cortar a Sebastián se expandieron por las aguas para reforzar el rojo del atardecer. La transición a la noche fue suave. Primero se oscureció el mar. Más tarde el borde con la última claridad del cielo se fue borrando. La única diferencia entre el arriba y el abajo son ahora las estrellas.

La Luna se fue tras el sol por el oeste mostrando sus cuernos. Parecía una burla que la luna sí pudiera refugiarse allí donde ustedes deberían llegar. Venus también se fue enseguida amenazando con dejarlos en la más completa oscuridad. Pero una estrella que destaca entre todas, justo sobre sus cabezas, toma el control del cielo. Quienes supieran de astronomía sabrían que se trata de Sirio. El intenso brillo de esta estrella permite ver sin dificultad todo en la balsa, las olas más cercanas y la aleta del tiburón que se acerca.

 

 

Un golpe, una dentellada, maderas rotas y sogas que enriedan al animal. Las sacudidas desesperadas de este pez terrible intentando liberarse, amenzan con desarmar el precario refugio que los mantuvo vivos las últimas horas.

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25/05/2022, 09:54
Ignacio Serrano

Como era de esperar la sangre vertida al mar, no tardo demasiado en atraer a los temidos tiburones. Uno de ellos quedó enredado en los tablones y cuerdas que formaban su precaria balsa, poniendo en serio riesgo su integridad. Sin la balsa estaban perdidos, y aquella podría ser una oportunidad de conseguir alimento, mejor que restos humanos o un perro muerto. Mucho mejor alimento. No tuvo que pensar demasiado, miro el cuchillo y se lanzó a tratar de matar al escualo.

-Tenemos que matarle antes de que rompa la balsa. Ayúdenme, y conseguiremos comida y evitar que nos deje en el mar, donde seremos presa fácil de sus congéneres.- Pero no se detuvo a esperar ayuda, esta ya llegaría si así lo decidían sus compañeros de infortunio. Con mucho cuidado, ataco al tiburón, tratando de acabar con su vida, sin recibir en el lance, ningún peligroso mordisco de aquella terrible boca.

El aliciente era enorme, mantener la balsa y conseguir alimento. Para Ignacio, no había otra posible solución, sino volver aquel problema en beneficio para el hambriento grupo. 

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25/05/2022, 12:33
Leopoldo Diego Gabriel Alejandro Díaz Galan

Laura nos ofreció a su cachorro muerto y su carne se estropearía pronto con aquel sol. - Si no le importa, yo sí me alimentaré de él. Pero antes hay que despellejarlo. No creo que quiera ver eso, señorita Laura. - Le dije a la mujer. - Si alguien me permite uno de sus cuchillos un momento, afilaré el mío para poder quitar la piel sin problemas del animal. - Si alguien me deja su cuchillo, afilo el mío con el reverso del otro. Luego miro a Laura. - Con su permiso. - Y metí las manos en su bolso y saqué el cuerpo del cachorro. En cuanto tuviese el rigor mortis, se acabó el poder comerlo.

La joven niña pidió algo de carne. - Os daré un buen pedazo. - Le dije con una sonrisa, mientras hacía una incisión en la piel del animal que iba en todo lo largo del mismo y tiré con fuerza, usando mi cuchillo para las partes mas complejas de despellejar, como las patas, donde el animal tenía más carne y más aún con aquel tamaño.

Como aquel refrán tan típico español: quien reparte y comparte se lleva la mejor parte. Así pues a la pequeña le di una pata trasera y yo me quedé con la otra, pues lo demás eran todo huesos realmente. La piel la lancé al mar, para que no atrajese moscas, pues solo nos faltaba eso en aquella balsa y en cuanto el can oliese mal, iría al agua también.

Seguramente todos me estuviesen viendo como a un salvaje, pero dadas las condiciones en las que nos encontrábamos y teniendo alimento desde el primer momento, era mejor aprovecharlo. En dos o tres días se notaría la diferencia de quienes habíamos comido y quienes no. Quizás nos encontrasen antes o llegásemos a tierra... o puede que siguiésemos en alta mar.

- Se dice que el secreto de una buena alimentación es comer de todo y variado. Desde luego, en mi caso no se puede decir que no sea así. - Un poco de humor negro para animar el ambiente de aquella calurosa tarde. El muslo del perro era duro, sabía a rayos y sangre, pero contenía algo de líquido aún. No era la mejor manera de hidratarse pero... algo haría.

Al terminar lancé los huesos al mar y dejé el resto del can sobre uno de los cofres, por si alguien quería servirse. Del mismo solo quedaba la cabeza intacta, donde se podía ver aún su joven rostro. El cuerpo, parecía más el de un conejo... quizás por eso dejé la cabeza, para que no se olvidasen de que era un perro, no un conejo lo que había para comer.

Pero si lo mío era sorprendente, lo de Laura lo era más. Acabó en el agua, cosa que era común en mí con aquel calor, terminar metido en remojo un rato y luego salía, con toda mi ropa a seguir soportando el sol. Aquello me proporcionaba el poder estar más fresco, sobre todo en las peores horas. En cambio ella optó por desvestirse, delante de todos y mis ojos la miraron con sorpresa al ver el poco pudor que demostraba. - ¿A qué dijo que se dedicaba, señorita Laura? - Pues aquello no era normal, salvo que se dedicase a una profesión en concreto e incómodo por ver que seguía quitándose ropa, le di la espalda a la mujer.

Estaba claro que se iba a abrasar viva con aquel sol si seguía así. Por mi parte, seguía con la ropa húmeda puesta, llevando mejor que los que preferían el secano aquel infernal calor.

Para la caída de la noche estaba seco y con un pedazo de Sebastián en mis manos. A fin de cuentas ya no le reconocía. Con la cara hinchada y deforme por el agua, podría ser cualquiera. Cené tranquilo y las suaves olas del mar, mecían la balsa de tal manera que, con mi estómago más o menos lleno, me invitaba a dormir plácidamente. Pero nuevamente esperé a ser el último en dormirme para poder beber tranquilo un trago de aquel zumo de limón, antes de caer en los brazos de Morfeo.

No sabía cuanto había dormido, cuando un golpe y un crugido me despertó, al igual que a los demás. La poca luz que nos daba la luna y las estrellas, fueron suficientes para ver a un tiburón que sin duda se había sentido atraído por la sangre de Sebastián y el pequeño can. Pero lo peor no fue su ataque, sino que se enredase en nuestra precaria balsa.

Don Ignacio fue el primero en actuar y tener sin duda la mejor de las ideas. Pero el tiburón no vendería barata su vida y aquellas bestias marinas tenían más fuerza que el grupo entero junto. - Supongo que a este no le querréis más. - Dije cogiendo al cachorro mutilado y cuando el tiburón abrió su boca, se lo lancé al interior lo suficientemente lejos como para que no me pudiera morder. Así tendría algo que masticar o con qué atragantarse, algo que nos diese unos segundos.

- ¡Los cofres! ¡Qué alguien me ayude con el cofre más pesado! - Exclame. No iba a acercarme a esa cosa y a ponerme a su alcance hasta que no estuviese seguro de que no me arrancaría un brazo. Con ayuda y a una distancia que sabía que podíamos llegar y no ser mordidos, le indiqué a mi compañero que a la de tres lanzaríamos el cofre a la cabeza del tiburón, con la clara intención de dejarle K.O. o al menos atontado. - Don Ignacio, déjenos hueco, no sea que le demos. - Avisé al hombre antes de que el cofre saliese despedido hacia la cabeza del animal.

Si acertaba, si le dejaba atontado o inconsciente, mi cuchillo acabaría atravesándole el cráneo. Al menos que afilarle así, a parte de para despellejar al cachorro, sirviese para algo más que estar lanzado chuchilladas y derramando más sangre al mar, lo que atraería a más de los suyos.

Estaba claro que si no nos encontraban pronto, ni mi acto de canibalismo ni comer carne de perro, me iba a salvar de aquel cruel destino de ser comido por un escualo como aquel.