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Niebla escarlata

Geraldine Leclercq: La sonrisa perfecta

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23/07/2018, 21:20
Narrador

Habían pasado siete años desde aquellas primeras noches de la nueva vida de Geraldine. O, más concretamente, seis años, once meses y veinticuatro días, y en todo ese tiempo no había vuelto a saber nada de Pierre Babin. Este había desaparecido de la noche a la mañana, y a esas alturas ya costaba no considerarlo muerto.

Las cosas habían cambiado mucho para la bailarina. Apenas había tardado unos meses en ser una igual en la compañía al lado de Michel, y con el tiempo este había pasado en muchos aspectos a un segundo plano. La vitae de Geraldine era suficiente para que el hombre no envejeciese ni tuviera que retirarse definitivamente, pero tenía un efecto secundario: al final era ella quien tomaba las decisiones. Durante un tiempo tuvo que asumir incluso las que ella ponía en las manos de él, y aún tras tanto tiempo parecía que muchas veces Michel tomaba un camino u otro según lo que fuese a agradar más a Geraldine. No parecía el mismo hombre que años atrás, y las ocasiones en que se había aplazado su toma de vitae había llegado a portarse como un verdadero adicto.

Olivier, por su parte, era más humilde, y aunque convertirse en ghoul para potenciar su devoción por Geraldine esta nunca había llegado a verlo violento. Aunque si había alguien que había sobrellevado bien el cambio ese era sin duda el señor Cohen. Finalmente Geraldine había acabado conociendo a un amigo de Camille, y no había tardado en tenerlo comiendo de su mano lo suficiente como para ayudar al hombre a recuperar sus recuerdos a espaldas de su sire por un módico precio. Después de aquello todo había ido como la seda con Cohen. Al principio este había agradecido sentirse rejuvenecido y fuerte, pero tras comprender la adicción que podía suponer aquello él mismo había empezado a racionarse la vitae de su dormitor. Había tardado meses haciendo pruebas, tomando anotaciones sobre su actividad y las cantidades necesarias, pero finalmente decía haber llegado a saber cuál era la cantidad exacta para sentirse bien y al mismo tiempo tener una vida lo suficientemente normal como para sentirse feliz con ella. Respecto a su mujer, Cohen sólo había tenido una petición: que Geraldine le permitiese vivir la vejez de ella con calma, manteniéndola como primera mujer de su vida al menos los años que durase.

Por su parte, Camille había demostrado ser una sire comprensiva y estricta al mismo tiempo. No había tardado demasiado en dar cierta independencia a su chiquilla, pero había seguido viéndola cada semana durante los primeros años. Parecía creer que era deber de Geraldine estar cuando la necesitase, pero también había demostrado que aquello sería recíproco. En determinadas cosas seguía comportarse como alguien que está por encima, como si su última palabra debiera ser la última, pero siempre escuchaba y tenía en cuenta la opinión de la bailarina. Para evitar problemas pronto había mandado a Nathan de viaje, en ocasiones daba la impresión de que con algún tipo de finalidad concreta, pero el cainita apenas salía en las conversaciones que las dos toreadoras mantenían.

Finalmente estaba Vladimir, que con el tiempo se había convertido en una espina clavada en el corazón de Geraldine o, dada su condición, como una astilla. Vladimir había demostrado ser un amigo capaz de sacrificarse por ella. Tanto era así que no había tardado en comenzar a sufrir aquel pago por la ayuda pedida a otros cainitas sobre el abrazo a la bailarina. Era difícil precisar en qué consistía exactamente aquel trato, pero desde entonces cada vez veía a Geraldine con menos frecuencia y ella había llegado a adivinar entre líneas que aquel era el motivo.

Habían pasado siete años... Y el frío del invierno seguía siendo tan intenso como antes del Abrazo. Sin embargo la bailarina podría haber bailado con una malla fina en medio de la calle y no habría sufrido ni lo más mínimo. Faltaba sólo una noche para la recepción del Príncipe, y se rumoreaba que iba a hacer un anuncio importante. Geraldine ya no era considerada la misma neonata que tiempo atrás se había presentado con un espectáculo capaz de arrebatar el aliento a gente que ya ni siquiera necesitaba respirar. Como tal, y a pesar de lo estricto que era el Príncipe con el asunto de los esclavos de sangre, se le permitía acudir acompañada de un ghoul. El servicio básico, tal y como habían señalado al darle la información del evento.