Partida Rol por web

- Uhmpfh.... Joder, como me gustan las malas. -Exhalo un prolongado suspiro de admiración y devoción al verla, realmente me quita el aliento y mi reacción no es otra que la de lanzarme a por ella.

Te rodeo con los brazos, abrazándote mientras mis labios vuelven a fundirse sobre los tuyos. Siendo un beso intenso, me tengo que contener para no devorarte en el acto y dejar que cada uno se acostumbre al otro.

Agarro una de tus piernas y la aparto un poco, es entonces cuando tanteo antes de entrar tras su extraordinaria carta de presentación. Poco a poco y con cierto auto-control; que no me fue fácil de sacar, te penetro lenta pero intensamente. Sólo ha sido la punta de lanza, pero dentro de este papel de villano y caballero quiero empezar las cosas bien.

Un primer gemido de gusto se ahoga en tus labios según la punta de tu lanza penetra en mi ser. Te miro intensamente a los ojos. Nuestros labios se juntan, y siento como tus manos me abrazan. Yo hago lo mismo y clavo mis uñas en tu espalda, las cuales iran dejando un surco rojizo, que no sangrante porque no aprieto tanto, conforme tu ser se vaya abriendo paso en mi interior.

uff... se siente genial y solo es la punta... creo que tendremos más sesiones, siempre que quieras, claro susurro en tu oido mientras te muerdo el lóbulo de la oreja.

Luzco la sonrisa que se mantiene en mis labios. Parece un contrato vinculante, y lo acepto de buen agrado. Rozo con el contorno de mi nariz tu tez morena del color del caramelo. La sonrisa de golpe se me ensancha, torciéndose un poco pues he sentido el arañazo pero no importa porque adoro esta clase de cosas.

Eres una gatita o una trigresa. -Pienso para mis adentros antes de volver a besarte el cuello, ¿Por qué siempre el cuello? ¿Habré adquirido un nuevo fetiche al respecto? No importa, es lo que deseo y tú sientes la ambivalencia y contraste de la suavidad y cariño que te obsequian mis labios y manos. Mientras en el contraste comienzo a profundizar la ensartada, lenta pero muy intensamente.

- S-sí, joder... Las que quieras...

Te abrazo con mis piernas y fuerzo el final de tu pene para que entres completamente en mi. Finalmente no consigo controlarme, y algo de sangre si que dejan mis arañazos en tu espalda. Subo mis manos hasta tu pelo.

No te cortes, hazlo fuerte. Quiero sentir toda tu fuerza, quiero que me hagas correr. ¿Podrás? la pregunta la digo con una sonrisa, sabiendo perfectamente que eres más que capaz. Luego, muerdo yo también tu cuello, pero en mi caso más para que no se escuchen demasiado mis gemidos que por otro motivo.

Tardo unos segundos en reaccionar, realmente esta mujer me había impresionado. Pestañeo y vuelvo en mí, pues solo tardé un segundo. ¿Dice que le haga correrse como si fuese si o no? Ni hablar, la cuestión aquí es cuantas veces iba a hacerlo ella.

En la lucha de poder que se desenvuelve todavía estoy por encima de ti y mis manos agarran tu trasero con fuerza y sujeción, realmente lo manoseo con deseo y me recreo en ello. 

Me agarraste de la cintura y no puedo escapar, eso me hace sonreír y ante tu invitación accedo. Entro con más fuerza e intensidad, he marcado el paso y una vez llego al fondo aumento progresivamente el ritmo. 

Se me escapa algún que otro jadeo o respingo, el pecho se me está acelerando un poco. No voy a dejar escapar esta ocasión, vas a saber lo que es un hombre de verdad.

Te abrazo con fuerza mientras mi boca en tu cuello muerde aún más fuerte, dejando una pequeña marca claramente visible. Tus movimientos me están excitando, y mi cara morena se aprecia levemente sonrojada por el aumento de temperatura. Muevo mis caderas levemente, ya que tu peso tampoco me deja mucha libertad de movimiento, acompañando tus embestidas, haciendo que entre todo tu miembro hasta el fondo en mi caliente interior.

Mi cuerpo empieza a recibir una especie de descargas electricas, y sé lo que anuncian. Te abrazo con todas mis fuerzas, llevo mi boca a tu pecho y finalmente en este mueren los gritos y gemidos de un primer orgasmo realmente placentero, mientras muevo el cuerpo desenado prolongarlo todo lo posible.

Te miro, no necesito decir más. Con un beso, te agradezco lo que me estás haciendo sentir.

El beso es suave, tranquilo y hasta dulce. No te devora como antes, sencillamente muerde tu labio inferior y juega en su faceta juguetona con él al estirarlo.

Dejo que alargues el momento y lo disfrutes, mis movimientos se vuelven algo más lentos pero bien marcados e intensos. Quiero que alcances ese primer climax, que mueras y renazcas de nuevo.

Separándome un poco clavo mis ojos azules sobre ti, ahora lucen con un fulgor frío en esta mirada. Pero sonrío gratamente y te tomo entre mis brazos, girándome para caer yo de espaldas y quedes tú sobre mí. 

Ahora me sientes en gravedad, todavía duro y dispuesto parece una pica que te empala y es mi pecho el que se desbordar un poco en una respiración agitado. En esa mirada que te hago ves mi deseo, mi ardiente deseo por ti. Me muerdo el labio inferior con fuerza pues me arrepiento de haberte dicho que no te quería hacer gritar.

Sonrio por estar encima tuyo, y me levanto mirandote desde arriba. Empiezo a moverme, pero despacio, muy despacio, recorriendo todo tu sexo con el mío, sintiendo cada centímetro entrar y salir de mi. Gimo un poco, aunque muerdo mi labio para evitar hacerlo muy alto.

Esto lo alargo unos minutos en los que mis movimientos son lentos, pausados. Finalmente, llevo mis manos a tu pecho y empiezo a cabalgarte a ritmo animado, fuerte, rápido pero profundo, gozando de tu cuerpo y tu sexo, gimiendo quedamente mientras siento mi interior derretirse ante cada embestida de tu miembro.

Caigo sobre ti, aún encima tuyo pero dándote más espacio para moverte, y hundo mi cabeza en tu hombro. Puedes notar como ahogo gemido tras gemido, grito tras grito, en tu cuello. Estás seguro que, de no ser así, incluso es posible que abajo nos hubieran escuchado, pero mis gemidos y gritos se atenuan lo suficiente como para que sólo tú puedes escucharlos.

Entreabro los labios de asombro. No sólo por tu vitalidad, tu energía y presencia electrizante que me obliga a bramar de excitación y entusiasmo. Son mis manos las que agarran tu perfecto pecho, estimando su firmeza y peso. Trago saliva y te miro, aunque me quedo acaramelado por unos instantes. Es extraño, pero es como si sintiese alguna magia en ti.

Cuando cargas el ritmo lo aguanto, disfrutando de cada centímetro que te aprieta y desahoga mi miembro en las ensartadas. Noto tu calor, tu humedad. Jadeo un poco y se me escapa el aire en un gorgorito de placer.

Siento cuando caes y te recojo, agarrándote de las espalda y el trasero. Qué culazo... - Pienso mientras agarro una nalga con fuerza, separándola de la otra. Entonces acelero el ritmo y comienza a ensartarte sin piedad, empalándote con fuerza y hasta malicia depravada. Ni que estuviese tratando de partirte en dos, ni que fuese una ariete tratando de romper las puertas en un asedio.

Desesperado busco tus labios para tratar de callar tus gritos, cazándolos para besarte húmedamente con mi lengua.

Mi lengua se junta a la tuya, mientras siento tu miembro en mi interior, destrozando cada centímetro de resistencia de mi, invadiendo cada recondito lugar de mi interior, removiendo cada lugar de las paredes de mi húmedo sexo.

Mis labios no abandonan los tuyos, tanto tiempo que parece como si nunca fuera a parar de besarte. Cuando abandono tus labios, llevo los míos a tu oído. ¿Dónde quieres terminar? Con esta simple frase, te estoy dando la oportunidad de terminar donde tú prefieras, en mi sexo, en mi pecho, en mi cara... lo que tú prefieras estará bien. Mientras, sigo sintiendo tu pene dentro de mi, y siento como mi temperatura vuelve a subir ante el trato que me estás dando. Vuelvo a besarte con ansia, con ganas, ahogando en tu boca los gemidos del mejor polvo que he tenido en mi corta vida.

Mi palpitante y fuerte corazón se desborda piel con piel contra tu pecho. Entorno la mirada discretamente y mi blancuzco cabello cae como una cortinilla, te miro y tus palabras se me antojan como un perverso sueño.

- Estaba pensando en si, en este mundo, un caballero te pondría a cuatro patas... -Hago una leve pausa pues mientras sigo ensartándote me cuesta mantener la concentración- O un villano. Pero... No me queda mucho. -Sonrío un poco más, realmente tengo cardio y mucha aguante. Pero la culpa es tuya de cómo me estás poniendo y aún más, de lo que estás haciendo. -¿Dónde te gustaría que me corriese, preciosa? -Te tomo del mentón con cuidado, apretándote la mandíbula sin mucha fuerza mientras mis ojos se clavan en los tuyos. Mi boca, ligeramente entreabierta muestra los afilados colmillos.

En... un temblor interrumpe mis palabras y, por lo que viste antes, tampoco debe faltar mucho para que me venga por segunda vez. En mi... En mi coño... pero quiero... que me chupes la sangre mientras lo haces... y comprobar... aaaa... comprobar si es cierto que eso... intensifica las sensaciones... no puedo seguir hablando, solo entierro mi cara en tú cuello dejando el mío expuesto para ti.

Entorno muy discretamente el rostro para mirarte.  -¿Estás segura de eso...? - Farfullo mientras intensifico el ritmo, jadeo y exhalo bocanadas de aire mientras hago acopio de mi vigor y fuerza en casa ensarte. Te noto tan estrecha y húmeda que sientes que estoy a punto de caramelo, a punto de derretirme.

Ladeo la cabeza y tras dejar de admirar tus vivos y preciosos ojos, marco los dientes. Lento pero si piedad mis dientes desgarran tu piel y tu carne, son meras cuchillas quirurgicas en lugar de colmillos que hacen que beba de ti.

La sensación me posee, es completamente reveladora y siento el inconmesurable placer de tu sabor, tu aroma y de tu tacto. Aprieto más tu cuerpo para que no te escapes mientras te degusto y disfruto de ti a cada gota.

Pero no aguanto, ya no más me corro dentro de ti con generosidad exagerada mientras todavía sigo moviéndome, disfrutando de la sensación del sexo y la sangre.

Realmente no sabes el sabor de la sangre, pero jurarias que la mia sabe salada. No salada como agua con sal, que te de más sed, pero sí te deja en la boca un regusto como a mar.

Una gez siento mi esencia vital abandonando mi cuerpo mientras tú otra esencia me llena por dentro, empiezo a convulsionar presa de un orgasmo intensísimo, brutal. Tan fuerte es, que caigo completamente inconsciente.

*** Con la excitación, la pérdida de sangre y mi inconsciencia, finalmente la magia inconsciente que mantiene mis piernas empieza a desvanecerse y, en el momento que sacas tú sexo, estas dejan paso a una cola de pez.

Me aparto un poco, sorprendido ante la escena y la sobrenatural transformación. -Pero qué coño... - Balbuceo a media voz sin dar crédito. -¿No te habré matado, no? -Digo yo, aunque sé que es una tontería exagerada. pero en aquel momento no sabía cómo asimilar lo que estaba sucediendo.

- Oye... ¿estás bien? - Mezo un poco tu brazo mientras te toco, observando tu larga cola de pez. -Joder... ¿Eres una sirena? Eh, vamos, despierta. -Trato de reanimarte en vano, estúpido de mí me di cuenta ya algo tarde de que respirabas y sólo habías perdido la consciencia. 

Suspiro y te pongo algo en el cuello, tratando de detener la sangre. Ya había visto los graves inconvenientes de ser un vampiro.

-Descansa y ponte bien... ¿Vale? Joder. Ni siquiera sé si debería avisar al resto... -Te miro algo preocupado.

Poco a poco voy despertando, para encontrar tu cara de preocupación. Al mirar hacia abajo, comprendo muy bien a qué viene. Me concentro, sin saber bien en qué, pero consigo el efecto que buscaba: mi cola de pez vuelve a convertirse en unas piernas de humana.

Permanezco un rato en silencio, pensando, y finalmente hablo. Parece ser que soy algún tipo de sirena, capaz de cambiar inconscientemente entre piernas y cola de pez. Sin embargo, la inconsciencia debió provocar que mi cuerpo regresara al estado que le es más natural.

Pero no te sientas mal por ello, ni te disculpes, no tienes por qué. Realmente fue... Uffff... Todo lo que se dice en nuestro mundo del mordisco de un vampiro cuando tienes un orgasmo se queda muy corto. Ojalá podamos repetir.

Pero ahora bajemos con el resto. Creo que será mejor no decir nada de esto, aunque se acabaran enterando. Mientras hablo, empiezo a vestirme. Finalmente, descarto el sujetador. Mirando bien el chaleco que iba a ponerme, también lo eescarto por otro casi igual pero de cuello más alto.

Gracias por todo digo, besándote los labios y encaminándome a la escalera.

Asiento algo tardío y me limito a mirarte inclinando la cabeza, mostrando una mezcla de empatia y cortesía. - Claro, a mandar... -Sonríe un poco y termino negando con la cabeza justo antes de reincorporarme y vestirme. 

Parece que está bien, debería tener más cuidado con estas cosas... Qué imbécil eres Aaron. - Me recrimino mientras salgo de la habitación. Había correspondido al beso con gusto, aunque todavía sentía el regusto salado de su sangre. No se me había quitado de la cabeza y esa idea de obsesionaba un poco, en verdad, daba hasta miedo.

Aunque viendo a Azalea marchar y que, al no parecer guardarme rencor, no me arrepentía en absoluto. Era toda una preciosidad y una mujer agradable. ¿Qué tenía de mal jugar un poco y pasarlo bien? 

- Voy tras de ti y de nada... -Sonríe de nuevo con renovada confianza- Avísame cuando quieras repetir.